Desde el momento que Ramiro II se retiró al monasterio
de San Pedro el Viejo de Huesca tras el nacimiento de su hija Petronila, y pactar en
Barbastro el 11 de agosto de 1137 los esponsales con Ramón Berenguer IV, éste,
y según lo acordado, comenzó a desempeñar indistintamente funciones de tenente
del Reino de Aragón, suscribiendo documentos como señor o príncipe de Aragón y
como conde de Barcelona.
En su minoría
de edad, Petronila fue educada por Berenguela, hermana del Conde de Barcelona,
enseñándole a perpetuar la soberanía del reino en la dinastía. En el año 1150
tuvo lugar la ceremonia matrimonial con Ramón Berenguer en la catedral de Lérida.
Petronila de Aragón |
Posiblemente la
responsabilidad de proporcionar un heredero al Reino de Aragón hizo que Ramón
Berenguer y Petronila quisieran ser padres lo antes posible de una numerosa
prole para asegurar el relevo generacional. En 1152 debieron de tener su primer
hijo, puesto que de ese año es el primer testamento conservado de Petronila,
dictado, prudentemente, antes del parto. Sin embargo algunos historiadores
creen que habría que retrasar esta fecha hasta el nacimiento del futuro Alfonso
II, que vería la luz el 24 de marzo de 1157, el mismo año en que murió Ramiro
II y Petronila pudo ser llamada, con pleno derecho, reina de Aragón. En todo
caso, hasta la muerte de su marido en 1162, la reina Petronila pudo dar a luz
cinco hijos (tres varones: Alfonso, Pedro y Sancho, y dos mujeres: Dulce e
Isabel), aunque las noticias al respecto son contradictorias. Según el cronista
Jerónimo Zurita, el Conde tuvo un hijo natural y cinco hijos legítimos del
matrimonio: Pedro, muerto de niño; Alfonso, llamado Ramón cuando nació; un segundo
Pedro, nacido tras la muerte del primero; Sancho y Dulce.
La muerte de
Ramón Berenguer en agosto de 1162 hizo que la joven reina tomara importantes
decisiones en uso de su potestad. Según Mirón, para subrayar la continuidad de
la estirpe, cambió el nombre de su primogénito, que hasta entonces se habría
llamado Ramón, por el de Alfonso, en memoria del Batallador. Además convocó
urgentemente una asamblea en Huesca para dar lectura al testamento de Ramón Berenguer
y zanjar las cuestiones hereditarias. Las disposiciones testamentarias de Ramón
hacían que el hijo mayor, Alfonso de Aragón, fuera designado heredero, siendo
el primer rey de la Corona de Aragón, al heredar el reino de Aragón por parte
de su madre Petronila y las tierras patrimoniales de la casa de Barcelona de
parte de su padre Ramón Berenguer IV.
Por ser Alfonso II menor de edad y no ser procedente
el ejercicio del poder por Petronila, desde 1162 el niño asumió formalmente la
titularidad del reino y el gobierno, pero auxiliado por un consejo de regencia
formado por nobles aragoneses y catalanes. Prueba de ello es un documento de
1163 en el que mandó al clero, a los vecinos de Sos y a todos los de la Valdonsella
que reconozcan a Raimundo como obispo de Pamplona y a Sancho de Orchier por
arcediano de la Valdonsella, dejándoles que perciban sus rentas.[1]
(Alfonso II tenía tan sólo 6 años de edad)
Además, la reina tampoco podía convertirse en la
tutora de su propio hijo, así que Ramón Berenguer IV había elegido para ello a
Enrique II de Inglaterra, casado con Leonor de Aquitania, prima de Petronila.
Este gobierno en manos de un niño con un tutor inglés,
una mujer y un consejo de regencia formado por nobles aragoneses y catalanes,
aunque de naturaleza provisional, no fue bien visto por todos. La situación no
llegó a provocar una rebelión como en tiempos de Ramiro II, pero el malestar
originó algunos incidentes.
Petronila murió en 1173 en Barcelona, donde fue
sepultada. La única reina aragonesa por derecho propio descansa desde entonces
fuera de Aragón.
Alfonso II el "Casto", por Rafael Pertús (s. XVII) |
Alfonso II, a
pesar de su juventud, continuó la labor expansionista de sus antecesores. Ocupó
Niza y consolidó su poder sobre el Condado de Provenza, prolongando sus
conquistas por las dos vertientes de los Pirineos consolidando de este modo el
poder de la Corona de Aragón. Consciente de la complejidad de administrar el
conjunto de Estados que componían la Corona de Aragón, trató de ampliar su
autoridad al distribuir el poder entre distintos componentes de la sociedad.
Así, fortaleció la presencia del estamento ciudadano en la vida pública,
incluyéndolo en la curia regia y atribuyéndole mayores competencias en la
administración de las ciudades y protección de los territorios. Igualmente supo
convertir a la Ordenes Militares, establecidas con firmeza en la Corona gracias
a los beneficios obtenidos como compensación por renunciar al testamento de
Alfonso I, en fieles colaboradoras políticas, proporcionándoles amplios
dominios a cambio de su labor de salvaguardia del territorio conquistado.
Además creó la figura del “veguer”, representante del rey, responsable de
mantener la paz y con plenos poderes en materia fiscal y militar en cada una de
las “veguerías”, distritos en los que se articuló el territorio para su
administración. Así, la nobleza, que hasta entonces había concentrado el poder
junto al rey, quedaba debilitada, aunque el respeto por las variedades
jurídicas de cada lugar y de los dominios de cada señor feudal evitó
alzamientos contra el rey. Alfonso II consiguió con éxito crear una nueva forma
de organización política- la Corona de Aragón-, fuerte en el ámbito
internacional gracias a la amplitud de sus dominios y a la solidez de la
autoridad real.
