Luis Gabriel Suchet, de Vicent López Portaña. Museo de Bellas Artes de Valencia |
En
septiembre se encuentra Plicque en Sádaba, con la intención de llegar el día 14
a Sos, y como no podía traer a esta villa toda la artillería, al salir de
Sádaba se divide en dos columnas: una, con los carros y bagajes, va
directamente a Sos, y la otra, mandada personalmente por Plicque, va a
Uncastillo. Una vez en Sos permanecerá a la espera de nuevas órdenes y mientras
tanto se ocupa de la administración de las Cinco Villas, tanto de la recogida
de contribuciones como de la organización de las autoridades y de la sumisión
absoluta de la comarca, desarmando a sus habitantes, consiguiendo reunir 4.200
mosquetes, y dispersando a las pequeñas partidas para asegurar los pasos de los
Pirineos. Ordena construir tanto en Ejea como en Sos, cajas para 20.000
cartuchos de infantería y bastimentos para las mulas que deben llevarlos.
A
primeros de octubre de 1809 Plicque se retira y abandona las Cinco Villas.
Sarasa,
natural de la oscense Embún, había nombrado gobernador interino de Sos a don
Javier Ibarra, al que el 25 de octubre le envía un despacho ordenándole que escoja
sus lugartenientes en los otros pueblos y villas del Corregimiento, asimismo le
instó a reclutar en Sos y en los pueblos de su comarca a los jóvenes comprendidos
entre los 16 y 40 años, obligándoles a tomar las armas contra las tropas
francesas.
A
finales de octubre Sarasa sorprende en las cercanías de Ayerbe a una columna
francesa a la que derrota y arrebata gran cantidad de vino y seiscientas
arrobas de sal que llevan a Jaca, donde carecen de ese género, aceite y leña[1].
Desde
que Plicque abandonó las Cinco Villas, las partidas se rearmaron y reanudaron
sus acciones contra las vías de comunicación navarras y aragonesas, por lo que
Suchet, al ver acciones de las guerrillas, volvió a mandar en noviembre a
Plicque a las Cinco Villas con órdenes de actuar en Navarra y en los valles de
Hecho y Ansó con sus batallones apoyados por 1.200 soldados polacos que Buget
le enviaba desde Tudela y dispersar las partidas allí organizadas.
En el mes de noviembre Sarasa, aprovechando su
proximidad a Ayerbe, solicita raciones al afrancesado alcalde de esa villa para
la manutención de sus fuerzas, que pasan de mil hombres armados y éste,
mientras reúne lo pedido, consulta con el jefe francés más cercano, quien le
indica que entregue las raciones pedidas, pues no cuenta con fuerzas suficientes
para atacarlo. Sarasa, que sabe por confidentes de las maniobras del alcalde,
no quiere asumir riesgos y en vez de volver a Ayerbe a por las raciones,
pensando que los franceses le van a tender una trampa, decide dirigirse a Sos
para recoger el fondo de dinero y plata que ha ordenado preparar a su
gobernador y que ahora se encuentra en poder de los franceses, pues éstos han
ocupado la villa.
Con
esa intención, el día 5 de noviembre Sarasa, que acaba de ser nombrado coronel
del batallón de Voluntarios de la Canal de Berdún 234, se presenta ante Sos,
cuya guarnición, pensando que el guerrillero está en Ayerbe, ha descuidado
bastante la vigilancia y de lo que sucede a continuación nos ofrece un
minucioso relato Rodríguez Solís:
“Muchos guerrilleros de
Sarasa, aprovechando la ocasión de ser aquel día de mercado en Sos, se
mezclaron con los labradores que entraban en la villa llevando trigo, centeno,
maíz, judías, habas, patatas, hortalizas y frutas para el mercado.
Era el amanecer apenas de
un frío y lluvioso día de noviembre y los guerrilleros, envueltos en sus mantas
y ocultando bajo ellas el mortífero trabuco y la pequeña tercerola, se dirigieron,
cumpliendo las instrucciones de su jefe, unos al centro de la villa, en el cual
y sobre la peña llamada Feliciana se levanta una antigua fortaleza con un torreón
muy elevado, donde está el reloj de la población; otros a la casa del
Ayuntamiento, suntuoso edificio con hermosa fachada de piedra de sillería;
otros a la iglesia parroquial de San Esteban, magnífica construcción de estilo
gótico que tiene la singular circunstancia
de descansar sobre otra subterránea que se titula de la Virgen del Perdón,
pasando por medio de las dos, esto es, por el mismo punto en que apoya la una
sobre la otra, una calle pública; otros al colegio de las Escuelas Pías,
fundado por don Isidoro Gil de Jaz, consejero que fue del rey Carlos III, y
otros por último, a la plaza del Mercado.
