Los
agotes, en la Edad Media, fueron un grupo minoritario de personas que fueron
discriminados por el resto de la población, aislados como si fueran unos
“apestosos” y a los que injustamente se les impusieron unas condiciones de
sociabilidad que reflejan fielmente la contínua exclusión social a la que
fueron sometidos. Aunque estuvieron localizados en la zona vasco-navarra,
principalmente en Navarra, también se extendieron geográficamente por el Alto
Aragón, habiendo constancia de al menos 17 agotes en Sos[1] en el período comprendido entre 1450 y 1515, cuyos nombres son los siguientes:
-Catalina
-Esteban
-Gracia
-Juan
de Arcos
-María
de Arcos
-Domingo
Agot
-María
la Roteta
-Mateu
Olit
-Miguel
Roncal
-María
de San Lázaro
-Miguel
de San Lázaro
-Pedro
de San Lázaro
-Gracia
Sanz
-Miguel
Sanz
-Pascuala
Sanz
-Carlos
de Esteban
-Martina
de Sos
Pareja de jóvenes agotes |
Pero ¿Quiénes eran los agotes? ¿De dónde venían? El
origen de los agotes es muy incierto y muchas las teorías sobre su procedencia.
La etimología agote, según algunos estudiosos, derivaría de gótico o godo, a través del occitano o
catalán ca got, “perro godo”,
desertores de algún ejército y refugiados en los valles vasconavarros, donde
serían mal recibidos por la población autóctona y se iniciaría así un prejuicio
alimentado por la leyenda.
Otros
estudiosos han relacionado el origen de los agotes con grupos de cátaros huídos
de Occitania y rechazados por su condición herética. Otros creen que su
discriminación procedía del rechazo a los descendientes de invasores musulmanes
asentados en España. Historiadores más recientes formulan la hipótesis que los
vincularía a gremios medievales de artesanos y trabajadores de la piedra caídos
en desgracia en la época de apogeo de estos oficios durante la construcción del
camino de Santiago, lo que explicaría la localización geográfica de este grupo
y las fuertes restricciones comerciales que sufrían.
Otros
autores afirman que serían descendientes de criminales llegados de Francia y
que, para escapar de la justicia, se ocultaron en hospitales aislados antes de
cruzar la frontera. En estos hospitales trataban a leprosos y tuberculosos, por
lo que de aquí nació la acusación contra ellos de que transmitían la lepra, una
de las acusaciones más habituales contra este grupo; otra acepción similar era
la mitificación de ser descendientes de un personaje bíblico castigado por Dios
con la enfermedad de la lepra, y su marginación se justificaba por ser
hereditaria no la enfermedad física en sí, sino la perversidad moral que la
produjo, o por ser descendientes de falsos leprosos que pretendían vivir de la
caridad haciéndose pasar por enfermos, castigando así su hipocresía.
Respecto
a la relación de este discriminado grupo con la lepra cabe resaltar que en una
cesión de varios inmuebles en enfiteusis del capítulo eclesiástico de San Esteban de Sos a Gil Pérez en 1477, entre las diversas cláusulas del contrato se incluyó una
por la cual el beneficiario podía vender las heredades a persona vezina de la dita villa con que no sia moro, jodio, leproso
ni infanzón[2];
la mención de los leprosos junto a las minorías religiosas y a los nobles, que
tradicionalmente eran los sectores a los que se prohibía transmitir bienes para
evitar que éstos dejasen de cotizar, permite suponer, según Abellá, que la percepción de la
época era que los agotes eran leprosos o un grupo muy cercano a los mismos.
Pero la acepción de leprosos habría que interpretarla en el contexto de ser heterodoxo, es decir,que no eran católicos ortodoxos, siendo la Iglesia quien en un principio discriminó a este grupo llamándolos "leprosos espirituales", según cuenta Toti Martínez de Lezea en su novela El verdugo de Dios. Un inquisidor en el camino de Santiago( Barcelona, Círculo de Lectores, 2005). Esta misma razón sostiene Xabier Sanchotena, cocinero,escultor, galerista,antropólogo y responsable de un pequeño museo que pretende divulgar la historia de los agotes, quien sostiene que a los agotes se les llamaba "lardes" (leproso espiritual), por ser panteístas, paganos, por lo que poseían costumbres que se enfrentaban y chocaban con la tradicional Iglesia romana. Xabier Sanchotena es agote.
