Un especiero,
por definición, es aquella persona que tiene por oficio vender especias, amén
de ser también el pequeño mueble, generalmente con estantes y cajones, donde se
guardan dichas especias.
Pero en la Edad Media el especiero,
además de comerciar con especias, se encargaba de mezclar debidamente éstas y,
o, plantas medicinales y elaborar los
fármacos que le indicaba el médico para aliviar o curar las enfermedades de los
pacientes. A estos especieros, en los textos latinos, se les llamó apothecarius, y el arte que desarrollaban, apothecaria, que ya en la época moderna
fue conocido como “boticario”, siendo
la “botica” su lugar de trabajo. La
palabra botica deriva del griego “αποθηκη” (apotheke), pudiendo traducirse como “almacén” o “tienda”. Es decir, que en la época medieval este especiero, aphotecario o boticario, era
lo que hoy conocemos como el “farmacéutico”.
Especiero de la antigua botica de Sos del Rey Católico |
Las prácticas farmacéuticas no
existieron en la Alta Edad Media, pues no se conocen obras ni autores sobre
estas prácticas hasta mediados del siglo XI. El arte de sanar a los enfermos únicamente
era practicado por religiosos y monjes, en conventos y monasterios, que se rigieron
por las leyes visigodas del “Fuero Juzgo”. Reminiscencias de aquéllas prácticas
son los distintos brebajes, ungüentos y licores de hierbas que todavía elaboran
y comercializan actualmente algunos frailes y monjes en diferentes conventos y
cenobios de la geografía española.
Antigua botica de Sos |
La primera referencia en España
en la que aparece la figura del boticario, con carácter de Oficio Real, es en
un documento de los archivos municipales burgaleses en la Corte de Castilla con
Fernando III el Santo en el que una pragmática de 1217 faculta al Boticario
Real para prohibir la venta de vino, de tal manera que pueda delegar, si fuera
necesario, en otra persona. Con posterioridad, en 1263, aparece la figura del
boticario, como oficio, en el Código de las Siete Partidas de Alfonso X el
Sabio, donde dice que se aplicará la pena de muerte al boticario que sin mandato del médico diese a comer o beber
medicinas que causaren la muerte (ley 6, tít. VIII, partida VII), e igual
pena para el médico, boticario o
cualquiera que, a sabiendas, vendiere yerbas o ponzoñas al que las compre para
matar con ellas, y el que a éste fin se las diere à conocer, e instruya del
modo de subministrarlas. ( ley 7,
tít. VIII, partida VII), de donde se deduce que, por entonces, también el médico practicaba el arte de apothecaria.
La rebotica, un auténtico laboratorio. Sos del Rey Católico. |
Cuando entre los siglos XII y
XIII surge en Toledo el fenómeno cultural conocido como Escuela de Traductores,
se empieza a recibir la ciencia oriental y se traducen obras sobre ciencia
médica árabe. Avicena y Averroes nos van a devolver a Dioscorides y Galeno, se
tradujeron obras de Hipócrates, Isaac Iudeus, Abulqasim…
Casi al mismo tiempo se produjo
la separación definitiva entre medicina y farmacia, pues ambas son ciencias bastantes complejas y requieren,
para su mejor estudio, una especialización por separado. Además surgieron
personas interesadas profesionalmente en comerciar con drogas y elaborar
medicamentos para vender a los médicos (especieros), por lo que la separación
de sendas ciencias se hizo efectiva ya en el siglo XIII, prohibiendo desde
entonces a los religiosos ejercer la medicina, aunque no así la farmacia.
La importancia que la medicina
medieval otorgaba a los fármacos supuso que el especiero de entonces gozara de
una gran relevancia social, por lo cual se fue desarrollando una
especialización en el arte de elaboración de medicamentos. El apothecario debía conocer todas las
técnicas de la botica : conocimiento,
clasificación y elección de las plantas y de sus distintas partes (raíces,
tallos, brotes, hojas, pétalos y estambres de las flores, etc…), trituración de
las mismas, cantidad o porcentaje a aplicar, técnicas y tiempos de cocción, destilación,
maceración, sublimación, confección, decantación,…y el uso de determinados y
específicos objetos para la manipulación, como balanzas de precisión, probetas,
tubos, decantadores,…por lo que no era fácil ser especiero.
Juego de pesas, imprescindibles para pesar los diferentes componentes de las mezclas. Botica de Sos. |
Pero el especiero, o boticario,
de la Edad Media, no sólo se dedicaba a la elaboración y venta de medicamentos,
sino que además era también herbolario, droguero, papelero, cerero, confitero y
perfumista. Esta surtida variedad comercial deriva de la propia concepción de
la ciencia médica en la época medieval, que además de cuidar a los enfermos también
debía velar por mantener la salud de los
sanos a través de la dietética. De hecho, muchas plantas medicinales y especias
de las que se utilizaban para los preparados de los fármacos también eran
usadas en la cocina, bien como saborizantes o aromatizantes, en la confección
de perfumes o en la elaboración de confitería.
Con la aparición de las
Cofradías y Gremios, el boticario se especializó, separándose totalmente del
médico, también llamado físico. Este se dedicaría
a diagnosticar y prescribir los fármacos, pero será el boticario el encargado
de la elaboración de los mismos.
