El
asentamiento judío más antiguo del Aragón cristiano en la zona de las Cinco
Villas, según los testimonios arqueológicos, es el de Ruesta, que junto con
Jaca y Uncastillo datan del reinado de Sancho Ramírez (s.XI). Rápidamente el
pueblo judío se va asentando en poblaciones cercanas beneficiándose de los
derechos ofrecidos en las cartas de población, por lo que ya en el siglo XI la
presencia judía en Sos es un hecho, aumentando progresivamente su población y
constituyéndose en aljama en 1294, es decir, que fueron consideradas por el
poder central como entidades jurídicas propias y plenas, con capacidad para
pagar sus impuestos de forma independiente. Unos años después, consolidada ya
la comunidad hebrea en Sos y dada su relevancia cuantitativa, el rey Jaime II
remitió en el año 1301 un escrito al alcalde de Sos para que permitiese a los
judíos aislar la judería, y que así dispusieran de un espacio físico propio,
separado del resto de la población.
El barrio
judío de Sos está asentado tras el Palacio de Sada, en lo que se llama Barrio
Nuevo a partir de 1492 (nombre que adoptó en muchas poblaciones el barrio
ocupado por los hebreos)
Las casas
de los judíos no se diferenciaron mucho del resto de caserío de Sos, ya que no
hubo una arquitectura distintiva.
Casa edificada sobre la roca de la montaña |
A excepción de las clases acomodadas, se disponía
de poco espacio habitable, que dependía de la carestía del catastro y de la existencia
del suelo urbanizable que se veía obligada por las características orográficas
del terreno, por lo que la fisonomía resultante de sus calles son un entramado
laberíntico e introvertido, con calles estrechas, típico de una concepción
espacial judeoislámica. Por este motivo los barrios judíos suelen estar
formados generalmente por una calle principal que permite, a duras penas, la
circulación rodada, y de la que surgen un entramado de pequeñas y estrechas
callejuelas o callejones con o sin salida (callejón de Salsipuedes), por las que se accede a las
viviendas. En la calle principal solían encontrarse los edificios públicos de
interés para la comunidad, como la sinagoga, el horno, el hospital... siendo
Sos un claro ejemplo de judería medieval.
Calle principal del barrio judío |
Efectivamente,
por los inventarios que se elaboraron con motivo de la expulsión de los judíos,
se componía de una sola arteria o “carrera pública” (que en la actualidad reciben
los nombres de Plaza de la Sartén, calle Mentidero, La Luna, Coliseo,... en sus distintos tramos) con un parque inmobiliario de al menos
30 viviendas, incluyendo la sinagoga, que poseía un corral anejo, el hospital y el horno de cocer pan.
Todos los edificios serían decomisados por la Corona para el pago de las rentas reales y censales.
Actualmente quedan en el barrio unas 30 casas que se mantienen prácticamente
intactas, ubicadas en las calles anteriormente citadas.
Callejón de Salsipuedes |
Plaza de la Sartén, en el centro del barrio judío. |
La
disposición interna quedó determinada por la funcionalidad que se le quisiera
dar a estos microespacios residenciales y profesionales. Cuando la casa era
habitada por un comerciante, tendero o artesano, se habilitaban las
dependencias de la planta calle como taller.
La casa se
articulaba en dos alturas y un sótano, amén de un corral o huerto posterior. El
sótano o cillero se destinaba al almacenaje de materias primas y víveres como
vino y aceite. Situado en el subterráneo, su planta cuadrangular reproducía el
plano del piso superior. La planta baja o calle, a la que se accedía desde el
portal principal, solía destinarse a almacén de grano, utillajes varios, zaguanes
o trastero.
El piso
superior podía construirse en saledizo, lo que obligaba a colocar pilares de
madera para crear una estructura porticada. Esta planta estaba presidida por la
cocina-comedor, con el suelo enlucido y el techo con un entramado de madera,
articulada en torno al hogar, circundado por una cadiera o banco corrido. Las
habitaciones o cambras se destinaban a dormitorios, con paredes de adobe y una
capa de yeso pulido. Solían disponer de espacios reducidos colindantes llamados
“retretas”.
