Evolución poblacional en la Península
¿Cuántos habitantes había en los reinos cristianos de
la Península a finales de la Edad Media? ¿Cómo estaban asentados? ¿Qué
oscilaciones se produjeron en la población de estos reinos en ese período?
La contestación a estas preguntas difícilmente puede
pasar de una serie de aproximaciones e hipótesis. Sin embargo, la desesperante
escasez de documentos medievales de aprovechamiento demográfico se alivia
ligeramente en esta época, de la que se conservan padrones diversos,
especialmente de carácter fiscal, aunque también militares.
Los reinos hispánicos ofrecen en los siglos XIV y XV,
desde el punto de vista demográfico, un marcado contraste con las centurias
anteriores. El crecimiento de la población, prácticamente ininterrumpido hasta
finales del siglo XIII, cesó, dando paso, durante el siglo XIV, a una acentuada
regresión demográfica, pues en este siglo aparecen “los cuatro jinetes de la
Apocalipsis”: el hambre, la peste, la guerra y la muerte. Las epidemias letales
y ante todo la terrorífica peste negra, que se difundió a mediados del siglo
XIV, la guerra contra Castilla (1356-1369) y las persecuciones de los judíos
(1391), causaron una elevada mortandad y dejaron una huella profunda en la
sensibilidad de la época.
Numerosos lugares fueron abandonados, convirtiéndose en despoblados. Hoy se rechaza que la factura demográfica del siglo XIV fuera consecuencia directa de las epidemias. Se piensa, por el contrario, que la regresión comenzó antes, siendo en última instancia la expresión de un desequilibrio profundo entre los efectivos demográficos, deteniéndose el movimiento roturador de las tierras, y la gran pérdida global de la productividad de la tierra, o sea, de alimentos.
Numerosos lugares fueron abandonados, convirtiéndose en despoblados. Hoy se rechaza que la factura demográfica del siglo XIV fuera consecuencia directa de las epidemias. Se piensa, por el contrario, que la regresión comenzó antes, siendo en última instancia la expresión de un desequilibrio profundo entre los efectivos demográficos, deteniéndose el movimiento roturador de las tierras, y la gran pérdida global de la productividad de la tierra, o sea, de alimentos.
La riqueza sigue siendo fundamentalmente la propiedad
de la tierra, y ésta a lo largo del medioevo ha ido incorporándose al
patrimonio de la Iglesia: en la práctica han desaparecido los pequeños
propietarios y los nobles laicos se ven en peligro por la propia crisis y
porque su base territorial se halla reducida por la presión eclesiástica. Con
este panorama no es difícil entender el período de hambruna al que se vio
sometida la población, y fundamentalmente el campesinado. La peste negra
actuaría, de esta manera, sobre una población ya debilitada, dando otra vuelta
de tuerca a la débil situación del país. La posición de la nobleza laica es
insostenible, pues a la escasez de tierras ahora se une la falta de brazos para
trabajar. El agobio que provocaba la inestabilidad de su propio sustento hace
que los señores se lo aseguren por procedimientos ilícitos, lo que derivará en
una situación de inestabilidad social y la aparición de revueltas.
Sin
embargo, la sociedad reaccionó con energía y engendró nuevos comportamientos.
La burguesía y las organizaciones artesanales fundaron hospitales y asociaciones
religiosas de ayuda mutua. La oración individual y, en las capas sociales cultivadas,
la lectura de los libros de horas o de obras de devoción, tuvieron enorme
difusión. Aquella sociedad inestable era sensible a las nuevas ideas: desde la
“devoción moderna” de los Países Bajos al humanismo italiano, todos aquellos
movimientos aceleraron un cambio que presagiaba ya la Reforma.
