jueves, 27 de febrero de 2020

IGLESIA DE SAN MARTÍN DE TOURS


Adosada al palacio de Los Sada se encuentra la ermita románica de San Martin de Tours.

La iglesia, del siglo XIII, pertenecía al antiguo castillo existente en el lugar, antes de construirse la casa de los Sada. En el siglo XV, por expreso deseo de Fernando el Católico, fue incorporada al Palacio, ya que el monarca la donó a la familia de los Sada en señal de gratitud por su hospitalidad el día de su nacimiento, convirtiéndose en la capilla particular de esta noble familia, comunicándose con el palacio a través de un corredor situado en la planta baja.
 La capilla de San Martín, totalmente derruída por el paso del tiempo, fue restaurada a partir de 1960 por el arquitecto Pons Sorolla, quien se encargó también de finalizar las obras de restauración del palacio, realizadas por su colega Teodoro Ríos Balaguer, y otras restauraciones de la villa.
San Martín de Tours es un santo muy ligado a Compostela, ya que en aquella ciudad francesa, en torno a su catedral, se reunían los peregrinos para emprender juntos el camino de Santiago, de ahí que a lo largo de la ruta jacobea existan iglesias dedicadas a San Martín.
El santo titular de la capilla es muy querido por los franceses. Es conocido por un hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más que regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, dándole la mitad al pobre.[1]Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que le había regalado al pobre y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”

La iglesia, como anteriormente se ha dicho, fue construída en el siglo XIII, dentro del románico tardío, incluyéndose algunos elementos ornamentales en los que se observa su transición al gótico.

Iglesia de San Martín. Puerta de entrada desde el exterior
La puerta de entrada del exterior, abierta en el lado meridional, está compuesta por dos arcos lisos de medio punto. La planta es de una sola nave, rectangular, sin ábside, dividida en cinco tramos mediante arcos fajones apuntados que arrancan desde el suelo y que sostienen la techumbre de madera, a dos vertientes. La cabecera de la capilla es rectangular y similar por sus dimensiones al resto de tramos de la iglesia. El tramo de los pies está reforzado por una esbelta columna clasicista sobre plinto, cuyo capitel recibe el peso del arco a la altura de la clave. Posiblemente este apoyo suplementario debió añadirse en el siglo XVI.

Arcos fajones apuntados sostienen la techumbre
El arquitecto Teodoro Ríos Balaguer, restaurador del Palacio de Sada, describe así la capilla:
“Es de gran interés arqueológico la capilla de San Martín, adosada al palacio, con el cual tuvo comunicación interior. Dos arcos en gradación le dan acceso desde la calle, y el interior es una nave formada por arcos sucesivos apuntados, los cuales sostienen una techumbre de madera. No tiene ábside; el templo está perfectamente orientado. Es edificio monumental de sillería perteneciente al período románico, de manera que podemos considerarlo como del siglo XIII.”[2]
A los pies de la nave una columna clasicista del aiglo XVI soporta el peso del arco

En la pared de la cabecera se descubrieron, en 1990, restos de la decoración pintada que tuvo originariamente la iglesia, dedicada a pasajes de la vida de San Martín de Tours, inspirados en la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine, aunque en muchos casos sólo ha quedado el dibujo al haberse perdido la policromía. En la parte central se representa el tema de San Martín como obispo electo por la Iglesia de Tours, en las que aparece San Martín como obispo, con capa y báculo, bendiciendo y acompañado por dos personajes que le muestran un libro abierto y por dos jóvenes que portan unos candelabros, estando a los pies de San Martín una pareja de donantes arrodillados.
Pinturas relativas a San Martín de Tours
En el lado izquierdo se aprecia al Santo diciendo misa, llamada también “Segunda caridad de San Martín” un tema pictórico con gran predicamento en el Medioevo, acompañado por una persona que porta una vela en la mano, descendiendo sobre el oficiante un ángel que coloca unos puños bordados en las mangas de San Martín.
En la parte derecha se encontraría otra imagen que narraría otro episodio de la vida de San Martín, observándose a dos medias figuras vueltas hacia San Martín con las manos alzadas en actitud de súplica.
Para finalizar, mencionar que en la parte central, debajo de tres arcos de medio punto, hay tres figuras, dos monjes y una mujer que miran hacia lo que se representa como un edificio porticado, provisto de torre, en el que se distingue una larga escalera de mano y restos pictóricos de algunas figuras. Es muy probable que aquí se hiciera alusión al “Milagro de la escalera”,según el cual  el diablo tentó a San Martín haciéndole bajar por una escalera sobre la que había puesto piedras para que tropezara. Después el santo fue curado por un ángel que le aplicó un ungüento milagroso traído por la Virgen María. Lo que puede verse en esta escena, bastante borrosa, es una figura que parece ascender por la escalera de la que se distingue su brazo derecho, que señala hacia arriba. En la cima de la escalera otro personaje del que sólo se ven sus extremidades inferiores que parecen descender al suelo. En los primeros peldaños, un tercer personaje inicia el ascenso portando sobre la cabeza lo que parece ser una espuerta. Al pie de la escalera, a la derecha, otra persona inclinada.
Pinturas murales en la pared de la cabecera sobre San Martín de Tours
           En la parte izquierda del muro hay otra escena de difícil identificación al estar incompleta. Aparece una mujer de rodillas, con la cabeza cubierta con toca, llevando lo que podría ser una filacteria en la mano. Frente a ella estaría un ángel con otra filacteria.
Todas estas pinturas son de la primera mitad del siglo XV, perteneciente al estilo francogótico, aunque con una realización algo tosca, siendo la versión rural de este estilo pictórico que tuvo uno de sus principales centros en la ciudad de Pamplona, adquiriendo gran auge, y de cuyo obispo dependía la villa de Sos.




