domingo, 29 de noviembre de 2020

"CANALIZOS" Y "MULATOS" LOS DE BERDÚN

 

Canal de Berdún



Un canalizo es un canal o paso estrecho entre islas o montes.

La Canal de Berdún es un municipio ubicado en una depresión geográfica limitada por las sierras interiores del Pirineo; al norte por las de Leire y Orba, y al sur por las sierras exteriores de Peña Oroel y San Juan de la Peña, y se extiende longitudinalmente de Este a Oeste desde Jaca (Huesca) hasta Yesa (Navarra), siendo la localidad oscense de Berdún, al inicio de la depresión, su capital, de quien toma su nombre. Es por esto que a los berdunenses les llaman con el pseudogentilicio de “canalizos”, por estar ubicados, geográficamente, en un paso estrecho o canal, entre sierras y montes.

          Pero como este mote tiene poco de despectivo, ya que es, sencillamente, un derivado de la palabra “canal”, los pueblos vecinos buscaron un gentilicio más ofensivo, a la vez que jocoso, para reirse de ellos, y les pusieron “mulatos”; pero no en relación con el color de su piel, que no tiene nada que ver, sino, según cuenta la tradición, por lo brutos que fueron en una ocasión por intentar hacer parir a una mula.

              La tradición popular así lo recoge en una coplilla:

 

Los de Berdún son mulatos

y no hay quien lo ponga en duda,

porque casi consiguieron

hacer parir a una mula.


sábado, 21 de noviembre de 2020

"TRUCAZOS" LOS DE LARUÉS

 

Paloma torcaz



Actualmente los pseudogentilicios, o motes de los habitantes de los pueblos, prácticamente ya no se usan o, al menos, se utilizan con mucha menos frecuencia que hace unas décadas. Los significados de estos pseudogentilicios son muy peculiares, característicos y, sobre todo, particulares, pues siempre se refieren única y exclusivamente a un determinado colectivo de habitantes de un específico pueblo o aldea. La mayoría de estos motes, o prácticamente podríamos decir que todos, con un significado real lingüístico pero que apenas, o nada, tienen que ver con la mera realidad. Además, existen cuantiosos motes que resultan ser palabras inventadas, y es por eso que no los recoge el diccionario de la.R.A.E.

Estos motes de los pueblos han pasado siempre de generación en generación a través de la transmisión oral pero, actualmente, este medio de comunicación  parece que ha empezado a debilitarse; nuestros padres ya no se refieren a los vecinos colindantes como lo hacían irónica y sarcásticamente nuestros abuelos o bisabuelos; y es por esto que muchos de los motes de nuestros pueblos vecinos corren el riesgo de extinguirse; y si no es el gentilicio en sí, sí corre grave peligro el conocimiento de su origen y significado.

Gracias a la gran labor de recopilación de lingüistas, filólogos y otros estudiosos, podemos  saber los pseudogentilicios que se usaban en los pueblos de España y sus peculiares significados aunque, algunas veces, también ellos se han enfrentado con la dificultad  de no saber el verdadero origen de los mismos debido, en parte, a la interrupción de la transmisión oral.

Por otra parte, existen pseudogentilicios que, aunque no se han extinguido del todo, sí que han sufrido importantes transformaciones tanto en su grafía como en el significado, o en ambos a la vez, como ocurre con el mote de los habitantes del pueblo altoaragonés de Larués.

En Larués han “transformado” tanto el mote original como su significado; y  el actual uso de esta transformación ha calado tanto en su población que va a ser muy difícil recuperar su primitivo origen por diferentes causas: muchas de las personas que usaron o conocieron el primitivo mote ya han fallecido; muchos de los vecinos actuales de avanzada edad no lo recuerdan, otros se han olvidado del significado, otros ni tan siquiera recuerdan su origen…y, actualmente, la mayoría de ellos ni lo transmiten, y quienes lo hacen lo transmiten equivocadamente por desconocimiento, o dejándose llevar por la ya aceptada, pero errónea, concepción actual, con lo que la confusión es total.

 Larués es un claro ejemplo de la mencionada interrupción de la transmisión oral que, en un intento de recuperar su pseudogentilicio, este se ha convertido en un retorcido galimatías gramatical, semántico, etimológico y conceptual. Veamos.

