La
tronca, tizón o pullizo de Navidad es
una antigua tradición altoaragonesa, ligada al folklore y mitología pirenaica,
que se celebraba la noche de la víspera de Navidad (Nochebuena) en muchos
pueblos de la geografía altoaragonesa y catalana.
Según
la zona recibe distintos nombres: tronca,
tizón, pullizo, toza, corniza, zoca, troncada,…, pero todos ellos simbolizan lo mismo, haciendo referencia a un gran tronco de leña seca que se ha guardado
a propósito para ser quemado en el hogar o chimenea esa importante noche del
año. En Sos del Rey Católico es más conocido como pullizo, tal y como lo recoge el “léxico aragonés de Sos del Rey
Católico”, recopilado del “Diccionario del aviador”(ver): "Pullizo: leño delgado del
tronco o ramas del árbol."
El
ritual en esta noche tan especial del año engloba tres elementos
importantísimos ligados al hogar: la unidad familiar, el fuego purificador y el
fruto de las cosechas.
Según
los estudiosos, este ritual tiene su
origen en ancestrales ceremonias paganas relacionadas con el solsticio de invierno
y que celebraba el aumento de más horas de luz solar sobre la noche, festejando
la victoria del Sol sobre la oscuridad; si bien este ritual, en sus orígenes,
nada tiene que ver con la actual celebración navideña.
El
fuego siempre ha estado presente en muchos rituales y celebraciones como elemento
purificador, ligado al Sol. Con el paso de los años y los siglos, aunque el
ritual se conservó en nuestro folklore, sí fue sufriendo diversos cambios en
cuanto a su significado y celebración, cruzándose y fusionándose el ritual
pagano con las tradiciones cristianas, haciendo partícipes, en esta noche tan
especial, a todos los miembros de la familia, incluidos los niños, siendo el pullizo el protagonista de la noche,
como si de Papá Noel se tratara.
Días
antes de Nochebuena, el pullizo se
colocaba en un destacado lugar de la casa, convenientemente decorado y cubierto
con una manta para proteger los secretos que guarda en su interior.
En
sus orígenes, en Nochebuena, se reunía toda la familia alrededor del pullizo, se bendecía, se rezaba por los
familiares difuntos y a continuación se depositaba en el fuego de la chimenea o
fogaril para que se consumiera, en un acto de invitación a la familia de vivir
al calor del hogar y al calor del amor. Generalmente era el cabeza de familia
el encargado de bendecir el pullizo
o, en su defecto, el hijo mayor o heredero universal o el siguiente miembro
familiar según el escalafón dictado por esta tradicional institución jurídica
aragonesa, como es la familia.
Algunas
de las oraciones o bendiciones decían: “Buen pullizo, buena brasa. Dios bendiga a todos los miembros de esta
casa”; “yo te bendigo en el nombre de Dios y en el del Niño Jesús que va a
nacer esta noche”, o “pullizo de
Navidad, yo te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén”.
Con
el tiempo, la ceremonia fue cambiando y evolucionando. Últimamente, la
bendición del pullizo la realiza
cualquier miembro del hogar y se suele hacer con un porrón de vino, vertiendo
su contenido sobre el tronco realizando una cruz; seguidamente se alza el
porrón recitando las oraciones, que más o menos, con diversas versiones según
las zonas, vienen a decir: “Bebe, pullizo;
bebe porrón; tú por la boca y yo por el garganchón”, y acto seguido se echaba
un buen trago y se santiguaba por la protección de la familia.
Ya
más recientemente, el rito ha derivado hacia una celebración más festiva de
carácter infantil en la que, aunque la familia y el fuego siguen formando parte
esencial de la ceremonia, los niños son los auténticos protagonistas de esta
fantástica noche.
Así
como el fuego purifica y es símbolo del sol, este influirá en la obtención de
unas generosas cosechas y frutos,
expulsando el pullizo, desde su
interior, estos frutos en forma de caramelos, nueces, gominolas, peladillas,
galletas…e incluso juguetes, ante el asombro y alegría de los más pequeños de
la casa.
Niños haciendo "cagar" el pullizo de Navidad |
Para
ello, el pullizo tiene que ser hueco
o tener las mayores oquedades posibles para poder introducir en ellas las
golosinas o los regalos, que se habrán colocado en el tronco antes de comenzar
el ritual y sin que los niños se hayan percatado de ello. Tras bendecir el pullizo, y antes de echarlo al fuego,
los niños se acercan al tronco y, golpeándolo con las manos o con un palo,
dicen repetidas veces: “¡caga pullizo!”
