domingo, 18 de octubre de 2020

LOS REMEDIOS TERAPÉUTICOS DE LA ABUELA (II)

 



En el primer post de “remedios caseros”(ver) de "la abuela"  vimos cómo algunos animales de los que conforman la fauna autóctona de la comarca de Sos eran utilizados para curar determinadas dolencias o enfermedades sin que estos sufrieran daño alguno; pero en este segundo post, lamentablemente, existen remedios en los que la terapéutica popular se aplica con el sacrificio de algunos animales, todo en bien de la salud de los pacientes. De nuevo, Iribarren nos los cuenta en “el folklore de Sos y la Valdonsella”.

Por ejemplo, contra las jaquecas, un remedio eficaz es llevar en un saquito patas de ranuecos (sapos de balsa). El mismo remedio sirve contra las convulsiones y enfermedades nerviosas (mal de corazón), donde el saquito con las patas de ranuecos se colgará del cuello. Eso sí, los sapos tendrán que cogerse del agua, si se cogen en tierra no tienen efectos curativos.

Contra las mordeduras de animales ponzoñosos lo mejor es succionar la herida producida, coger al animal y freirlo vivo en aceite, aplicando este sobre la herida durante 48 horas.

Para que desaparezca la caspa y fortalecer el pelo  hay que masajear la cabeza con el agua resultante de la cocción de ortigas y el aceite donde se frieron lirones o lardachos (lagartos).

Dejando ya el sacrificio de animales, contra los dolores de estómago el remedio es mucho más dulce. Se aplica una cataplasma en la parte superior del abdomen compuesta por canela y bizcocho con vino blanco.

Según la tradición popular, para que desaparezcan las verrugas lo mejor es frotarlas con la propia saliva, pero estando en ayunas. Otra forma de deshacerse de las verrugas es dejándolas en el campo; para ello hay que ir a un lugar por donde sepamos que no vamos a volver a pasar nunca más y se colocan, bajo piedras, tantas hojas de boj como verrugas se tengan, a la vez que se dice: “Verrugas tengo; aquí las dejo, y me voy corriendo”. Conforme las hojas se vayan secando, las verrugas irán desapareciendo. Pero asegúrate de no volver a pasar nunca más por ese lugar, de lo contrario volverás a coger las verrugas.

Contra las manifestaciones histéricas de las mujeres se coloca una piedra grande sobre su pubis para evitar que la matriz se salga de su sitio.

Para contener las hemorragias nasales hay que poner una cruz, hecha con dos pajuelas, en el cogote del que sangra; seguidamente hay que verterle agua fría en la nuca.

La gente creía que en las distensiones musculares se producía una rotura de hebras o fibras, por lo que había que aplicar un apósito de estopa y pez sobre la parte afectada para que las hebras rotas se unieran.


           Para problemas oculares eran buenas las instilaciones aplicadas con la savia que destilan las parras recién cortadas.

Cuando a los niños se les caían los dientes de leche, había que quemarlos (los dientes, no los niños), porque si se los tragaba algun animal, el nuevo diente que le saldría al niño sería igual que el del animal que se lo tragó.

Si alguien tenía sarna, lo mejor era revolcarse desnudo sobre la cebada cubierta de rocío antes de salir el sol el día de San Juan.

Por norma general, los materiales de cura y los apósitos colocados en las heridas jamás deben quemarse, de lo contrario las heridas nunca cicatrizarán. Hay que enterrarlos.

Estos han sido algunos de los remedios terapéuticos que aplicaban nuestras abuelas a las dolencias y enfermedades más habituales. Existen muchos más y actualmente ya no se aplica ninguno; pero sirvan estos dos posts como recuerdo de aquellos tiempos no muy lejanos en los que la medicina y la sabiduría popular estaba muy arraigada en los núcleos rurales. Estos "remedios caseros" a veces daban resultado, avalado por las investigaciones de la avanzada ciencia médica actual, pero otras veces carecían de rigor científico alguno, basado simplemente en ancestrales creencias y supersticiones heredadas de generación tras generación. Pero forman parte de nuestras costumbres, cultura y folklore, que no tenemos que olvidar.



 

BIBLIOGRAFÍA

 

-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. “El folklore de Sos y la Valdonsella”. Historias y costumbres, pp. 285-307.  I.P.V. Diputación Foral de Navarra. Pamplona, 1956.

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