Si nos presentamos ahora en el municipio de Larués y le preguntamos a un laruesiano cuál es el mote con el que se les conoce, nos dirán que “turcos”. ¿Y qué tienen que ver los turcos con Larués? Pues nada. Absolutamente nada. Más adelante volveremos sobre los turcos.

El pseudogentilicio “oficial” y original, de los laruesianos es el de “trucazos” o “turcazos” (parecido semántico a turcos, que crea ya la primera confusión). Así lo recoge el lexicógrafo, filólogo y etnólogo aragonés Rafael Andolz, fundador del Consello d´a Fabla Aragonesa. Igualmente, el mote de “turcazo” lo recoge el Atlas Lingüístico Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANR) y otros diccionarios aragoneses, todos ellos con el significado de torcaz, paloma.

La palabra trucazo es un aragonesismo, variante de turcazo (turcasu) o torcazo, siendo esta última, según Ana Leiva, la única palabra, de las tres, vigente en castellano antiguo[1], añadiendo que procede “de un latín vulgar: “TORQUACEU”, del antiguo iberorrománico “TORQUAX” (DCECH[2], voz: torcaz)”, y cuyo significado es “palomo”[3].

            El diccionario aragonés define “turcazo” o “torcazo”, como paloma, pichón, torcaz, paloma torcaz. Y el diccionario de la RAE no recoge la palabra  torcazo, por ser aragonesismo, pero sí su femenino, torcaza: paloma torcaz.

            Queda bastante claro que el significado de trucazo, turcazo y torcazo es el mismo: palomo o paloma torcaz, mote con el que, originariamente, eran conocidos los habitantes de Larués, por ser “palomos”: personas inocentes e ingenuas a las que se puede engañar con facilidad porque, segun cuenta la tradición, en una ocasión fue engatusado un vecino en la compra-venta de unas extensas y fértiles tierras. 

            Posteriormente, y no se sabe cómo, pasaron a llamarse “turcos”; probablemente por la mencionada y continuada interrupción de la transmisión oral que, ante la falta de uso y, por consiguiente, de la información de su verdadero origen y significado, varió con el paso del tiempo y poco a poco se fue convirtiendo en “turco”, posiblemente por su parecido fonético y por ser una palabra más “moderna” y reconocible que trucazo o turcazo Como bien dice Rafael Andoz, “…de allí, y sin consideración ninguna, pasaron a decirles turcos”.[4]

            Actualmente el desconcierto es total, pues hay quien cree, incluso entre los propios laruesinos, que la palabra “turcos” deriva del país al que hace referencia este gentilicio, ignorando el motivo (lógico, porque no existe), mientras que otros piensan que es una mala dicción o grafía de la palabra “tercos”, pensando que son llamados así por su tozudez. De “trucazos” a turcos y tercos, de fonéticas muy similares, pero con significados totalmente distintos y sin un origen determinadoTodo un despropósito. Y todo…por no seguir con la tradición de la transmisión.

            Sirva este ejemplo de los “trucazos” de Larués para darnos cuenta de la importancia que tiene la difusión de nuestro folklore a las generaciones venideras, pues la interrupción de la transmisión de la cultura, costumbres y tradiciones  de nuestras gentes y pueblos puede llevarnos, en pocos años, como hemos visto, a la desvirtuación, mala interpretación, confusión e incluso desaparición de palabras autóctonas, ritos, creencias, costumbres….en resumen, a perder la idiosincrasia de nuestros pueblos y nuestro riquísimo patrimonio cultural.

 



[1] Leiva Vicén, Ana.” Léxico aragonés de Antillón (Huesca)Analisis lingüístico (II)”. Alazet. Revista de filología, nº 16.Voz: trucazo, p.126.

[2] DCECH ( Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico), de Joan Corominas y José Antonio Pascual.

[3] Gargallo Gil, José Enrique. Habla y cultura popular en el rincón de Ademuz, p. 215.

[4] Andolz, Rafael. Más humor aragonés, p. 250.


BIBLIOGRAFÍA

 

-ANDOLZ CANELA, RAFAEL. Más humor aragonés. Mira Editores. Zaragoza, 1996.