[1] Este hecho es narrado también por Cervantes en su gran obra Don Quijote, cap.LVIII de la 2ª parte.
[2] Ríos Balaguer, Teodoro. El palacio de Sada en Sos del Rey Católico. I.F.C., D.P.Z., Zaragoza, 1957.




BIBLIOGRAFIA


-ABBAD RÍOS. Catálogo monumental de España. Instituto Diego Velázquez. C.S.I.C. Madrid, 1957.
-CERVANTES, MIGUEL DE. Don Quijote de la Mancha. Ed. de Martín Riquer.(Ilustraciones de Antonio Mingote). Página 549. Planeta, 2005.
-LACARRA DUCAY, Mª CARMEN. “Las pinturas murales góticas de Sos del Rey Católico (Zaragoza)”, en Asín García, Nuria (coord) Comarca de las Cinco Villas. Col. Territorio, 25. D.G.A., 2007.
-LACARRA DUCAY, Mª CARMEN. “Pinturas murales en las iglesias de Sos”, en VV.AA. Arte religioso en Sos del rey Católico. I.F.C. Zaragoza, 1978.
-RÍOS BALAGUER, TEODORO. El palacio de los Sada en Sos del Rey Católico. I.F.C., D.P.Z., Zaragoza, 1957
En la web:
-www.sosdelreycatolico.com



lunes, 10 de febrero de 2020

SETAS DE CARDO A LA PLANCHA


         
Pleirotus eryngii (Seta de cardo)
    

          Comer setas en la comarca de Sos del Rey Católico no ha sido nunca una actividad culinaria tradicional. Incluso en tiempos de escasez o de crisis alimentaria no se consumían setas, muy probablemente por falta de información.
             Es a partir del último cuarto del siglo pasado, cuando la nueva cocina las introdujo en sus platos, resaltando sus propiedades y elevando este hongo a la categoría que se merece. Actualmente, las setas en Sos del Rey Católico se han convertido en un apreciado alimento muy habitual tanto en las cocinas de los hogares como en los platos de los restaurantes, siendo muy apreciadas y buscadas por los lugareños, a lo que ha contribuido, sin duda alguna, las jornadas micológicas que desde no hace mucho tiempo se realizan en la zona y que han servido para información y conocimiento, tanto científico y nutricional como culinario, de estos preciados hongos.
            En la comarca de Sos del Rey Católico son varias las variedades de setas que podemos recolectar en sus montes y bosques(ver), pero hoy nos vamos a centrar en una de las más comunes y fácil de coger, puesto que no hace falta ir al monte a buscarla; se trata de la seta de cardo, cuyo nombre científico es el de pleirotus eryngii.
            La seta de cardo crece con las lluvias de primavera y otoño, aunque no requiere mucha agua; con cantidades superiores a los 55mm puede ser suficiente para su desarrollo. Crece en terrenos calizos, sobre eriales, pastizales, baldíos, espacios perdidos, barbechos, sobre cuestas y crestas, al borde de los caminos,… aprovechando siempre la materia orgánica acumulada y, especialmente, la del tronco del cardo, al que frecuentemente aparecen asociadas, alimentándose de su materia en descomposición o de sus raíces.
            El pie de esta seta suele ser cilíndrico, grueso, liso y corto, con el sombrero, más o menos convexo, entre 4 y 10 cm, con los bordes algo enrollados y de diversas tonalidades pardas; láminas blanquecinas, desiguales, poco apretadas y decurrentes sobre el pie.
            La carne es blanca, de olor fúngico y sabor delicado. Más sabrosa que los champiñones y pleurotus, con un sabor suave y dulce y de fina textura, es ideal para todo tipo de platos, combinable con carnes, pescados y en la elaboración de otros exquisitos platos, como el risotto.
            Pero si queremos apreciar todo su sabor y sacarle el mejor partido, la forma de cocinarla es la más simple y sencilla: a la plancha.

SETAS DE CARDO A LA PLANCHA

INGREDIENTES (Para dos personas)
-300gr de setas de cardo
-Aceite de oliva virgen extra
-Sal gorda

PREPARACIÓN Y ELABORACIÓN
            -Limpiar bien las setas de tierra o impurezas que pudieran tener. Para ello utilizaremos una brocha y, si no fuera suficiente, las frotaremos con un paño húmedo; nunca las lavaremos bajo el grifo del agua.
            -Poner a calentar la plancha hasta que tome buena temperatura.
        -Una vez bien caliente la plancha extendemos un poco de aceite por toda su superficie con una brocha, lo justo para “mancharla” de aceite y evitar que las setas se adhieran a la plancha.
          -Cuando el aceite esté bien caliente se añaden las setas unos pocos minutos, dándoles un par de vueltas para que se hagan por ambos lados y antes de sacarlas las espolvoreamos con un poco de sal gruesa.
            -Servir y comer bien calientes.