Alfonso II, para garantizar la seguridad de los
territorios de su Corona, que se habían visto ampliados tras las conquistas de
Ramón Berenguer IV y las suyas propias, concedió ventajosos fueros para
estimular la llegada de nuevos habitantes y afianzar de este modo las
repoblaciones.
Es en este período de la historia, entre guerras, vaivenes políticos,
sucesorios y de regencias, cuando la villa de Sos comienza a crecer empezando a
ser una de las villam más importantes
de la comarca, dejando de denominarse castrum
como hasta ahora venía haciéndose. Para ello hay que repoblar y asentar
colonos, pero sobre todo atraer combatientes, lo que se hará mediante cartas
pueblas y fueros, ofreciendo diversas recompensas, tenencias de fortalezas,
donaciones, privilegios nobiliares, exenciones de impuestos, privilegios de
ingenuidad y franqueza de toda exacción real quedando francos y libres, es
decir, las mismas ventajas que los infanzones, y otras prebendas y beneficios.
En Sos, como casi en todo el territorio aragonés, la
tierra era la base de la producción y de las relaciones sociales. De ella,
además de la ganadería, los sosienses obtenían la mayor parte de su sustento,
satisfaciendo así las necesidades básicas del individuo: pan, vino, carne,
leche, verduras, fruta, leña, vestido e iluminación. Como cultivos básicos
destacan los cereales y la vid. Entre los cereales existía gran variedad:
trigo, ordio, avena, mijo, centeno. El viñedo modificó sustancialmente el
paisaje agrario de Sos, llegando a tener una producción ajustada a la demanda,
que era muy importante, ya que junto al pan era la base alimentaria de la
población. Los aperos y útiles de labor eran muy primitivos, como corresponde
al bajo nivel tecnológico del momento, empleando el viejo arado romano
arrastrado por yuntas de bueyes o mulas; las labores del campo (preparación de
la tierra, sembrar, abonar, regar, escardar, segar, acarrear la mies, trillar,
aventar, etc…) se cubrían con gran esfuerzo humano. Pero poco a poco estas
ancestrales técnicas de cultivo empiezan a cambiar: surgen nuevos materiales
para los útiles de labranza, comienzan a construirse molinos “farineros”, de
agua, se construyen también almazaras, por lo que se introduce el cultivo del
olivo para la elaboración de aceite, como alimento y combustible para la
iluminación, y de nuevo un amplio proceso roturador modificó otra vez el
paisaje de Sos, intesificándose de esta forma la producción agrícola de la
comarca. Surgen también los linares y cañamares, de gran aporte a la industria
textil; la ganadería ve incrementada su número de cabezas, pues al lógico
aumento del consumo de carne por parte de la población que va asentándose, hay
que sumar la elaboración de vestidos y calzado, ampliándose su consumo hasta en
el campo intelectual, pues la escritura se plasmaba en vitelas y pergaminos
extraídos de la piel de los animales.
Todo este progreso estuvo en íntima conexión con los
avances territoriales del Reino, que permitieron una oferta renovada de
tierras. La honda preocupación por el suministro de agua y el aprovechamiento
de los sistemas de riego de época anterior, diversificó la producción y originó
algunos conflictos, como veremos en otro momento.
Los progresos de la artesanía y el comercio estuvieron
íntimamente relacionados con el renacer de Sos. La comunidad judía fue
básicamente la encargada de la fabricación y distribución de los productos manufacturados,
por lo que Sos se convirtió, a la vez, en un núcleo de redistribución de la
producción agrícola ya que, además de las tiendas y obradores, permanentemente
abiertos, contaban con dos instrumentos totalmente eficaces: las ferias y los
mercados.
Cada vez era mayor el número de sosienses que no se
dedicaban exclusivamente a las tareas agrícolas. Sus distintas profesiones y
oficios, síntoma inequívoco de la creciente especialización, son buena muestra
de la importancia alcanzada por los diversos sectores de la producción artesanal.
En diciembre de 1191 Alfonso II estuvo en Sos,
otorgando en este mes un privilegio a la aljama judía de Uncastillo
eximiéndoles del pago de la lezda de la villa y su merinado; confirmado este
privilegio posteriormente, a 5 de octubre de 1412, por Fernando I[2]
Alfonso II muere en 1196 a los treinta y nueve años de
edad; su hijo, Pedro II, continuará con la labor desempeñada por su progenitor.(Continuación)
[1] A.C.P., Libro Redondo,
fol.18v-19r.
[2] A.C.A. Real
Chancillería. Reg. 2392, ff. 164-165v.
BIBLIOGRAFÍA
-GALINDO
ROMEO, PASCUAL. Sos en los
siglos XI y XII. Revista Universidad, año I. Zaragoza, 1924.
-LEDESMA RUBIO Mª
LUISA. "La
ocupación del espacio y las transformaciones económicas en Aragón en los siglos
XII y XIII" Historia de Aragón II: Economía y sociedad. I.F.C., 1996.
-ZURITA, JERÓNIMO. Anales del Reino de Aragón. Ed. A. Canellas. I.F.C., 1989-1996. Zaragoza.
-Coleccionable.
Historia de Aragón. Heraldo de Aragón. Zaragoza, 1991.
-Coleccionable. Reyes
y reinas de Aragón. Heraldo de Aragón.
-Historia de
España. Plaza
& Janés Editores, S.A. Espluges de Lobregat (Barcelona), 1991.
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