domingo, 19 de mayo de 2019

LOS ESPECIEROS EN LA BAJA EDAD MEDIA




            Un especiero, por definición, es aquella persona que tiene por oficio vender especias, amén de ser también el pequeño mueble, generalmente con estantes y cajones, donde se guardan dichas especias.

                Pero en la Edad Media el especiero, además de comerciar con especias, se encargaba de mezclar debidamente éstas y, o, plantas medicinales y  elaborar los fármacos que le indicaba el médico para aliviar o curar las enfermedades de los pacientes. A estos especieros, en los textos latinos, se les llamó apothecarius, y el arte que desarrollaban, apothecaria, que ya en la época moderna fue conocido como “boticario”, siendo la “botica” su lugar de trabajo. La palabra botica deriva del griego “αποθηκη (apotheke), pudiendo traducirse como “almacén” o “tienda”. Es decir, que en la época medieval este especiero, aphotecario o boticario, era lo que hoy conocemos como el “farmacéutico”.
Especiero de la antigua botica de Sos del Rey Católico


        Las prácticas farmacéuticas no existieron en la Alta Edad Media, pues no se conocen obras ni autores sobre estas prácticas hasta mediados del siglo XI. El arte de sanar a los enfermos únicamente era practicado por religiosos y monjes, en conventos y monasterios, que se rigieron por las leyes visigodas del “Fuero Juzgo”. Reminiscencias de aquéllas prácticas son los distintos brebajes, ungüentos y licores de hierbas que todavía elaboran y comercializan actualmente algunos frailes y monjes en diferentes conventos y cenobios de la geografía española.
Antigua botica de Sos

        La primera referencia en España en la que aparece la figura del boticario, con carácter de Oficio Real, es en un documento de los archivos municipales burgaleses en la Corte de Castilla con Fernando III el Santo en el que una pragmática de 1217 faculta al Boticario Real para prohibir la venta de vino, de tal manera que pueda delegar, si fuera necesario, en otra persona. Con posterioridad, en 1263, aparece la figura del boticario, como oficio, en el Código de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, donde dice que se aplicará la pena de muerte al boticario que sin mandato del médico diese a comer o beber medicinas que causaren la muerte (ley 6, tít. VIII, partida VII), e igual pena para el médico, boticario o cualquiera que, a sabiendas, vendiere yerbas o ponzoñas al que las compre para matar con ellas, y el que a éste fin se las diere à conocer, e instruya del modo de subministrarlas.  ( ley 7, tít. VIII, partida VII), de donde se deduce que, por entonces, también el médico practicaba el arte de apothecaria.
      
La rebotica, un auténtico laboratorio. Sos del Rey Católico.
       
             Cuando entre los siglos XII y XIII surge en Toledo el fenómeno cultural conocido como Escuela de Traductores, se empieza a recibir la ciencia oriental y se traducen obras sobre ciencia médica árabe. Avicena y Averroes nos van a devolver a Dioscorides y Galeno, se tradujeron obras de Hipócrates, Isaac Iudeus, Abulqasim…
          Casi al mismo tiempo se produjo la separación definitiva entre medicina y farmacia, pues ambas son  ciencias bastantes complejas y requieren, para su mejor estudio, una especialización por separado. Además surgieron personas interesadas profesionalmente en comerciar con drogas y elaborar medicamentos para vender a los médicos (especieros), por lo que la separación de sendas ciencias se hizo efectiva ya en el siglo XIII, prohibiendo desde entonces a los religiosos ejercer la medicina, aunque no así la farmacia.
                La importancia que la medicina medieval otorgaba a los fármacos supuso que el especiero de entonces gozara de una gran relevancia social, por lo cual se fue desarrollando una especialización en el arte de elaboración de medicamentos. El apothecario debía conocer todas las técnicas de la botica : conocimiento, clasificación y elección de las plantas y de sus distintas partes (raíces, tallos, brotes, hojas, pétalos y estambres de las flores, etc…), trituración de las mismas, cantidad o porcentaje a aplicar, técnicas y tiempos de cocción, destilación, maceración, sublimación, confección, decantación,…y el uso de determinados y específicos objetos para la manipulación, como balanzas de precisión, probetas, tubos, decantadores,…por lo que no era fácil ser especiero.
Juego de pesas, imprescindibles para pesar los diferentes
componentes de las mezclas. Botica de Sos.

                Pero el especiero, o boticario, de la Edad Media, no sólo se dedicaba a la elaboración y venta de medicamentos, sino que además era también herbolario, droguero, papelero, cerero, confitero y perfumista. Esta surtida variedad comercial deriva de la propia concepción de la ciencia médica en la época medieval, que además de cuidar a los enfermos también debía velar  por mantener la salud de los sanos a través de la dietética. De hecho, muchas plantas medicinales y especias de las que se utilizaban para los preparados de los fármacos también eran usadas en la cocina, bien como saborizantes o aromatizantes, en la confección de perfumes o en la elaboración de confitería.
                Con la aparición de las Cofradías y Gremios, el boticario se especializó, separándose totalmente del médico, también llamado físico. Este se dedicaría a diagnosticar y prescribir los fármacos, pero será el boticario el encargado de la elaboración de los mismos. 
              