            Esta es la forma de cocinar la seta de cardo para apreciar su suave sabor, por otra parte muy nutricional. A partir de aquí existen diferentes y numerosas formas de cocinarlas, eso sí, alterando ya su gusto. Hay quien le añade un majado de ajo y perejil picado o hierbas aromáticas, o las guisa con cebolla, vino, tomillo y romero para acompañar a platos de carne o pescado… La forma de guisarlas dependerá del gusto de cada uno, que no por ello dejan de ser nutritivas, pero simplemente a la plancha es la única manera de apreciar inalterado su exquisito sabor. Todo un manjar de la tierra.


sábado, 8 de febrero de 2020

SOS Y EL ARCIPRESTAZGO DE LA VALDONSELLA


En los primeros siglos de nuestra Era, en el Sur de los valles del Pirineo y en las llanuras de las Cinco Villas los hispano-romanos harán posible la implantación del cristianismo y el nacimiento de obispados como el de Huesca, que estaba llamado a controlar la zona del Pirineo Central, pero la extrema dificultad de las comunicaciones y el aislamiento que vivía tanto el territorio de Sos como toda la zona de la Valdonsella, allá por los ss. VII-VIII, provocaron que el paganismo perviviera hasta avanzada la Edad Media.
La Valdonsella formó parte del reino de Pamplona desde su origen en el año 824. Cuando los musulmanes tomaron la Valdonsella, allá por el año 862, las cosas no cambiaron mucho respecto a los siglos anteriores, pues se limitaron a establecer un dominio político en las zonas más estratégicas y ni siquiera se adentraron por los valles.
Huesca siguió siendo la sede del poder y en ella residió el Obispo de estas tierras hasta que la convivencia entre cristianos y musulmanes se rompió en el siglo IX, lo cual obligó al obispo a buscar refugio en los valles pirenaicos, y la iglesia de Pamplona, con la Valdonsella recuperada a los musulmanes por el rey pamplonés Sancho Garcés en el 911, se refugió en el monasterio de Leire, convirtiéndose este cenobio en el centro espiritual de todas las tierras cristianas de Aragón y Navarra en un amplísimo radio desde su ubicación. Es entonces cuando se dan cuenta que quedaban amplias zonas sin cristianizar y que era necesario acometer una tarea de evangelización para llevar la Buena Nueva a todas esas gentes que hasta ahora habían permanecido prácticamente incomunicadas.
 Navardún, sede del primer arciprestazgo en la Valdonsella, donde la mitra de Pamplona
poseía iglesia, castillo, villa y tierras colindantes
En documentos conservados en el archivo parroquial de Uncastillo se insinúa que la zona de la Valdonsella, remotamente, fue un partido independiente en lo eclesiástico, exento o “nullius diocesis”, regido por un arcipreste con autoridad “cuasi episcopal”, hasta que suprimido su título colativo fue incorporado a la mesa episcopal, iglesia y diócesis de Pamplona. Si consideramos que todos los documentos religiosos que poseemos de los siglos posteriores referentes a esta provincia eclesiástica están fechados en Navardún, no sería muy aventurado el poder decir que este primer arciprestazgo constituyó su sede en este municipio[1]. No existe ninguna fecha que nos indique cuándo perdió el arciprestazgo su soberanía, pero otros documentos nos orientan que fue hacia finales del siglo X, puesto que a medida que la reconquista avanzaba, como los dominios espirituales eran cada vez más grandes, el obispo de Pamplona, Galindo, tras ver que la dificultad del terreno y las diferencias entre la población hacían muy compleja su asistencia pastoral,  creó necesario realizar una división de estos dominios con el fin de poder llevar con total eficacia el gobierno de los mismos y consagró en el año 922 tres nuevos obispos entre los que dividió su territorio. Una de estas primeras divisiones fue el Arciprestazgo de la Valdonsella, puesto que en el año 1027, Sancho III el Mayor señala los límites de la diócesis de Pamplona desde la peña Punicastro y Marañón hasta el Ebro, y siguiendo su cauce, hasta el río Gállego, comprendiendo toda la Valdonsella y la zona cristiana de Sos y de las Cinco Villas. Así pues, la sede de Navardún fue trasladada a Uncastillo, cuya iglesia de Santa María la Mayor la denominan muchos documentos “Secunda sedes Pamplonensis”, “la más insigne después de la catedral”, “cabeza y matriz del arciprestazgo de la Valdonsella”, sin que el cambio de residencia de sus arciprestes modificase su primitivo nombre.
Ferriolo fue otro obispo consagrado por Galindo, que recibió la denominación de “Obispo de Sasave”, pues su sede estaba en el monasterio de este nombre en el valle de Borau. A principios del s. XI, en tiempos del rey Sancho el Mayor, dejará de firmar en los documentos como obispo de Sasabe y pasará a ser obispo de Aragón, seguramente debido a que el propio rey le gusta denominarse rey de los aragoneses y pamploneses.
Torre del castillo de Sos
La inadecuación político-territorial de la diócesis pamplonesa en este sector altoaragonés, conllevaría las consiguientes disputas eclesiásticas bajomedievales[2], pues los territorios de las Cinco Villas estarán bajo el patrocinio tripartito de los obispos de Pamplona, Huesca y Zaragoza, siendo, por tanto, una comarca ubicada entre dos reinos, sujeta a tensiones políticas y a tres jurisdicciones eclesiásticas en su continuo proceso de determinación de las fronteras. Es decir, que el obispo de Pamplona tuvo que arbitrar todos los recursos a su disposición, incluso con la bendición y apoyo papales, para mantener lo que le pertenecía según la tradición y derechos históricos, o sea, la cuenca del Onsella, parte de la banda del curso medio del río Aragón y las cabeceras del Gállego hasta Agüero y Murillo[3].
El primer intento de unir la primera iglesia de Sos (la inferior, puesto que la superior todavía no se había construído) y las iglesias de los pueblos de la Valdonsella a obispos aragoneses fue llevado a cabo por Ramiro I cuando incorpora Sos y otros lugares al reino de Aragón, lo que no le sentó nada bien a la cátedra pamplonesa a tenor de los esfuerzos que realizó Leire por recuperar los extensos dominios que había perdido en determinadas villas de la zona.
 Durante el último tercio del siglo XI, la sede de Pamplona procede, no sólo a la recuperación del prestigio de su máxima figura gubernativa, sino a la lógica reorganización de sus rentas, la delimitación de sus dominios y a la construcción de un proyecto eclesiástico por encima incluso de los intereses monárquicos y dinásticos, lo que produjo contínuas tensiones con Aragón. Pero la situación se suavizó un poco cuando se volvieron a unir los reinos de Aragón y Pamplona bajo la persona del monarca Sancho Ramírez quien, ante la falta de una ciudad en la que, de acuerdo con el Derecho Canónico vigente, se fijase la sede episcopal y que diera nombre al Obispado, encontró la solución y decidió proclamar a los cuatro vientos que “quiero constituir como ciudad a mi villa que se llama Jaca”. Eran los primeros meses de 1077 y nacía así la ciudad de Jaca y su Obispado. Se nombraba como primer obispo al infante García, hermano del rey, quien incorporó Sos y otros pueblos cercanos a la diócesis de Jaca, a la vez que se iniciaba en la ciudad la construcción de una catedral destinada a ser escenario de las ceremonias reales y, sobre todo, cátedra del Obispo.
 Conforme la reconquista iba avanzando por la parte norte del Ebro de manos de Alfonso I, se fueron sumando a la sede de Jaca otros muchos lugares que habían estado bajo dominio árabe, y que hasta 1118 sólo dependían nominalmente del rey, quedando bajo su autoridad las tierras comprendidas dentro de los límites establecidos por Sancho el Mayor, antes referidos[4].
Portada de acceso a la primitiva iglesia de Sos
(Iglesia baja) Siglo XI-XII.
