sábado, 5 de septiembre de 2020

LOS REMEDIOS TERAPÉUTICOS DE LA ABUELA


"El niño enfermo" del chileno Pedro Lira (Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile)
(Un niño enfermo en brazos de su madre y a la abuela preparando el "remedio" para su curación)


Hasta la segunda mitad del siglo XX, en que la medicina y la farmacología empezaban a  conseguir importantes logros en cuanto al conocimiento de enfermedades y sus tratamientos se refiere, los remedios terapéuticos de enfermedades, infecciones y otros males, provenían muchas veces de la sabiduría popular de nuestras abuelas y tatarabuelas.  No existen documentos ni  libro alguno que recopile estos “remedios de la abuela”, pues fue la transmisión oral la encargada de transferirlos de generación en generación. Además, los “remedios caseros” no son los mismos en toda la geografía española, pues en cada aldea, en cada pueblo, en cada comarca, hay remedios distintos para las mismas afecciones, pues la idiosincrasia de los habitantes de un determinado lugar, su cultura, sus relaciones sociales, hábitos, costumbres,creencias, tradiciones,… varían de un pueblo a otro; además, como para la fabricación de muchos de los remedios recurren a las plantas naturales y a la fauna autóctona como ingredientes principales de las milagrosas pócimas y tratamientos, no en todos los lugares  existen las mismas especies de plantas o coexiste la misma fauna, por lo que en cada región o comarca aplicaban diferentes clases de plantas o recurrían a distintos animales para curar una misma enfermedad. Son recetas basadas en la experiencia personal de nuestros ancestros, algunas de ellas de cientos de años de antigüedad, modificadas posteriormente por curanderos, sanadores, brujas, boticarios…, que tendrían, o no, su eficacia, pero que se han conservado a través de los siglos gracias a la transmisión oral.
En algunas ocasiones acertaban y sí que es cierto que determinadas plantas curan o alivian algunos males, pero la mayoría de las veces no dejan de ser ancestrales remedios caseros que, en sus orígenes, a veces por el efecto placebo que inducía al enfermo, conseguían un mejoramiento de la enfermedad en el paciente, lo que generaba la falsa creencia de haber hallado un excelente remedio para un determinado mal.  En otras ocasiones algunos remedios populares resultan extravagantes, y otros llegan a tal extremo que  son considerados como mitos, como el hecho de creer que en el interior del oído vive un gusano que hay que alimentar para que no se muera y  nos produzca la molesta infección de oído.
            Pero el hecho es que son remedios y creencias de nuestras abuelas y de toda una sociedad que han convivido con nosotros desde tiempos muy remotos hasta no hace mucho tiempo y forman parte de la cultura, usos y costumbres de nuestra comunidad, porque el vulgo creía y confiaba plenamente en la efectividad de estos ancestrales remedios.
            A continuación vamos a exponer algunos de estos remedios caseros que formaban parte de la terapéutica popular de Sos, muchos de ellos recogidos por José María Iribarren en su libro Historias y costumbres (“ El folklore de Sos y la Valdonsella”)

            Nota: Como alguno de ellos me han resultado bastante divertidos por su utópica entelequia, me he tomado la licencia (cosa que no hago nunca) de hacer algún gracioso comentario sobre ellos. Este comentario personal aparece escrito entre paréntesis al final de cada remedio, sin pretender valorar científicamente, o menospreciar,  la eficiencia, o no, de los mismos.

                                                      REMEDIOS CASEROS

   
         Según la creencia popular, como antes se ha dicho, en el oído hay un gusano al que hay que alimentar para que no se muera. Cuando aparece un dolor de oídos es que el gusano se está muriendo de hambre, por lo que hay que alimentarlo rápidamente, pero con leche materna vertida directamente del pecho, sin tocar ningún cazo o recipiente. Si el dolor de oídos persiste habrá que introducir en el conducto auditivo un trocito en forma cónica de tocino viejo, así el gusanillo se alimentará mejor, se calmará y cesará el dolor. (¿Os imagináis cruzaros con un vecino por la calle con una loncha de jamón en el oído? Y ahora imaginaros la escena de la mujer intentando atinar con su leche en el oído del paciente).     
          
                                                                                                        



                    Para que los niños no padeciesen durante la dentición, les daban a chupar huesos. (Como a los perros. ¡Haberles dado algo más blandito…hombre!)
           




               Para curar las hemorroides hay que tomar la hierba de la estrella (planta perenne que nace en terrenos incultos) frita en aceite. El médico forense de Sos Emiliano Ladrero comenta jocosamente “el gran parecido de esta planta con las rugosidades de un ano con almorranas”.
           



                  Para las enfermedades de los ojos y las nubes de la córnea se aplicaban unos polvos llamados lardachina, que eran las heces secas del lardacho (lagarto) (¿Os pondríais caca de lagarto en los ojos? Seguramente cogerían otras infecciones oculares.)
           


