Aunque la forma de cocinar ha evolucionado considerablemente y algunos ingredientes han sido sustituídos por otros, la gastronomía tradicional en Sos ha
ido variando conforme iban cambiando o desapareciendo los cultivos de secano,
de regadío, la caza, la pesca, las granjas domésticas y la ganadería,
adaptándose a las modas, a los tiempos y a los recursos. También las presiones
económicas y climáticas, o la escasez o abundancia de los productos de la zona
harán necesario el aprovechamiento exaustivo de los alimentos.
Actualmente
ya no se pesca porque han desaparecido prácticamente todas la variedades de
peces del río Onsella; los montes, anteriormente habitados por numerosas
especies, se han reducido a la caza del jabalí, conejos, perdices, codornices y
ciervos, y siempre regulada su captura; las granjas domésticas básicamente han
desaparecido todas, al igual que el ganado caballar, mular, porcino y vacuno,
quedando reducido al bovino y caprino.
La caza en
nuestra comarca estaba regulada por el fuero De venatione leporum et perdicum, de 1349, que prohibía cazar con
redes y lazo y vedaba desde el domingo de Resurrección hasta fin de junio,
aunque los Concejos hacían excepciones y adaptaban la norma foral a las
circunstancias concretas de cada comarca.
Hoy en
día, la pérdida de identidad de la cultura autóctona y la homogeneización de
los usos cotidianos se han hecho notar en la gastronomía de la zona; pero pese
a todo, la población se ha adaptado a las nuevas formas de vida, y lo que no ha
cambiado es la cocina tradicional de la zona, por lo que aún se conservan
bastantes platos autóctonos que se pueden degustar en las casas y en muchos
restaurantes de la comarca.
Forma esencial de la cultura, la culinaria
es el inmenso tesoro del conocimiento de las gentes transmitido a través de los
recetarios y la tradición oral. Tierras como las de Sos serán frugales por
necesidad, si se tiene en cuenta que fueron declaradas pobres, junto al resto
de Aragón, por las Cortes de Monzón en 1451, pero encontrarán en la fantasía y
buenas trazas de sus mujeres el milagro que hace posible la creación de una
cocina propia muy peculiar. Las mujeres de Sos supieron hacer de la necesidad,
una virtud. Como es usual en toda la
gastronomía popular española del interior, la escasa variedad de alimentos se
ha sabido suplir con ingenio e imaginación en muchas ocasiones para obtener una
serie de sabrosos platos, bien condimentados y con el aporte calorífico que el
duro clima exige, otras veces sacando el máximo rendimiento a la comida,
“engordándolas”, o bien buscando el mayor aprovechamiento con el mínimo costo
posible, porque así lo exigía la dureza y las condiciones del “ día a día”.
En la cocina sopicona prima la sencillez, sobre todo en el yantar
de cada día. Para las ocasiones señaladas y festejos se elaboraban unos guisos
que exigían mayor preparación.
La cocina tradicional de Sos se nutría
fundamentalmente de la huerta y el corral.
Tradicionalmente
se hacían tres comidas en el día: el almuerzo o desayuno, al levantarse, a base
de leche, gachas de maíz o farinetas y huevos fritos con panceta. La comida, al
mediodía, compuesta de una ensalada y un “recao” o cocido. Y la cena, hacia las
siete u ocho de la tarde, consistente en sopa, verdura y algun postre dulce.
En las
fiestas principales como Nochebuena, se preparaba un menú a base de escarola,
cardo con salsa de piñones o almendras, capón, fruta, vino melao y, como
postre, turrón de guirlache y mazapán, café y licores. Para la comida del 25 de
Diciembre era usual servir entremeses, caldo, gallina con arroz, ternasco
asado, melocotón con vino, fruta, turrón, café y licores.
En una
época como la actual, en la que se ha alcanzado un nivel de vida más que
aceptable, puede resultar sorprendente recordar que el alimento básico y principal
de la dieta sosiense era el pan; negro o blanco, según fuera de centeno o de
trigo. El pan no podía malgastarse, pues era un bien muy preciado, y cuando se
endurecía, aparecía el ingenio de las gentes consiguiendo aprovecharlo hasta la
última miga, en el más estricto sentido de la palabra.