Pero la acepción de leprosos habría que interpretarla en el contexto de ser heterodoxo, es decir,que no eran católicos ortodoxos, siendo la Iglesia quien en un principio discriminó a este grupo llamándolos "leprosos espirituales", según cuenta Toti Martínez de Lezea en su novela El verdugo de Dios. Un inquisidor en el camino de Santiago( Barcelona, Círculo de Lectores, 2005). Esta misma razón sostiene Xabier Sanchotena, cocinero,escultor, galerista,antropólogo y responsable de un pequeño museo que pretende divulgar la historia de los agotes, quien sostiene que a los agotes se les llamaba "lardes" (leproso espiritual), por ser panteístas, paganos, por lo que poseían costumbres que se enfrentaban y chocaban con la tradicional Iglesia romana. Xabier Sanchotena es agote.
Agote anciano |
La
leyenda les atribuía rasgos físicos distintivos, como no tener lóbulo en la
oreja, o tenerlo pegado a la cara, idea que persistió hasta bien entrado el
siglo XIX. Pío Baroja en Las horas
solitarias dice de ellos que tienen “cara
ancha y juanetuda, esqueleto fuerte y pómulos salientes; distancia bizigomática grande, ojos azules o verdes, claros, algo oblicuos, cráneo
braquicéfalo, tez blanca pálida y pelo castaño o rubio; no se parece en nada
al vasco clásico, es un tipo de la Europa del centrocentro y del Norte... Hay viejas de Bozate
que parecen retratos de Alberto Durero, de aire completamente germánico... también hay otros de cara
más alargada y tez más obscura que recuerdan al gitano”. También decían de ellos que
tenían mal aliento, que eran portadores del pecado original e incluso se dice
que tenían rabo.
Sea
cual fuere su origen o procedencia y sus características físicas, resultó ser
un grupo de personas que originó un total repudio y rechazo mayoritario por
parte de la sociedad y de los vecinos de Sos en todos los ámbitos. Los agotes
eran cristianos, pero se les prohibía entrar en la iglesia por la entrada
principal, relegándolos en el interior del templo a situarse en los peores
puestos, apartados del resto de la gente, con una pila bautismal aparte y
siendo los últimos en realizar las oblaciones; sus casas se ubicaron extramuros
de la muralla, así como su lugar de enterramiento; eran obligados a señalar su
presencia con algún distintivo, como portar en un sitio bien visible en la espalda
una señal en forma de pie de gato de color rojo o una pata de oca y teniendo que
hacer sonar una campanilla avisando de su presencia; no les permitían labrar tierras
comunes ni utilizar el molino; tenían que beber en fuentes distintas, ser los últimos en cocer el pan; no tocar los
alimentos que no fueran para su propio consumo, no podían criar ganado, ni
acudir a bailes y fiestas; no podían ser sacerdotes y no gozaban de derechos
vecinales, por lo que estaban libres de toda pecha.
Familia de agotes |
Debido
a la prohibición de no relacionarse con el resto de la gente y a la
discriminación a la que estaban sometidos, su aislamiento llegó a ser total,
siendo un grupo totalmente endogámico, por lo que su estereotipo se fue
acentuando. De hecho, no se ha encontrado documentación alguna sobre
matrimonios mixtos con personas de la villa de Sos, teniendo que recurrir a
agotes de otras localidades cercanas para contraer matrimonio, lo que
manifiesta que la segregación fue bastante notable. En el período de tiempo expuesto
anteriormente (1450-1515) sólo hubo dos o tres parejas en cada generación, por lo que su presencia
en la villa fue prácticamente testimonial.
Pero realmente las causas de todas estas
exclusiones habría que buscarlas en el prejuicio e ignorancia del pueblo en la
Edad Media, que fue difundiendo multitud de supersticiones respecto a los
agotes y que poco a poco fueron definiendo un estereotipo de este grupo,
justificando de este modo su exclusión. Lamentablemente estos prejuicios y
supersticiones han perdurado hasta el pasado siglo.
Respecto
a su denominación, además de agotes y leprosos, los han llamado mesiellos, mesillos, chistones, cristianos
de San Lázaro, gafos, crestias, lazdres, mesegueros, gezitas, paterinos,
colliberts, gahets, etc..., calificativos todos ellos relativos a la lepra e igual de despectivos e
insultantes, como así se refleja en un recurso presentado ante el notario de
Sos por García Parral en el que denuncia que Pedro de Rúa mayor de días le
había insultado llamándole mesiello y
chistón[3].
