El 23 de enero de 1516 muere en Madrigalejo (Cáceres)
el rey Fernando el Católico, y será Carlos, hijo de Juana y nieto de Isabel “La
Católica” y de Fernando, quien heredaría todo el patrimonio territorial de sus
abuelos, instaurando una nueva dinastía en España: los Austrias.
Fernando II de Aragón legaba a Carlos I de España ( V de Alemania) un
conglomerado de territorios que se mantendrían unidos durante siglos formando
la Monarquía española: los reinos de la Corona de Castilla, la de Aragón (con
Cataluña, Valencia y las Baleares), Navarra (hasta los Pirineos) y Canarias,
con proyecciones hacia Italia (Nápoles, Sicilia y Cerdeña), América y el
Magreb.
Hasta que Carlos llegara a España gobernaría en
Castilla el cardenal Cisneros y en Aragón el arzobispo Alonso de Aragón.
Detalle de Carlos V a caballo en Mühlberg, de Tiziano. |
Carlos I siguió los designios de su abuelo Fernando y respetó las instituciones y los privilegios de Aragón, logrando de este modo un período de paz interna, tan necesaria para el mantenimiento de las campañas militares exteriores. Por lo que respecta a Aragón, la decisión del rey que más afectó a la vida cotidiana de sus súbditos fue la orden de conversión de todos los mudéjares del reino. De este modo se daba continuidad a la política de unidad en la fe iniciada por los Reyes Católicos. En 1528 las Cortes de Monzón declararon la conversión oficial de todos los mudéjares. Sin embargo la conversión no debió de ser tan efectiva como habían declarado las Cortes y persistieron fuertes elementos de discriminación social contra los llamados “moriscos” o “cristianos nuevos”, que perpetuaron la segregación social que habían padecido secularmente sus antepasados mudéjares y en 1610 Felipe III decretó su expulsión definitiva. La economía aragonesa se vió bastante resentida por la merma de su población.
A partir de la unificación territorial conseguida por
los Reyes Católicos, la villa de Sos dejó de ser frontera entre reinos y, por
consiguiente, la función militar de plaza-fuerte que había conseguido ser
durante siglos desapareció. Tampoco tenemos muchas noticias relativas a la
villa durante los siglos XVI y XVII. Tan solo un privilegio concedido por
Carlos I el 19 de diciembre del año 1533 para que los ganaderos de Sos pudiesen
tener juez y Ordenaciones, como los de Zaragoza, Ejea, Tauste y otros lugares
del Reino de Aragón, lo que demuestra la importancia de este sector en la
economía del Antiguo Régimen en Sos[1].
A la muerte de Carlos I le sucede su hijo Felipe II de
Castilla y I de Aragón. No siguió la política de respeto a las instituciones y
fueros aragoneses que su padre había mantenido por recomendación testamentaria
de su abuelo Fernando “El Católico”. Muy al contrario, inició una línea de
centralización estatal que buscaba una mayor uniformidad legal para administrar
el conjunto de los Estados unidos bajo su soberanía. Para ello se revelaron
fundamentales las instituciones comunes para todo el territorio, como el
Tribunal del Santo Oficio o Inquisición que, dependiente directamente del rey,
ejercía su jurisdicción por encima de fueros y leyes territoriales.
Recordemos que la Inquisición fue fundada en España
por los Reyes Católicos en 1478 para mantener la ortodoxia católica en sus reinos.
En los siglos XVII había comisarios inquisitoriales y familiares del Santo
Oficio en Sos., estando documentados Gabriel Lozano (1616-1635) y Bernardo
Besul (1693). Con posterioridad, ya en el siglo XVIII, aparecen los comisarios
José Pejón y Lizuain (mayo 1745 a septiembre 1771), José Gayarre y Miguel Salvo
(septiembre 1771 a octubre de 1802)[2].
Los conflictos que se plantearon entre los defensores
de los fueros e instituciones aragonesas y Felipe II desataron la rebelión
aragonesa de 1591, encabezada por el Justicia D. Juan de Lanuza. La experiencia
y la superioridad numérica del ejército real no tardó en sofocar la rebelión y
el Justicia de Aragón fue decapitado. El monarca convocó Cortes en Tarazona en
1592 y, aprovechando su victoria, modificó los fueros de Aragón.
Felipe II, por Sofonisba Anguissola, 1565 Museo del Prado (Madrid) |
Tras el saqueo de la ciudadela de Menorca en el año
1558 por parte de los turcos y la amenaza que representaba la flota otomana y
el corso norteafricano ante las costas levantinas, Felipe II solicitaba ayuda a
los diputados de Aragón y a las universidades del reino para combatir al turco,
pues ante la posibilidad de que se aliaran con los franceses, podrían atacar la
plaza de Perpiñán. Así, el 21 de julio el monarca se dirigía desde Valladolid
al gobernador de Aragón, don Juan de Gurrea, para movilizar en el reino un
contingente de 1.000 hombres. A mediados de agosto varias localidades del reino
ofrecieron su contingente para el socorro de Cataluña, aportando entre las
villas de Tauste, Unacastillo, Sádaba y Sos un total de 100 hombres[3].
