Alfonso V comenzó a colaborar activamente
en las tareas de gobierno a las órdenes de su padre el rey Fernando I. Pocos
años más tarde, en 1416, heredó la Corona de Aragón. Era entonces un hombre
joven y recién casado con su prima María de Castilla. Pronto suscitó un cierto
resquemor entre sus súbditos, pues adoptó el título de rey antes de jurar los
fueros; no llegó a celebrar la ceremonia solemne de coronación y, además, se
rodeó de consejeros castellanos.
Alfonso V "el Magnánimo" |
Alfonso V marchó en 1420 fuera de la Península para hacerse cargo de las guerras italianas, regresando en 1423. En este período de tiempo fue su esposa María quien se encargó de toda la actividad política de la Corona, resolviendo los problemas con total efectividad.En 1423 María convocó Cortes en Maella con objeto de solicitar ayuda económica para que el rey regresara de Italia y se ocupara de la amenaza de Juan II de Castilla, sobrino de Fernando I de Antequera y primo de Alfonso V, pues reclamaba para sí la Corona de Aragón.
El valido del rey de Castilla, Álvaro de Luna, había detenido en Tordesillas al hermano de Alfonso V, Enrique, junto con otros nobles de la Corona de Aragón. Alfonso V, de nuevo en la Península, intentó negociar la liberación de su hermano, pero como estas negociaciones no dieron resultado, el rey Alfonso decidió invadir Castilla en 1425. Pero la situación se volcó favorable a los aragoneses cuando ese mismo año muere Carlos III el Noble, pues Blanca, esposa de Juan y futuro Juan II de Aragón, heredó el reino de Navarra, cuyo poder efectivo ejercería su marido. La Corona de Aragón quedó entonces aliada con el reino de Navarra y la presión sobre Castilla fue mayor: se pactó una tregua y se liberó al infante Enrique.
La paz, sin embargo, fue breve,
pues los infantes aragoneses exigieron que el rey de Castilla apartara del poder
a su valido Álvaro de Luna. El monarca castellano se negó y de nuevo Alfonso V
entró en Castilla, sufriendo también Aragón los ataques del ejército castellano, pues logró penetrar hasta las cercanías de Zaragoza, y las Cortes tuvieron que
financiar los costosos gastos de la guerra. En 1429 los reyes de Aragón y
Navarra entraron en Castilla con un ejército de 2.500 hombres a los que se
sumaron 300 enviados por el infante Enrique. Los castellanos contaban con un
ejército no menor de 3000 hombres para hacerles frente, al mando de Álvaro de
Luna. Pero la reina María interpuso su tienda entre los
dos ejércitos, forzando la negociación y la retirada de ambas partes.
Don Juan siempre centró sus
intereses en Castilla, donde protagonizó diversas alianzas y ligas nobiliarias
para enfrentarse al poder real. Es por ello que por lo general se desinteresó
del gobierno de Navarra, el cual ejerció su esposa, acudiendo tan sólo al
pequeño reino para recaudar tributos con los que sufragar sus intrigas y campañas.
Sin embargo, el acuerdo, que reconocía y garantizaba las posesiones personales
de los infantes de Aragón en territorio castellano, no fue ratificado por Juan
II de Castilla, confiscando éste las posesiones que don Juan tenía en Castilla
como noble castellano (entre ellas Medina del Campo, Cuellar y Olmedo), por lo
que la guerra de Castilla contra Aragón y Navarra continuó hasta 1430.De este
modo, los navarros se vieron arrastrados a un conflicto en el que no tenían realmente
nada que defender, por lo que la guerra fue muy impopular. En 1430 se firmaron
treguas entre todos los implicados, lo que supuso una victoria política para
don Alvaro de Luna.
Pero los problemas persistieron
después, incluso tras la definitiva marcha de Alfonso V a Nápoles en 1432, de
donde ya no regresaría jamás.
La larga ausencia del rey Alfonso V en la Península convirtió a María de Castilla en lugarteniente General del Reino, convirtiéndose, junto a su cuñado Juan II, y como ya demostrara anteriormente, en una de las reinas de mayor poder efectivo en la historia de la Corona de Aragón.