Diversos preparados en la rebotica de Sos |
Como en todo gremio medieval,
existían aprendices que se instalaban en casa del maestro boticario para
aprender el oficio, y el de boticario era uno de los aprendizajes más largos
que existían. Se tiene constancia que en Zaragoza este aprendizaje duraba unos
ocho años y, después, el aspirante, antes de poder ejercer como boticario, aún
tenía que superar un examen teórico y práctico[1].
En el siglo XIV aparecen los
primeros escritos sobre el gremio de los boticarios o especieros. Pero no fue,
como en tantas cosas, hasta los Reyes Católicos cuando se empezó a legislar
seriamente sobre el particular. Había que controlar el mercado del medicamento,
atajando la venta ambulante en ferias y mercados por parte de drogueros y regular
y controlar la elaboración de medicamentos. Para ello se creó, en 1477, el
“Real Tribunal del Protomedicato”, y que habría de perdurar hasta los inicios
del s. XIX. Se trataba de un organismo para vigilar, comprobar y castigar en su
caso a los sanitarios, ya separados en médicos, cirujanos (barberos incluidos)
y boticarios. Tenía además la facultad de dar la autorización, a través de los
exámenes que hacían los Alcaldes Examinadores para trabajar en el oficio,
otorgándoles el permiso correspondiente: la “licentia operandi”.
Será, pues, durante el
Renacimiento, cuando la ciencia farmacéutica avanza considerablemente,
abandonando, en parte, el escolasticismo, apareciendo grandes humanistas y
autores sobre el arte farmacológico, pues las nuevas drogas y plantas
medicinales traídas de las Indias
Occidentales, y también Orientales, obligaron a actualizar los textos botánicos
existentes hasta entonces, como el de Dioscórides, y los especieros,
apothecarios o boticarios, y su “arte” comenzó a especializarse y regularse.
Tarros de especias. Antigua botica de Sos. |
En Sos del Rey Católico se tiene
constancia de la contratación de un especiero en el año 1501, en el que el
Concejo de la Villa contrata a Tomás Bonifant, residente en Luna, como especiero
durante tres años por un salario de 300 sueldos anuales para ejercer su
profesión y atender las necesidades sanitarias de los habitantes de la villa[2],
así como la elaboración de otros productos relacionados con su arte, como las
clareas o la elaboración de dulces y turrones.
En España, el primer tratado
farmacéutico que se conoce, escrito por un boticario, es el Liber
in examen apothecariorum, escrito por Pere Benet Mateu e impreso en
Barcelona en 1521[3]. Desde
entonces, la práctica y elaboración de soluciones farmacológicas y medicinales
fue evolucionando considerablemente en el transcurso de los siglos hasta
convertirse en la actual industria farmacológica, si bien, aún en el pasado siglo, los boticarios de los pueblos y ciudades de España preparaban en sus boticas las soluciones farmacológicas para muchas dolencias y enfermedades en un auténtico laboratorio entre tarros de especias, hierbas, plantas y productos químicos, como podemos apreciar en la, por otra parte bien conservada, antigua botica de Sos del Rey Católico(ver).
Frascos en la antigua botica de Sos del Rey Católico. |
[1] Falcón
Pérez, M.I. “Los boticarios de Zaragoza en la Baja Edad Media”, p. 491. En Aragón en la Edad Media, nº 14-15(1)
[2]
A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 458, ff.42v-43.
[3] Martínez
Girón, María José. Introducción a
theórica y práctica de boticarios, p. 23.
BIBLIOGRAFÍA
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Selección de documentos de la villa
aragonesa de Sos (1202-1533) I.F.C. (C.S.I.C.), Zaragoza, 2009.
-DE VIVENTE GONZÁLEZ, JOSÉ. (Coord) Antiguas boticas españolas y sus recipientes.
TresCtres. Santa Comba (A Coruña), 2009.
-DE LA REGUERA VALDELOMAR, JUAN. Extracto
de las Siete Partidas. T. II. Imp. De D. Ramón Martín Indar. Barcelona,
1847.
-FALCÓN PÉREZ, M. I. “Los boticarios de
Zaragoza en la Baja Edad Media: los precedentes del colegio de farmacéuticos de
Zaragoza” en Aragón en la Edad Media,
nº 14-15 (1), pp. 487-498. Universidad de Zaragoza, 1999.
-MARTÍNEZ GIRÓN, Mª JOSÉ. Edición y estudio de la Theórica y práctica
de boticarios de Fray Antonio Castell. Tesis doctoral. Universidade Da
Coruña, 2017.
-ROJO GONZÁLEZ, BERNARDINO. “Los
farmacéuticos en el reinado de los Reyes Católicos” Publicación del Instituto Tello
Téllez de Meneses, nº 6, pp. 209-217. Palencia, 1951.
En la web:
-historiadelafarmacia.perez.fontan.com. Historia de la farmacia. María José
Pérez-Fontan
-www.monestirpedralbes.bcn.cat. Plantas, remedios y boticarios. El jardín Medieval del Monasterio de
Pedralbes.
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