Había múltiples maneras
de reutilizarlo: una de ellas era hacer migas de pastor hechas, naturalmente,
con migas de pan duro, sebo, ajo, y cuando lo hubiere, jamón o longaniza. El
saber darle su punto a este sencillo plato exige un conocimiento casi alquímico
que no está al alcance de cualquiera; la experiencia y el saber popular es en
esto insustituible. El pan duro también se usaba para hacer los empanados y
diversas sopas, como las de ajo; igualmente se echaban “remojones de pan” a la
leche, café o a cualquier caldo, con el fin de “engordar” la comida.
Migas de pastor |
Era muy
común el consumo de alimentos de origen silvestre, como las hierbas medicinales
y aromáticas (te de roca, manzanilla, tila, romero, tomillo, espliego,
hinojo...) o algunas otras que aderezaban riquísimas ensaladas, como los
berros, el diente de león, la achicoria... El sarrión, una especie de espinaca
que crece en las majadas, o el espárrago silvestre y el triguero eran verduras
espontáneas muy apreciadas, y que hasta no hace mucho todavía he podido
degustar en Sos. Los bosques proveían de despensas de bayas y frutos que se
consumen directamente o se emplean para la preparación de confituras y postres:
fresas silvestres, frambuesas, moras, endrinas o pacharanes, entre
otras, amén de los consabidos frutos secos como las avellanas, almendras,
nueces o bellotas.
Un dato
muy curioso es que pese a la gran variedad de setas que se dan por el entorno,
el sosiense ha sido bastante remiso a incluirlas en su dieta. Actualmente la
nueva cocina ha llegado a nuestras mesas y las setas se han convertido en un
exquisito plato, muy buscadas por los lugareños, siendo parte importante en las
cocinas de los hogares y en los platos de los restaurantes. Hasta tal punto ha
llegado el interés por los hongos que desde no hace mucho tiempo se vienen
realizando jornadas micológicas en la zona para conocimiento de sus habitantes
y disfrute de tan preciado manjar.
Las aves
fueron la base de numerosas recetas: tordos en escabeche, pajaricos
encebollados, torcaz estofada, paloma con arroz, pichón en salmorejo, tartaleta
de cogujadas... La codorniz, pieza muy codiciada entre los cazadores, es otro
ingrediente principal de riquísimos platos, como los pimientos verdes al horno
rellenos de codornices. La perdiz, igualmente muy apreciada, se puede preparar
de muchas formas: escabechada, con setas, en guiso, etc. El conejo de monte y
la liebre eran manjar habitual en la mesa de los hogares de los cazadores, pues
eran muy abundantes en la zona, y se preparaban a la brasa, guisados, con
caracoles y hasta con chocolate.
Perdiz escabechada |
Pero sin
duda alguna, el plato característico de la dieta del cazador, por excelencia,
era el jabalí, que se cocinaba guisado o asado, y del que eran muy apreciados
sus sabrosos chorizos y longanizas que se hacían con su carne. Más recientemente
también el ciervo se sirve de sabrosos guisos.
Pero el rey por antonomasia de
la dieta de Sos y la carne de mayor consumo era la de res, sobre todo la ovina,
gracias a los ricos pastizales en los que pasta. Las riquísimas costillicas de
cordero a la brasa, tan simples como sabrosas, o el ternasco a lo pobre, con
patatas al horno, y el caderete o el ternasco a la pastora, al chilindrón,
cabezas asadas, madejas, jarretes de ternasco con alcachofas, son variedades de
la gastronomia del cordero bien identificativas del lugar.
