"El niño enfermo" del chileno Pedro Lira (Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile) (Un niño enfermo en brazos de su madre y a la abuela preparando el "remedio" para su curación) |
Hasta
la segunda mitad del siglo XX, en que la medicina y la farmacología empezaban
a conseguir importantes logros en cuanto
al conocimiento de enfermedades y sus tratamientos se refiere, los remedios
terapéuticos de enfermedades, infecciones y otros males, provenían muchas veces
de la sabiduría popular de nuestras abuelas y tatarabuelas. No existen documentos ni libro alguno que recopile estos “remedios de
la abuela”, pues fue la transmisión oral la encargada de transferirlos de generación
en generación. Además, los “remedios caseros” no son los mismos en toda la
geografía española, pues en cada aldea, en cada pueblo, en cada comarca, hay
remedios distintos para las mismas afecciones, pues la idiosincrasia de los
habitantes de un determinado lugar, su cultura, sus relaciones sociales,
hábitos, costumbres,creencias, tradiciones,… varían de un pueblo a otro; además, como para
la fabricación de muchos de los remedios recurren a las plantas naturales y a
la fauna autóctona como ingredientes principales de las milagrosas pócimas y
tratamientos, no en todos los lugares
existen las mismas especies de plantas o coexiste la misma fauna, por lo
que en cada región o comarca aplicaban diferentes clases de plantas o recurrían
a distintos animales para curar una misma enfermedad. Son recetas basadas en la
experiencia personal de nuestros ancestros, algunas de ellas de cientos de años
de antigüedad, modificadas posteriormente por curanderos, sanadores, brujas,
boticarios…, que tendrían, o no, su eficacia, pero que se han conservado a
través de los siglos gracias a la transmisión oral.
En
algunas ocasiones acertaban y sí que es cierto que determinadas plantas curan o
alivian algunos males, pero la mayoría de las veces no dejan de ser ancestrales
remedios caseros que, en sus orígenes, a veces por el efecto placebo que
inducía al enfermo, conseguían un mejoramiento de la enfermedad en el paciente,
lo que generaba la falsa creencia de haber hallado un excelente remedio para un
determinado mal. En otras ocasiones algunos
remedios populares resultan extravagantes, y otros llegan a tal extremo
que son considerados como mitos, como el
hecho de creer que en el interior del oído vive un gusano que hay que alimentar
para que no se muera y nos produzca la
molesta infección de oído.
Pero el hecho es que son remedios y
creencias de nuestras abuelas y de toda una sociedad que han convivido con nosotros
desde tiempos muy remotos hasta no hace mucho tiempo y forman parte de la
cultura, usos y costumbres de nuestra comunidad, porque el vulgo creía y confiaba plenamente en la efectividad de estos ancestrales remedios.
A continuación vamos a exponer
algunos de estos remedios caseros que formaban parte de la terapéutica popular
de Sos, muchos de ellos recogidos por José María Iribarren en su libro Historias y costumbres (“ El folklore de
Sos y la Valdonsella”)
Nota:
Como alguno de ellos me han resultado bastante divertidos por su utópica
entelequia, me he tomado la licencia (cosa que no hago nunca) de hacer algún
gracioso comentario sobre ellos. Este comentario personal aparece escrito entre
paréntesis al final de cada remedio, sin pretender valorar científicamente, o menospreciar, la eficiencia, o no, de los mismos.
REMEDIOS
CASEROS
Según la
creencia popular, como antes se ha dicho, en el oído hay un gusano al que hay
que alimentar para que no se muera. Cuando aparece un dolor de oídos es que el
gusano se está muriendo de hambre, por lo que hay que alimentarlo rápidamente,
pero con leche materna vertida directamente del pecho, sin tocar ningún cazo o
recipiente. Si el dolor de oídos persiste habrá que introducir en el conducto
auditivo un trocito en forma cónica de tocino viejo, así el gusanillo se
alimentará mejor, se calmará y cesará el dolor. (¿Os imagináis cruzaros con un
vecino por la calle con una loncha de jamón en el oído? Y ahora imaginaros la
escena de la mujer intentando atinar con su leche en el oído del
paciente).
Para las enfermedades de los ojos y las nubes de la córnea se aplicaban unos polvos llamados lardachina, que eran las heces secas del lardacho (lagarto) (¿Os pondríais caca de lagarto en los ojos? Seguramente cogerían otras infecciones oculares.)
Contra la hiperhidrosis de manos y
pies pasar la parte afectada por el lomo de una culebra. (Vamos a peor, ahora
culebras en vez de gusanos. No especifican que tipo de culebra; espero que no
fuera una víbora)
Para que los niños no padeciesen durante la dentición, les daban a chupar
huesos. (Como a los perros. ¡Haberles dado algo más blandito…hombre!)
Para curar las hemorroides hay que tomar la hierba
de la estrella (planta perenne que nace en terrenos incultos) frita en
aceite. El médico forense de Sos Emiliano Ladrero comenta jocosamente “el gran
parecido de esta planta con las rugosidades de un ano con almorranas”.