-GARGALLO GIL, JOSÉ ENRIQUE. Habla y cultura popular en el rincón de Ademuz. C.S.I.C., Madrid, 2004.

-LEIVA VICÉN, ANA. “Léxico aragonés de Antillón (Huesca) Análisis lingüístico (II)”. Alazet. Revista de Filología, nº 16, pp. 67-174. Instituto de Estudios Atoaragoneses. Huesca, 2004.

-Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, de Joan Corominas y José Antonio Pascual.

-Diccionario de la R.A.E.

sábado, 14 de noviembre de 2020

"FATOS" Y "CARACHOS" LOS DE SIERRA DE LUNA

 

Sierra de Luna (Cinco Villas, Zaragoza)

                Los habitantes del pueblo cincovillés de  Sierra de Luna reciben el mote de “fatos” y “carachos”.

                El diccionario aragonés recoge la palabra “fato” con el significado de tonto, bobo, engreído.

            Cuenta la tradición que unos vecinos de Sierra de Luna fueron a comprar un motor-bomba para subir el agua al pueblo, y el vendedor les dijo que el que habían elegido no era suficiente para el pueblo ni aunque estuviera las 24 horas del día funcionando, a lo que los sierraluneros contestaron que eso no sería ningún problema, que lo harían trabajar 25 horas. Este fue el motivo por el que los vecinos fronterizos les pusieron el mote de “fatos”.

             El pseudogentilicio de “carachos” tiene otro origen muy distinto. El municipio de Sierra de Luna se encuentra entre los términos municipales de Luna, Las Pedrosas, Zuera y Castejón de Valdejasa, una zona bastante árida y carente de cursos permanentes de agua (actualmente está regado por la acequia de Sora). Es por este motivo que, antiguamente, el trabajo en el campo era muy duro, trabajando en un terreno donde las condiciones climatológicas, a pleno sol, “curtía” la piel de los sufridos agricultores.  El “bronceado” y característico color "moreno" de piel que cogían estos agricultores (y el resto de sierraluneros) hizo que los pueblos vecinos los apodaran con el mote de “carachos”, palabra que, en árabe, significa “violáceo”.

              Hay que recordar que a Ramiro Garcés, rey de Viguera, los árabes le llamaron “el rey caracho”. El Doctor en Historia Alberto Cañada apunta la posibilidad de que tuviera esto que ver con el color “cetrino” o “moreno” de su piel, como les pasaría a los sierraluneros por su prolongada exposición al sol en una zona semi-desértica.

EL CARTORAL DE SOS DEL REY CATÓLICO, UN NUEVO LIBRO SOBRE SOS


 

           Mucha gente lo daba por perdido o desaparecido, incluído yo, pero no. Resulta que no estaba desaparecido. Nos estamos refiriendo al Cartoral de Sos del Rey Católico, esa "joya" documental del siglo XI que el Doctor en Filología Marcelino Cortés Valenciano encontró por casualidad, en marzo de 2018, en el Archivo Parroquial de Sos, entre unos pergaminos que estaba consultando  para su nuevo trabajo de investigación sobre la lengua romance.

              El excepcional y extraordinario hallazgo le llevó a estudiar y analizar en profundidad las cinco hojas de que consta el Cartoral, donde se anotaron, en escritura visigótica, las primeras donaciones hechas a la iglesia de San Esteban en Sos (1059-1130).

            El resultado ha sido un exhaustivo y pormenorizado  estudio lingüístico, antroponímico y toponímico del Cartoral que la Institución Fernando el Católico ha editado en el año 2020 bajo el título “El Cartoral de Sos del Rey Católico (1059-1130) Reedición y estudio lingüístico”, correspondiente al  nº 92 de la colección “Fuentes Históricas Aragonesas” de dicha Institución.

              Desde el 2019 el Cartoral se conserva en el Archivo Diocesano de Jaca (Huesca).

sábado, 7 de noviembre de 2020

UN SELLO DE LOS REYES CATOLICOS

Reproducción del reverso de un sello de los Reyes Católicos.
Hermanas de la Caridad, en Sos del Rey Católico.

