domingo, 28 de febrero de 2021

ORNAMENTACIÓN DE LOS ALTARES EN LA EDAD MEDIA

 

Altar en el ábside central de la cripta de Santa María del Perdón.
Sos del Rey Católico

                Si la pintura mural en las iglesias tenía su punto fuerte en la cuenca absidal, la realizada sobre tabla lo tenía en el altar.

            El altar (del latín altare, de altus: elevación”) es el lugar más importante en la edificación de una iglesia. Es una mesa rectangular consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio de la misa. Ocupa una posición central en la iglesia y simboliza a Jesús, la “piedra viva” sobre la cual está construida la iglesia. “Acercándoos a Él, piedra viva rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedra viva, vais construyendo un templo espiritual dedicado a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios. Por eso dice la Escritura:

He aquí que coloco en Sión una piedra escogida, angular, preciosa; quien crea en ella, no quedará defraudado” (1Pe 2: 4-6)

En la Edad Media, el altar no era más que una simple losa rectangular de piedra sostenida por un pilar central, o por dos o cuatro pilares laterales a modo de mesa. En el centro de la losa, debajo del ara, solía abrirse un hueco para depositar en él las reliquias del santo titular o el acta de consagración de la iglesia, aunque también podían estar ubicadas en otras partes del templo.

Pero el altar, al ser el lugar más noble de la iglesia, había que ornarlo. Por norma general, solía cerrarse por sus caras vistas por medio de plafones figurativos con una iconografía relacionada con la mural y escultórica que le rodeaba.

 Para su construcción se usaba tanto la piedra como el mármol u otros materiales nobles, como el oro o la plata.

En 1038, la vizcondesa Ermensida legó 300 onzas de oro a la catedral de Gerona “ad auream construendam tabulam[1]; Aymeric Picaud, en el Codex Calixtinus, describe con precisión el fabuloso frontal de plata que en su momento lucía el altar de Santiago de la catedral Compostelana, que fue sustituido con posterioridad, en el siglo XV.

 Pero estas majestuosas obras de las grandes iglesias y catedrales, realizadas con metales preciosos o mármol, eran prácticamente inasequibles para las pequeñas comunidades rurales que querían ornar su altar, además de tener que adaptarlos a las modestas dimensiones de la iglesia, por lo que sustituyeron estas “tábulas ante altare” de plata y mármol por tablas talladas o pintadas, denominadas frontales o antipendios.

La tabla de altar está dedicada a San Pedro

Lamentablemente, muchas de estas tablas pintadas se han perdido por diferentes causas, pero en la zona nordeste de nuestra geografía se conservan un gran número de ellas, y en Sos del Rey Católico  podemos ver una en la cripta de Santa María del Perdón, dedicada a San Pedro apóstol y pontífice, que es el altar ubicado en el ábside central, cuya primitiva ubicación fue el ábside derecho hasta la restauración de la cripta el pasado siglo, que fue cuando se colocó en el emplazamiento actual y cuyas pinturas en su parte frontal se encuentran algo deterioradas; los costados están faltos de pintura y se reprodujeron falsos sillares, simulando obra de cantería regular[2] ( ver cripta y antipendio aquí )

Majestuoso badalquino de bronce, de
Bernini, Basílica de San Pedro (Roma)

           Otros ornamentos del altar en las iglesias románicas son los baldaquinos, llamados en otras ocasiones “ciborios”, de los que existieron dos tipologías en la Edad Media: los llamados “teguria”, que vienen a ser una especie de templete formado por cuatro columnas que sostienen una cúpula o dosel plano, destinado a cobijar el altar cuando este tiene una posición aislada, y los denominados “laguearia”, consistentes en un sencilla tabla pintada colocada en posición inclinada sobre el altar, a modo de plafón, y apoyada sobre unas vigas transversales que se fijaban en las paredes del ábside. El catedrático de Historia Medieval Manuel Castiñeiras comenta que "sobrevolaban literalmente el altar como si fuese la bóveda celeste"[3]


Dibujo de badalquino tipo "laguearia"
sobre el altar.

         Ambos tipos de baldaquinos servían, en determinadas liturgias, para sujetar y desplegar grandes cortinas de tela que cubrían el altar.

 Desconocemos si hubo baldaquinos en las iglesias de Sos.

 Aunque menos frecuentes que los baldaquinos y de pequeñas dimensiones, el retablo en la Edad Media fue otro de los elementos ornamentales del altar, de los que se tienen ya referencias desde finales del siglo XI.

 Los retablos de altar irán evolucionando en los siglos posteriores hasta  alcanzar su máximo explendor en el siglo XVIII y convertirse en uno de los elementos más relevantes en la decoración interior de las iglesias, llegando a hacer desaparecer, prácticamente, la construcción de baldaquinos.



[1] Cit. en Joan Sureda. “Del ornato de los altares”. Historia del Arte Español, T.IV, p.438.Planeta

[2] Lacarra Ducay, Mª del Carmen. Pinturas murales góticas en las iglesias de Sos del Rey Católico, p.148.

[3] Castiñeiras, Manuel. ·El altar románico y su mobiliario litúrgico: frontales, vigas y baldaquinos", p.57.






BIBLIOGRAFÍA


-AYMERIC PICAUD. Codex Calixtinus

www.editorialbuencamino.com

-CASTIÑEIRAS, MANUEL. "El altar románico y su mobiliario litúrgico: frontales, vigas y baldaquinos", en Huerta Huerta, Pedro Luis (Coord) Mobiliario y ajuar litúrgico en las iglesias románicas, pp. 9-75. Fundación Santa María la Real. Centro de Estudios del Románico. Aguilar de Campoo, (Palencia), 2011.