Diversos preparados en la rebotica de Sos
  Como en todo gremio medieval, existían aprendices que se instalaban en casa del maestro boticario para aprender el oficio, y el de boticario era uno de los aprendizajes más largos que existían. Se tiene constancia que en Zaragoza este aprendizaje duraba unos ocho años y, después, el aspirante, antes de poder ejercer como boticario, aún tenía que superar un examen teórico y práctico[1].
                En el siglo XIV aparecen los primeros escritos sobre el gremio de los boticarios o especieros. Pero no fue, como en tantas cosas, hasta los Reyes Católicos cuando se empezó a legislar seriamente sobre el particular. Había que controlar el mercado del medicamento, atajando la venta ambulante en ferias y mercados por parte de drogueros y regular y controlar la elaboración de medicamentos. Para ello se creó, en 1477, el “Real Tribunal del Protomedicato”, y que habría de perdurar hasta los inicios del s. XIX. Se trataba de un organismo para vigilar, comprobar y castigar en su caso a los sanitarios, ya separados en médicos, cirujanos (barberos incluidos) y boticarios. Tenía además la facultad de dar la autorización, a través de los exámenes que hacían los Alcaldes Examinadores para trabajar en el oficio, otorgándoles el permiso correspondiente: la “licentia operandi”.
                Será, pues, durante el Renacimiento, cuando la ciencia farmacéutica avanza considerablemente, abandonando, en parte, el escolasticismo, apareciendo grandes humanistas y autores sobre el arte farmacológico, pues las nuevas drogas y plantas medicinales  traídas de las Indias Occidentales, y también Orientales, obligaron a actualizar los textos botánicos existentes hasta entonces, como el de Dioscórides, y los especieros, apothecarios o boticarios, y su “arte” comenzó a especializarse y regularse.
Tarros de especias. Antigua botica de Sos.

                En Sos del Rey Católico se tiene constancia de la contratación de un especiero en el año 1501, en el que el Concejo de la Villa contrata a Tomás Bonifant, residente en Luna, como especiero durante tres años por un salario de 300 sueldos anuales para ejercer su profesión y atender las necesidades sanitarias de los habitantes de la villa[2], así como la elaboración de otros productos relacionados con su arte, como las clareas o la elaboración de dulces y turrones.
                En España, el primer tratado farmacéutico que se conoce, escrito por un boticario, es el  Liber in examen apothecariorum, escrito por Pere Benet Mateu e impreso en Barcelona en 1521[3]. Desde entonces, la práctica y elaboración de soluciones farmacológicas y medicinales fue evolucionando considerablemente en el transcurso de los siglos hasta convertirse en la actual industria farmacológica, si bien, aún en el pasado siglo, los boticarios de los pueblos y ciudades de España preparaban en sus boticas las soluciones farmacológicas para muchas dolencias y enfermedades en un auténtico laboratorio entre tarros de especias, hierbas, plantas y productos químicos, como podemos apreciar en la, por otra parte  bien conservada, antigua botica de Sos del Rey Católico(ver).

Frascos en la antigua botica de Sos del Rey Católico.


[1] Falcón Pérez, M.I. “Los boticarios de Zaragoza en la Baja Edad Media”, p. 491. En Aragón en la Edad Media, nº 14-15(1)
[2] A.H.P.S., Miguel del Sen, p. 458, ff.42v-43.
[3] Martínez Girón, María José. Introducción a theórica y práctica de boticarios, p. 23.







BIBLIOGRAFÍA

-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Selección de documentos de la villa aragonesa de Sos (1202-1533) I.F.C. (C.S.I.C.), Zaragoza, 2009.
-DE VIVENTE GONZÁLEZ, JOSÉ. (Coord) Antiguas boticas españolas y sus recipientes. TresCtres. Santa Comba (A Coruña), 2009.
-DE LA REGUERA VALDELOMAR, JUAN.  Extracto de las Siete Partidas. T. II. Imp. De D. Ramón Martín Indar. Barcelona, 1847.
-FALCÓN PÉREZ, M. I. “Los boticarios de Zaragoza en la Baja Edad Media: los precedentes del colegio de farmacéuticos de Zaragoza” en Aragón en la Edad Media, nº 14-15 (1), pp. 487-498. Universidad de Zaragoza, 1999.
-MARTÍNEZ GIRÓN, Mª JOSÉ. Edición y estudio de la Theórica y práctica de boticarios de Fray Antonio Castell. Tesis doctoral. Universidade Da Coruña, 2017.
-ROJO GONZÁLEZ, BERNARDINO. “Los farmacéuticos en el reinado de los Reyes Católicos” Publicación del Instituto Tello Téllez de Meneses, nº 6, pp. 209-217. Palencia, 1951.
En la web:
-historiadelafarmacia.perez.fontan.com. Historia de la farmacia. María José Pérez-Fontan
-www.monestirpedralbes.bcn.cat. Plantas, remedios y boticarios. El jardín Medieval del Monasterio de Pedralbes.




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