Juan, entonces rey de Navarra y lugarteniente de su hermano Alfonso en Aragón, se encargó de dirigir las campañas de una guerra centrada en la reclamación por los infantes aragoneses de la posesión de sus bienes en Castilla. Finalmente, en 1436, se concluyó un acuerdo con el rey de Castilla que llevó a la paz definitiva: la infanta Blanca, hija de Juan, rey de Navarra, recibiría como dote todos los territorios castellanos que su padre reclamaba y se casaría con Enrique, heredero del rey de Castilla.
La larga ausencia del rey Alfonso V en la Península convirtió a María de Castilla en lugarteniente General del Reino, convirtiéndose, junto a su cuñado Juan II, y como ya demostrara anteriormente, en una de las reinas de mayor poder efectivo en la historia de la Corona de Aragón.
Juan, entonces rey de Navarra y lugarteniente de su hermano Alfonso en Aragón, se encargó de dirigir las campañas de una guerra centrada en la reclamación por los infantes aragoneses de la posesión de sus bienes en Castilla. Finalmente, en 1436, se concluyó un acuerdo con el rey de Castilla que llevó a la paz definitiva: la infanta Blanca, hija de Juan, rey de Navarra, recibiría como dote todos los territorios castellanos que su padre reclamaba y se casaría con Enrique, heredero del rey de Castilla.
Mientras tanto, en Sos, en 1430
comenzó una ofensiva para controlar definitivamente El Real, ya que en esa
fecha le compró la villa y sus aldeas, con la jurisdicción sobre las mismas, a
Alfonso V por la importante suma de 2.000 florines de oro[1], pero
las hostilidades continuaron, porque este hecho no hizo sino reiniciar los
enfrentamientos violentos con Sangüesa, que se resistió a la pérdida de los
derechos que le otorgaba el privilegio concedido por Carlos II. De poco sirvió
la actitud pacificadora del obispo de Pamplona, quien el 7 de septiembre de
1431 se personó en ambas localidades para decretar treguas a las autoridades
municipales y a los vecinos mientras se ponía remedio a las discordias[2].Así, el
10 de enero de 1434 se presentó ante el justicia y los jurados sosienses el
comisario Gil Ortiz de Lobera, quien les dio una carta del rey de navarra en la
que se les solicitaba devolver a los de Peña cierto ganado, respondiendo los
magistrados que antes de la incautación se habían robado cabañas a los de Sos,
por lo que únicamente devolverían sus bestias si los navarros también
restituían lo sustraído[3]; dos
días después, Ferrando díaz de Auix, comisario real, y Gil Ortiz, comisario
subdelegado, le ordenaron al sobrejuntero Juan de Sos ,alias de Niño, menor de
días, que entregase siete rocines y yeguas a unos navarros de la val de Roncal,
ya que éstos habían devuelto a los sosienses dieciséis bueyes y vacas.
Estos hechos, que al principio
comenzaron como una serie de robos de ganado y de represalias mutuas, muy
pronto derivaron hacia un conflicto mucho más grave, como refleja una carta
pública fechada el 9 de mayo de 1434, en la cual el vicario de la
iglesia de San Esteban encabezó una delegación de clérigos que se entrevistó
con el justicia, los jurados y los hombres buenos de Sos, indicándoles en un
tono dramático que se debía enviar una embajada a Sicilia para informar a
Alfonso V de la penosa situación que atravesaba la villa "por causa de la guerra publica qui el concello de la villa de Sanguesa
con otros muytos del regno de Navarra han feyta y de cada dia fazer non cessan
a la dita villa de Sos en absencia del senyor rey, nuestro senyor;" y si no se mandaban inmediatamente mensajeros a la isla, "aquesta villa yes perdida e totalmente
destruyta", por lo que manifestaron su disposición a contribuir en cualquier
gasto que originase la comisión[4], demostrando de este modo la gravedad de los sucesos y la profunda preocupación de la villa.