-LACARRA DUCAY, Mª CARMEN. Pinturas murales góticas en las iglesias de Sos del Rey Católico. I.F.C. Zaragoza, 2016.

-SUREDA, JOAN. “Del ornato de los altares”. Historia del Arte Español. T. IV, pp.437-440. Planeta. Barcelona, 1995.

-La Biblia. La casa de la Biblia, 3ª ed. Madrid, 1993

En la web:

-Wikipedia. Baldaquino

 


domingo, 14 de febrero de 2021

"FARANDULEROS" LOS DE FARASDUÉS

 




Ya hemos visto cómo algunas veces los inventores de pseudogentilicios, cuando les falta el ingenio, recurren a lo más sencillo, la rima fácil(ver).

De igual falta de imaginación son los que convierten, o pretenden convertir, en un chabacano ejercicio de ludolingüística, un gentilicio intentando, con poca gracia, crear un parónimo[1], como sucede con los habitantes de Farasdués.

El gentilicio oficial de los habitantes de Farasdués es el de farasduesano, y algún “ingenioso” vecino fronterizo optó por realizar este ejercicio paronímico llamándolos faranduleros; pero una cosa es cierta: los farasduesanos no tienen nada que ver con el mundo del espectáculo.



[1] Parónimo: palabra que se parece a otra en su forma o pronunciación, que tiene relación o semejanza con otra por su etimología o solamente por su forma o sonido

domingo, 7 de febrero de 2021

LA PRODIGIOSA VIRGEN DE VALENTUÑANA

 

Nuestra Señora de Valentuñana

             De todos es conocido el fervor y la devoción que los sosienses y otros pueblos de la Valdonsella profesan a la Virgen de Valentuñana.

              Se dice que Nuestra Señora de Valentuñana es abogada contra la sequía y benefactora de aguas de lluvia, como así nos lo cuenta el fraile carmelita e historiador aragonés del siglo XVIII, Roque Alberto Faci, en su libro  "Aragón, Reyno de Christo, y dote de María Santíssima", cuando dice: “...siendo María Santísima (de Valentuñana) la fuente de quien manan tan copiosos raudales de cristalinas aguas”; aunque también, prosigue Faci, es fuente de todas curaciones, narrando a continuación, como testimonio, un prodigioso suceso acontecido a un vecino de la villa de Sos, Sebastián Sofuentes; suceso que no ha trascendido mucho entre la población sosiense.

                Sobre el vecino Sebastián, el fraile comenta:"...el que oy dia vive, hallavase este, tan impedido, que en muchos meses no se pudo mover de la cama. Ofrecióse a Nuestra Señora y determinó luego ir a visitarla, lo que hizo con tanto trabajo, que no distando de la Villa el Convento sino un quarto de legua, le duró esta corta peregrinación cinco horas, sustentándose sobre muletas. Llegó à la puerta de la Iglesia, y fue tan grande su fe, y tan singular el prodigio, que estando haciendo oración, se le cayeron las muletas, y quedó con salud tan confirmada, y tan alegre, que bayló delante de la Santa Imagen grande rato...Dió gracias a Nuestra Señora y dexó aquí las muletas, que servirán de testimonio de tan singular beneficio”[1].

            El padre Faci refleja en su narración que el protagonista de esta historia, Sebastián Sofuentes, vivía cuando escribió su obra (1739); por este motivo, al no ser un suceso ocurrido tiempos atrás, transmitido oralmente, pudiendo contener alteraciones y, sin embargo, ser coetáneo con el autor del libro, descarta las posibles dudas sobre su veracidad y prácticamente nos garantiza  la total credibilidad del hecho, al que hay que añadir, además, el significativo dato de la identificación del protagonista, con nombre y apellido. Sobre lo acontecido, otra cosa distinta y más compleja sería catalogarlo como milagro, pues de haber sido así, es de suponer que hubiera trascendido en el tiempo y en el conocimiento general de los habitantes de la comarca.

  Consultando la relación de vecinos de Sos del siglo XVII de mi blog (ver), aparece, hacia finales de siglo, una persona llamada Sebastián Sofuentes Castán, hijo de Pedro e Isabel, casado con María Agorriz de Izun, padres de Manuela Sofuentes Agorriz, que casó con José Lobera Lozano, ya en el siglo XVIII, padres estos de Sebastián Lobera Sofuentes, que casó con Isabel Sanjuan Furrondo, por lo tanto, nieto de nuestro interesado.

 ¿Podría ser este Sebastián Sofuentes el mismo al que se refiere el padre Faci? Casi me atrevería a decir que sí; por eso, sería interesante, con estos datos, poder localizar a sus descendientes y  confirmar o desmentir el suceso o, al menos, saber lo que sucedió, pues es muy probable que entre los familiares del referido vecino se transmitiera este prodigioso acontecimiento de boca en boca en el transcurso de los años.



[1] “Nuestra Señora de Valentuñana en el convento de N. PP. Carmelitas Descalzos de la Antigua Villa de Sos”. Aragón, Reyno de Christo, y dote de María Santíssima, pp.266-267.



BIBLIOGRAFÍA


-FACI, ROQUE ALBERTO. Aragón, Reyno de Christo, y dote de María Santíssima, fundado sobre la columna inmóvil de Nuestra Señora de su Ciudad de Zaragoza. Aumentado con las apariciones de la Santa Cruz, Santissimos Mysterios, Milagros del Santissimo Sacramento, Imágenes singulares de Christo Nuestro Señor, y con las Aparecidas, Halladas, Antiguas, y Milagrosas de Nuestra Señora en el mismo Reyno. Oficina de Joseph Fort. Zaragoza, 1739.