Juan Abellá, en su libro Sos en la Edad Media, realiza un estudio de los agotes de Sos a través de los documentos conservados en
la Villa, en los que la palabra agote aparece a finales del siglo XV, calificando
como tal en 1499 a Miguel Sanz y a Juan de Arcos[4], lo que no quiere
decir que anteriormente no hubiera agotes en la villa, sino que en la
documentación se utilizaron otros apelativos como Cristianos de San Lázaro, tal y como lo demuestra la venta de dos viñas
en 1454 que un tal Pedro el Cristiano junto con su esposa realizaron a Eximeno
de Olleta por 86 sueldos[5]; y el mismo Pedro
arrendó en 1456 los frutos de pan de la ración que percibía de la iglesia de
San Esteban como heredero de la casa de San Lázaro[6]. Los sobrenombres de
Cristianos y de San Lázaro se aplicaron frecuentemente a los agotes en Navarra
en los siglos XIV y XV.[7]
La
discriminación social hacia los agotes se notó igualmente en la denominación
que utilizaban los poderes públicos hacia ellos tratándolos como moradores, condición que ocupa el último
lugar en la escala social por debajo de la de vecino y la de habitante,
por lo que no tuvieron nunca derechos políticos y jamás ocuparon cargos públicos
ni acudieron a las asambleas concejiles. Esta discriminación de los poderes
públicos se evidenció también cuando en 1511 el Justicia y los jurados de Sos
donaron un patio al agote Miguel de Roncal, justificando su actuación señalando
que la voluntat del concexo fue de
haumentar de moradores[8]. A diferencia del
procedimiento habitual en estos casos, consistente en conceder una carta de
vecindad al nuevo poblador por la que adquiría plenos derechos, entre los que
se encontraban la participación en
las reuniones del concejo y el disfrute de los privilegios concedidos a la
villa, a los agotes solamente se les cedieron solares sobre los que el
municipio se reservaba en última instancia la propiedad, como demuestra la
inclusión de cláusulas como “...que si sera
visto a los officiales qui seran el dicho portal satisffaze para beneficio de
la villa que sia a disposicion d´ellos en todo tiempo”[9]
Como
anteriormente hemos indicado, la discriminación también se plasmó en su
separación física, pues las casas de los agotes se ubicaban generalmente fuera
del casco urbano, apartados del resto. Sabemos que la casa de San Lázaro en Sos estaba muy próxima a la actual ermita de Santa Lucía, pues en el testamento del mercader Juan
Ezquerra del año 1503 se menciona que un corral suyo limitaba con la casa de San Lázaro y con la
iglesia de San Miguel[10],hoy ermita de Santa
Lucía, ubicada fuera de las murallas. Otras donaciones de solares por parte de
los magistrados a otros agotes también nos conducen extramuros de la villa,
como la realizada el 30 de marzo de 1511, en la que el Justicia y los jurados
de Sos cedieron un patio a Miguel de Roncal para que se construyese una casa en el portal clamado de Solequas extra muros[11]; ese mismo día le dieron un patio de las mismas dimensiones para que
se construyera una casa la viuda de Guillem Agot, Martina de Sos, junto a la
iglesia de San Bartolomé, también ubicada fuera de las murallas[12]. La única excepción la
constituyeron Mateu de Olit y su esposa, que gracias a una compra de 144
sueldos consiguieron hacerse con unas casas en el Mercado[13].
La
marginación no sólo se manifestó en la ubicación de las viviendas de los agotes
vivos, sino que también se trasladó a su última morada, siendo enterrados
igualmente extramuros de la villa. Mientras los cristianos de Sos pedían en sus
testamentos ser enterrados en el cementerio de la iglesia de San Esteban, en el
testamento del año 1513 de la agota Pascuala Sanz se menciona la voluntad de
ser enterrada en el cementerio de San Miguel[14](ermita de Santa Lucía).
La proximidad de la casa de San Lázaro a esta ermita posiblemente favoreció que
los agotes sintiesen una especial predilección por este templo; a todo ello
debe añadirse que la hostilidad de la mayor parte de la población contra los
agotes pudo propiciar al mismo tiempo esta segregación postrera; si en vida
tuvieron que residir fuera del recinto de la villa, en la muerte su lugar de
descanso también acreditó su marginación[15].