Para las enfermedades de los ojos y las nubes de la córnea se aplicaban unos polvos llamados lardachina, que eran las heces secas del lardacho (lagarto) (¿Os pondríais caca de lagarto en los ojos? Seguramente cogerían otras infecciones oculares.)
Para el dolor de muelas se metía en el bolsillo del
doliente, sin que éste se apercibiera, un gusano de los que parasitan la charguera (zarza)
(¡ Qué manía estos sosienses con los gusanicos!)
Contra las rojeces y el herpetismo se tomaba raíz de junco cocida con
leche. (¡Hombre! Esto ya parece otra cosa. ¡Esto ya es más normal! E
incluso parece que puede tener buenos resultados.)
Para curar las lombrices de los niños y favorecer la salida de los dientes le ponían a los chavales collares de ajos. (¡Pobres niños! Primero les dan a roer huesos, y luego los adornan con una ristra de ajos.)
Para combatir las anginas se hacen gárgaras con la cocción de la espiga del llantén (plantaina), planta buscada con avidez por los jilgueros.(Con las gárgaras,adiós anginas,... y cantarás como un ruiseñor)
Come ajos crudos para combatir el frío.
Come gran cantidad de ajos crudos
para curar la rabia. ( O sea, que el ajo sirve “pa too” (pa las lombrices de los niños, pa
sus dientes, contra el frío, la rabia…..)
Respecto a este último remedio, Ladrero comenta que en Sos se conserva el
recuerdo de varias curaciones de rabia debidas al consumo de ajo[1].
Existen otros curiosos remedios en
los que no hay que ingerir nada, ni aplicarse ninguna cataplasma ni tocar
ningún animal, como el que te cura la ictericia. El enfermo sólo tiene que
elaborar una torta, pero no para él. Se la tiene que dar a comer a… ¡un perro! (Y ya está, así de sencillo. Cocinas una
torta, se la das a comer a un perro y, como por arte de magia, te has curado la
ictericia).
Pero, parece ser, como es lógico, que este remedio no daba buenos resultados, por lo que otras abuelas descubrieron un remedio más eficaz. El enfermo debía levantarse antes de que saliera el sol y hacer su primera micción del día en una mata de marrubio (rubiana, malvarrubia) mientras recitaba estos versos:
Pero, parece ser, como es lógico, que este remedio no daba buenos resultados, por lo que otras abuelas descubrieron un remedio más eficaz.
“A visitarte vengo, marrubio,
entre la Luna y el Sol;
quítame, pues, lo amarillo
y devuélveme el color.”
Después regresaba a casa y desayunaba aceite de oliva; y así todos los días hasta que desaparecía la enfermedad.
Y para finalizar (aunque habrá otra entrega de remedios), ese remedio contra la diarrea que todos conocemos muy bien: el cocimiento de tapaculos (fruto del rosal silvestre). (Este sí que verdaderamente funciona)
Estos han sido algunos de los remedios caseros que se aplicaban en Sos a principios del pasado siglo, los remedios de nuestras abuelas, una terapéutica popular que probablemente algún sosiense de avanzada edad recordará y posiblemente haya sido sometido por su abuela a alguno de ellos, aunque a lo mejor era muy niño y no se acuerda. (Pero si tienes buena dentadura seguro que tu abuela te daba huesos para chupar cuando eras un niño)
Nota.
Aunque en las terapias expuestas es
cierto que no se ha maltratado ningún animal, sí que es verdad que en muchos otros
remedios se utilizaban animales vivos que acababan en la olla mezclados con
otros ingredientes. Las tatarabuelas, a base de hacer experimentos, probarlos
en enfermos y fallar en muchas ocasiones, había veces que acertaban y sabían
que ciertos animales curaban determinadas dolencias. Desconocían el porqué, pero
sabían que curaban, y sus “remedios” pasaron de boca en boca durante siglos.
Aunque el uso de animales vivos en
prácticas curativas no esté justificado, resulta curioso que, siglos después,
la medicina explicaría científicamente porqué estos animales aliviaban ciertas
dolencias o curaban determinadas enfermedades; por ejemplo, el sapo. Los pobres
sapos eran muy codiciados, sanaban muchos tipos de dolencias. Cogidos vivos y cocidos en agua hirviendo, las
tatarabuelas sabían que aplicando el agua de la cocción en fuertes dolores locales,
estos cesaban; o que aplicándolo en hemorragias, también cesaban. Desconocían que la secreción mucosa del sapo, por su composición,
tiene efectos anestésicos y
antihemorrágicos; ellas no se preocupaban del por qué, sólo veían que el paciente mejoraba, que era lo que importaba.
BIBLIOGRAFÍA
IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. “El
folklore de Sos y la Valdonsella”. Historias
y costumbres. Diputación Foral de Navarra. Pamplona, 1956.
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