sábado, 30 de enero de 2021

EL OFICIO DE AGUADOR

 

                    

Donata, la aguadora. (A.M.S.)

             Una fotografía del archivo municipal de Sos nos devuelve al pasado y nos recuerda uno de los muchos oficios ya desaparecidos en el pueblo: el de aguador.

               Un aguador, o aguadora, es aquella persona que vende o distribuye agua entre la población. Con su cántaro bajo el brazo, al hombro o sobre la cabeza, el sufrido aguador transportaba el preciado elemento desde una cercana fuente hasta las casas de los vecinos para venderla o saciar la sed del transeúnte; en el mejor de los casos, si su economía se lo permitía, los cántaros eran transportados por acémilas con el fin de desentenderse de portar el peso de los cántaros y sacar más rendimiento al viaje a la fuente, pues en la caballería podían cargar dos o más cántaros en un sólo viaje, incluso de mayor capacidad que los portados a mano.

                Aunque no lo parezca, el oficio de aguador requería de cierta habilidad y fuerza para saber llenar los cántaros, taparlos y transportarlos sin derramar su contenido.

                Esta actividad, no muy lejana en el tiempo, estuvo presente en la villa de Sos hasta la instalación del suministro de agua corriente en los hogares en la segunda mitad del pasado siglo.

sábado, 23 de enero de 2021

"NARIGONES, PARRICEROS" Y "LEGAÑOSOS" LOS DE ORÉS

 

Parriza (vitis labrusca)

         Orés es una localidad cincovillesa algo apartada a la que únicamente se puede acceder por una carretera local que “muere” en el mismo pueblo. Este relativo “aislamiento” lo recoge así una coplilla popular:

Si vas desde Orés al Frago

echa merienda y porrón,

que tendrás que dar la güelta

pasando por Nueva York.

Aunque nunca fueron muchos los habitantes que vivieron en el municipio, y a pesar de estar algo apartados del resto de pueblos, mucho se debían hacer notar a tenor de los tres pseudogentilicios con los que fueron bautizados por los vecinos colindantes: narigones, parriceros y legañosos (por supuesto, ninguno amable).

Narigones porque, según cuentan, nasalizan al hablar; aunque hay quien dice que es porque tienen las narices muy grandes. Parriceros y legañosos está más en la línea de otros pseudogentilicios usados en varios pueblos de las Cinco Villas y que tienen relación con el agua y los cultivos.

Como es habitual en otros municipios cincovilleses, la escasez de agua, o la potabilidad de la misma, es motivo de mofa y burla entre pueblos vecinos, queriendo demostrar que el propio pueblo tiene mucha más agua y de mejor calidad que los colindantes, con la consiguiente riqueza para sus cultivos. Orés no iba a ser una excepción.

La parriza (vitis labrusca) resulta ser la vid silvestre, aquella que nace y crece de forma espontánea y salvaje en el campo, sin ningún cuidado en su cultivo. Muchos oresinos cultivaban la vid, y probablemente sus viñedos y parras (vitis vinífera) serían la envidia de los pueblos vecinos, y éstos, por el típico “pique” entre pueblos, menospreciaban a los vecinos de Orés y sus excelentes cosechas diciéndoles que cultivaban parrizas en vez de parras o vides. De ahí lo de parriceros.

El llamarles legañosos es porque, según los pueblos vecinos, la escasez de agua, o la mala calidad de la misma, hacía que no pudieran ni lavarse la cara al levantarse por las mañanas y quitarse las legañas.

No contentos con estos tres "motes", otra coplilla popular vuelve a menospreciarlos:

Orés, con un huevo comen tres,

y aún queda pa Farasdués.

¡¡Vaya cruz para los oresanos!!


A los habitantes del abandonado pueblo oscense de Bergosa, en el término municipal de Jaca, también les llamaron narigones, por la costumbre de hablar nasalmente.


domingo, 17 de enero de 2021

UN JARDÍN DE ACANTOS EN LA PORTADA DE SAN ESTEBAN DE SOS DEL REY CATÓLICO

 

Hojas de acantos. Portada de San Esteban (Sos del Rey Católico)


            Apenas nos fijamos en ellas, pero un sinfín de hojas de acanto decoran la portada de la iglesia de San Esteban en Sos del Rey Católico. Posiblemente, la razón por la que casi pasan desapercibidas, en contraposición a la escultura iconográfica, más visible e interpretable, sea la poca importancia que muchos estudiosos otorgan a la flora esculpida medieval por considerarla como un elemento meramente decorativo y carente de simbología, relegándola a un segundo orden. Por contra, otros investigadores no son de la misma opinión.