También se estableció un complejo dispositivo para
facilitar la estancia en las montañas de las tropas españolas ante este posible
conflicto bélico con Francia. Las tropas desplazadas desde Zaragoza no llegaron
a entrar en acción, pero el 1 de mayo de 1592 se ofrecieron alojamientos en Sos
y su comarca a ocho compañías de infantería al mando de Juan de Vivero y dos
compañías más de caballería[4], pues
había que tener en cuenta que en aquellos duros días de invierno no solamente
era difícil mantener las tropas en los lugares donde se encontraban, sino que
también era muy complicado el hacerles llegar los víveres precisos, pues el
transporte tenía que realizarse “con acémilas y bestias de carga, porque no
pueden hacerse por carretera, si no es desde Huesca a Nueno y desde Almudevar a
Ayerbe, que es tierra llana, que toda la demás es a pie de sierra y no se puede
platicar con carretas”[5].
Igualmente, la dispersión de las unidades por
diferentes zonas del territorio aragonés planteaba nuevas exigencias desde el
punto de vista sanitario, ya que no era posible prestar una asistencia adecuada
con un solo hospital ubicado en Zaragoza, por lo que fue preciso crear
hospitales “secundarios” en las localidades que, bien por su importancia o por
el número de soldados asentados en sus inmediaciones, resultaba necesario. Se
trataba de pequeños hospitales al frente de los cuales había un mayordomo, designado
por el Administrador General, que con un reducido grupo de personas seleccionadas
por él atendían a los enfermos. En todos los casos tanto el médico como el
boticario eran los de la población respectiva y desempeñaban su cometido sin
percibir una remuneración fija, sino en función de los trabajos realizados. En
muy pocos casos hubo barberos o cirujanos en las plantillas, y solamente cuando
el número de enfermos lo exigió, se contrató a otros oficiales.
En la Villa de Sos se creó uno de estos hospitales,
administrado conjuntamente con el de Uncastillo, cuyo mayordomo era el Ldo.
Salinas, siendo el médico el Dr. Molina y boticario Alonso de Artieda[6]. Se instalaron en Sos y en Uncastillo por ser zona
mejor situada y haber “trigo y cebada para sustentar las acémilas” y a la
tropa. El gasto originado por el Licenciado Salinas ascendía a 23.256 mvs, y el
de Alonso de Artieda a 22.440 mvs[7].
De Felipe II queda constancia en Sos de un Privilegio
dado en Monzón a 31 de Noviembre de 1585 donde se aprueban y confirman las Ordenaciones que hizo en la Villa de Sos
don Juan de Gurrea, Gobernador y Juez de la Villa, para que el lugarteniente de
Justicia de dicha Villa sea Padre de Huérfanos y que cuide de castigar y
corregir a los vagabundos y perdidos; y que tenga para ello la misma potestad
que tiene el Padre de Huérfanos de Zaragoza y lleve vara como los oficiales de
Justicia, o como el de Calatayud[8].
Felipe III a caballo. Diego Velázquez. Museo del Prado |
Felipe III, sucesor de Felipe II, si bien no anuló las
modificaciones realizadas en los Fueros de Aragón por éste, que favorecían su
propia autoridad, procuró iniciar una reconciliación con las instituciones
aragonesas, jurando los fueros al inicio de su reinado, como era costumbre
tradicional, y evitando cualquier posible conflicto con los aragoneses a causa
de sus leyes particulares. El resto de los monarcas de la dinastía de los
Austrias, Felipe IV y Carlos II, siguieron el ejemplo de Felipe III. De este
modo el siglo XVII no conoció enfrentamientos entre el Reino de Aragón y los
monarcas, que lograron el apoyo de los aragoneses para sus acciones políticas.
Felipe IV, por Velázquez |
Pero los conflictos armados que Felipe IV mantenía en
el extranjero conllevaron numerosas peticiones a las Cortes para su
financiación. Las prestaciones eran cada vez más gravosas. La declaración de
guerra entre Francia y España en 1635 aumentó considerablemente esta presión.
En este clima belicista y de tensión económica, el estallido en 1640 de la
guerra de Secesión catalana puso a prueba la fidelidad de Aragón al rey. En
1641, las Cortes acordaron una movilización de 4.800 hombres de armas, que
distribuídos proporcionalmente sobre los municipios del Reino, se prorrogaron
durante tres años, convirtiéndose las tierras aragonesas en cuartel general de
las tropas del rey en su progresión hacia Cataluña. Esta proporcionalidad para
reclutar tropas se basó en el censo fernandino, y consistió en que las ciudades
otorgarían un soldado por cada 8 fuegos, mientras que las villas y lugares con
un censo igual o superior a los 100 fuegos lo haría por cada 11 y los de menos
de 100 fuegos por cada 12. Como resultado de esta proporción, la villa de Sos
tuvo que aportar 12 soldados.