Y con los golpes éste va expulsando su
contenido, como si el tronco realmente los "cagara". No hace falta explicar la
cara de ilusión y satisfacción que ponen los niños ante este emocionante momento. Es como si
fuera el Papá Noel de nuestros antepasados.
Es,
en definitiva, un acto tradicional que transmite alegría, paz y el espíritu
navideño tanto en niños como en mayores, sosteniendo y avivando el amor, la
unidad y el calor del hogar.
Lamentablemente,
la despoblación, el éxodo rural a las ciudades y la sustitución de las
chimeneas por los nuevos sistemas de calefacción, han contribuido al progresivo
declive de esta ancestral tradición, típica de nuestro rico folklore, que aún a
día de hoy todavía puede verse en algún hogar de algún pueblo o aldea de
Aragón. No obstante, con el ánimo de conservar, recuperar y fomentar la
celebración de bendecir el pullizo y,
sobre todo, de hacerlo "cagar", existen entidades y asociaciones aragonesas encargadas de divulgarlo por todo
Aragón.
El
pullizo se mantenía en el fuego
durante toda la Navidad, hasta el día de Reyes, quemándose poco a poco, y así
purificar y proteger la casa de todo mal y garantizar la continuidad de la
familia, pues este tronco de Navidad, “ligado
al culto solar doméstico, constituye, según los folkloristas, una supervivencia
de la renovación del fuego hogareño, cuya llama era preciso conservar, siendo
delito irreparable el dejarla extinguir”[1].
Pero
tras el día de Reyes, aunque el pullizo
se apaga, no lo hace su "mágico poder”. El folklore popular de Sos, y de otras
localidades cercanas, conserva otros ritos y costumbres ligados al pullizo de Navidad. Así, es sabido que
en Sos, para impedir que las brujas entraran en una casa, se ponían pequeños
papelitos conteniendo ruda (planta
tóxica) bendecida tres veces en los vanos con acceso al exterior, como puertas,
ventanas y chimeneas. Pero si a estos amuletos se añade un trozo de pullizo de Navidad y paja de centeno,
el remedio es de efectos seguros[2].
En otros pueblos navarros esparcían las cenizas sobre las tierras, en forma de
cruz, el día de San Esteban, para matar gusanos y alimañas[3].
También se usaban las cenizas del pullizo
contra el “maldeojo” que podían transmitir las brujas con su mirada, pues
contra él no hay defensa alguna si el aojado
es propicio a recibir el mal, pero portando como amuleto unos pocos restos
del pullizo de Navidad las personas
quedarán totalmente inmunes contra el “aojamiento” de las brujas[4].
También,
a las cenizas del pullizo se les
atribuía un efecto fertilizante al esparcirlas por los cultivos.
Como
el pullizo solía ser muy grueso,
generalmente no terminaba de consumirse para el día de Reyes; entonces, el
trozo que quedaba sin quemarse (tizón) se guardaba en la falsa de la casa como
protección frente a los rayos. En algunas localidades de Navarra el tizón lo
guardaban para curar, encendiéndolo de nuevo, las ubres enfermas de las vacas.
Y en el País vasco-navarro el tizón, sacado al día siguiente a la puerta del
caserío, tiene el poder mágico de curar el ganado[5].
[1] Iribarren,
José María. “El folklore de Sos y la Valdonsella”, nota 19, p. 294.
[2]
Iribarren. Op. cit. pp. 296-297.
[3] Iribarren.
Op. cit. nota 24, p. 297.
[4] Iribarren.
Op. cit. pp. 293-294.
[5] Iribarren.
Op. cit.nota 24, p. 297.
BIBLIOGRAFÍA
-GARCÍA
PÉREZ, GUILLERMO. “La tronca de Navidad”. Boletín de la
Sociedad Ateneísta de Aire Libre, nº 46, diciembre de 2014, pp.9-19. Madrid.
-GIL, ANTÓN CHUSÉ. Léxico aragonés de Sos del Rey Católico.Crica d´edizions. Zaragoza, 1999.
-IRIBARREN,
JOSÉ MARÍA. Historias y costumbres. I.P.V.
Diputación Foral de Navarra. Pamplona, 1956.-GIL, ANTÓN CHUSÉ. Léxico aragonés de Sos del Rey Católico.Crica d´edizions. Zaragoza, 1999.
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