 

En el vestíbulo del edificio que ocuparon las Hermanas de la Caridad en Sos del Rey Católico, se halla, enmarcado en cristal y con forma circular, un dibujo representativo de la figura de Fernando el Católico montado a caballo y circundado  con la leyenda “FERDINANDUS DEI GRACIA REX CASTELE LEGIONIS ARAGONUM ET SEC” (Fernando, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, León, Aragón y Sicilia).Se trata de una representación, a gran escala, del reverso de uno de los varios sellos que usaron los Reyas Católicos para autentificar la emisión de documentos.

Los sellos, también llamados timbres, son instrumentos (cuños, troqueles, tampón) con palabras o imágenes grabadas que, tras la impregnación en tinta, se plasma sobre papel el dibujo o texto grabado en el cuño; aunque también se llama sello al resultado de esta impresión. Actualmente los cuños se fabrican de caucho, aunque existen también de otros materiales, y se usan para dar validez a determinados documentos, tanto públicos u oficiales como privados.

Los sellos se han usado desde siempre, remontándose su empleo a las antiguas civilizaciones de la Mesopotamia y el Antiguo Egipto, pero los materiales con los que estaban fabricados los cuños han ido cambiando en el transcurso de las centurias (piedra, arcilla, madera, hierro, metales…), igual que el material sobre el que se estampaban (cera, plomo, lacre, oblea, creta asiática…), por lo cual, más que imprimir, se estampaba, por la presión que se ejercía con el cuño sobre una superficie de material maleable.

En la Edad Media era muy habitual que reyes, nobles y figuras relevantes, usaran los sellos para certificar sus documentos, dejando constancia de que eran ellos, personalmente, quienes los avalaban. Era la “marca” de autenticidad del emisor; por eso, el molde, o troquel con el que se estampaban, era un tesoro que había que guardar escrupulosamente. De ahí que en la corte existiera la figura del “canciller del sello real”, cuya misión era guardar celosamente el molde y aplicarlo en la documentación que correspondiera.

Bula papal "pendiente" de Pío IV, con vínculos
                     
                  Desde mediados del siglo VI se venía    usando el sello de cera. También en el siglo VI, en    la   cancillería imperial de Bizancio, empiezan a utilizarse sellos de plomo, confeccionados a partir  de  bulas (del latín bulla: bola, burbuja) de plomo y de aquí se difunde entre obispos y poderes eclesiásticos. Por este motivo, los documentos pontificios que tratan materias de fe, asuntos administrativos o judiciales,  o concesión de   ciertos privilegios, sellados con bolas de plomo, reciben el nombre de  bula papal o bula pontificia. Y es a partir de Carlomagno cuando se empezó a usar también la bula de plomo en las cancillerías reales, y a partir  del siglo XII se usó, igualmente, el sello pendiente o “colgado”, llamado así porque del  pergamino colgaban unas cintas confeccionadas con hilo de seda, llamadas vínculos, cuyos extremos quedaban incluidos en  el cuerpo del sello.

Con bula de plomo  selló Pedro II el “Católico” documentos del año 1210 relativos al Temple, y con bula de plomo se sellaron las confirmaciones del privilegio “de la Unión” de los reinos de Aragón y Valencia en 1284 y otros muchos documentos históricos de Papas y monarcas posteriores en el tiempo.

Los Reyes Católicos también usaron bulas de plomo en sellos, que fueron modificando el troquel, en cuanto a tamaño, forma y contenido, conforme se sucedían los diversos acontecimientos políticos e históricos. Concretamente, este sello que vemos representado en el edificio de las Hermanas de la Caridad en Sos corresponde a la etapa de la Unión de Castilla y Aragón, sello que modificarían posteriormente, tras la conquista de Granada, en el que se añadió en la leyenda el título de rey de Granada, además de otros cambios.

Anverso y reverso del sello de los Reyes Católicos.
1481. A.H.N. Madrid.
              
