En las primeras décadas del
siglo X apareció, entre el Loira y el Rin, un tipo de fortificación al que los
documentos dan el nombre de “castillo”. El fenómeno se extendió por todo
occidente a lo largo del siglo XI. La torre y el castillo de frontera se convirtieron
en un elemento clave para la estructuración de los nuevos territorios.
Torre de Añués, en la frontera con Navarra |
En la zona de Ribagorza y
Cataluña se han localizado una serie de torres circulares que constituyen una
muestra arquitectónica de primer orden dentro del románico de Europa
occidental. Sus muros, construidos con un aparejo pequeño unido con argamasa,
tenían en la base un espesor superior al metro y medio y podían alcanzar una
altura considerable. Carecían de todo tipo de decoración parietal; la puerta de
entrada, a la que se accedía por un puente de madera, estaba a una altura
comprendida entre los cinco y diez metros y las ventanas se encontraban en la
zona superior. En su interior las torres estaban divididas en diferentes
plantas. Al interior, normalmente cubierto con bóveda o cúpula, se accedía
desde el exterior a través de una trampilla; las plantas superiores, dos o
tres, estaban formadas por suelos planos de envigados de madera. A veces la
planta superior volvía a estar cubierta con una bóveda por dentro y se coronaba
con un tejado al exterior.
En el siglo XII los castillos, hasta entonces
presa fácil de incendios por estar construidos de madera, se empezaron a
edificar con piedra al mismo tiempo que se ampliaban considerablemente sus
dimensiones. Cuando el área donde se asentaban las torres de vigilancia dejó de
ser fronteriza, éstas fueron abandonadas o se convirtieron paulatinamente en
castillos de residencia.
Torre del homenaje. Castillo de Sos del Rey Católico |
Sos del Rey Católico, edificado en lo alto de un cerro |
El elemento fundamental del castillo es la “mota”, montículo o loma artificial de tierra, ya que su función, sin dejar de ser residencial, es ante todo defensiva, y su emplazamiento debe ser acorde con esta intención, razón por la cual normalmente se encuentra en lugares elevados. A veces es rodeado en su base por un foso rematado por una empalizada de madera. Bajo este precepto el castillo puede ser de pequeñas dimensiones, habitado por un guardia que da aviso ante un peligro inminente, o de grandes dimensiones, alojando guarniciones del ejército para que se lancen a la reconquista. En este caso, en la cima aplanada se levantaba una torre cuadrangular de madera, o “torre del homenaje”, a la que se accedía mediante una escalera que conducía a una sola puerta. Las dimensiones del montículo eran modestas: 15 metros de altura por 30 metros de diámetro en la base; la superficie cercada apenas superaba media hectárea. Al lado se encontraba el corral o albacara, protegido por un talud de tierra y cercado por una empalizada. En el castillo habitaban los caballeros, cuya misión era la de combatir. En los alrededores del castillo vivían los campesinos sometidos al dominio señorial: además de trabajar las tierras del señor, le pagaban censos y, si la ocasión lo requería, tenían que combatir por él y podían refugiarse en el recinto del castillo en caso de peligro.
Castillo de Sos del Rey Católico |
La relación existente entre un
castillo y el asentamiento de un grupo poblacional estable, pueblo o ciudad, es
muy estrecha; aunque sea muy difícil de determinar cuál de los dos motivó el
nacimiento del otro, dependiendo siempre de los casos individuales.
Normalmente el castillo
sustituye a un núcleo más antiguo, por lo que se instala en el centro de la
explotación y de las casas que lo constituían. En otras ocasiones busca el
resguardo de un monasterio vecino, pero con más frecuencia aún es el
emplazamiento del castillo el que provoca el surgimiento de un hábitat, a
través de su necesidad de abastecimiento, agrupándose las casas en función del
terreno que lo rodea, bien en el interior o en el exterior de un primer o
segundo perímetro de murallas. Sos del Rey Católico es un claro ejemplo de éste
último caso, donde las casas se fueron construyendo alrededor del castillo.(ver urbanismo ciudad medieval)
La evolución tipológica de los
castillos depende de cada reino cristiano, de la propia función desempeñada por
éste y de la situación político-social en la que se encuentra cada uno de los
reinos.