Agote. (foto: euskonews.eus) |
Respecto a su procedencia geográfica se conocen en algunos casos; así, en el año 1502, el citado Mateu de Olit, calificado como habitante en Sádaba, tras su compra de las casas del Mercado, se instaló en Sos; en 1489 María de San Lázaro se trasladó desde Lumbier para casarse con Miguel de San Lázaro[16]; en 1511 los magistrados municipales donaron un patio al agote Miguel de Roncal para que levantase una vivienda[17]. Puede apreciarse que gran parte de los agotes residentes en Sos procedían del reino de Navarra y de las zonas pirenaicas (Lumbier, Roncal, Olite...), puesto que es de suponer que Mateu de Olit, aunque procedía de Sádaba, era casi con toda seguridad una etapa más del itinerario que siguió desde Olite hasta su definitivo asentamiento en Sos.[18]
Como
la discriminación que padecieron los agotes les prohibía tener contacto con
productos alimenticios por el peligro que suponía ser contagiados porque “..cualquiere cossa que tocan la gastan e
inficionan...”[19],
eran muy restringidas las profesiones a las que podían dedicarse, por eso se especializaron en los oficios artesanos relacionados
con la madera y la construcción, pues en estos oficios los materiales que se usaban no eran transmisores de la lepra. Así, se sabe que Domingo
Agot fue fustero; Esteban de Acos, fustero y cubero; Juan de Acos, cubero, y
Mateu de Olit, cestero. Los vecinos de Sos recurrieron a sus servicios con
cierta frecuencia, como se aprecia en algunas actuaciones de Juan de Acos, a
quien los diputados del regadío de Cardeña pagaron 100 sueldos en 1503 por un
arcal que había hecho, comprometiéndose a mantenerlo en buen estado durante
diez años para que se pudiesen regar las heredades[20]; también en 1505
aseguró ante notario a Gil de Monterde que le fabricaría una ornal de cien
cargas en un plazo de cinco años sin cobrarle salario alguno, tan sólo el coste
de la obra[21]; en 1506 recibió 100
sueldos de Domingo Manch para que junto a su hijo Esteban Acos le hiciese un
ornal de 60 cargas de uvas para Pascua de Resurrección[22].Otros agotes, en Navarra, también fueron músicos, pues muchos de ellos destacaron por su gran oído musical.
Como
estas actividades no eran suficientes para sobrevivir, la iglesia de San Esteban,
en un acto de caridad hacia estos marginados sociales, cedió algunos de sus
terrenos a los agotes para que obtuvieran de la tierra lo necesario para
subsistir, como así se desprende por el pleito que sostuvieron sobre unas
tierras en 1499 los agotes Miguel Sanz y Juan de Acos, teniendo que recurrir a
Juan Carlos mayor de días y a Alfonso de Artieda para que pronunciasen una
sentencia arbitral sobre la partición de los bienes[23], ya que en el
testamento de Domingo de Sos en 1493 por el que dejó a su hijo Pedro una era en
los Molinos de Viento que había comprado a los de la casa de San Lázaro
figuraba la licencia del vicario general de Pamplona[24]; el hecho de que fuese
preciso el consentimiento de una de las más altas dignidades del obispado
iruñés para su venta muestra la vinculación de los bienes de la casa de San
Lázaro con la Iglesia.[25]
También,
como ayuda al mantenimiento de los agotes de Sos,entre las diversas raciones que se conformaron en la iglesia de San Esteban, se reservó una ración para los agotes que habitaban en la casa de San Lázaro.Así, en la venta que efectuaron Pedro
García y su mujer de la parte de una era en los Molinos de Viento en 1443, se
señaló entre las confrontaciones una pieza de la ración de San Lázaro[26]. En 1453 un tal Pedro
arrendó una ración de la iglesia de San Esteban que pertenecía a la casa de San
Lázaro durante un trienio a Sancho de Agüero, quien se comprometió a pagar el
robo de trigo a 2 sueldos, el robo de ordio, centeno, comeña y avena a 12
dineros y cada cordero a 22 dineros[27]. En 1456 de nuevo
Pedro, calificado en esta ocasión como el
Cristiano, procedió a una arrendación durante un año de los frutos del pan
de una razion que yo como heredero de la
dita cassa (de San Lázaro) he en la
iglessia de Sant Stevan[28].