En cuanto a la iglesia de San Esteban en Sos, una de las referencias más antiguas que citan los documentos conservados aparece en el año 1087, cuando Sancho Ramírez confirma las propiedades del obispado de Pamplona, entre las que aparecen Eclesias etiam de Sos. Pero hay referencias anteriores en el tiempo. En el Cartoral, hoy desaparecido, figuran otras referencias y nos tenemos que conformar con una transcripción realizada en los años veinte del siglo pasado por Galindo, donde expone que la recopilación documental la inició García Garceiç en 1059, quando feci ego istas casas propter amorem Dei et Sancti Stefani, citando en las primeras líneas de la transcripción la advocación del templo y el tesoro que contenía:Hec est cartorarium Sancti Saluatoris et Sancti Stefani siue omnium reliquiarium qui ibi sunt. Ante la ausencia de dataciones y escatocolos, los nombres de los donantes son fundamentales para ordenar la documentación, y hay uno que se repite en el segundo folio y en el último, que es el quinto. El primero comienza con et intravit Garcia Furtugnonis et misit sua casa...; el otro cita a un Garsia Fortuniones archidiacono; sin duda se trata de la misma persona.
NOTA: [Actualización del 2020 sobre la existencia del Cartoral de Sos. (ver) ]
En 1096, el obispo de Pamplona Pedro de Rodez , que asistió al concilio de Clermont y estaba en sintonía con los principios reformadores de la Iglesia, obtendría un privilegio de protección para su iglesia, inaugurando las relaciones documentales de Roma con Pamplona. El documento- Iustus votis assensum- otorgado por Urbano II, además de otros asuntos, contenía la ratificación de los límites de la diócesis tal y como había establecido Sancho III El Mayor, abarcando las iglesias de Agüero, Murillo, Castellar, Luesia, Uncastillo y Sos[5], por lo que la Villa y los dominios de la Valdonsella volvieron a depender de la diócesis de Pamplona. La bula, ampliada por Pascual II cuatro años después (4 de marzo de1100), añadía el castillo de San Esteban y las iglesias de Garzanzu, Tafalla, Cebrón, Obanos y Falces. El cuerpo documental, además, sería considerado auténtico por Celestino III al acabar la centuria (26 de abril de 1196), y más en concreto en lo referente a las iglesias de la Valdonsella y el curso alto de los Arbas, pues al intervenir en la concordia entre los obispos de Pamplona y Zaragoza se acentúa la jurisdicción de tradición pamplonesa en el valle del Aragón, Pintano y Valdonsella, con las iglesias de Sos, Luesia, Agüero y Murillo.
Volviendo de nuevo a la iglesia de Sos, en el año 1107 la documentación de la catedral de Pamplona cita al primer eclesiástico de nombre conocido y con responsabilidad en San Esteban: Garsias Sossensis prior, es decir, García prior de Sos. ¿es éste el Fortuniones, antes citado? Martín Duque así lo ratifica al identificarlo en un documento sin fecha de Uncastillo donde aparece el prior domno Garsia, similiter archidiacono. En su testamento dejó sus propiedades de Sos a la abadía de San Esteban, en su advocación de San Salvador; en el mismo se citan una casa, cuatro viñas, cuatro piezas, un huerto y otro terreno, “para que San Salvador las posea enteras y libres a través de los siglos, por su alma, para que se le dedique una parte de las oraciones que allí fueran dichas por los siglos de los siglos. Amén”
De sobras se conocen las relaciones entre los obispos de Pamplona y los monarcas aragoneses, muy estrechas, dada su participación activa en los proyectos y campañas de reconquista y repoblación. El mitrado de Pamplona Guillermo (1115-1122), por ejemplo, asistió al concilio de Toulouse de 1118 con los arzobispos de Arlés, Auch y los obispos de Lescar, Bayona, Pamplona y Barbastro. También durante el cerco de Tarazona, Alfonso I concedió a Guillermo y sus sucesores la iglesia de Santa María Magdalena, de Tudela, en agradecimiento por los servicios prestados. Resulta llamativa la presencia, entre los canónigos-testigos documentales de Pamplona, de dos personajes procedentes de Sos; en concreto, Semen de Sos y el anteriormente mencionado Garsias Fortuniones, archidiaconus de Sos, título este último que sería sustituido por el de arcediano de la Valdonsella[6]. La presencia por tanto de este arcediano, indica la todavía influencia eclesiástica entre Pamplona y el valle de Onsella en el momento de las grandes reconquistas del valle medio del Ebro[7].
La muerte de Alfonso I supuso la separación definitiva de los reinos de Aragón y Navarra. La Valdonsella siguió permaneciendo al reino de Pamplona hasta 1142 en que fue conquistada por el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV que la anexionó a sus dominios en Aragón.
Mapa actual de las diócesis de Aragón, desde el sigloXVI.
(en la web: ifc.dpz.es. Cómo se formó Aragón. Agustín Ubieto Arteta)
El nombramiento de Lope de Artajona (1142-1159) como obispo de Pamplona más tarde, volvió a despertar unas disputas eclesiásticas que habían permanecido en estado latente. Esta vez, las reclamaciones serían con las dos circunscripciones orientales, Huesca y Zaragoza; esta última, al parecer, había recibido injustamente, con la legación de Guillermo que era arzobispo de Arlés, las iglesias de la Valdonsella con Ejea, Pola y el Castellar. Lope no dudó en solicitar la intercesión de la curia pontificia con la finalidad de recuperarlas, y por medio del cardenal Jacinto (1155) y mediante una concordia, las iglesias de Ejea, Tauste, Luna y El Castellar fueron adjudicadas a la diócesis zaragozana, y las iglesias de Uncastillo y Sos, entre otras, a la pamplonesa, cun omnibus pertinentiis suis ad omne ius perpetuo possideat[8].
Más tarde la Valdonsella estuvo temporalmente bajo el dominio de Raimundo, prelado pro-aragonés (1162-1163); posteriormente fue amenazada de ser absorbida por el obispo de Tarazona, a finales del s. XII, motivando una intervención arbitral papal en 1196 para aclarar y ratificar al nuevo obispo García (1194-1205) en la posesión de las iglesias del valle de Aragón, Pintano y Valdonsella con las iglesias de Sos, Agüero y Murillo. Para estas fechas era prior y abad de la iglesia de San Esteban, en Sos, Pedro de la Peza, conociéndose ya datos concretos de la organización de la comunidad religiosa, estando integrada por clérigos, cinco diáconos y un subdiácono. Mientras tanto las disputas por los límites territoriales continuaban, como así lo refleja un documento de enero de 1170 en el que el obispo de Pamplona, Don Pedro de París, dicta sentencia en el pleito que enfrentaba a los habitantes de Sos con don Bertrando, abad de la Oliva, por causa de los límites entre dicha villa y el término de Encisa, propiedad del monasterio, señalándose el límite entre ambos lugares[9].
La muerte del obispo de Pamplona Nicolás de Echávarri, en 1468 dejó vacante el obispado de Pamplona durante un quinquenio, lo que fue aprovechado por el arzobispo de Zaragoza, don Juan de Aragón, hijo bastardo del monarca Juan II, para obtener del Papado en el año 1471 la unión del arciprestazgo de la Valdonsella a la mesa metropolitana de Zaragoza, pese a las protestas del cabildo iruñés.Tras la muerte del arzobispo, el obispo de Huesca-Jaca, Antonio de Espés, reclamó rápidamente el arciprestazgo y tomó posesión del mismo en 1486, tras un pleito con D, Alonso de Carrillo, obispo de Pamplona, pasando el arciprestazgo de la Valdonsella a la mitra de Huesca durante 24 años, hasta 1519, año en el que, tras el conocido “proceso de la Valdonsella” se dictó sentencia, el 11 de julio, esta vez favorable al obispo de Pamplona[10], pero cuyo litigio por el arciprestazgo hizo renacer, con más fuerza que en las décadas anteriores,las dirputas episcopales, llegando incluso a tener que intervenir el Gobernador en 1512 y detener a dos clérigos de Sos entregándolos a su juez eclesiástico, el oficial de la Valdosella, por haver albolotado y pronunciado aquesta villa de Sos en mucho scandalo en deservicio del rey nuestro senyor[11].