Carlos II |
Se incrementaron las tasas impuestas a los municipios
para hacer frente a los cuantiosos gastos. Así, Sos pasará a pagar de los 4.092
sueldos en 1634 a 5.456 sueldos en 1639. Los concejos aragoneses podían
efectuar el pago tanto en dinero como en especie, teniendo en cuenta las
enormes dificultades del Reino para tributar en moneda debido a los difíciles
momentos que atravesaban muchos lugares de Aragón. Sólo Zaragoza contribuiría
en metálico, mientras que los restantes lugares, entre los que se integran Sos,
lo harían, si no siempre, en especie, circunstancia ésta última que se haría
más frecuente conforme transcurría esta etapa contributiva. Así lo evidencian
los pagos entre los años 1632 y 1634 en los que Sos realizó los mismos en trigo
o lana, y en 1635 en trigo[10].
También durante el reinado de Felipe IV se
reconstruyeron varios paños de la muralla de Sos y se realizaron obras en el
castillo de Roita, centrándose los trabajos en el patio y las puertas del
mismo, realizando dichos trabajos el fustero Ambrosio de Burdeos y el albañil y
cantero local Domingo Sarrias. Reparaciones documentadas el 26 de julio de 1641
y que costaron 760 sueldos jaqueses[11].
Así, con el desarrollo de los servicios prestados, que
fueron numerosos y de todo tipo (material, armas, alimentos, soldados,…) el
saqueo que sufrían sus fronteras, las requisas, la elevación de la carga
impositiva, los reiterados alojamientos reales y la creciente inseguridad,
produjeron unos desequilibrios sociales y económicos que acentuaron la ya de
por sí difícil situación en la que se encontraban los habitantes de las Cinco
Villas y los aragoneses. Puede decirse que el período 1640-1652 fue el momento
de la máxima intensidad contributiva de Aragón en toda la centuria; fue un
período de guerras al que se unió la mortandad producida por el brote de peste
entre 1648 y 1654 que afectó a numerosas localidades aragonesas.
Con la conquista de Barcelona por Juan José de Austria
en 1652 finalizó el conflicto con el Principado, pero el enfrentamiento franco-español
se prolongó hasta 1659 con la “Paz de los Pirineos”, etapa sustancialmente
definida por el estado despersonalizado y deprimido de la vida en el reino.
El gobierno de la dinastía de los Austrias duró casi
dos siglos, hasta el agotamiento de la línea sucesoria directa, ocurrido el 1º
de noviembre de 1700 con el fallecimiento de Carlos II. La falta de un
heredero, al morir sin descendencia, condujo a un enfrentamiento bélico entre
los dos principales candidatos a la Corona: los Habsburgo de la casa de Austria
y los Borbones de España. Comenzaba la
guerra de Sucesión española.(Continuación)
[1] Archivo de la Villa de
Sos. Año 1533.
[2] Pasamar Lázaro, José
Enrique. El comisario del Santo Oficio en
el distrito inquisitorial de Aragón. Rev. de la Inquisición, 6, pp.191-238.
Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense. Madrid, 1997.
[3]B.N. Sección de
Manuscritos. Ms, f.17., en Solano Camón, E. “Movilización de milicias en Aragón
y su función en la perspectiva geopolítica del Quinientos”, en Guerra y Sociedad en la Monarquía Hispánica:
Política, Estrategia y Cultura en la Europa Moderna(1500-1700).Vol.
II.,p.311 Enrique García Hernán-Davide Maffi, editores.Ed. del Laberinto.
Madrid, 2006.
[4] A.G.S. Guerra antigua,
leg.350, nº171
[5] A.G.S. Guerra antigua,
leg. 346, nº 171
[6] A.G.S Contaduría mayor
de cuentas. 2ª época, leg. 950
[7] Manuel García Rivas.”El apoyo sanitario a las tropas del
Ejército Real en Aragón (1591-1592)” R.H.J.Z 65-66, pp.15-36.
[8] Archivo de la Villa de
Sos. Año 1585.
[9] A.D.Z.ms. Vol. VII,
cartas responsivas, f. 379, 8 de mayo.
[10] A.D.Z. , ms. 434, ff.
54-55.
[11] Archivo de protocolos.
S.R.C.
BIBLIOGRAFÍA
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-GRACÍA RIVAS, MANUEL. “El apoyo sanitario a
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Revista de Historia Jerónimo Zurita, 65-66.
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1997.
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-SOLANO CAMÓN, ENRIQUE. Formas de
reclutamiento en la movilización de Aragón durante la guerra del Segadors
(1640-1652). Rev. Obradoiro de Historia Moderna nº 15, pp. 173-204. Servizo
da Universidade de Santiago de Compostaela, 2006.
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de España. Labor, S.A. Barcelona, 1993.
-HISTORIA DE ESPAÑA. Plaza & Janés Editores, S.A. Espluges de
Llobregat (Barcelona) 1991.
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