Nadie hubiese creído, al
verlos ayudar a los labradores y campesinos en su tarea de descargar los carros
y caballerías y colocar los puestos en el mercado, que aquellos al parecer
inofensivos labradores eran los temibles guerrilleros de Sarasa, los heroicos
defensores de San Juan de la Peña, los audaces patriotas que habían entrado en
Sos para llevar a cabo una sorpresa militar en la cual se jugaban la existencia
y con ella la suerte de sus familias y el porvenir de sus hijos. Cuanto más se les
hubiera examinado, menos diferencias se habrían notado entre ellos y los
hortelanos y habitantes de la cercana vega.
Al dar las siete en el
reloj de la torre Feliciana, todos los trabajos del mercado quedaron
suspendidos y para los imperiales que ya empezaban a cruzar por las calles este
suceso pasó desapercibido.
De repente, se oyó la voz
de don Miguel Sarasa que gritaba: ¡San Jorge y Aragón!, a la que inmediatamente
respondieron mil otras con frenético entusiasmo:
¡Sos por España y por
Fernando!
A estos gritos siguió el
toque de rebato en las torres de San Miguel, Santa María, San José de Calasanz,
la Virgen de Lerín y San Miguel de Vico, al que respondieron como un eco las de
las cinco ermitas de las cercanías de la villa.
Cuando los franceses
comprendieron su situación y quisieron ponerse en defensa ya era tarde.
Mientras algunos
guerrilleros abrían las puertas de la villa y daban entrada a sus demás
compañeros y a los habitantes de los muchos caseríos, torres, huertas y cabañas
diseminados por su dilatado territorio, y que armados de todas armas cayeron
sobre los franceses con ímpetu avasallador, los que se hallaban dentro,
posesionados de los puntos citados comenzaron un nutrido fuego sobre los
imperiales, cada vez más aturdidos y más espantados. De la alta torre de la
iglesia parroquial partían certeros tiros que impedían reunirse a los franceses
por aquella parte; la casa del Ayuntamiento, situada en una gran plaza, era un
baluarte firmísimo para los nuestros; el antiquísimo castillo, levantado en el
centro de la población, que domina por completo, sobre la peña Feliciana, resultaba
una posición inexpugnable.
El combate más terrible, se
libró sin embargo en el mercado. Al mercado acudieron los imperiales con gran
golpe de gente, pero los carros de trigo y centeno, los sacos de patatas y
maíz, las cargas de hortalizas, los fuertes serones, los altos haces de leñas,
eran otras tantas barricadas tras de los cuales los guerrilleros enviaban a los
franceses el espanto y la muerte.
No peleaban con menos ardor
los campesinos; hartos de sufrir las vejaciones y los atropellos de los
imperiales, y ansiosos de tomar la revancha, teniendo entre los guerrilleros
parientes o amigos, el azadón, el hacha, la navaja, el palo, todo lo esgrimían
con feroz empuje contra los franceses.
Por su parte, los vecinos
de Sos que tanto tiempo eran víctimas de la tiranía y de los desórdenes de los
bonapartistas, ayudaban a la obra común disparando desde las ventanas y
balcones las balas de sus escopetas, los muebles de su casa y hasta las tejas
de sus tejados.
Guerrilleros y campesinos,
hijos de la villa y labradores de los contornos, fundidos en un solo
pensamiento realizaban separadamente el ideal de todos, la destrucción de los
enemigos de la patria.
No tardaron los imperiales
en pronunciarse en revuelta fuga, y por las calles pendientes y estrechas
fueron perseguidos por los paisanos y guerrilleros esparciéndose por toda la
vega sin orden ni concierto, pensando cada cual en salvar su vida sin cuidarse
para nada de la de su compañero.
Sarasa, que no tenía empeño
en hacer prisioneros, puesto que no podía alimentarlos, ni recoger heridos a
los cuales no podía curar, satisfecho con el triunfo y con el gran número de
muertos que los franceses habían dejado en las plazas y calles de la villa, mandó
cesar la persecución.
Todo el rico botín que los
franceses tenían acumulado en Sos cayó en las manos de Sarasa, contándose en él
una gran cantidad de plata labrada[2],
mil quinientas cabezas de ganado lanar y quinientos cahíces de trigo, gran parte
de lo cual fue devuelto por el valiente guerrillero a los campesinos, sus
legítimos dueños inicuamente despojados por los franceses”.[3]
Desde
Sos y con el botín recogido en esta villa y en la de Ayerbe, Sarasa se dirige
hacia Biescas.
Pero
sin duda, el gran guerrillero que operaba por esta zona fue el navarro Espoz y
Mina, que consiguiendo reclutar un ejército de 3000 voluntarios, fue la gran pesadilla
para las tropas francesas, teniendo que organizar el gobernador francés de Pamplona
un ejército de 30.000 soldados para poder hacerle frente.
