domingo, 31 de marzo de 2019

"MAIESTAS DOMINI" EN EL ROMÁNICO


              

"Maiestas Domini". Pórtico de la iglesia de San Esteban. Sos del Rey Católico.

             

                La pintura mural, realizada sobre los muros o las paredes de los edificios, es el tipo de pintura más antigua, pues ya desde la Prehistoria el hombre del Paleolítico utilizó las paredes de roca de las cuevas para expresarse pintando.
                 La pintura mural se ha usado para decorar los desnudos muros de las construcciones, pero en la Edad Media, dado el alto grado de analfabetismo de la gente, fue utilizada en los edificios religiosos con fines didácticos y pedagógicos para educar y enseñar a los fieles, dándoles a conocer y entender, a través de las imágenes, los principios básicos del cristianismo, los evangelios y, también, cierto conformismo social dentro del orden jerárquico establecido.
               Durante la Edad Media fueron, principalmente y entre otras, dos grandes corrientes artísticas las que surgieron en la Península: el arte románico y el gótico.
                Las gentes de la época eran extraordinariamente sensibles a las obras bien hechas, a lo bello, lo hermoso. Por eso las pinturas murales de los templos eran hermosas, pues con su belleza natural, con sus variados colores, su brillo y su luz, los fieles veían reflejada la belleza y la bondad divinas. La contemplación de estas bellas imágenes era fuente de placer para el hombre, al que fascinaba no sólo a la vista, sino también a su espíritu.
                 De este modo se cumple el primero de los aspectos que los seguidores del monje y teólogo Hugo de San Víctor hablan sobre los preceptos que fascinan las creaciones de cosas bellas y que obedecen a cuatro categorías, según se lee en el Didascalicon de San Víctor: “ Decor creaturarum est in situ et modu et specie et qualitae”. Es decir, la belleza de la creación depende de la situación, del movimiento, de la apariencia y de la calidad.
              La situación depende de la composición (compositio) y del orden (dispositio) La compositio armoniza las partes que constituyen una cosa otorgando solidez y congruencia interna a la forma y la dispositio es la armonía que se deriva de la relación de las distintas cosas entre sí y de la relación de estas con el hombre.
           Al igual que en la escultura románica, el condicionamiento tectónico y el contexto litúrgico  van a jugar un papel determinante  tanto en el desarrollo compositivo como iconográfico en la pintura mural. Las imágenes de mayor divinidad se sitúan en los puntos de mayor sacralidad, correspondientes a los ábsides y sus bóvedas, mientras que las narrativas utilizan las paredes laterales. Las imágenes del ábside se disponen siguiendo un estricto orden jerárquico, reflejo de la sociedad románica, valiéndose para ello de los propios elementos arquitectónicos, como ventanas y cornisas. En la cuenca absidal aparecen los personajes Divinos; en un registro intermedio, profetas, apóstoles o santos, como intercesores entre el mundo divino y humano; y en el inferior, representaciones animalísticas o decorativas.
                Por norma general, la visión teofánica que se ofrece es la de Maiestas Domini, Cristo figuradamente sentado en un trono o en un arco de círculo, en actitud triunfante; inscrito en mandorla; con los pies descansando en la tierra, una semiesfera; con la mano derecha levantada en actitud de bendecir a los hombres al mismo tiempo que patentiza su fuerza y autoridad divinas y portando en su mano izquierda el Libro de la Vida, el Libro “sellado con siete sellos”(Ap. 5 y ss.), las tablas que dan testimonio de su esencia y atributos o el globo terráqueo, símbolo de la universalidad de su poder, rodeada por los ancianos y jinetes del Apocalipsis.
               
Coronación de la Virgen. Abside central de la cripta.
Sos del Rey Católico


      
Por su celestial y divino significado, la Maiestas Domini se suele representar en el lugar de máxima sacralización del templo, allí donde se celebra la liturgia eucarística, que es sobre el altar, o sea, en el centro del templo, en su bóveda central. A veces sucede que el templo tiene una advocación mariana, en cuyo caso se cede el espacio a la Vírgen o Theotokos en esta ubicación, como sucede en las pinturas murales de la cripta de Santa María del Perdón en Sos del Rey Católico, donde en el ábside central aparece la Coronación de la Vírgen María por su Hijo Jesucristo y en el ábside izquierdo, o del evangelio, figura pintada la Maiestas Domini, si bien, a partir del siglo XIV, en la transición del arte románico al gótico, empieza a ser frecuente cierta relajación en la jerarquía compositiva e iconográfica, apareciendo algunos santos, que hasta ahora sólo aparecían en los registros intermedios de los ábsides o en las paredes laterales, en el cuarto de esfera absidal, así como empiezan a aparecer en las bóvedas centrales iconografías del Juicio Final o la Coronación de la Virgen, desplazando, hasta su total desaparición la Maiestas Domini. Un claro ejemplo de todo ello son las pinturas murales de la cripta de Santa María del Perdón de Sos, pertenecientes al estilo francogótico, precisamente a este período de transición (ss.XIII-XIV)(ver cripta)
            