Acanto (acanthus mollis)

       El acanto (acanthus mollis) es una planta perenne con espectaculares hojas de forma ovada, espinosas y acabadas en punta. En el Mundo Griego formó parte de la decoración arquitectónica en los clásicos capiteles corintios, cuya creación Vitruvio atribuye a Calímaco. Cuenta la leyenda que sobre la tumba de una niña corintia, su nodriza depositó un canastillo con los objetos que más quería y tapó la cesta con una teja con el fin de preservarlos de la lluvia y de ocultarlos para evitar que fueran robados. En la primavera siguiente pasó por allí el arquitecto Calímaco buscando la inspiración para unas obras que debía realizar y, al ver la teja levantada por un armonioso manojo de hojas de acanto que nacían de la tumba, le sugirió la idea de la típica cesta decorada con estas hojas, y por eso,  pasó a denominarse capitel corintio.

Hojas de acanto en los capiteles "corintios" de las estatuas-
columna. Portada de San Esteban (Sos del Rey Católico)

              Con posterioridad, el arte románico adoptó diversas formas y elementos constructivos del mundo clásico, entre ellos, el capitel corintio.

            En la iglesia de Sos podemos ver hojas de acanto en los capiteles “corintios” de las estatuas-columna del pórtico. Igualmente, aparece también el acanto en toda la superficie de las tres arquivoltas vegetales que, alternándose con las iconográficas, completan el conjunto de arquivoltas de la portada.

            Pero, las hojas de acanto ¿tienen algún simbolismo de carácter religioso, o simplemente cumplen una función decorativa derivada de sus bellas hojas? Lamentablemente no podemos aclarar esta disyuntiva. Algunos estudiosos e investigadores afirman que tienen un simbolismo funerario porque los griegos empleaban las hojas de acanto en la decoración de estelas funerarias en tumbas y mausoleos, y este simbolismo estaría ligado a la inmortalidad, que el espíritu del hombre griego supo plasmar admirablemente de forma metafórica en la leyenda de la creación del capitel corintio[1], antes citada; por el contrario, otros sostienen la total ausencia simbólica, siendo su finalidad meramente decorativa[2], pues el temido horror vacui (miedo al vacío) generaba en los artistas el compulsivo “relleno” de superficies vacías con repetitivos dibujos y formas, bien sean vegetales o geométricas, en forma de extensas cenefas que hacen dudar de cualquier representación simbólica que pudieran llevar implícitas.

            Sin embargo, resulta extraño que en el mundo románico, donde el simbolismo aflora sistemáticamente en cualquiera de sus creaciones artísticas, los motivos vegetales o geométricos carezcan de significado. Por eso, otros autores niegan esta falta de simbolismo.

Las hojas de acanto, al nacer, presentan unas pequeñas espinas dúctiles y blandas que apenas pinchan si se tocan pero, conforme la planta va creciendo, estas espinas se van endureciendo, convirtiéndose en fuertes púas hiriendo profundamente a quien las coge sin precaución.

            Para el monje benedictino, y escritor, Ramiro de Pinedo, las carnosas hojas del acanto son la carne de pecado que con nosotros llevamos, de la que indefectiblemente nacen los vicios (espinas), débiles al principio, y fuertes después. Este simbolismo nos enseña, según Ramiro, cómo debemos desarraigar estas espinas al principio para luego, al hacerse más fuertes y agudas, no nos acucien, haciéndose más difícil el desarraigarlas, y atormenten el alma con sus fuertes púas[3]. Es decir, las hojas de acanto  nos están predicando las consecuencias del pecado, incitándonos a huir de él y a redimirnos desde un principio para no ofender al Señor antes de que sea demasiado tarde y nos pinchemos con las púas del pecado, siguiendo el consejo, como dice Ramiro, del Salmo 57: "Antes que vuestras espinas, es decir, vuestros vicios, formen una cambronera, debéis desecharlos, pues si no, sólo quedará la ira de Dios que caiga sobre vosotros y os absorba"[4]

            En las tres arquivoltas florales de la portada de San Esteban de Sos vemos reflejadas, con diferentes trazos esculpidos, las tres fases de la vida del acanto. De dentro a fuera: nacimiento  (tras la primera arquivolta figurada), crecimiento y desarrollo (a continuación de la segunda) y madurez (tras la tercera y última, cerrando el arco de la portada).