Las estimaciones globales acerca de la población de
los reinos hispánicos a fines de la Edad Media, aunque tiene solo un carácter
indicativo, nos dicen que los efectivos demográficos totales alcanzados en la
segunda mitad del siglo XIII retrocedieron en el XIV, para recuperar, en el XV,
las cotas iniciales. La población total, por tanto, se mantuvo prácticamente
estacionaria, a través de un proceso de brusca caída, primero, y de avance
sostenido después. No obstante, hubo excepciones a esta regla. Si Cataluña, por
ejemplo, no se recuperó del bache demográfico del siglo XIV, Valencia fue testigo,
a fines de la Edad Media, de un notable impulso demográfico. Por otra parte, la
aparición de abundantes despoblados supuso la concentración del total de los
habitantes en un menor número de lugares. De hecho, en el siglo XV, los núcleos
urbanos experimentaron en la mayor parte de los casos un incremento
considerable de sus efectivos demográficos.
La peste negra en Aragón.
La Corona de Aragón ofrece en los siglos XIV y XV,
desde el punto de vista demográfico, un comportamiento singular. En Aragón,
Valencia y Mallorca la población descendió en el siglo XIV, debido a la
incidencia negativa de las epidemias, guerras y crisis agrarias, pero se
recuperó en el siglo XV, llegando incluso a superar los efectivos demográficos
que había antes de las grandes mortandades. En Cataluña, por el contrario, la
regresión demográfica, iniciada en el siglo XIV, se acentuó en la centuria
siguiente de tal forma que la población estimada en torno a 1300 se había
reducido casi a la mitad a fines del siglo XV. Se ha calculado que el conjunto
de la Corona de Aragón tenía en la primera mitad del siglo XIV en torno a un
millón de habitantes, de los cuales más de medio millón correspondían a
Cataluña, unos 200.000 a Aragón, otros tantos a Valencia y en torno a 50.000 a
Mallorca. En las últimas décadas del siglo XV había crecido la población en
Aragón (tenía entre 225.000 y 250.000 habitantes), en Valencia (llegaba a
250.000 habitantes) y en Mallorca (55.000 habitantes). Pero los efectivos
demográficos de Cataluña habían descendido ostensiblemente, pues no llegaban a
los 300.000 habitantes.
Durante el siglo XIV, al igual que sucedió en los
restantes países del occidente de Europa, se abatieron sobre los países de la
Corona de Aragón diversas catástrofes, que fueron las causantes del bache demográfico.
Probablemente la primera de ellas sea la del año 1333, en el que se dieron cita
la carestía alimentaria, el hambre y la mortandad. Pero la principal calamidad
que afectó a la Corona de Aragón fue la peste negra. Difundida al Occidente
europeo a través del Mediterráneo, el primer territorio de la Corona de Aragón
donde llegó la epidemia fue la isla de Mallorca, que la sufrió desde el
comienzo de la primavera de 1348. En mayo la peste estaba en Barcelona, y en
junio, probablemente en Valencia, desde donde se extendería más tarde, al
parecer en agosto del mismo año, hacia el reino de Aragón.
Atuendo de un médico de la Peste Negra |
A partir de 1348, los brotes pestilentes se redujeron
con cierta periocidad. Solo de la segunda mitad del siglo XIV podemos recordar
las epidemias de 1362-1363 (llamada de los niños por ser ellos sus principales
víctimas), 1371-1381 (afectó a Cataluña), 1384 (se propagó por Aragón), etc.
Así mismo en el siglo XV se registraron nuevas oleadas de pestilencia, si bien
su incidencia, comparada con la peste negra, fue mínima, y en la mayor parte de
los casos, puramente local.
Al repasar las consecuencias demográficas de las
mortandades de fines de la Edad Media se impone una conclusión: las ciudades, a
la larga, pudieron resarcirse de sus pérdidas, pues se incrementó el proceso
migratorio desde el campo hacia los núcleos urbanos[1].