Maiestas Domini. Ábside del Evangelio.
Cripta de Santa María del Perdón. Sos del Rey Católico
                  La imagen todopoderosa de la Maiestas Domini, manifestación de la eternidad divina, exige la presencia de los cuatro Seres que dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el Trono. Estos cuatro Seres con forma humana (tetramorfos) y cuatrifaces (caras de hombre, de león, de toro y de águila) se asocian a las cuatro columnas del trono divino, al tiempo histórico de Cristo (la Encarnación, la Pasión, la Resurrección y la Ascensión), a los cuatro puntos cardinales, a los cuatro elementos y cada uno de ellos se identifica con uno de los evangelistas: el hombre con Mateo, el león con Marcos, el toro con Lucas y el águila con Juan.
                Es la representación de la visión apocalíptica de San Juan sobre el trono de Dios (Ap. 4, 1-9): “ Después de todo esto, tuve una visión. Vi una puerta abierta en el cielo, y aquella voz semejante a una trompeta, que me había hablado al principio, decía:
                -Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder en adelante.
            De pronto caí en éxtasis y ví un trono colocado en el cielo y alguien sentado en el trono. El que estaba sentado tenía un aspecto resplandeciente como piedra de jaspe o de sardonio, y un halo parecido a la esmeralda rodeaba el trono. Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, en los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de blanco y con coronas de oro en la cabeza. Relámpagos y truenos retumbantes salían del trono: siete lámparas de fuego-que son los siete espíritus de Dios- ardían en presencia del trono, y delante había también un mar transparente como el cristal.
                En medio del trono y a su alrededor había cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primero era como un león; el segundo como un toro; el tercero tenía el rostro semejante al de un hombre, y el cuarto se parecía a un águila en vuelo. Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas y estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Y día y noche proclamaban sin cesar:

Santo, santo, santo,
Señor Dios Todopoderoso,
el que era, el que es
y el que está a punto de llegar

                Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por siempre, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive para siempre y arrojan sus coronas a los pies del trono diciendo:
Digno eres, Señor y Dios nuestro
de recibir la gloria,
el honor y el poder.
Tú has creado todas las cosas;
en tu designio existían,
y según él fueron creadas.”

                Esta visión apocalíptica de san Juan está inspirada en la profecía   divina de Ezequiel ( I, 4-15) que describe así  a los cuatro seres:  “parecían hombres, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la de un buey…debajo de las alas tenían manos humanas…La cabeza de los cuatro era igual: por delante tenía aspecto humano, por la derecha de león, por la izquierda de toro y por detrás de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto: dos se tocaban entre sí y las otras dos cubrían su cuerpo…
                La maiestas Domini, como representación de la eternidad divina, se manifiesta majestuosamente en el románico como imagen fuera de lo temporal, alejada de lo circunstancial; es manifestación de lo absoluto, de aquello que encierra en sí el principio y el fin, al alfa y el omega. El Cristo en Majestad es semejante al Hijo del Hombre, con un rostro sublime como el sol cuando resplandece con toda su fuerza; con unos ojos que parecen llamas de fuego que alcanzan a ver y a desvelar lo más íntimo de los hombres. Él es la Luz del mundo, la que guía a la humanidad, la luz que triunfa sobre las tinieblas de Satán, la que ilumina a los elegidos.
                En el arte románico, el poder de la Divinidad se manifiestó también a través de figuraciones sintéticas como la Dextera Domini (mano derecha de Dios) y el Agnus Dei (cordero de Dios), también presente en la cripta de Santa María del Perdón de Sos.
                Poco a poco, en el siglo XIII, el arte románico y las pinturas murales fueron cediendo terreno ante las novedades góticas que procedían de tierras nórdicas, que sustituyeron los muros de los templos por majestuosos ventanales decorados con vidrieras.

Vidrieras góticas. Catedral de León.









BIBLIOGRAFÍA

-HUGO DE SAN VÍCTOR. Didascalicon de studio legendi. El afán por el estudio. Edición bilingüe y estudio preliminar por Muñoz Gamero, Carmen y Arribas Hernáez, María Luisa. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 2011.
-LACARRA DUCAY, MARÍA DEL CARMEN. Pinturas murales góticas en las iglesias de Sos del Rey Católico. I.F.C. Zaragoza, 2016.
-Historia del arte español. T. IV. La época de los monasterios. La plenitud del románico. Planeta. Barcelona, 1995.
-La Biblia. Edición popular. 3ª edición. La Casa de la Biblia. Madrid, 1993.

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