      Diócesis de Jaca, integrada en la provincia eclesiástica de Pamplona




Respecto a la diócesis de Jaca, esta pervivió hasta el año 1096 como entidad independiente, pues al conquistarse Huesca se decidió trasladar la capitalidad del reino y la sede episcopal a la ciudad recién ocupada. Se recupera entonces el obispado de Huesca y se creaba una gran diócesis de Huesca-Jaca, que se mantendrá hasta el s. XVI, momento en el que se volvieron a separar para poder controlar mejor el espacio montañoso que abarcaban, máxime cuando “el de Jaca confinaba con tierras de herejes, cuya circunstancia exigía la presencia contínua de un pastor que velase por su rey”. Lo había pedido el rey Felipe II y lo concedía el Papa Pío V por Bula del 18 de junio de 1571.
Tras la muerte del último Obispo de Huesca-Jaca (Pedro Agustín, 26-2-1572), se lleva a efecto la separación que ejecutaron los comisarios apostólicos el día 8 de marzo de 1573. El territorio asignado a la nueva Diócesis se delimita en la misma bula y así permaneció inalterado hasta 1785, en que el Papa Pío VI, durante el pontificado de Estaban Antonio Aguado y Rojas, y a propuesta del rey Carlos III y en atención a que la mesa de Jaca no gozaba de la renta correspondiente a la dignidad episcopal y a las continuas cargas que tenía que soportar el prelado de aquella iglesia, y «contemplando por otra parte que son muy pingües los productos de la Mesa episcopal de Pamplona”, por Bula dada en Roma el 16 de Diciembre de 1785, ejecutada en Real Cédula de 9 de Abril de 1786, separó de Pamplona el Arciprestazgo de la Valdonsella, hasta entonces perteneciente al Obispado de Pamplona, y lo unión a la Mitra de Jaca[12].
Actualmente, aunque pastoralmente Sos está unida a la diócesis de la Provincia Eclesiástica de Jaca, integrado en el arciprestazgo de Erla-Uncasillo, pertenece jurídicamente a la Provincia Eclesiástica de Pamplona.