El campo fue, por tanto, el que pagó principalmente la factura de las pestes, puesto
que la agricultura menguó por la despoblación del medio rural, paralizándose
paralelamente el comercio. Según Juan Eslava Galán, todo un caos en el que sólo los enterradores hicieron “su agosto”
(los que vivieron para contarlo, claro[2])
Evolución
de la población de Sos
El
siglo XIV debió ser de extrema dureza para los habitantes de Sos causada por la
hambruna, la pobreza, la peste y las guerras. Aunque no tenemos constancia de
los habitantes que tenía la localidad, podemos hacernos idea de la gran mortandad
y el descenso poblacional que estas desgracias causaron en Sos a tenor de los
privilegios otorgados por la Corona a los habitantes; así, en 1311 el rey
señala la exención del pago de la pecha a los pobres de Sos durante un año[3]. En diciembre de 1365 recibió
Sos una gracia por la que los habitantes podían cobrar dos sueldos por cada
carga de vino que transitara por la villa para invertir lo recaudado en
fortificaciones de muros y empalizadas[4]. Poco tiempo después,
Pedro IV concede a Sos la exención de los pagos que le hacía en forma de
caballerías, además del tributo del monedaje; a la vez que dispuso que pudiesen
acudir a poblar Sos gentes de otros reinos, incluso criminales, a excepción de
los implicados en herejía o sodomía[5], justificando que
tales medidas se debían a los daños que la guerra había causado en los hombres
y en los bienes de Sos y por los servicios que le habían prestado en la
contienda[6]. Este propósito se
reafirmó cuando el 11 de junio de ese mismo año los síndicos de Sos, Guillermo
de San Gil y Pascual Despierto, aceptaron en nombre de la villa que si en el
plazo de una década la localidad no incrementaba su población en una tercera
parte, de tal modo que si hodie sunt
centum foci vel habitatores habentes inibi domicilia tunc habeant esse centum
quinquaginta, la gracia se tuviese por no otorgada[7].Así mismo, el 21 de
marzo de 1374, el rey informó al baile general del reino de que el alcalde de
la villa de Sos le había comunicado que la villa no le había pagado su salario,
estimado en 600 sueldos, a causa de la gran mortandad habida en la guerra
contra Castilla, lo que había provocado que hubiera pocos pobladores, además de
las enfermedades y pestes que asolaron la región dejando más muertes. Todas
estas disposiciones pone de manifiesto la urgente necesidad que la villa tenía
de habitantes, y que a mediados de la década de los setenta del s. XIV Sos no
había recuperado la capacidad fiscal y demográfica de la que disponía antes de
la guerra[8]
No
obstante, en el archivo municipal de Jaca existe un documento de 1358 en el que
aparecen censados 212 personas en Sos[9], según un albarán de
172 sueldos y tres dineros entregados a Aznar Allamán, notario y vecino de
Jaca, como recaudador de los jurados de Jaca del sueldo de los hombres de
Sádaba de los meses de mayo, junio y julio, teniendo que pagar cada persona
nueve dineros, miaylla et puyessa[10] Estos datos no son del
todo fiables puesto que no aparece en el documento las cláusulas de los contribuyentes:
si son fuegos, personas mayores de edad, hombres o mujeres, si este pago era
aplicado sólo a los que tuvieran un patrimonio superior a una cantidad similar
a la de los monedajes, etc...[11]
En
el siglo XV el fogage de 1405 revela una población en Sos de 80 fuegos, de los
cuales 14 eran de judíos, no apareciendo aquí los hogares de los infanzones, aunque
estos debieron ser escasos. De nuevo,
otra vez en este siglo brotes de peste merman la población de Sos, como la que
afectó en el verano de 1441, la del año 1453 o la de 1487, como así se deduce
de un documento del 7 de enero de 1488 en el que los jurados de Uncastillo se
dirigieron a los adelantados de la aljama judía para solicitar que se ejecutasen
bienes de Mose Portiello por haber violado un estatuto que prohibía tanto a los
cristianos como a los judíos de Uncastillo acoger a personas que viniesen de
lugares donde se muriese de pestilencia, mencionando expresamente a la villa de
Sos[12]. Poco después, en
abril de 1490, fue en Sos donde se pregonó la prohibición de traer a la villa
personas de otras localidades donde hubiera peste[13]. No obstante, a pesar
de estos brotes de peste y de las guerras, la población de Sos se vió
incrementada porque muchos lugares pequeños se despoblaron y sus habitantes se
refugiaron en la villa, y si a esto le añadimos las ventajas fiscales ofrecidas
por la monarquía a sus habitantes y a los nuevos moradores, el resultado global
es un considerable aumento de su población.