A
pesar de todas estas ayudas la situación económica de los agotes era muy precaria,
como demuestra la documentación existente, en la que no se ha encontrado ni
conservado ni una sola adquisición de tierras por parte de este grupo marginal,
mientras que en los primeros 15 años del siglo XVI varios agotes vendieron
parcelas muchas veces a precios bajos, lo que evidencia que fue la necesidad la
que les llevó a desprenderse de sus escasas propiedades[29].
En
1513 los agotes de varias diócesis de Navarra, Aragón y del sur de Francia se
dirigieron al Papa León X para pedirle que fueran admitidos junto al resto de fieles en todas las iglesias, puesto que eran cristianos. Entre ellos se encontraron
por parte de Sos Mateo de Olit, Carlos y Esteban[30]. En 1515 obtuvieron del
Sumo Pontífice una bula que los relevaba de las restricciones infamantes que se
les venía imponiendo en las prácticas del culto, aunque casi no obtuvo efectos
prácticos y hubo que esperar a la promulgación en 1819 de leyes que atajaran la
marginación. Ese año las Cortes de Navarra abrogaron las leyes discriminatorias
medievales y luego se intentó la deportación de los agotes desde sus lugares de
residencia a una población cercana a Madrid llamada Nuevo Baztán, fundada en
1715 por Juan de Goyeneche, si bien la mayoría de los agotes permaneció en sus
tierras ancestrales o regresaron a ellas. La discriminación contra los agotes
se fue diluyendo con el tiempo.
El último lugar donde se mantuvieron
reminiscencias del prejuicio hasta bien entrado el siglo XX fue la localidad
navarra de Arizcun, en la que existe un barrio llamado Bozate(al que se refiere
la cita de Pío Baroja), que originariamente era el gueto reservado a los
agotes. Un dicho popular en Bozate era: “Al agote, garrotazo en el cogote”, y
aunque hoy en día ya están integrados, a los vecinos de Arizkun no les agrada
en absoluto referirse a los agotes, un grupo de personas de las que a pesar de todo lo que se ha dicho sobre ellos no hay nada cierto, nada fiable, nada seguro,y que todavía hoy no hay nadie que haya encontrado el motivo de la existencia de los agotes en zonas de Navarra durante los siglos XIII, XIV, XV y XVI (J. García Atienza)
Barrio de Bozate. Arizkun (Baztan, Navarra), último reducto de los agotes. (foto: pueblosdenavarra.wordpress.com) |
¡Agote! Mucho más que un insulto
En
la Edad Moderna injuriar a una persona
llamándole “agote” era considerado como un grave insulto, más que si fuera
tratado como judío o moro,”... porque
aunque a havido y hay judios en esta villa (Sos) y en su tiempo a habido, no los ha bisto tratar tan mal ni con la
aspereza y desestimacion que a dichos agotes y gistones...”[31]. Además la injuria, en aquella época era considerada como un grave atentado
contra el honor, el cual sustentaba la fama y posición social del individuo y
de toda su familia, llegando a tener una trascendencia social y económica más
importante que la propia vida; prueba de ello es una denuncia por injurias
presentada el 1 de octubre de 1622 por Juan de Ulleta contra mosen Miguel de
Agüero, presbítero racionero de la iglesia parroquial de Sos, porque éste había
pronunciado públicamente que Juan de Ulleta era agote, descendiente de tales, y
que tenía un cuarto de esta estirpe por parte de una bisabuela suya y de un
abuelo, apellidado Sánchez. La denuncia cayó en manos del Santo Oficio, donde
cita los hechos acaecidos en Sos, sita en el presente reino de Aragón, villa
real, “ y una de las más principales de
aquel y de las Cinco Villas francas y que en él y con sus vecinos han goçado y
goçan de franqueça e hidalguïa...”[32]
En tan fabuloso entorno residía don Juan de
Ulleta, familiar del Santo Oficio y vecino de Sos, ocupando uno de esos casales
antiguos y solariegos, de renombre, prestigiados por ser propiedad de
infanzones, caballeros e hidalgos. Destacaba en la célebre villa el apellido de
Ulleta, por ser los miembros de esa familia “...solariegos
y notorios y de casa y solar conocidos y antiguos...y limpios de toda raça y
mácula de judíos, moros, agotes y gistones y penitenciados por el presente
Santo Officio ni otros...”[33]
Además,
Juan de Ulleta había sido justicia en Sos en 1622, era lugarteniente de
justicia y padre de huérfanos en 1623, y, además de disfrutar de otras
prebendas, era propietario”...de notorio
casal de infanzones del presente reyno...”[34]
El
presbítero desencadenó todo un proceso que llevó a examinar a quince testigos
en Sos y en Sigüés, que se prolongó hasta el 13 de julio de 1623, provocando un
gasto de 167 sueldos y 4 dineros.