Los incidentes violentos
continuaron. En otra carta de 1439 enviada a la reina de Aragón, doña María, el concejo de la villa de Sos otorga credenciales al notario Miguel de Sada como procurador de la villa comunicando la situación
crítica de la población ante los contínuos ataques de Sangüesa y de otros enclaves navarros, solicitando su ayuda[5].En la
misiva los magistrados se quejaron de la nula atención que habían obtenido por
parte de las autoridades aragonesas, sobre todo de don Juan, quien al ser rey
de navarra y lugarteniente general en Aragón podría haber contribuido mucho más
a la resolución del conflicto, recordándole asimismo a doña María cómo la reina
de navarra había apoyado a los de Sangüesa. En la carta se pretendió convertir
el problema en una cuestión de interés general del reino, presentándose los de
Sos como defensores de la integridad territorial de los dominios del rey de
Aragón, puesto que se señaló que la villa sufría estos ataques por causa de los terminos del Real e por
defender las regalias e dreytos del senyor rey[6]
Estos lamentos obtuvieron finalmente
su fruto cuando Alfonso V le otorgó a Sos en mayo de 1447 un privilegio de venta
y unión de El Real, con sus términos y aldeas, incorporando el enclave a la
Corona, al mismo tiempo que estipuló la obligación de edificar una fortaleza en
El Real[7] Con esta
medida el Magnánimo reafirmó los derechos de la villa sobre El Real, obtenidos primero
en las Cortes de Monzón de 1363 y después en la compra formalizada en 1430 por
la notable suma de 2000 florines de oro. A este respecto conviene señalar que
casi cincuenta años después, cuando la diputación de Aragón se dirigió en 1511
a Fernando el Católico para abordar de nuevo el conflicto, se recordó al rey la
mojonación decretada por Alfonso V, al considerarse ésta como muy favorable a
los intereses del país[8], por lo
que todo parece indicar que la política monárquica bajo el reinado del Magnánimo
fue muy propicia para los intereses sosienses, tanto por los deslindes
efectuados como por las disposiciones continuas que ratificaron la posesión de
El Real por Sos.
Alfonso V concedió el 28 de
octubre 1440 un privilegio a la villa de Sos como pago a su ayuda prestada en
el sitio de Nápoles, aunque más bien podría considerarse como una maniobra política. En esta fecha
era alcalde del castillo de Sos don Miguel de Ruesta, y Alfonso V ordenó que
cesase de ocupar el alcaidado del castillo, decretando que desde entonces fuese
la villa quien se ocupase de la guarda del castillo y de la percepción económica
de sus derechos, con lo que la confianza de la monarquía en Sos y sus
habitantes se demostraba absoluta de nuevo, al confiarle a la villa una
fortaleza de singular relevancia en el sistema defensivo general del reino. “...que no haya Alcaydes, ni otros Oficiales
en el Castillo de Sos, que cese en este empleo Miguel de Ruesta, que lo tenia,
que se entregue a la Villa, su Procurador o Sindico, para que lo guarde como
castellano, con el derecho de los Hornos, Castellage y otros cualesquiera que
se acostumbrasen percibir…” y casa, y anula las obligaciones de juramento y
homenaje y manda que se entreguen al Tesorero General 300 florines de Aragón
con que le servía la Villa. Este es el Privilegio más honorífico, porque es el
de más confianza y es testimonio de no poder faltar la fidelidad de los
naturales de esta Villa”[9]. Además, este documento suponía para la Villa
un mayor sosiego y tranquilidad al ser expulsados de la fortaleza miembros de
la nobleza que, debido al dominio que ejercían sobre el resto, fueron los que cometían los abusos y alteraciones de orden público al participar en luchas de
bandos.