A inicios de la década de los cincuenta
acudieron a Sos diversos profesionales relacionados directamente con la guerra
(artesanos en metalurgia, herreros y especialistas en el sector armamentístico),
lo que se refleja en un aumento poblacional en esta década. Una vez terminada
la guerra, muchos de los recién llegados abandonaron para siempre el lugar,
como los herreros, que en muy poco espacio de tiempo llegaron a asentarse hasta
siete, y sólamente dos de ellos se quedaron en la villa, o los refugiados de
las aldeas y pequeños pueblos cercanos, que una vez pasado el peligro
regresaron a sus enclaves, por lo que de nuevo se ve reflejado un descenso de
la población en estos años. Según el fogage de 1489 existían en Sos un total de
183 hogares y quince en su aldea de Arbe. (ver cuadro de población de Sos)
A
finales del s. XV (1492) de nuevo Sos ve mermada su población; esta vez debido
a la expulsión de los judíos, comunidad que fue bastante numerosa en la villa,
y muchos de los cuales se refugiaron en Sangüesa, pues en Navarra todavía no se
había hecho efectivo el decreto de expulsión.
El
fogage de 1495 habla de 124 fuegos en Sos y la referencia de que Arbe se había
despoblado. Sin embargo en 1498 de nuevo Sos ve aumentada su población, en
parte por el reflujo de judíos conversos, pues al expirar el plazo dado en
Navarra en 1498 para convertirse o exiliarse y dado que Navarra estaba rodeada
por territorios donde ya se había ordenado la expulsión y ante la negativa de
Fernando el Católico a que los hebreos navarros atraviesen sus reinos, la
mayoría de ellos optaron por la conversión regresando a Sos., adoptando en su
mayoría los apellidos de familias destacadas de la localidad, con lo que las
pérdidas demográficas de 1492 se mitigaron en poco tiempo.
A
este regreso de la población hebrea hay que sumar los inmigrantes artesanos que
venían a cubrir los trabajos dejados por los hebreos que optaron por exiliarse;
tal fue el fenómeno migratorio que los magistrados municipales tuvieron que
redactar un estatuto a comienzos de 1495 para regularlo[14], estableciendo las
condiciones que se debían cumplir para avecindar nuevos residentes. Sólo entre
1492 y 1498 se constata la presencia de cinco nuevos zapateros, cuatro
tejedores, cuatro sastres y dos pelliceros, la mayoría de ellos procedentes de
Navarra.[15] Este fenómeno
inmigratorio fue sin duda estimulado por las autoridades de Sos como respuesta
a los problemas demográficos y económicos que había provocado la marcha de
muchos hebreos, como así se deduce, por ejemplo, de la ayuda prestada al
zapatero García de Aoiz en la compra de algunas casas en el Barrio Nuevo, ya
que de los 500 s. que éstas supusieron, los Justicia y Jurados de Sos se han constituydo pagadores por el dito
García para ayuda de las ditas casas de cient sueldos[16].