             En un principio, Fernando de Aragón aparecía en los sellos como imagen regia; figura sedente, como rey-caudillo, acompañado de distintos símbolos de realeza y poder: en trono gótico y vistiendo las galas cortesanas conforme a su dignidad, capa y corona (soberanía), cetro (legitimidad del cargo, autoridad real, administrador de justicia y continuidad dinástica), globo terráqueo (autoridad sobre sus dominios). En este caso lo hace ya montado a caballo, coronado, armado con escudo y espada desenvainada (fuerza), como guerrero en la lucha y conquista por los territorios, por preservarlos e incluso acrecentarlos, luciendo tanto en el escudo como en las gualdrapas del caballo los escudos de armas de Castilla, León, Aragón y Sicilia (sus dominios territoriales), de la misma forma que como lo hacían las efigies reales en las representaciones iconográficas de la Edad Media. Este que vemos en la villa de Sos es idéntico a un sello de plomo de 1481 conservado en el A.H.N. en Madrid.

Reproducción del anverso del sello de
 los Reyes Católicos
              
                    Pero hay que decir que este sello corresponde a uno de doble impronta, por lo que en la otra cara del sello, en el anverso o cara principal, estaría la reina Isabel, también coronada, sentada en un trono gótico, portando el cetro y el globo terráqueo y con los mismos escudos de armas que aparecen en el lado de su esposo Fernando, circundado con la leyenda: “HELISABET DEI GRACIA REGINA CASTELLE LEGIONIS ARAGONUM ET SECILIE”. Un sello tal y como correspondía a la idea tradicional de “unidad nacional” y de poder real que ambos monarcas trataron de publicitar en todo tipo de manifestaciones artísticas (arquitectura, literatura, heráldica, numismática, obras miniadas...) y, por supuesto, en los sellos[1].


        El hecho que la reina Isabel figure en el anverso del sello y D. Fernando en el reverso corresponde al cumplimiento dictado en la Concordia de Segovia en 1475 sobre los derechos de la reina y su marido sobre la sucesión y gobierno de Castilla.
        Los Reyes Católicos usaban el sello de plomo para sellar privilegios rodados, cartas de privilegio y de confirmación y privilegio, ejecutorias y sentencias de las reales chancillerías.

Según el historiador y Director del Archivo de la Corona de Aragón, Rafael Conde, el último uso en España de plomo para sellar es de 1702, del monarca Felipe V[2]. A partir de entonces, los Borbones introducirán la costumbre de plasmar sus sellos de cera o lacre directamente sobre el pergamino, o papel.

 La sigilografía es la disciplina que analiza y estudia estos sellos, extrayendo de los mismos información relativa a las costumbres, la política, la historia y el arte de cada época, pues en ellos se plasman cuestiones propias de su tiempo en los documentos en los que se aplican. Una valiosísima información añadida para historiadores e investigadores.



[1] Carrasco Lazareno, Mª Teresa. “El sello real en Castilla: tipos y usos del sellado en la legislación y en la práctica documental (siglos XII al XV)”. De sellos y blasones. Juan Carlos Galende Díaz (Coord.) pp.64-65.

[2] Conde y Delgado de Molina, Rafael. “La bula de plomo de los reyes de Aragón y la cruz “de Alcoraz”. Emblemata, XI, p. 79.





BIBLIOGRAFÍA


-CARRASCO LAZARENO, MARÍA TERESA. “El sello real en Castilla: tipos y usos del sellado en la legislación y en la práctica documental (siglos XII al XV)”. De sellos y blasones, pp. 63-169. Juan Carlos Galende Díaz (Coord.). U.C.M. Madrid, 2012.   

-CONDE Y DELGADO DE MOLINA, RAFAEL. “La bula de plomo de los reyes de Aragón y la cruz “de Alcoraz”. Emblemata. Revista Aragonesa de Emblemática, nº XI, pp. 59-82.  I.F.C. (C.S.I.C.) D.P.Z. Zaragoza, 2005.

-MORTE GARCÍA, CARMEN. “La imagen de Fernando el Católico en el arte: el tiempo vivido y el tiempo recreado (1452-1700)”, en La imagen de Fernando el Católico en la Historia, la Literatura y el Arte, pp.279-374. I.F.C, (C.S.I.C.). Zaragoza, 2014.

En la web:

-Blog de Herrera Casado. Rumbo Guadalajara. “Los sellos medievales” (1 marzo, 1975).