La Villa financió la adquisición de este privilegio vendiendo, en el año 1441, un censal de 500 sueldos de pensión por 7.500 sueldos. En 1444 el concejo de Sos vendió otro censal de 250 sueldos de pensión por 3.500 sueldos para indemnizar a los descendientes de Miguel de Ruesta, el último alcalde del castillo[10], y es que Ruesta gozaba del alcaidado vitaliciamente por privilegio real, teniendo además la potestad de nombrar a su sucesor en el oficio, designando como beneficiario a mosén Felipe de Urriés menor de días, caballero e hijo del señor de la honor de Ayerbe, mosén Felipe de Urriés. En una cláusula del testamento del alcaide del año 1440[11] se mencionó que el hijo del señor de Ayerbe le debía 350 florines de oro, lo que refleja la íntima relación existente entre el infanzón y los Urriés, y los beneficios económicos que la misma le proporcionaba a Ruesta. En 1441 revocó la sucesión al alcaidado[12], y el 24 de enero de 1442 repitió en otro documento notarial la anulación de la cláusula en la que disponía como heredero suyo en el alcaidado del castillo de Sos a Felipe de Urriés menor de días, nombrando por el contrario como su sucesor en dicho oficio a su hijo Miguel de Ruesta[13].
Muy posiblemente los Urriés pretendieron incrementar su proyección en la zona con la obtención de este alcaidado, importante por la influencia que se podía alcanzar en la villa al constituir un poder dentro de las murallas de la localidad. Conscientes del peligro que significaba para la autonomía concejil la presencia como alcaide de un miembro de una de las familias nobles más poderosas del país, los vecinos de Sos obtuvieron del rey en 1440 el privilegio antes mencionado por el que Miguel de Ruesta cesó en su cargo y por el que entonces pasó a estar controlado por el municipio. Y es que, aunque el nombramiento de alcaides en las villas de realengo era potestad del monarca, las relaciones que podían establecer los tenentes de las fortalezas con los grandes linajes fue una vía para que en estas poblaciones privilegiadas se hiciera sentir profundamente la influencia de los señores feudales más poderosos.
La Villa financió la adquisición de este privilegio vendiendo, en el año 1441, un censal de 500 sueldos de pensión por 7.500 sueldos. En 1444 el concejo de Sos vendió otro censal de 250 sueldos de pensión por 3.500 sueldos para indemnizar a los descendientes de Miguel de Ruesta, el último alcalde del castillo[10], y es que Ruesta gozaba del alcaidado vitaliciamente por privilegio real, teniendo además la potestad de nombrar a su sucesor en el oficio, designando como beneficiario a mosén Felipe de Urriés menor de días, caballero e hijo del señor de la honor de Ayerbe, mosén Felipe de Urriés. En una cláusula del testamento del alcaide del año 1440[11] se mencionó que el hijo del señor de Ayerbe le debía 350 florines de oro, lo que refleja la íntima relación existente entre el infanzón y los Urriés, y los beneficios económicos que la misma le proporcionaba a Ruesta. En 1441 revocó la sucesión al alcaidado[12], y el 24 de enero de 1442 repitió en otro documento notarial la anulación de la cláusula en la que disponía como heredero suyo en el alcaidado del castillo de Sos a Felipe de Urriés menor de días, nombrando por el contrario como su sucesor en dicho oficio a su hijo Miguel de Ruesta[13].
Muy posiblemente los Urriés pretendieron incrementar su proyección en la zona con la obtención de este alcaidado, importante por la influencia que se podía alcanzar en la villa al constituir un poder dentro de las murallas de la localidad. Conscientes del peligro que significaba para la autonomía concejil la presencia como alcaide de un miembro de una de las familias nobles más poderosas del país, los vecinos de Sos obtuvieron del rey en 1440 el privilegio antes mencionado por el que Miguel de Ruesta cesó en su cargo y por el que entonces pasó a estar controlado por el municipio. Y es que, aunque el nombramiento de alcaides en las villas de realengo era potestad del monarca, las relaciones que podían establecer los tenentes de las fortalezas con los grandes linajes fue una vía para que en estas poblaciones privilegiadas se hiciera sentir profundamente la influencia de los señores feudales más poderosos.