Si
a esta inmigración sumamos la presencia de jóvenes aprendices en los hogares de
artesanos y los criados y sirvientas asentados en las familias de los sectores
más acomodados, obsevamos una progresiva contribución al proceso de
recuperación de la población de Sos a principios del s. XVI (718 habitantes en
1509). No obstante, en las disposiciones que se establecieron por parte de la
autoridad municipal para los recién llegados, se establecieron los requisitos
que debían poseer aquéllos que querían obtener la vecindad. En primer lugar
tenían que comprar casas y posesiones según sus posibilidades económicas, para
que en caso de que abandonasen la villa en un plazo menor a veinte años, las
autoridades pudieran cobrarse con esos bienes el usufructo que los avecindados
hubiesen hecho de los términos municipales; además, en un plazo de tres días
tras concederse la vecindad debían declarar ante un magistrado el número de
ganado que traían y la señal o marca que sus animales tenían, para así evitar
el fraude de que se llevaran ganados foráneos a los comunales de Sos. Además
los aspirantes a vecinos tenían que hacer frente a las obligaciones fiscales y
a las rentas eclesiásticas, comprometiéndose a pagar el diezmo, la primicia y
todo aquello que los vecinos solían satisfacer. Finalmente debían declarar que
observarían todo lo que se dispusiera para servicio del rey de Aragón y para
beneficio de la localidad[17].
Según
un estudio de Abellá Samitier, las cartas de inmigración y avecindamiento de
Sos en ésta época tuvieron un radio de acción relativamente corto, localizándose
en los archivos 86 personas que se establecieron en la villa, constituyendo tan
sólo una parte del movimiento total. Así, de estas 86 personas, 44 tuvieron su
origen en localidades de las Cinco Villas, siendo particularmente intenso el
poder de atracción de la villa de Sos sobre su aledaña aldea de Arbe, de la que
procedieron 12 personas; también se documenta la inmigración de seis individuos
de cada una de las cercanas poblaciones de Castilliscar y Navardún, tres de
Undués de Lerda, seis de Uncastillo, tres de Luesia y uno de cada lugar de Luna
y Murillo de Gállego[18]. El siguiente contingente
inmigrante procedía de Navarra, habiéndose localizado a 22 individuos
registrados en el censo, sobresaliendo seis provinientes de Sangüesa: tres
zapateros, dos tejedores y un sastre. De otras regiones aragonesas se han
registrado ocho casos, gran parte de los cuales precedía de las localidades de
Ansó, Jaca, Fago o Tramascastilla de Tena, y otros lo hicieron desde ciudades
importantes como Zaragoza o Huesca. También seis vascos están registrados como
inmigrantes, dedicándose la mayoría de ellos a la rama de la construcción, como
es el caso de Pascual Atahún, piedrapiquero de Villafranca de Guipúzcoa; igualmente
se atestigua la presencia de franceses y del zapatero catalán Pere Vila[19].
Pero
a la vez que Sos asistía a este proceso de inmigración, también existía el
proceso contrario de la emigración, de la cual los protocolos notariales son
menos explícitos que las cartas de avecindamiento, pero gracias a la
información que aportan documentos como las particiones de bienes donde se
mencionan a herederos que habían marchado de la villa, o a las ventas de
inmuebles que éstos realizaban tras mudarse a otra población, se han podido
recoger referencias de 56 individuos que emigraron, que sin duda es una muestra
de una realidad que seguramente fue mucho más numerosa. Las Cinco Villas fue el
destino de algunos de estos emigrantes, como así se constata en la
documentación del abandono de Sos de cuatro individuos a Navardún, dos a cada
una de las localidades de Urriés, Undués de Lerda y Ruesta, una a Casiliscar,
cinco a Ejea, cuatro a Sádaba, tres a Biel, uno a Uncastillo y otro más a Luna.
Tras esta emigración de naturaleza claramente comarcal sobresale el predominio
de la ciudad de Zaragoza, que acogió a 13 sosienses, lo que demuestra el poder
de atracción de la capital política y económica del reino hasta en las zonas
que estaban situadas en los confines de éste, prácticamente igual que sucede
ahora. También a Navarra emigraron sosienses; se constata el dato de 7
individuos, de los cuales cuatro fueron a parar a Sangüesa (aquí no se contabilizan
los judíos expulsados); igualmente la emigración llegó hasta Huesca, donde
acudieron cinco sosienses y a otras localidades lejanas como Fuentes de Ebro y
Tarazona con un emigrante en cada una de ellas, así como otro emigrante a la
ciudad de Valencia y otro a la localidad francesa de Perpiñán[20].