El gerrillero Francisco Espoz y Mina |
Sabedores
los franceses de la proximidad de Mina, se dispusieron a reforzar algunas de
las plazas más importantes de la zona o con pocos efectivos, enviando el 8 de
abril, desde Ejea a Sos, al mando del teniente Coomans, 23 gendarmes a caballo,
100 de a pie del 10º escuadrón y 21 gendarmes más del 9º escuadrón de Sos y que
en esos momentos se encontraban en Ejea recogiendo las contribuciones
económicas.
Los guerrilleros de Espoz y Mina sorprendieron
y atacaron esta columna francesa en el camino entre Sádaba y Castilliscar,
escapando tan sólo un soldado del total de la guarnición. La reacción francesa
no se hizo esperar, y el mariscal Suchet envió al generall Chlopicki, al mando
de 1000 granaderos y doscientos húsares a la zona, a los que se unieron un
batallón del 114º regimiento compuesto por otros 1000 hombres más. Asi pues,
con estos 2.200 hombres se dispuso a socorrer a la guarnición de Sos, llegando
a divisar a Mina en Biota el 15 de abril y siguiéndole en dirección de
Castilliscar y Sofuentes hasta Cáseda, dispersándose Mina por los alrededores y
tomando los franceses represalias contra el pueblo de Cáseda para retirarse
posteriormente a Sos.
Espoz
y Mina continúa su guerra contra los franceses cosechando numerosos éxitos en
diversos pueblos de las Cinco Villas y Navarra dando un vuelco esperanzador a
la situación de insurrección. Por estos éxitos, el general Mendizábal le encomienda
el mando en la zona izquierda del Ebro autorizándole a pedir recursos desde
Alava hasta el Segre en Lérida, así como animándole a continuar en la lucha.
Con esta encomienda Espoz consolida su liderazgo y comienza a reorganizar la
resistencia guerrillera dando nuevos ánimos a las partidas aragonesas, con lo
que el poder francés quedará muy mermado en la zona.
El
16 de enero de 1812 el francés Soulier, que se encontraba en Ayerbe, marcha
hacia Sos con sus tropas con el fin de inerceptar a Espoz, que se encontraba en
Sangüesa con la intención de dirigirse a Zaragoza. Los franceses llegaron a Sos
el día 20 tras pasar por Biel[4].
Espoz se acantona en Puentelarreina y Estella, mientras que Soulier, desde Sos,
se dirige a Pamplona por orden de Napoleón para juntarse con otras tropas e
incorporarse en Navarra al Ejército del Norte. Enterado de los movimientos de
Soulier, Espoz desde Puentelarreina con sus tres primeros batallones y la
caballería se dirige hacia Sangüesa atacando y derrotando a Soulier en los
llanos de Campo Real el 5 de febrero, obligándole a retornar a Sos, donde se
refugia. Después Espoz se dirigiría a Tafalla.El emperador, tras conocer la
derrota de Soulier, le envía refuerzos a Sos y le ordena salir de nuevo hacia
Pamplona, lo que hará días después[5].
En
cinco meses el ejército francés del Ebro ha visto muy mermado sus efectivos
debido al poder desplegado por los insurgentes y a la decisión de Napoleón en
el mes de junio de disolver dicho ejército, lo que obligará a Suchet a
reorganizar todas sus tropas y resignarse a que los soldados imperiales que
quedan no intenten atacar las partidas por falta de medios y efectivos y se
tengan que dedicar a repeler y resistir una ofensiva guerrillera, deseando ante
todo evitar la derrota.
De
este modo el francés Ruggieri, desde Luna, envía uno de sus cuatro batallones a
Sádaba para formar un depósito en una zona segura de retaguardia y se traslada
a Sos y Sangüesa con la poca tropa que le queda, haciendo caso omiso a las órdenes
recibidas de no traspasar la frontera de Navarra.
Chapalangarra |
En la zona cincovillesa y Huesca otro guerrillero, Joaquín de Pablo y Antón, conocido como “Chapalangarra” tenía la misión, por orden de Espoz, de hostigar la ruta de Zaragoza a Jaca, mientras Mina se ocuparía de la zona navarra fronteriza con Aragón y con Chapalangarra comienza a resurgir también la resistencia altoaragonesa, impidiendo a los frances realizar sus salidas habituales para recoger grano y víveres y sus desplazamientos por zonas aledañas.
Al
contrario que los franceses, los guerrilleros continúan creciendo, asegurando
sus bases y preparándose para explotar la debilidad francesa en Aragón[6].
