La muerte, según la concepción
cristiana, es el instante en que el alma se separa del cuerpo.
Danza de la muerte, de Guyot Marchant |
Pero a pesar de todo, a pesar de
admitir la muerte como algo natural, formando parte de “lo cotidiano” y pensar
en una vida mejor tras la Resurrección, el hombre medieval temía a la muerte,
porque amaba la vida, que era un regalo de Dios, y el miedo no lo era tanto por
el hecho de morir en sí, pues su fe en Dios le daba fuerzas para alcanzar la
Vida Eterna, sino al hecho de rendir cuentas ante la Justicia Divina por los
actos cometidos durante su vida terrenal, por lo cual el buen cristiano debía
estar preparado en cualquier instante para este momento, y las voluntades de
los mortales se recogían en los testamentos.
Hasta el siglo XIII se tenía
conocimiento de que el alma al morir tenía como destino el Paraíso o el
Infierno, dependiendo del comportamiento en vida, sin embargo, a partir de este
siglo comienza a tomar fuerza la idea de un tercer lugar, el purgatorio, donde
las alma que necesitan purificarse esperan un tiempo antes de acceder a la
Gloria, beneficiándose de los actos piadosos hechos en la tierra.
En el siglo XV comienza a
difundirse el Ars Moriendi, o “Arte
del buen morir”, produciendo en el hombre medieval un cambio de mentalidad
frente a la muerte, pasando de una actitud resignada, que consideraba la muerte
como algo natural, a un mayor temor hacia ella, una mayor preocupación para
procurarse la Salvación. Esto se ve reflejado en los testamentos, donde con frecuencia se hacen menciones
al infierno y al diablo, que hasta el siglo XV apenas aparecían en las actas;
igualmente aumentan las encomendaciones a los santos, como San Miguel, San
Francisco, Santa Bárbara, Santa Ana o San José, como protectores frenta a la
muerte súbita; o san Cristobalón, presente en todas las iglesias como el encargado del tránsito a la Vida Eterna.
Closone (Provincia de Bérgamo) Italia |
Para procurar el bienestar del
fallecido en la Vida Eterna, los familiares y amigos que quedan en este mundo se
ocuparán de realizar obras piadosas, celebrar misas por su alma, dar limosnas a
iglesias, pobres, cuidar de enfermos o locos, etc.., pero esto dependerá, claro
está, de la capacidad económica del difunto y de sus familiares, por lo que el
dinero se convierte en un argumento para alcanzar la Salvación, a la vez que
contribuye a una evidente diferenciación social y una ayuda económica al capítulo de San Esteban de Sos a través de los anniversarios, capellanías, oblaciones, trentenarios, misas de requiem...
BIBLIOGRAFIA
-HAINDL UGARTE, ANA LUISA. “La muerte en la Edad Media”. Revista Electrónica Historias del Orbis
Terrarum, nº 1, pp. 104-206. Estudios clásicos, medievales, árabes y
Bizantinos. Santiago de Chile, 2009.
-PAVÓN BENITO, JULIA y GARCÍA DE LA BORBOLLA, ÁNGELES. Morir
en la Edad Media: La muerte en la Navarra medieval. Publicacions de la
Universitat de Valencia. 2008
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