Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado la arquitectura tradicional de Sos se mantuvo prácticamente inalterable y nada se construía o reformaba. Al contrario, antiguas casas y emblemáticos edificios corrían la suerte de desaparecer debido a la ruina y al abandono al que habían sido sometidos. Pero una gran revolución produjo muchos y muy significativos cambios tanto en la estructura de la villa de Sos y sus edificios más emblemáticos como en las casas de los habitantes de la villa, siendo muchos, y de toda índole, los motivos que pueden explicar esta revolución: el desarrollo industrial, el papel social de la mujer, las mejoras en las comunicaciones, los avances tecnológicos, la creación de nuevos y mejores servicios, las mejoras en el sistema educativo, el desarrollo de la investigación en el mundo agrícola o ganadero, etc..., pero hay un factor muy importante sin el cual todo este avance no hubiera sido posible: la llegada de la democracia a España.
La democracia trajo
consigo los nuevos sistemas de financiación de la Administración Local, dotando
al medio rural de una capacidad de inversión inimaginable hasta entonces. Se
arreglaron y restauraron calles enteras, emblemáticas e históricas
construcciones, se adecentaron edificios sociales, se instalaron
alcantarillados, desagües, se restauraron y renovaron palacios, casonas y casas
particulares, dotándolas de todo tipo de comodidades y de las más avanzadas
tecnologías.
Todo ello supuso una
indudable mejora para Sos, sus habitantes y el medio rural español en general
y, hoy, a comienzos del siglo XXI, podemos decir que lo que no se ha restaurado
ya, o se ha derrumbado irreparablemente o lleva camino de hacerlo. Y esto es así,
es nuestro pasado reciente; pero hay que mirar hacia el futuro más cercano e ir
tomando medidas, porque es cierto que el saldo vegetativo poblacional resulta
negativo y el envejecimiento de la población conseguirá que pequeños núcleos
rurales queden deshabitados, como ya ha ocurrido otras veces en la historia de
nuestra comarca. Sus habitantes se concentrarán en las poblaciones mayores,
donde la actividad económica predominante hasta ahora, agricultura y ganadería,
va perdiendo fuerza, cambiando, y dejando paso a gran velocidad al turismo
como único recurso económico.
Nuevas normativas, leyes y planes de desarrollo junto a los más modernos materiales de construcción se generalizarán uniformando formas y diseños constructivos y, aprovechando la pequeña superficie rústica disponible, se construirán urbanizaciones, hoteles y restaurantes. Esto ya está pasando en Sos, y es la realidad presente, preámbulo de un futuro no muy lejano.
Por eso hay que ir
tomando medidas y solicitar toda la ayuda posible para tratar de minimizar en
todo lo posible estos impactos, que afortunadamente hasta ahora viene
realizando con todo rigor el Patronato de Bellas Artes, sobre todo en la zona
de intramuros de Sos, para que la arquitectura tradicional de la comarca, la
nuestra, la de toda la vida, la de nuestros padres y abuelos, no se pierda. Se
trata de tomar conciencia, de mirar hacia adelante, de marcar pautas de
comportamiento, siendo preciso defender las diferencias y singularidades
establecidas desde hace siglos por la historia y los condicionantes naturales
ante esta amenazadora y homogeneizadora tendencia moderna.
Porque a pesar de
todo, nuestra arquitectura rural sigue viva, si no al completo, sí en la suma
de sus detalles. Es cierto que ha perdido en cantidad, calidad, naturalidad,
frescura, y que ha habido actuaciones desafortunadas en algunas restauraciones
por parte de los técnicos, que no estaban concienciados en mantener la
arquitectura tradicional, y por parte de los propietarios, que desconocían
realmente el valor de lo que poseían, por lo que en su afán de restauración y
modernización fueron rehabilitando sus casas y aplicando soluciones sin tener
en cuenta nada más, pero, aún así, nuestra arquitectura rural ha tenido una
cierta capacidad de respuesta y la fuerza necesaria para resistir el paso de
los siglos.
Esto nos hace ser optimistas, y en vez de lamentarnos ante lo que irremediablemente se ha perdido, debemos augurar un buen futuro para nuestra arquitectura tradicional. Aún es tiempo de que Administraciones, Instituciones, Organismos oficiales, historiadores, estudiosos, restauradores, arquitectos... tomen cartas en el asunto, valoren lo que queda, lo respeten y restauren en un afán de conservación, para que la arquitectura rural sosiense sea objeto de estudio, contemplación y admiración, siendo motivo de orgullo para todos los vecinos la incorporación de un valioso conjunto de edificios, elementos y detalles dignos de conservación de la arquitectura tradicional al patrimonio etnológico sosiense y aragonés.
Esto nos hace ser optimistas, y en vez de lamentarnos ante lo que irremediablemente se ha perdido, debemos augurar un buen futuro para nuestra arquitectura tradicional. Aún es tiempo de que Administraciones, Instituciones, Organismos oficiales, historiadores, estudiosos, restauradores, arquitectos... tomen cartas en el asunto, valoren lo que queda, lo respeten y restauren en un afán de conservación, para que la arquitectura rural sosiense sea objeto de estudio, contemplación y admiración, siendo motivo de orgullo para todos los vecinos la incorporación de un valioso conjunto de edificios, elementos y detalles dignos de conservación de la arquitectura tradicional al patrimonio etnológico sosiense y aragonés.
Afortunadamente ya contamos con organismos, instituciones y particulares que se han puesto manos a la obra, observando cierta revalorización de la arquitectura popular y una tendencia en la rehabilitación de las viviendas donde, cada vez más, impera la sensibilidad por la recuperación de lo tradicional. Los ayuntamientos han comenzado a defender este patrimonio a través de diversas actuaciones, como planes especiales de rehabilitación de algunas zonas, adecentando y dotando a determinados edificios, palacios o casonas de ciertas funciones municipales, públicas o destinadas al turismo, como el Palacio Español de Niño, el Palacio de Sada o el albergue; propietarios particulares, con el apoyo financiero de distintos programas europeos, también han realizado rehabilitaciones de viviendas para convertirlas en alojamientos de turismo rural...
En definitiva, se trata que, entre todos, la arquitectura tradicional de nuestra comarca siga estando presente en la zona, maltrecha pero digna, porque es nuestro legado, nuestra herencia, que merece la pena conservar y que forme parte, como disciplina clave, de nuestro patrimonio etnológico local y regional; porque si no valoramos y cuidamos lo que nos han dejado nuestros antepasados, desaparecerá una parte de nuestra historia, de nuestro pueblo...perderemos nuestro legado arquitectónico tradicional, y con él....nuestras raíces.
BIBLIOGRAFÍA
-GIMÉNEZ AISA, Mª PILAR. Arquitectura tradicional de las Cinco
Villas. Adefo Cinco Villas. Zaragoza, 2008.
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