El fracaso de la administración imperial en la recogida de especies y grano en
Aragón para pagar y alimentar a las tropas es el resultado de la incapacidad
del ejército francés para disponer la suficiente fuerza para la recogida de
impuestos, y viéndose impotentes para sofocar la resistencia guerrillera comienzan
a utilizar indiscriminadamente la fuerza del terror para someter a la población
e intimidarla para que retire su apoyo a las partidas. Por otra parte, Espoz,
basó su administración en detener la excesiva imposición de contribuciones, la
expropiación y el pillaje, lo que hizo que a lo largo y ancho de todo Aragón, y que el pueblo reconociera a los insurgentes como su autoridad soberana, y no al
gobierno intruso.
Para
remate, el francés Reille, gran conocedor del terreno y un experto veterano en
el sistema de guerra de guerrillas, abandona Aragón por orden del ministro
francés de la Guerra para asumir el mando del Ejército de Portugal a mediados
de noviembre.
Enterado
Suchet del nuevo destino de Reille, presionó al ministro de guerra francés,
Clarke, para que nombrara como gobernador de Aragón al general Pâris, jefe
experimentado, conocedor del territorio por haber supervisado operaciones en él
y conocedor asimismo de la manera de actuar de la guerrilla en Aragón, a lo que
Clarke acepta y Pâris es nombrado comandante en jefe de Aragón el 18 de
diciembre de 1812.
Mientras
Pâris despliega sus tropas en Aragón y espera la llegada de refuerzos, Espoz y
Chapalangarra continúan sus ataques contra convoyes franceses de evacuados o de
suministros hacia Francia.
La
región aragonesa contaba ya con un mermado ejército francés que claramente
estaba perdiendo la guerra.(Continuación)
[1]
Gaceta de la Regencia de 1810
[2]
La
plata labrada para el servicio de la iglesia de Sos pesaba catorce arrobas y
Sarasa, “a pretexto de guardarla y bajo palabra de honor que dio al
ayuntamiento de la villa, y para librarla de los franceses la condujo a su
ejército de Cataluña, suponiéndose haberse invertido en gastos del mismo
ejército”.
(AMZ/FP:
Caja 8145, leg. 1.10/6, Informe sobre
los sucesos en Sos, fechado en 1814.)
[3]
Rodríguez Solís I/7º, 17-1
[4]
Priego López, Juan. La guerra de la
Independencia. 1808-1814., T.VII/3º,24. Servicio Histórico Militar. Ed. San
Martín. Madrid, 1972-1994.
[5]
Priego López, Juan. La guerra...op.
cit.T.VII/3º, 25-26.
[6]
A.H.G.F.: C8/270, Reille a Suchet, 15 y 27 de agosto de 1812.
BIBLIOGRAFÍA
-BAYOD
PALLARÉS, ROBERTO G. El reino
de Aragón durante el “gobierno intruso” de los Napoleón. Librería
General. Zaragoza, 1979.
-ESPOZ Y
MINA, FRANCISCO. Memorias
de un guerrillero (1808-1814). Critica. Barcelona, 2008.
-ESPOZ Y
MINA FRANCISCO. Memorias del
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de Vega. Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1851.
-GUIRAO
LARRAÑAGA, RAMÓN. Las
Cinco Villas en Aragón durante la Guerra de la Independencia. XXII
Premio Los Sitios de Zaragoza 2007. Asociación cultural “Los Sitios de Zaragoza”.
Zaragoza, 2007.
-IRIBARREN,
JOSÉ MARÍA.
Espoz y Mina, el guerrillero, el liberal.
2 tomos. Ed. Aguilar. Madrid, 1965-1967.
-IRIBARREN,
MIGUEL MARÍA. Manifiesto de
las acciones del mariscal de campo Don Francisco Espoz y Mina. Imp. División
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-LAFOZ
RABAZA, HERMINIO. La Junta Superior de Aragón y parte de Castilla. 1809,
formación y primeras dificultades. Revista de Historia Jerónimo
Zurita nº 83. Aproximaciones a la guerra de la Independencia. I.F.C. Zaragoza,
2008.
-PRIEGO
LÓPEZ, JUAN. La
guerra de la Independencia. 1808-1814. Servicio Histórico Militar.
Ed. San Martín. 8 tomos. Madrid, 1972-1994.
-RIPALDA
GABÁS, CARLOS. Navardún,
historia de la Valdonsella. 2013
-RODRÍGUEZ
SOLÍS, ENRIQUE. Los guerrilleros
de 1808: Historia popular de la guerra de la Independencia. La Enciclopedia
Democrática. Barcelona, 1895.
-SUCHET,
LOUIS GABRIEL. Memorias del
mariscal Suchet, duque de Albufera. Bossange Père, imp. Gaultier-Laguionie.
París, 1829.
-Gaceta
de la Regencia de 1810.
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