"El sueño de Virila". Entrada principal de lo que fuera la sinagoga. |
La vida de
la comunidad judía giraba en torno a la sinagoga, no sólo templo, sino también
escuela en la que se enseñaban los preceptos talmúdicos, y en el que la máxima
autoridad la desempeñaba un rabino mayor, y donde la comunidad rabínica no sólo
explicaba sino también interpretaba la Ley. En el nº 8 de la calle Mentidero, en
el corazón del barrio judío, parece ser que se ubicaba la sinagoga, un edificio restaurado,
reformado y destinado actualmente a vivienda de turismo rural denominado “el
sueño de Virila”. En su fachada podemos observar dos puertas: una, la principal
y más grande era la destinada a la entrada de los hombres, y otra más pequeña
que es por donde entraban las mujeres.
El agua,
en la costumbre judía presenta una peculiar trilogía que atiende a la
purificación (miqwe, mikwe), la higiene (baños públicos) y el consumo (pozos y
fuentes) Si tenemos la oportunidad de entrar en el edificio podremos observar
los restos de un lagar que se supone derivan de unos antiguos baños judíos y el
pozo de agua, o aljibe, situado en el hall de entrada.
Interior del "sueño de Virila". A la derecha los restos del lagar que supuestamente fueron antaño los baños judíos |
El nombre
de la vivienda (El sueño de Virila) viene dado por una leyenda medieval cuyo
protagonista es San Virila, abad que fue del monasterio de Leyre.
Señal indicadora de la fuente de San Virila en Leyre. |
Fuente de San Virila |
Llegando a una fuente se sentó y, mientras continuaba con sus meditaciones sobre la eternidad, el dulce y armonioso trino de un ruiseñor le adormeció, entrando en un profundo sueño. Al despertar observó que la naturaleza, a su alrededor, había cobrado nueva vida, y decidió regresar al monasterio, resultándole muy difícil encontrar el camino de retorno. Al fin, a lo lejos divisó el cenobio pero se dió cuenta de que era más grande, con una iglesia mayor y nuevas dependencias que no estaban esta mañana. Al llegar a la entrada del monasterio se encontró con que los frailes vestían de forma y color diferente y que éstos no lo reconocían, así como tampoco él reconocía a ninguno de ellos. Ante la alarma que se genera en la comunidad sobre su identificación, uno de los hermanos de congregación cree recordar haber leído algo sobre un tal Virila en los escritos del monasterio. Mirando en los archivos descubren que efectivamente Virila fue abad del monasterio, “perdido en el bosque”,...¡ pero hace trescientos años!
Como consecuencia del milagroso retorno
Talla del Abad Virila, en el monasterio de Leyre |
Virila
nació en Tiermas en el año 870 y fue abad del monasterio de Leire, estando
perfectamente documentada su existencia como Abad del Monasterio de Leyre a
finales del siglo IX en el Libro gótico de San Juan de la Peña (fol. 71v.)[1]
Una de las
características más singulares de las moradas de los judíos es la mezuzah (del
hebreo, “jamba de la puerta”), mediante la cual se diferencian sus casas de las
de los vecinos, como ocurriese en Egipto, al saltear Dios las moradas de los
hebreos y evitarles la muerte de sus primogénitos, diferenciándolas de las
demás por medio de marcas de sangre en las jambas de las puertas (Éxodo 12:
12-13)
Mezuzah |
El receptáculo de la mezuzah
se fija en la base del tercio superior de la jamba derecha del pórtico
principal de la casa, en posición inclinada, como compromiso entre las posturas
encontradas de Rashi, según quien la mezuzah debería colocarse en posición
vertical, y la de Rabenu Tam, que sostenía que debía posicionarse
horizontalmente. También se colocan mezuzot (plural) en las puertas que
conduzcan a otras dependencias de la casa cuyas dimensiones sean de por lo
menos 4 cúbitos cuadrados (1 cúbito= 48 centímetros
aproximadamente) excepto en el cuarto de baño y cocina.