                 Para el dolor de muelas se metía en el bolsillo del doliente, sin que éste se apercibiera, un gusano de los que parasitan la charguera (zarza) (¡ Qué manía estos sosienses con los gusanicos!)
   
          
             
                     Contra las rojeces y el herpetismo se tomaba raíz de junco cocida con leche. (¡Hombre! Esto ya parece otra cosa. ¡Esto ya es más normal!  E incluso parece que puede tener buenos resultados.)
           



                    Contra la hiperhidrosis de manos y pies pasar la parte afectada por el lomo de una culebra. (Vamos a peor, ahora culebras en vez de gusanos. No especifican que tipo de culebra; espero que no fuera una víbora)         


  
                   Para curar las lombrices de los niños y favorecer la salida de los dientes le ponían a los chavales collares de ajos. (¡Pobres niños! Primero les dan a roer huesos, y luego los adornan con una ristra de ajos.)
           

         


             Para combatir las anginas se hacen gárgaras con la cocción de la espiga del llantén (plantaina), planta buscada con avidez por los jilgueros.(Con las gárgaras,adiós anginas,... y cantarás como un ruiseñor)
         




             Come ajos crudos para combatir el frío.
         Come gran cantidad de ajos crudos para curar la rabia. ( O sea, que el ajo sirve “pa too” (pa las lombrices de los niños, pa sus dientes, contra el frío, la rabia…..)
        Respecto a este último remedio, Ladrero comenta que en Sos se conserva el recuerdo de varias curaciones de rabia debidas al consumo de ajo[1].

               Existen otros curiosos remedios en los que no hay que ingerir nada, ni aplicarse ninguna cataplasma ni tocar ningún animal, como el que te cura la ictericia. El enfermo sólo tiene que elaborar una torta, pero no para él. Se la tiene que dar a comer a… ¡un perro!  (Y ya está, así de sencillo. Cocinas una torta, se la das a comer a un perro y, como por arte de magia, te has curado la ictericia). 
                    Pero, parece ser, como es lógico, que este remedio no daba buenos resultados, por lo que otras abuelas descubrieron un remedio más eficaz. El enfermo debía levantarse antes de que saliera el sol y hacer su primera micción del día en una mata de marrubio (rubiana, malvarrubia) mientras recitaba estos versos:


“A visitarte vengo, marrubio,
entre la Luna y el Sol;
quítame, pues, lo amarillo
y devuélveme el color.”
                      Después regresaba a casa y desayunaba aceite de oliva; y así todos los días hasta que desaparecía la enfermedad.
          



                   Y  para finalizar (aunque habrá otra entrega de remedios), ese remedio contra la diarrea que todos conocemos muy bien: el cocimiento de tapaculos (fruto del rosal silvestre). (Este sí que verdaderamente funciona)
           



              Estos han sido algunos de los remedios caseros que se aplicaban en Sos a principios del pasado siglo, los remedios de nuestras abuelas, una terapéutica popular que probablemente algún sosiense de avanzada edad recordará y posiblemente haya sido sometido por su abuela a alguno de ellos, aunque a lo mejor era muy niño y no se acuerda. (Pero si tienes buena dentadura seguro que tu abuela te daba huesos para chupar cuando eras un niño)


Nota.
            Aunque en las terapias expuestas es cierto que no se ha maltratado ningún animal, sí que es verdad que en muchos otros remedios se utilizaban animales vivos que acababan en la olla mezclados con otros ingredientes. Las tatarabuelas, a base de hacer experimentos, probarlos en enfermos y fallar en muchas ocasiones, había veces que acertaban y sabían que ciertos animales curaban determinadas dolencias. Desconocían el porqué, pero sabían que curaban, y sus “remedios” pasaron de boca en boca durante siglos.
            Aunque el uso de animales vivos en prácticas curativas no esté justificado, resulta curioso que, siglos después, la medicina explicaría científicamente porqué estos animales aliviaban ciertas dolencias o curaban determinadas enfermedades; por ejemplo, el sapo. Los pobres sapos eran muy codiciados, sanaban muchos tipos de dolencias. Cogidos vivos y cocidos en agua hirviendo, las tatarabuelas sabían que aplicando el agua de la cocción en fuertes dolores locales, estos cesaban; o que aplicándolo en hemorragias,  también cesaban. Desconocían que  la secreción mucosa del sapo, por su composición, tiene  efectos anestésicos y antihemorrágicos; ellas no se preocupaban del por qué, sólo veían que el paciente mejoraba, que era lo que importaba.






[1] Iribarren, José María. “El folklore de Sos y la Valdonsella”. Historias y costumbres, p. 304






BIBLIOGRAFÍA


IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. “El folklore de Sos y la Valdonsella”. Historias y costumbres. Diputación Foral de Navarra. Pamplona, 1956.















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