       

Primera arquivolta de acantos

            La primera de ellas (nacimiento), muestra el acanto con jóvenes hojas y débiles espinas, representadas con una fina incisión de trazo, siendo muchas y delgadas hojas agrupadas, planas y estriadas. Conforme nos alejamos de la puerta, el acanto va creciendo. La siguiente arquivolta floral muestra el crecimiento y desarrollo de la planta, representando en un roleo entrelazado el crecimiento del tallo de la planta con sus hojas y, finalmente, en la última arquivolta se muestran las hojas mucho más grandes y anchas, totalmente desarrolladas y, por lo tanto, al ocupar más espacio, en menor cantidad que en los finos trazos de la primera arquivolta, con un mayor relieve y mejor definición de la hoja.  

     

Segunda arquivolta

Tercera arquivolta (exterior)


                                Aunque posiblemente nunca lleguemos a saber el significado de este adorno floral, las hojas de acanto de la iglesia de Sos, empleadas con tanta profusión en la portada, merecen ser observadas desde una perspectiva espiritual que permita considerar el simbolismo que pudieran tener y que pudo haber influido en su incorporación al esculpido floral en el arte Románico, ya que, como antes se ha dicho, nunca llegaremos a saber con seguridad cuál fue la intencionalidad del artista al tallar estos elementos vegetales en la maravillosa portada de San Esteban, pero que el monje Pinedo supo encontrar un simbolismo que bien podría aplicarse en este caso.



[1] Quiñones Costa, Ana Mª. La decoración vegetal en el Arte Español de la Alta Edad Media: su simbolismo, pp.78-79.

[2] Ibidem. (nombrando otros autores)

[3] Ramiro de Pinedo. El simbolismo en la escultura medieval española, pp- 23-24.

[4] Ibidem.



BIBLIOGRAFÍA

-DE PINEDO MONASTERIO, RAMIRO. El simbolismo en la escultura medieval española. Espasa-Calpe. Madrid,1930.

En la web:

-QUIÑONES COSTA, ANA MARÍA. La decoración vegetal en el Arte Español de la Alta Edad Media: su simbolismo. Tesis doctoral. U.C.M. Madrid, 1992.       https://eprints.ucm.es/id/eprint/2389/1/T18298.pdf

sábado, 9 de enero de 2021

EL ALFARJE DEL PATIO DEL AYUNTAMIENTO DE SOS DEL REY CATOLICO


Alfarje. Patio del Ayuntamiento de Sos del Rey Católico

              
Si accedemos al patio del Ayuntamiento de la villa de Sos del Rey Católico y miramos hacia arriba, veremos en el techo un precioso entramado de maderas o alfarje; palabra que deriva del árabe hispánico “alfárš” y este del árabe clásico “farš” (lecho, cama), que puede ser interpretado como “tapiz a modo de lecho”.

Es muy común denominar “artesonado” a este tipo de techumbres; sin embargo, conviene diferenciarlo del alfarje, pues contiene notables diferencias.

 El alfarje es una techumbre plana con maderas, labradas o no, a veces ornamentadas y pintadas, colocadas artísticamente y que puede también estar dispuesto para servir de suelo a una planta superior, como sucede en el Ayuntamiento de la Villa.  

El artesonado es una variante más compleja del alfarje, en el que los espacios del entrevigado se cubren con artesones, que son conjuntos de tablas con forma de artesa invertida. El parecido de este recipiente para amasar el pan con los armazones del entrevigado fue lo que dio nombre a este tipo de forjado (artesón)[1] que, al extenderse repetidamente por toda la superficie a cubrir, derivó, todo el conjunto en sí, en “artesonado”.

Jácenas, jaldetas, cintas y saetinos conforman el alfarje.

       El alfarje es un techo de maderas entrecruzadas, mayoritariamente labradas y pintadas que se utilizó fundamentalmente en la arquitectura mudéjar y musulmana hasta el siglo XV. Esto no quiere decir que el alfarje del Ayuntamiento de Sos sea de origen islámico. Era muy común en Aragón que en la arquitectura del Renacimiento, a partir del siglo XVI, se utilizaran modelos  arquitectónicos típicos, inspirados en la arquitectura mudéjar y musulmana debido a la fuerte influencia artística que estas culturas tuvieron en nuestro territorio. Por eso, dadas las características de esta techumbre del patio del Ayuntamiento de Sos, podríamos decir que, más que un alfarje en sí, es una techumbre de tipo mixto, entre alfarje y artesonado, pues, aunque posee la típica estructura del entramado de madera de los alfarjes con sus espacios entre jácenas y jaldetas, los tramos entre jácenas se dividen y extienden en toda el área del techo con una disposición geométrica idéntica y repetida, originando que los espacios entre ellas parezcan, sin serlos, pequeños casetones de formas rectangulares y cuadradas. O sea, que viene a ser como una estructura intermedia en la evolución de las techumbres aragonesas entre el alfarje utilizado hasta el siglo XV y el clásico artesonado renacentista muy usado a partir del XVI, donde tenemos un maravilloso y espectacular ejemplo de este último en el Salón del Trono del Palacio de la Aljafería de Zaragoza.