Antes de
fijar la mezuzah debe recitarse la siguiente plegaria: “Barúj atá Adonai mélej haolám asher kidshanu bemitzvotav vetzivanu Lisboa
Mezuzá” (Bendito eres Tú, Señor nuestro Dios, Rey del Universo, que nos has
santificado con tus mandamientos y nos has ordenado la colocación de la
mezuzah)
El “klaf”
(pergamino) con el que está hecha la mezuzah, es una fina hoja de cuero labrado
de animal “kasher” (puro) Los animales puros deben rumiar su alimento y tener
las pezuñas partidas o hendidas y deben ser degollados de acuerdo al ritual de
la “halaja”, llamado “shejita”. El texto debe ser manuscrito por un escriba
(sofer) habilitado a tal efecto. Enrollado el pergamino se coloca en un
“nartik”, (estuche) de madera, cristal, metal, o cualquier otro material digno
y honroso, y que sirva para preservar la integridad material del rollo. En el
estuche se suele dejar una pequeña abertura, lo suficiente para distinguir la
palabra “shaday”. Las mezuzot deben examinarse por lo menos dos veces cada
siete años, aunque se recomienda hacerlas revisar con mayor frecuencia por un
escriba debidamente habilitado a tal efecto.
El Talmud
nos cuenta que Onquelos, hijo de Calónimos, personalidad sobresaliente del
antiguo imperio romano, al convertirse al judaísmo despertó las iras del César.
Este envió un grupo de soldados en su busca para persuadirle de que cambiara de
parecer. Sin embargo Onquelos consiguió convencer a los soldados para que ellos
mismos se conviertan. Ante esto, el César envió otra partida de soldados
advirtiéndoles que no debían hablar con Onquelos. Los enviados capturaron a
Onquelos y se disponían a llevarlo ante el César cuando, al dejar la casa, Onquelos
colocó su mano sobre la mezuzah y sonrió. Cuando los soldados le preguntaron
por qué hizo eso, respondió: “Cuando un
rey de carne y hueso se encuentra dentro de su palacio, es costumbre que sus
servidores lo protejan desde fuera del edificio. Nuestro Rey, el Rey del
Universo, permite que sus servidores permanezcan dentro, y es Él quien los
protege”. Al oír estas palabras los soldados también se convirtieron.
Otra
historia del Talmud narra lo acontecido por Rabí Yehuda Hanasí (“el príncipe”).
Artabán, el rey Partio, le envió de regalo una perla extraordinaria. Rabí Yehuda
le correspondió con otro regalo: una mezuzah. Colérico por lo que le pareció
una burla, el Rey reprochó tal acción a Rabí Yehuda de la siguiente manera: “Me has insultado, yo te envié un regalo
incalculable y tú me respondes con una bagatela carente de todo valor”.
Rabí Yehuda replicó rápidamente: “El
presente que tú me has dado es tan valioso que deberá ser protegido, en tanto
que el regalo que yo te he dado te protegerá a ti hasta cuando duermas”
Como dice
el Rey David en sus Salmos: “Dios os
protegerá al salir del hogar, y al volver a él, ahora y siempre”. No sòlo
cuando uno se encuentra en su casa, sino cuando está lejos de ella, Dios lo
protege en razón de la mezuzah colocada en la jamba de su puerta.
En el
barrio judío de Sos podemos encontrar más mezuzot en la Plaza de la Sartén, la zona
más céntrica del barrio, llamada así por el parecido que tiene con el
mencionado utensilio culinario, o en el nº 1 de la calle Coliseo, junto a la
Casa del Infanzón.
Hueco para la mezuzah. Calle Coliseo, nº 1 |
Morada de un judío converso. Calle Mentidero nº 3 |
Haciendo un breve recorrido por el barrio judío de Sos podremos observar cómo eran las casas de la aljama, a la vez que nos sentiremos transportados, por unos momentos, a la Edad Media, comprobando y sintiendo cómo era el espacio en el que vivieron nuestros antepasados hebreos de la villa y cómo vivieron y se desenvolvieron en él.
BIBLIOGRAFIA:
-Baer, Yitzhak. Historia de los judíos en la Corona de
Aragón (siglos XIII-XV), Temas de
historia aragonesa, 3. D.G.A., Zaragoza, 1985.
-Motis Dolader, Miguel Angel. La sociedad
judía aragonesa en la Edad Media. Historia de Aragón II: Economía y
sociedad. I.F.C., 1996.
-Motis Dolader, Miguel Angel. Guía del
Aragón Judío. D.G.A. 1991.
-Mezuzah.
Wikipedia
-Ruiz de Oyaga, Julio. San Virila,
Abad de Leyre. Rev. Príncipe de Viana, nº 60, año 16. Pamplona, 1955.
[1] Ruiz
de Oyaga, Julio. San Virila, Abad de
Leyre. Revista Príncipe de Viana, nº 60, año 16, pp. 307-319. Pamplona,
1955.
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