Arciprestazgo de Erla-Uncastillo, en la diócesis de Jaca
Mapa editado a partir de: Diócesis de Jaca (Willtron-Wikipedia)y
Cinco Villas (Comarcalización de Aragón)



Diócesis de Jaca     Arciprestazgo de Jaca-Berdún (parte antigua de Jaca)     Arciprestazgo de Jaca-Berdún (parte antigua de Berdún)     Arciprestazgo de Biescas     Arciprestazgo de Erla-Uncastillo (parte antigua de Erla)     Arciprestazgo de Sabiñánigo
     Arciprestazgo de Erla-Uncastillo (parte antigua de Uncastillo)






Parroquias del arciprestazgo Erla-Uncastillo
-Agüero
-Alera
-Ardisa
-Asín
-Barués (Sos del rey Católico)
-Biel
-Biota
-Campo Real (Sos del rey Católico)
-Casas de Esper
-Castiliscar
-Concilio
-El Frago
-Erla
-Farasdués
-Fuencalderas
-Gordués
-Gordún
-Isuerre
-Júnez
-Lacasta
-Lacorvilla
-Layana
-Lobera de Onsella
-Longás
-Luesia
-Luna
-Malpica de Arba
-Marracos
-Morán
-Murillo de Gállego
-Navardún
-Orés
-Paúles
-Petilla de Aragón
-Piedratajada
-Pintano
-Puendeluna
-Sádaba
-San Felices
-Santa Eulalia de Gállego
-Sierra Estronad
-Sierra de los Blancos
-Sofuentes (Sos del rey Católico)
-Sos del rey Católico
-Uncastillo
-Undués de Lerda
-Undués Pintano
-Urriés
-Valpalmas
(continuación)







[1] Escagües Javierre, Isidoro. “La Valdonsella”
[2] Goñi Gaztambide, J. Historia de los obispos de Pamplona, 2, pp. 65-66.
[3] Pavón Benito, Julia. “Reorganización y cobertura eclesiástica en las Cinco Villas aragonesas (siglo XII)”, pp.192-193.
[4] Escagües Javierre, Isidoro. “La Valdonsella”
[5] Goñi Gaztambide, J. Historia de los obispos de Pamplona, 1, pp. 272-273 y nota 81 de la p. 273.
[6] Lema Pueyo, José Angel. Colección Diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona (1104-1134) Eusko Ikaskuntza. Donostia, 1990.
[7] Pavón Benito, Julia. “Reorganización y cobertura...” cit. p.194.
[8] Goñi Gaztambide, J. Historia de los obispos de Pamplona, 1, pp. 381-390.
[9] A.H.N., Secc. Ord. Militares, carp. 654, nº. 8 (A)
[10] A este respecto ver “el pleito de la Valdonsella” Juan Abellá Samitier, “Entre Aragón y Navarra: el arciprestazgo de la Valdonsella a finales de la Edad Media”, en Revista Príncipe de Viana, año 69, nº 243, pp. 69-98. Pamplona, 2008.
[11] A.H.P.S., Miguel del Sen, 1512, f. 55v.
[12] A.P.U. Doc. VII.








BIBLIOGRAFÍA

-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. “Entre Aragón y Navarra: el arciprestazgo de la Valdonsella a finales de la Edad Media”, en Revista Príncipe de Viana, año 69, nº 243, pp.69-98. Pamplona, 2008.
-ABBAD RÍOS, FRANCISCOCatálogo monumental de España. Zaragoza. C.S.I.C. Madrid, 1957.
-BUESA CONDE, DOMINGO J. Historia del Alto Aragón. Ed. Pirineo. Huesca, 2000.
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miércoles, 5 de febrero de 2020