Ulleta
presentó su apellido criminal ante el Inquisidor don Fernando de Valdés y Llano
por medio de su procurador don Antonio Fernández. Recordemos que Juan de Ulleta
era familiar del Santo Oficio y se proclamaba de limpia sangre, insistiendo en
que las palabras de Agüero contra él y toda su familia eran falsas e injuriosas;
igualmente señalaba en que era demostrable la hidalguía de los Suárez, su
limpieza y honradez, además de afirmar que el presbítero se preciaba de hablar
mal de los ministros del Santo Oficio, para ofenderlos, agraviarlos y
perjudicarlos, procurando que se extendiera su descrédito.
Con
estos detalles, la acusación preparó una información que fue presentada con
plica de testigos, cerrada y sellada, el 13 de julio de 1623. El encargado de
llevar a cabo la investigación y recepción de testigos fue el comisario mosen
Jerónimo Martínez de Luna, quien ejercía su cargo en la villa de Uncastillo,
asistido por Adrián Calderón, notario real, habitante de la villa de Sos. Tras
la recepción de esta documentación se pidió la prisión de mosen Miguel de
Agüero.
Debido a la investigación llevada a cabo y al interrogatorio de testigos, se llegó a saber que Juan de
Ulleta había insultado previamente al hermano de Agüero llamándole “desbengonçado”,
lo que originó el afán de venganza de mosen Miguel de Agüero contra los Ulleta,
pues le habían oído exclamar en varias ocasiones refiriéndose a Juan de Ulleta
: “... descubriré yo muy bien su
linaxe...” Agüero afirmó que Juan de Ulleta era gistón o agote por parte de
su abuelo Sánchez, casado en Sos, pero procedente de Sigüés. Naturalmente los
vecinos de Sigüés se apresuraron a señalar que su localidad era muy honrada y
que se había probado tanto la limpieza como la hidalguía de los Sánchez. Un
testigo de Sigüés señaló además que un abuelo suyo que había muerto a los 90
años de edad le había dicho que jamás habían residido en Sigüés ni judíos, ni
agotes, ni gistones, ni otra gente de “mala
raza”. Los interrogatorios y las averigüaciones continuaron también en
Salvatierra de Escá, pero el tribunal del Santo Oficio de Zaragoza, con la
firma de los inquisidores don Miguel Santos de San Pedro, el licenciado don
Fernando Valdés y Llano y don Juan de Briçuela, finalmente consideró que no
estaba el caso en estado de provisión, dejando el proceso inconcluso, por no
haber sido capaces los denunciantes de probar la injuria señalada.
A
tenor de lo que se decía del linaje de los agotes, “...cuya gente ha sido y es tan triste, asquerosa (sic) y de tan
ruin, desdichada e infame descendencia...”, no es de extrañar que Juan de
Ulleta se rebelase al sentirse humillado y ser manchado su honor y linaje al
ser tratado como un miembro más del grupo de esta pobre gente[35].
[1] Abellá Samitier, J. Sos en la Baja Edad Media. Una villa aragonesa de frontera. p. 276.
[2] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 420, ff. 39-39v.
[3] A.H.P.S., Martín de Ampiedes, p. 390, f. 26.
[4] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 456, f. 25.
[5] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 402, f. 5v.
[6] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 404, f. 26.
[7] F. Idoate. Documentos
sobre agotes y grupos afines en Navarra. Excelentísima Diputación Foral de
Navarra. Pamplona, 1973, pp. 10-22, en Abellá Samitier, J. Sos en la Baja Edad Media. Una villa aragonesa de frontera, p. 275.
[8] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 466, f. 30v.
[9] Ibidem
[10] A.H.P.S., Juan de Murillo, p. 495, ff. 136-140.
[11] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 466, f. 30v.
[12] Ibidem.
[13] A.H.P.S., Juan de Murillo, p. 495, ff. 65-67.
[14] A.H.P.S., Pedro Carlos, p. 497, f. 12v.