Artesonado del Salón del Trono.
Palacio de la Aljafería (Zaragoza)

El alfarje del Ayuntamiento de Sos está compuesto por una serie de vigas maestras o jácenas sobre las que se colocan, en un segundo orden, otras cruzadas perpendicularmente, llamadas jaldetas. En tercer y cuarto orden aparecen las cintas y los saetinos. Las primeras, paralelas a las jácenas, y los segundos, más cortos, perpendiculares a las cintas y paralelos a las jaldetas. Sobre esta estructura descansa el entablado superior, cuyo relleno podría ser, originariamente, desde una mezcla de cal o yeso hasta simple tierra.  Las cintas tienen la función de servir como “tapajuntas” del entablado para solucionar el problema de la contracción de las vigas durante la maduración, y la consiguiente separación entre tablas y desprendimiento de parte del relleno. Estructuralmente, cintas y saetinos mejoran notablemente el empuje bidireccional del forjado, aumentando su estabilidad, a la vez que paliaban el ruido que hacía la madera al transitar sobre ella en el piso superior.

En las obras de restauración del Ayuntamiento de Sos entre 1984 y 1988 bajo la dirección del arquitecto Pons Sorolla, hubo que desmontar y volver a montar la techumbre, así como muros y otros elementos del edificio, quedando la estructura tal y como la vemos hoy, muy similar a los viejos alfarjes islámicos de la Edad Media.

 



[1] Artesón: elemento constructivo cóncavo, poligonal, moldurado y con adornos que, dispuesto en serie constituye el artesonado.



BIBLIOGRAFÍA

 

En la web:

-Wikipedia: Alfarje

-www.glosarioarquitectonico.com. Glosario ilustrado de arte arquitectónico


domingo, 3 de enero de 2021

RECLINATORIOS

 

Reclinatorio en la ermita de Santa María de Barués. (Sos del Rey Católico)

El reclinatorio (del latín reclinatorium) es un pequeño mueble litúrgico de uso privado que se usaba en las iglesias, capillas o casas particulares para reclinarse sobre él y orar. Tienen el aspecto de una silla baja en cuya base se apoyan las rodillas y un pasamanos o atril en la parte superior para apoyar los brazos o mantener abierto el misal.

Aunque hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX su uso era frecuente en las iglesias, actualmente apenas se utilizan; pero todavía podemos ver alguno olvidado o abandonado en algún trastero, en la falsa de alguna casa o en alguna cerrada ermita donde apenas se celebran oficios, o se abren una vez al año, como sucede en la ermita de Santa María de Barués.

El origen del reclinatorio se remonta al siglo XV y era un objeto muy utilizado por la nobleza y la élite de la sociedad en sus propias casas o palacios, donde cumplían con sus deberes religiosos cuando acudía a la casa algún representante de la Iglesia. De esta forma evitaban acudir personalmente a la iglesia y mezclarse con las gentes de clases inferiores.

Reclinatorio. Santa María de Barués
 (Sos del Rey Católico)

         Para la élite de la sociedad de la Edad Media se convirtió en el mueble eclesiástico por excelencia, y por ello los propietarios de reclinatorios no reparaban en gastos a la hora de encargar la fabricación de una de estas piezas. Dependiendo del poder económico de cada uno, los reclinatorios se mandaban realizar de las más diversas formas y tamaños, con maderas nobles o ricos materiales, dotados de los más excelentes materiales textiles e incluso adornados con piedras preciosas.

Los reclinatorios más modestos, para la gente humilde, se fabricaban con madera corriente y  la base realizada por un trenzado de enea sobre el que se solía colocar una pequeña almohada o cojín para apoyar las rodillas y así evitar que se "marcara" en ellas el trenzado vegetal de la base, como estos que podemos ver en la ermita de Santa María de Barués.