BUSCALAPOYO



Alto de Buscalapoyo

                      Buscalapoyo es una elevación del terreno (530 m), en el término municipal de Sos, junto al margen derecho del antiguo camino de Urriés a Sangüesa, en la muga con Undués de Lerda, recibiendo también este nombre el término colindante y un caserío ubicado en el mismo.
El topónimo Buscalapoyo ha sido, fonética y morfológicamente, deformado desde su origen, pues ya aparece en la documentación del siglo XII(1133) como Corcalapuyo en un documento en el que el rey Alfonso I "el Batallador" dona a Andrés, hijo del conde "Ugón" (Huas), el lugar de Corcalapuyo y su señorío[1], apareciendo este término en los siglos posteriores como Calapueyo, Colaspueyo, Buzcalapueyo, Buscalapueyo, Buzcalapoyo, Corcalapueyo, Cozcalapueyo, Corcalapuyo, Cozcalapuyo, Gorezcalapuyo, Urezcalapuyo, Çercalapuja,Buscalapujo, Buzcalapujo…
Buscalapoyo visto desde el camino de Urriés a Sangüesa
Así, en 1498, entre los numerosos pleitos del capítulo de San Esteban con la clase feudal de la villa de Sos por percibir el diezmo de determinados términos, aparece el lugar como Cozcalapueyo[2].
En mayo de 1513 Cozcalapueyo aparece citado como límite territorial en un documento por el que Antón de Albarado, infanzón y señor de Undués, cede todos sus derechos sobre Undués a cambio de 24.000 sueldos jaqueses:”… y con términos de la pardina de Cozcalapueyo…[3]
En los Anales de Aragón (1540-1558) de José Lupercio Panzano figura Buzcalapueyo como lugar de señorío del diputado del Reino Don Juan de Azlor, conde de Guara.
En las escrituras de deslinde y amojonación de 1603 se describe el lugar de Buzcalapueyo como una “lometa entre los caminos que van desde Sos a Xavierre y de Sos al lugar de Undués”[4]
En el Nomenclator de 1785 figura como Buzcalapoyo: coto redondo; señorío secular, regido por un alcalde ordinario de señorío.
José María Recondo, en el ensayo arqueológico de “El castillo de Xavier”(1957) comenta: “El Castillo de Buzcalapueyo, perfectamente conservado, sito en la Nava Mayor de Sos, quedaba junto a un camino viejo de Sos a Xavier[5]

Torreón edificado sobre la roca del monte
En materia de castellología, la fortaleza de Buzcalapueyo formaba parte de una serie de torres y donjones ubicados en la Valdonsella que daban cobertura a la extensa línea de castillos que formaban la línea defensiva contra los musulmanes levantada por Sancho el Mayor (ver) y continuada por Ramiro I. En la zona que nos ocupa, tres donjones partían desde Undués de Lerda hasta el castillo de Javier: La Torraza, a la entrada de Undués de Lerda sobre un gran escarpado de roca; el Castillón, levantado sobre un cerro en la muga entre Aragón y Navarra, dominando Liédena, y la Torreta, muy próxima al castillo de Javier. La Torraza y el Castillón estaban comunicados por un camino que llegaba hasta la Torreta.
Cerca de Lerda se alzaba el Castillejo de Iso. Más en el llano, en una pequeña loma, el castillo de Buzcalapueyo, junto a los antiguos caminos de Sos a Javier y de Sos a Undués. Más alejados, y bajo los castillos del Castellón de Petilla, Sibirana, Rueyta y Sos, en el valle, las fortalezas de Lobera, Sotirana, Gordún, Ceñito y Navardún, con las torres de Aguilar, Oyarda, Basaboz, Arbe, Fillera, Ull, El Real y, vigilando la Cañada Real, la torre de Adam. Controlando el río Aragón, las torres de Mauleón, Añués, Peña, Cáseda, Gallipienzo y Ujué. Toda una maraña de castillos y torres que formaban, en este tramo de la Valdonsella, una verdadera cadena de fortificaciones, con caminos que enlazaban entre ellos y con una perfecta comunicación visual entre unos y otros; una cadena imposible de cruzar cualquier ejército enemigo, por pequeño que fuera, sin ser visto. De hecho, los musulmanes nunca llegaron a cruzar esta fortificada línea defensiva.
Lado sur del torreón con una ventana geminada en la
segunda planta.

       En la Baja Edad Media, sobre los restos del castillo de Buzcalapueyo, se construyó la casa-fuerte que podemos ver actualmente.

A principios del siglo XVII el lugar perteneció a D. Diego Antonio Virto de Vera y Monreal, señor de Miana y Buzcalapueyo, familiar del Santo Oficio y Caballero de la Orden de Santiago, casado con Josefa Biota y Coscón, señora de Larrués y de Gordún, heredando las posesiones su hija Josefa María Virto de Vera y Biota (Zaragoza 1652-1677), señora de Gordún, Larrués, Miana y Buzcalapueyo, casada con D. Artal Azlor y Guasso (1648-1696), I Conde de Guara y General de Artillería.
Posteriormente el edificio se amplió y se destinó a usos agroecuarios. A principios del siglo XIX Mateo Suman, en sus “Apuntes para el Diccionario Geográfico del Reino de Aragón”, hace una extensa descripción de la “pardina de Buzcalapueyo”:
“Está en el partido de Cinco Villas. Es de la Excma. Sra. duquesa de Villahermosa. Está entre los términos de la villa de Sos, de Sangüesa, y lugar de Undués de Lerda. Su situación es llana, y sin árboles. Su longitud es de casi media hora, y su latitud cuarto, y medio. Confronta por oriente, y sur con término de la villa de Sos, de la cual dista una hora. Por occidente con términos de la ciudad de Sangüesa, y dista de ella dos horas, y por el norte con el lugar de Undués de Lerda, distante media legua. Al poniente de esta pardina hay una casa habitable con buena cocina, cuartos, granero, pajar y corrales, que sirven para paridera de 300 ovejas que se mantienen en el invierno con sus hierbas. En su centro se halla una copiosa fuente de agua dulce, fresca y de excelente calidad. Hay caza abundante de conejos, liebres, perdices y demás aves comunes; algún lobo, y zorro. La cosecha de granos que produce ascenderá a 400 cahíces; abunda de hierbas medicinales comunes. La jurisdicción se ejerce por un vecino de Undués de Lerda, con título de alcalde, nombrado por el dueño temporal, y por tiempo de su voluntad. Exige el alcalde las prendadas con despotismo y arbitrariamente. En casos criminales, ha de dar luego cuenta al corregidor del partido de Cinco Villas. No se sabe haya minerales, etc. El rey D. Sancho, y su mujer D.ª Urraca, que como se dijo en la descripción de pardinas dieron a las monjas de Sta. Cruz de la Serós, hoy Benedictinas de Jaca, las de Berné y Rompesacos, y también a Calapueyo, (era MXXX 6 feria 7 cal. aprilis. Briz en su Historia pág. 331). No sé si ese Calapueyo, será nuestra pardina la que con el transcurso del tiempo pudo adquirir, la sílaba que le faltó entonces. Si este fuese, habrá habido población de este nombre, porque Briz la propone como lugar, no menos que Rompesacos, que ahora no es más que pardina[6]
Al fondo, el edificio fortificado, y a ambos lados otros dos edificios anexos.
En el centro, el patio de entrada a las tres edificaciones.