Del
s. XVI al XVIII Sos registró un crecimiento progresivo e ininterrumpido de
población, al igual que el resto de la población aragonesa, con una tasa
superior a la media nacional[21].Ateniéndonos al censo
de Floridablanca de 1787, Sos contaba con una población de 2448 habitantes. Ya
en el siglo XIX, en 1857, esta cifra ascendía a 4138 moradores. En este intervalo
de 70 años encontramos un aumento de población a finales del s. XVIII que se ve
truncado desde principios del XIX hasta la mitad del siglo debido al clima
bélico que sufrió la comarca durante la guerra de la Independencia, además de
una epidemia de tifus y fiebre amarilla que afectó a toda España, y que por
supuesto también llegó a Sos en 1795, ocasionando que el número de fallecidos superase
al de nacimientos[22].
En el siglo XIX la población sufrió diversos
altibajos coincidiendo, poco más o menos, con diversas coyunturas, íntimamente
ligadas al trasfondo histórico y económico de la zona. Si observamos con
detenimiento el cuadro expuesto de la evolución poblacional de la comarca de
Sos, y ateniéndonos a las diferentes circunstancias políticas, sociales,
administrativas, judiciales y comerciales que acaecieron en concretos espacios
de tiempo desde principios del s. XIX, podremos entender claramente la relación
causa-efecto que tales circunstancias han incidido en el desarrollo de la
población sosiense, tanto en sus períodos de crecimiento como en sus etapas de
recesión, que lamentablemente son en las dos últimas centurias.
Así, el intervalo de 1808-1813 fue de
gran mortandad, especialmente durante 1808-1809, donde la sola mortandad de
adultos consiguió equilibrar la cifra de nacidos en Sos, quedando constancia en
algún registro parroquial de fusilamientos de prisioneros en 1808 en esta
comarca, además había soldados que no eran registrados por fallecer en el
Hospital de Campaña del Monasterio de Valentuñana y que eran enterrados
extramuros de la ermita de Santa Lucía.
Asimismo, en 1834, la villa de Sos se vió de nuevo
afectada por un brote epidémico, esta vez de cólera, con una cifra de 386
fallecidos en su comarca, sin contar los párvulos, pues en estas fechas los
registros parroquiales no incluían su mortandad. El mes de septiembre fue el de
mayor mortandad, con 259 fallecidos. No obstante, y excepto los dos casos
expuestos en los que el saldo vegetativo fue negativo, la evolución demográfica
de éste período es digna de admiración, pues los registros demográficos exiben
la fortaleza y vitalidad de un pueblo que a pesar de las circunstancias
negativas expuestas entre 1791 y 1850, presentaron un saldo vegetativo positivo
entre los bautismos y las defunciones[23].
Medias de bautismos y
defunciones en los decenios comprendidos entre 1821-1860
1821-1830
|
1831-1840
|
1841-1850
|
1851-1860
|
||||
Bautizos
|
Defunciones
|
Bautizos
|
Defunciones
|
Bautizos
|
Defunciones
|
Bautizos
|
Defunciones
|
128
|
42*
|
133
|
87
|
139
|
46
|
142
|
55*
|
El censo de 1857 señala un notable crecimiento
poblacional en Sos, alcanzando los 4.138 habitantes, pero su población irá
disminuyendo hasta principios del s. XX a un ritmo medio del 0,24% anual. Esta
pérdida de población, aunque el saldo vegetativo sigue siendo positivo, es el
resultado de una emigración hacia municipios más grandes o capitales de
provincia donde ha comenzado la industrialización. Emigración que igualmente se
da en otros pueblos de las Cinco Villas y en todo Aragón. J.A.Biescas nos lo
explica así: “A medida que se articula el mercado nacional, y los factores
productivos tienen mayor movilidad, hay un desplazamiento de los capitales y de
la mano de obra hacia aquellas regiones que han comenzado antes la
industrialización, y Aragón se encuentra situado entre los dos principales focos
en que este proceso sa ha desarrollado antes en España: Cataluña y País Vasco” [25]
Fue precisamente a partir de 1857 cuando la ciudad de
Zaragoza incrementó notablemente su población, que si por un lado fijaba en la
provincia a gentes que, con toda seguridad, hubieran emigrado fuera de la
región, por otro lado , su poder de atracción contribuía negativamente a
despoblar los núcleos rurales.