En el caso de Sos es probable
que la demarcación territorial a través de castillos ya existiera desde el
siglo XI y principios del X.
Los reinos y los estados
cristianos de la península ibérica fueron el resultado de un continuo proceso
de reconquista contra los dominios musulmanes. En los territorios fronterizos se
produjo progresivamente una militarización de la población, tanto por parte
musulmana como cristiana, en la cual las fortificaciones y los castillos
jugaron un papel esencial.
En el siglo X, desde las Cinco
Villas hasta el valle del rio Segre, musulmanes y cristianos se encontraban
separados entre sí por una estrecha franja neutral que oscilaba entre 4 y 8
kilometros, jalonada de fortificaciones a ambos lados, como si se tratara del
más enconado de los frentes militares modernos. Esta línea de castillos que
partía de Eramprunya atravesaba los condados catalanes, las actuales tierras de
Aragón y el reino de Pamplona-Nájera perdiéndose en la lejanía en el reino de
Castilla y León sin que hubiera entre unos castillos y otros la menor fisura
que permitiera la irrupción por ella de los ejércitos musulmanes.(ver fortificaciones)
La frontera septentrional del Islam frente a la cristiandad en el espacio geográfico más próximo a las Cinco Villas debía estar formada por la siguiente línea de ciudades y castillos musulmanes; Calahorra, Falces, Olite, Caparroso, Rada, Carcastillo, Valtierra, Arguedas, Sádaba, Biota, Malpica de Arba, Yequera, Agüero y Murillo de Gállego (estas dos últimas cambiaron varias veces de manos) Ayerbe, Bolea, Puibolea, y la fortaleza de Peña de Sen (Huesca), Alcalá de Gurrea y Tauste.
La frontera septentrional del Islam frente a la cristiandad en el espacio geográfico más próximo a las Cinco Villas debía estar formada por la siguiente línea de ciudades y castillos musulmanes; Calahorra, Falces, Olite, Caparroso, Rada, Carcastillo, Valtierra, Arguedas, Sádaba, Biota, Malpica de Arba, Yequera, Agüero y Murillo de Gállego (estas dos últimas cambiaron varias veces de manos) Ayerbe, Bolea, Puibolea, y la fortaleza de Peña de Sen (Huesca), Alcalá de Gurrea y Tauste.
BIBLIOGRAFÍA
-BARRAL
I ALTET, XAVIER. “La España
del románico: la arquitectura”. Historia
del Arte Español, vol. IV: La época
de los monasterios, pp. 11-44. Planeta. Barcelona, 1995.
-CABAÑERO
SUBIZA, BERNABÉ. Los orígenes de la arquitectura medieval de
las Cinco Villas (891-1105): entre la tradición y la renovación. Cuadernos de las Cinco Villas, 3. C.E,C.V.
Ejea de los Caballeros, 1998.
-ESTABLÉS
ELDUQUE, JOSÉ MARÍA. “Castillos
góticos en Aragón”. Actas de las II
Jornadas de castellología aragonesa: fortificaciones del siglo IX al XX. A.R.C.A.
Zaragoza, 2006.
-GALTIER
MARTÍ, FERNANDO. Las primeras iglesias de piedra de la
frontera de los Arbas, el Onsella y el Gállego. Revista Artigrama nº 1.
Dpto. de Historia de Arte de la Universidad de Zaragoza, 1984.
-GUITART
APARICIO, CRISTÓBAL. Los castillos de Aragón. Colección CAI
100, nº 34.
-LACARRA,
JOSÉ MARÍA. El desarrollo urbano de las ciudades de
Navarra y Aragón en la Edad Media. D.G.A. Dpto. de Cultura y Educación.
Zaragoza, 1991.
No hay comentarios:
Publicar un comentario