¿Quién no ha dudado, antes de casarse, sobre la duración
de la felicidad en su matrimonio?
El saber si tu pareja va a amarte toda la vida ha sido,
desde siempre, una incógnita que había que resolver antes de la unión. Y de ahí
surgen los numerosos ritos, creencias y prácticas adivinatorias populares que
existen en el folklore de toda la geografía española.
Por ejemplo, en los pueblos de la Valdonsella, para saber
si los novios se querían de verdad e iban a ser felices, se reunían la mágica noche de
San Juan, a las doce de la noche, en el río Onsella. Cada uno
de ellos portaba una corona de flores en cuyo centro colocaban una pequeña tea,
teniendo que ser iguales en tamaño tanto las teas como las coronas de flores.
Seguidamente encendían al mismo tiempo las teas y depositaban las coronas,
también a la vez, en la corriente del río. Si las coronas salían a la
orilla al mismo tiempo, los novios se casarían; si, por el contrario, se
separaban, o una de las dos coronas
llegaba a la orilla antes que la otra, era interpretado como mal augurio; pero
si continuaban juntas y encendidas, llevadas por la corriente, durante un largo
trecho por el río, la felicidad del matrimonio iba a ser total. Igualmente,
utilizaban el ritual para saber quién de los dos moriría primero, siendo aquel
cuya tea se apagara antes[1].
Parietaria |
En Sos del Rey Católico eran
un poco más bestias y las mozas del pueblo, antes de casarse, para saber si su
novio iba a ser eternamente correspondido, acostumbraban a realizar “el
diagnóstico del amor”. Este consistía en aplicarse sobre la piel del antebrazo
una hoja de la “planta del amor”, conocida como “parietaria”, perteneciente a
la familia de las plantas urticantes. Si se les enrojecía la piel, que era lo
más normal, era señal que amaba a su pretendiente y que este le era
correspondido. Pero la parietaria podía producir diversos efectos en la dermis dependiendo de la superficie de piel que se frotara, la intensidad del roce o el tiempo de duración de su
aplicación, pudiendo llegar a la vexicación (aparición de ampollas en la piel).
En este caso...¡mejor todavía!, eso era señal de un gran amor correspondido y
duradero para toda la vida. Es decir, que la intensidad y reciprocidad del amor entre los novios era directamente proporcional con los efectos irritantes que producía la parietaria
en la piel de la novia; a mayor irritación, o vexicación, mayor y más duradero será el amor[2].
¡ Qué brutos los de Sos! ¿
No es más sencillo dejar una corona de flores en la corriente de un río? Pero
así es nuestro folklore.
[1]
Iribarren, José María. “El folklore el día de San Juan”. Historias y costumbres, p. 145.
[2]
Iribarren, José María. “El folklore de Sos y la Valdonsella”. Historias y costumbres. p. 286.
BIBLIOGRAFÍA
-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. Historias y costumbres. I.P.V. Pamplona, 1956.
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