Jordi Nadal, en su conocido El fracaso de la
Revolución Industrial en España decía que dicha Revolución”…cumplió la función
de liberar brazos para la industria. Una pequeña parte de esos brazos
contribuyó sin duda al crecimiento de Barcelona o de Vizcaya. El resto, o
permaneció subempleado en el sector agrario de origen, o hinchó con exceso los
efectivos urbanos, o emigró a otros países”
A este despoblamiento y emigración que sufrió Sos en
esta fechas hay que añadir otro factor, pues este período coincide con el
proceso desamortizador, concluído en 1876, y el afianzamiento del nuevo orden
económico burgués, que azotó tanto las tradicionales relaciones de producción
como la estructura de la propiedad agraria. J. Nadal nos cuenta: “… la
supresión del régimen señorial perjudicó claramente a los campesinos, quienes
pasaron de la condición de siervos con tierra a la de hombres libres privados
de ella.”[26]
La desamortización produjo el relevo de oligarquías.
Peiró, A. lo constata para Zaragoza, donde ya en las desamortizaciones de Godoy
y del Trienio Constitucional cree que…” puede afirmarse el carácter burgués de
la mayor parte de los compradores. Y es que, tal como sucedió en las ventas de
1799 a 1809, (…) en realidad, quienes adquirieron fincas rústicas fueron
quienes poseían los vales reales que les permitían hacerlo: la burguesía.”[27] Este relevo de
oligarquías es el que pone de manifiesto J. Lambán y J. Sarriá al abordar la
desamortización de Mendizábal en los años 30: “Abandonaron los carmelitas el
convento de Valentuñana y los edificios fueron adquiridos en pública subasta
por cuatro familias de Sos que los destinaron a usos agropecuarios.”[28]
En este siglo XIX se roturaron nuevas tierras en Sos y
en las Cinco Villas, y se llevaron a cabo tanto de manera legal como ilegal con
numerosas irregularidades[29], pero de este tema
hablaremos en otra entrada del blog.
Otra epidemia de cólera azotó las Cinco Villas en
1885, pero afortunadamente esta vez, Sos apenas se vio afectada.
Con el inicio del siglo XX Sos examinará de nuevo un aumento de población. Hasta 1920 registrará un pequeño crecimiento, aproximadamente un 0,15% anual, debido al mantenimiento de las altas tasas de natalidad y el acusado descenso de las de mortalidad. El movimiento migratorio también se vio frenado, en parte por la llegada de la aparición del arado de vertedera y el bravant, con lo que el crecimiento de las superficies cultivadas se van a ver aceleradas. Además, la puesta en marcha del ferrocarril Sádaba-Gallur abrirá las puertas al comercio exterior, sobre todo con Francia, vía Irún, en el que la exportación de vino debido a la filoxera que sufría el país vecino hará que la superficie de viñedos en la comarca de Sos se vea notablemente ampliada. Igualmente este ferrocarril repercutió favorablemente en el desarrollo de toda la comarca de las Cinco Villas, pues permitía una comercialización de sus excedentes agrarios que hasta entonces se había visto dificultada por el mal estado de las vías de comunicación.[30]
Cumplido el primer cuarto de siglo, la población de
Sos comenzó su ralentización, primero la guerra civil y después de nuevo la
emigración, hizo que la población comenzara un ligero pero contínuo descenso
año tras año. La población joven es el sector de edad llamado a emigrar, con el
consiguiente envejecimiento de la población que se resiste a dejar su tierra
natal. Estos datos lo corroboran las tasas de nupcialidad, tradicionalmente
representadas por el sector joven de la población, y que han protagonizado un
marcado descenso.