[15] Abellá Samitier, J. Sos en la Baja Edad Media. Una villa aragonesa de frontera,
pp.279-280.
[16] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 430, f. 27v.
[17] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 466, f. 30v.
[18] Abellá Samitier, J. Sos...cit. p. 276.
[19] A.H.P.Z., Caj.
103, leg. 1, s/f.
[20] A.H.P.S., Juan Murillo, p. 495, ff. 125-126.
[21] A.H.P.S., Bartolomé Español, p. 487, f. 31v.
[22] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 462, f. 27v.
[23] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 456, f. 25.
[24] A.H.P.S., Bartolomé Español, p. 480, ff. 43-50.
[25] Abellá Samitier, J. Sos...cit. p. 277.
[26] A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada, p. 374, ff.
10v-11.
[27] A.H.P.S., Martín de Ampiedes, p. 386, ff. 24-24v.
[28] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 404, f. 26.
[29] A.H.P.S., Juan de Murillo, p. 495, ff. 113v-114;
Miguel del Sen, p. 462, ff. 3v-4; p. 463, f. 42; f. 85v;Gil García de Urriés,
p. 507 B, ff. 11-11v; f. 22., en Abellá Samitier, J. Sos...cit. p.278.
[30] Abellá Samitier, J. Sos...cit.pp.275-280.
[31] A.H.P.Z., inq.
Caj. 103, leg. 1. s/f.
[32] Ibidem
[33] Ibidem
[34] Ibidem
[35] Pastor Oliver, María. Injurias y limpieza de sangre en las Cinco Villas. Rev. Agora, nº
9, mayo de 2011, pp. 59-62. C.P.R.E., Ejea de los Caballeros, 2011.
BIBLIOGRAFÍA
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Sos en la Baja Edad Media. Una villa
aragonesa de frontera. I.F.C. (C.S.I.C.) Ecma. Diputación de Zaragoza.
Zaragoza, 2012.
-BAROJA, PÍO. Las horas solitarias. Ed. Rafael Caro Raggio, pp. 254-264. Madrid, 1918.
-GARCÍA ATIENZA, JUAN. Guía de los pueblos malditos españoles. Ariel, Barcelona, 1985.
-GARCÍA EGOCHEAGA, JAVIER. Minorías malditas: la historia desconocida de otros pueblos en España. Susaeta. Madrid, 2003.
-BAROJA, PÍO. Las horas solitarias. Ed. Rafael Caro Raggio, pp. 254-264. Madrid, 1918.
-GARCÍA ATIENZA, JUAN. Guía de los pueblos malditos españoles. Ariel, Barcelona, 1985.
-GARCÍA EGOCHEAGA, JAVIER. Minorías malditas: la historia desconocida de otros pueblos en España. Susaeta. Madrid, 2003.
-HORS, PILAR. Seroantropología e historia de los agotes. Revista Príncipe de
Viana nº 44-45, pp. 307-344, año nº 12. Pamplona, 1951.
-JIMÉNEZ, IKER; PORTER, CARMEN. Milenio 3.Círculo de Lectores,Barcelona, 2006.
-MARTÍNEZ DE LEZEA, TOTI. El verdugo de Dios.Un inquisidor en el camino de Santiago. Maeva. Madrid, 2008.
-PASTOR OLIVER, MARÍA. “Injurias y limpieza de sangre en las Cinco Villas”. Rev. Ágora nº 9, mayo de 2011, pp. 59-62. C.P.R.E., Ejea de los Caballeros, 2011.
-JIMÉNEZ, IKER; PORTER, CARMEN. Milenio 3.Círculo de Lectores,Barcelona, 2006.
-MARTÍNEZ DE LEZEA, TOTI. El verdugo de Dios.Un inquisidor en el camino de Santiago. Maeva. Madrid, 2008.
-PASTOR OLIVER, MARÍA. “Injurias y limpieza de sangre en las Cinco Villas”. Rev. Ágora nº 9, mayo de 2011, pp. 59-62. C.P.R.E., Ejea de los Caballeros, 2011.
En la web:
-www.euskonews.com. Ainara Iraeta Usabiaga. Los agotes.
-www.euskonews.com. Ainara Iraeta Usabiaga. Los agotes.
-www.hispanismo.org. Los agotes, raza maldita.
-www.jdiezarnal.com. Pueblos y razas malditas. Los agotes
No hay comentarios:
Publicar un comentario