Costillicas de ternasco a la brasa |
De los
animales estabulados, el más importante para la economía rural de los
sosienses, verdadera base de su despensa, es el cerdo, que se cría con los
desperdicios de la comida familiar y cuyos productos, los elaborados en la
matacía, pueden ser conservados durante mucho tiempo. La matacía es un ritual
anual y se celebraba como una verdadera fiesta. Una vez muerto el animal, las
mujeres se aprestaban a preparar los chorizos, morcillas, mondongo, bolas y
longanizas; los perniles se curaban con sal y se convertían en jamón serrano,
elemento indispensable para las famosas magras con tomate. Todo se aprovechaba
del gorrín, sus ricos embutidos se colgaban en las falsas aprovisionando
de ricos y calóricos alimentos a las casas de Sos. El pollo y la gallina de
corral procuraban carne fresca, no para consumir a diario, pero sí para ser
guisada en determinados días festivos; y también para hacer caldos de enfermo
o de parida.
Una manera
tradicional de preparar el pollo en Sos y en Aragón es hacerlo a la chilindrón,
con salsa de tomate y pimientos, pero estas aves de corral admiten gran
variedad de guisos. Los huevos, fritos, en tortilla o al salmorejo son un
elemento básico en la dieta del hogar sosiense. Son parte del pasado las
famosas tortillas tontas “engordadas” con migas de pan. Y no podemos
olvidarnos de la leche, que sirve para preparar quesos y requesones y para la
confección de numerosos postres.
Pollo al chilindrón |
Otros
animales más pequeños, pero abundantes, y que no requieren atención ni cuidado
alguno y sobretodo, de costo cero, son los caracoles y las ranas, si bien
aunque los primeros se siguen comiendo sólos o acompañando a guisos, los segundos
han dejado de consumirse por la desconfianza que genera la salubridad del
hábitat donde se crían.
La huerta
es el complemento que aporta a la cocina sosiense las vitaminas y minerales que
la equilibran. En la temporada de verano, lechugas o ensaladas, col, cebollas,
tomates, borrajas, acelgas, patatas, zanahorias, judías verdes, guisantes,
bisaltos, habas, y cardos son verduras básicas en la dieta cotidiana, junto con
las legumbres. Se suelen consumir solas o bien formando parte de guisos
acompañando a carnes o pescados. Era usual preparar la ensalada con abundante
aceite y vinagre, y una vez finalizado el plato, se le añadía un poco de agua y
se bebía el caldillo que sobraba directamente del plato (no resulta muy
protocolario pero es todo un placer). El arroz no es muy usado en la cocina de
Sos, se suele ver acompañando a los guisos o potajes para espesar el caldo.
Al ser Sos
un lugar de interior, el pescado fresco no era muy habitual en su dieta,
únicamente madrillas y cangrejos de río se comían alguna vez hasta que quedaron
extinguidos.
El poco pescado que llegaba
de otras regiones no venía en buenas condiciones de conservación y era bastante
caro. Por eso, antiguamente el pescado se consumía en salazón, como el bacalao
o abadejo y la sardina en cubo o guardia civiles. Para “engordar”
el bacalao se le añadía patata y pimientos, abundantes en la zona, dando así
origen a otro plato emblemático de nuestra cocina: el bacalao ajoarriero.
Bacalao ajoarriero |
Actualmente,
con los nuevos y sofisticados sistemas de refrigeración y congelación y el
desarrollo de las comunicaciones terrestres, el consumo de pescado ha cambiado
mucho.
La
repostería casera ha tenido en las tartas, dulces o saladas, pintadas de huevo
o con granitos de anís para aromatizarlas, su máxima expresión popular. Tortas,
dobladillos, madalenas, empanadicos y otras muchas variedades, todas ellas
exquisitas, eran elaborados con sus peculiares ingredientes que los distinguían
unos de otros, siendo los postres más representativos de la gastronomía
tradicional de Sos, junto con los guirlaches, las yemas, bizcochos, madalenas y
tortas de manteca.
Tortas de manteca |
Posteriormente
las vides fueron desapareciendo dejando paso a otros cultivos, por lo que el
vino, en el último siglo, se solía importar a granel de zonas próximas como
Cariñena. Pero nunca faltaba en las bodegas de las casas, donde se
“espirallaba” o trasegaba de las cubas en Semana Santa; para su mayor aprovechamiento,
parte de él se dejaba convertir en vino rancio.
Alambique casero |
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