Tasas
de nupcialidad en Sos*
|
|||||
1887
|
1900
|
1910
|
1920
|
1930
|
|
8
|
7,2
|
6,3
|
5
|
4,5
|
*Estas tasas han sido elaboradas a partir de las
respectivas medias móviles de 11 años (5-1-5), excepto la Tasa de 1930, que
sólo comprende las cifras de 1925-1930[31]
A todos los problemas antes expuestos habría que
añadir el aislamiento al que ha estado sometido el pueblo hasta bien entrado el
siglo XX en lo referente a las comunicaciones terrestres por carretera, factor
que ha influído negativamente en el desarrollo del pueblo.
Otra circunstancia a añadir, ésta de carácter natural y perpetua, es la geográfica y la influencia que ésta ha
tenido siempre en el medio rural. Sos carece de condiciones apropiadas para la
existencia de regadíos, e incluso en las tierras de labor de secano la
mecanización encontrará obstáculos difíciles de lidiar. No obstante, sus
habitantes han sabido sortear, no sin dificultades, estos inconvenientes y se
han adaptado cuanto han podido a un determinado y hostil modo de vida. El
devenir de los años, con su natural evolución, progreso y transformación, harán
el resto y marcarán drásticamente la constante recesión poblacional de Sos
desde la primera década del siglo XX hasta nuestros días.
Actualmente la densidad de la población de Sos es de
3,3 habitantes por kilómetro cuadrado; en 2014 contaba con 629 habitantes, y aunque la población no está muy envejecida (su edad media
sobrepasa por poco los 49 años), mientras que los mayores de 65 años
representan el 29% de la población, la tasa migratoria y el crecimiento
vegetativo continúan en cifras negativas.
[1]
Valdeón, Julio. La baja Edad Media,
en Historia de España, vol. III,
Plaza & Janés, Espluges de Llobregat (Barcelona), 1991.
[2]
Eslava Galán, J. 50 estampas de la
historia de España, p. 101. Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.
[3]Piedrafita
Pérez, E. Las Cinco Villas en la Edad
Media (siglos XI-XIII), p. 207. I.F.C. Zaragoza, 2000.
[4]
A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 44v-45.
[5]
A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 178-179v.
[6]
A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 178-179v.
[7]
A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 180v-181r.
[8]
Abellá Samitier, J. Sos en la Baja Edad
Media.I.F.C.(C.S.I.C.) Zaragoza. 2012.
[9] A.M.J.,
caja 24.
[10]
López Pérez, C. Mª. Jaca. Documentos
municipales (1269-1400). Fuentes Históricas Aragonesas, 22. I.F.C.
(C.S.I.C). Zaragoza, 1995, pp.74-75.
[11]
Abellá Samitier, J. Sos...cit. p. 44.
[12]
A.H.P.S. Martín Ximénez, P. 854, ff.1-1v.
[13]
A.H.P.S. Miguel del Sen, P. 450, f. 14.
[14]
A.H.P.S. Juan Zareco, p. 437, ff. 1v-3v
[15]
Abellá Samitier, J. Sos...cit. p.61.
[16]
A.H.P.S. Miguel de Sen, p. 455, ff. 1v-2v.
[17]
A.H.P.S., Juan Zareco, p. 437, ff. 1v-3v.,en
Abellá Samitier. Sos...cit. p. 73.
[18]
Abellá Samitier, J. Sos... op. cit.p. 74.
[19]
Abellá Samitier, J. Sos... op. cit, p. 75
[20]
Abellá Samitier, J. Sos...op.cit. pp. 75-76.
[21]
Guitart Aparicio, Cristóbal. El paisaje
urbano en las poblaciones aragonesas, p. 33.
[22]
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[28]
Suessetania, nª 1, pag.9, Ejea, 1983.
[29]
Doménech Villagrasa, Francisco. Op. cit.
[30] Ibidem
[31]
Ibidem
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En la web:
-www.foro-ciudad.com
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