La Corona de Aragón en 1450 |
Alfonso V murió el 27 de junio de 1458. No tuvo hijos con María
de Castilla, por lo que su hermano Juan II heredó la Corona de
Aragón, Sicilia y Cerdeña; mientras que un hijo bastardo que Alfonso tuvo con su amante
Giraldona de Carlino, Fernando, heredó el reino de Nápoles.(Continuación)
[1] A.G.N. Leire, Leg. 17, nº 347,
ff.120v-124r.
[2]
Juanto Jiménez, C. “Cuestiones fronterizas de Sos del Rey Católico con
Sangüesa: pleito del Real (siglos XIV-XVI)”, XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Actas, Tomo II, Relaciones de la Corona de Aragón con los
estados cristianos peninsulares (siglos XIII-XV), Zaragoza, 1997, p. 353
[3]
A.H.P.S. Miguel Martínez de Sada, p. 362, ff. 3v-4.
[4]
A.H.P.S. Miguel Martinez de Sada, p. 362, ff. 61-61v.
[5]
A.H.P.S. Miguel Martínez de Sada, p. 367, f. 20v.
[6]
Abellá Samitier, J. Selección de
documentos de la villa aragonesa de Sos (1202-1533), Zaragoza, I.F.C.,
2009, doc. 27, p. 62.
[7]
Sinués Ruiz, A., Ubieto Arteta, A., El
patrimonio real en Aragón durante la Edad Media, p. 251. Anubar. Zaragoza, 1986.
[8]
Sesma Muñoz, J.A. La diputación del reino de Aragón en la época de Fernando II, pp. 500-501. I.F.C. Zaragoza,1977..
[9]
Ambrosio Guillén de Jaso. Noticias
históricas de Sos, p. 178.
[10]
Juan Abella Samitier. La villa aragonesa
de Sos en la baja Edad Media: economía, sociedad y manifestaciones de poder.
Tesis Doctoral. Zaragoza, 2007, pp. 844-845.
[11]
A.H.P.Z., Domingo de Hecho, 1440, ff. 27-28v.
[12]
A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada, p. 370, f. 49v.
[13]
A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada, p. 373, ff. 46-47v.
En la web:
BIBLIOGRAFIA
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. La villa aragonesa de
Sos en la baja Edad Media: economía, sociedad y manifestaciones de poder. Tesis
Doctoral inédita. Zaragoza, 2007.
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Selección de documentos
de la villa aragonesa de Sos (1202-1533) I.F.C. (C.S.I.C.) Excma.
Diputación de Zaragoza.Zaragoza, 2009.
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Sos En la Baja Edad Media. Una
villa aragonesa de frontera. I.F.C. (C.S.I.C.) Excma. Diputación de Zaragoza. Zaragoza,
2012.
-GIMÉNEZ SOLER. ANDRÉS. Retrato histórico de don Alfonso V de Aragón.
Revista Aragonesa, vol. 1. Ed. Emilio Casañal. Zaragoza, 1907.
-GUILLÉN DE JASSO, AMBROSIO. Noticias históricas de Sos. Cuadernos de Historia
Jerónimo Zurita, 3, pp. 162-182. Zaragoza, 1952
-JUANTO JIMÉNEZ, CONSUELO. "Cuestiones fronterizas de
Sos del Rey Católico con Sangüesa: "Pleito del Real" (siglos
XIV-XV)". XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón, 2.
Relaciones de la Corona de Aragón con los estados cristianos peninsulares
(siglos XII-XV). Zaragoza, 1997, pp. 351-361.
-SESMA MUÑOZ, J.A. La diputación del reino
de Aragón en la época de Fernando II. I.F.C. Zaragoza, 1977.
-SINUÉS RUIZ, A, UBIETO ARTETA,
A. El
patrimonio real en Aragón durante la Edad Media. Anubar. Zaragoza,
1986.
-Nueva enciclopedia Larousse. T. 1.Voz: Alfonso
V de Aragón. Ed. Planeta. Barcelona, 1984.
-Reyes y reinas de Aragón. Coleccionable Heraldo de Aragón
-www. enciclopedia-aragonesa.com.
Alfonso V “el Magnánimo”
-www.sosdelreycatolico.com
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