En 1864 todavía pertenecía a los duques de Villahermosa, pues sabemos que el 17 de septiembre de este año salió a pública subasta el arrendamiento por tres años de la pardina de Buzcalapoyo.[7]                               Actualmente, el término de Buscalapoyo limita al norte, haciendo frontera, con el de Undués de Lerda, al sur con la partida sosiense de Pepe Remón, cerca del río Onsella, al este con en término de las Navas y al oeste con el canal de Bardenas. Aproximadamente ocupando el mismo territorio descrito por Mateo Suman.
Dentro de sus límites, en el camino de Urriés a Sangüesa, se encuentran los restos de la fortificación de Buscalapoyo. Es un caserío semiderruido formado por tres grandes edificaciones anexas: la principal, y más antigua, es la casa-torre fortificada de Buscalapoyo, de planta rectangular, donde vivían los últimos propietarios. La torre se edificó sobre la misma roca del pequeño alto en el que está emplazado, utilizando la propia roca como parte de los muros sur y oeste. De ambos extremos de la fachada del edificio surgen, paralelas entre sí y con las puertas de entrada enfrentadas, los otros dos edificios destinados a viviendas de empleados, servicio, pastores y demás personal de la pardina. Estos últimos son de factura claramente muy posterior al anterior. Todo el conjunto forma una especie de “U” o cuadrado sin cerrar por uno de sus lados, dejando en su interior un patio por el que se accede a las tres edificaciones, en cuyo centro se ubicaría el pozo o la fuente que reseña Mateo Suman en su Diccionario, siendo destinado todo el complejo, como igualmente indica Suman, para fines y actividades agrícolas y ganaderas.

 Las tres edificaciones tienen dos alturas. Por la parte exterior del edificio sur y adosado a él, encontramos restos en piedra de otras dependencias menores destinadas a graneros, pajares, cuadras, parideras, establos, corrales, caballerizas…

Sobresaliendo por encima de la maleza se adivina el señorial portal de entrada.

Al edificio de la casa-fuerte se accede desde el patio central a través de una gran puerta en arco de medio punto con grandes dovelas y escudo en la parte superior. Sobre la puerta, y ligeramente a su izquierda, el vano de una ventana reformada que el pasado siglo lucía un bello ventanal geminado. Los sillares empleados tanto en la puerta como en el resto del edificio indican claramente que estamos ante una gran casa fortificada de un noble señor de la Edad Media. El total abandono del recinto desde mediados del pasado siglo ha hecho que la vegetación salvaje se apodere del espacio y prácticamente ha cubierto toda la portada principal, siendo imposible acceder a su interior. Asímismo,  todo el patio central está cubierto de una espesísima y frondosa maraña de zarzas y vegetación que resulta imposible poder avanzar entre ella. A través de las puertas de los edificios laterales se puede observar cómo el del lado que da al norte tiene su tejado totalmente derruido, aunque se conserva su fachada. El edificio del lado sur se encuentra en estado más firme.
Edificio norte con la techumbre derruida
La torre-fortificada, en su origen, tuvo más altura y estaba rematada por almenas. Con posterioridad, la torre perdió su parte más alta con el almenado y fue sustituido por el tejado a dos aguas de la casa actual, probablemente al mismo tiempo que se construyeron los dos edificios agropecuarios anexos. Una gran chimenea en su zona central nos indica el gran hogar que había en su interior. 
          Otros detalles constructivos nos indican la gran casona señorial fortificada que fue: en el muro sur podemos apreciar una esbelta ventana geminada con arcos conopiales, a la que le falta el parteluz, similar a la que hubo sobre la entrada principal, aunque esta era de arcos de medio punto. Este tipo de arcos fue muy usado en la arquitectura del gótico flamígero en los siglos XIV y XV. También en el muro Oeste vemos troneras; aberturas en los muros similares a las saeteras pero con una abertura circular para poder defenderse con las nuevas armas de fuego que en aquella época iban apareciendo. Estas troneras comenzaron a instalarse en castillos y casas-fuertes en la segunda mitad del siglo XV.
El tejado sustituyó al primitivo almenado del torreón, más elevado en origen
que su actual altura.











[1] Lema Pueyo, José Ángel. Colección diplomática de Alfonso I de Aragón y Navarra (1104-1134) , nº 270 (año 1133)
[2] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 455 B, f.30.
[3] VV.AA. Cuadernos de Aragón nº 46. Undués de Lerda. Entre reyes, señores y abades. “Pergamino de Undués de Lerda (1513)”, p. 246. Apéndice segundo, pp.243-249.
[4] Archivo Administración de Javier (Sangüesa) Escrituras de deslinde y amojonación de la pardina de Buzcalapueyo, 1603.
[5] Recondo, J.Mª. “El castillo de Xavier” Revista Príncipe de Viana nº 67-68, p. 270. Pamplona, 1957.
[6] Mateo Suman. Apuntes para el Diccionario Geográfico del Reino de Aragón. Partido de Cinco Villas, pp. 221-222.
[7] B.O.P. nº 147. 17/9/1864

 





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En la web:
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