Agnus Dei. Cripta de Santa María del Perdón. Sos del Rey Católico (Zaragoza) |
En
el período paleocristiano, el cordero se consideró como uno de los símbolos
cristológicos más habituales, símbolo del martirio y la muerte de Cristo; sin
embargo, el cordero, no es sólo víctima; también es un animal triunfante,
victorioso sobre la muerte, que comparte el trono de Dios y que es adorado por
los seres celestiales.
La comparativa del cordero con Jesucristo viene dada por la mansedumbre del animal, lo que hace que sirva como modelo de lo que debería ser el ser humano respecto a Dios, es decir, igual que los corderos son guiados por el pastor al redil, Jesús es el Pastor que nos guía a nosotros hacia la Corte Celestial. Este paralelismo también nos recuerda que la Eucaristía es la escenificación del sacrificio en el que Jesús se entrega a los demás, y también el triunfo de la vida (Resurrección) frente a la muerte.
El cordero tiene su origen en varios textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. En el libro del profeta Isaías se compara al Mesías con el cordero: “Cuando era maltratado, se sometía, y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca” (Is. 53,7). En el libro de Ezequiel dice: “Ofrecerás como holocausto diario al Señor un cordero de un año sin defecto; lo ofrecerás cada mañana. Acompañando a la ofrenda presentarás también cada mañana ocho kilos de cereal y dos litros y medio de aceite para amasar la flor de harina. Es esta una ofrenda ritual que jamás dejará de ser presentada al Señor. Se hará cada mañana, como holocausto perpetuo, la ofrenda del cordero, del cereal y del aceite” ( Ez. 46, 13-15).
El cordero tiene su origen en varios textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. En el libro del profeta Isaías se compara al Mesías con el cordero: “Cuando era maltratado, se sometía, y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca” (Is. 53,7). En el libro de Ezequiel dice: “Ofrecerás como holocausto diario al Señor un cordero de un año sin defecto; lo ofrecerás cada mañana. Acompañando a la ofrenda presentarás también cada mañana ocho kilos de cereal y dos litros y medio de aceite para amasar la flor de harina. Es esta una ofrenda ritual que jamás dejará de ser presentada al Señor. Se hará cada mañana, como holocausto perpetuo, la ofrenda del cordero, del cereal y del aceite” ( Ez. 46, 13-15).
En
el Nuevo Testamento, cuando Juan “el Bautista”, en el río Jordán vio a Jesús,
exclamó: “Este es el cordero de Dios”
(Jn. 1, 36). En los Hechos de los Apóstoles, el ángel del Señor, dirigiéndose a
Felipe, hace incidencia al pasaje antes citado de Isaías (Hch, 8, 32). La
primera carta de San Pedro dice: “Sabed
que no habéis sido liberados de la conducta idolátrica heredada de vuestros
mayores con bienes caducos - el oro y la plata- sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero
sin mancha y sin tacha” (Pe. 1, 18-19); y la primera carta de San Pablo: “Suprimid la levadura vieja y sed masa nueva,
como panes pascuales que sois, pues Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha
sido ya inmolado”. (1 Co.5-7)
Pero
sin duda, el texto más relevante de Cristo como cordero es el Apocalipsis,
donde representa el triunfo del Salvador sobre la muerte y es emblema de Cristo
resucitado, que comparte el trono de Dios y que es adorado por los seres
celestiales: “Y en la mano derecha
del que estaba sentado en el trono ví un libro escrito por dentro y por fuera y
sellado con siete sellos. Y ví también un ángel pleno de vigor que clamaba con
voz potente: ¿Quién es digno de abrir el libro y romper sus sellos? Y nadie en
el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra podía abrir el libro y ver su
contenido. Entonces yo me eché a llorar desconsoladamente, porque nadie era
digno de abrir el libro y ver su contenido. Y uno de los ancianos me dijo: No
llores, pues ha venido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y él abrirá el libro rompiendo sus siete sellos.
Vi entonces en medio
del trono, de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, un Cordero en pie
con señales de haber sido degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son
los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Se acercó el Cordero y
tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono; y cuando
tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se
postraron ante el Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de
perfumes, que son las oraciones de los santos. Cantaban un cántico nuevo que
decía: Eres digno de recibir el libro y romper sus sellos, porque has sido
degollado y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda raza, lengua,
pueblo y nación, y los has constituido en reino para nuestro Dios, y en
sacerdotes que reinarán sobre la tierra”( Ap. 5,1-9).
Aunque
la adoración del Agnus Dei es un tema muy habitual en la miniatura mozárabe,
también aparece con frecuencia en la pintura mural románica.
Cordero de siete ojos. (Sant Climent de Taüll. Lérida) |
La
visión de los ancianos adoradores del Creador es muy frecuente en las
arquivoltas de las portadas y muy poco habitual en las decoraciones murales.
Esto es debido a que la superficie curva de las arquivoltas predispone a la
figuración radial de los ancianos que tocan sus cítaras y alzan sus copas; no
ocurriendo así en los ámbitos de la pintura mural, donde es muy difícil
encontrar un lugar propio para su representación, a no ser en el intradós o en
el frontis de algunos de los arcos preabsidales, como sucede en la iglesia
aragonesa de Vió (Huesca)
En
la cripta de Santa María del Perdón, en Sos del Rey Católico, podemos encontrar
el Agnus Dei en las pinturas murales
del ábside izquierdo, o del evangelio, sobre la ventana central del ábside y
justo debajo del final de la bóveda. Está representado con el estandarte blanco,
sujetado por su pata delantera derecha, en cuyo paño figura la cruz.
También
la imagen del cordero tendrá una gran aceptación en las artes suntuarias, sobre
todo en el ajuar litúrgico, aunque en los siglos posteriores a la Edad Media;
igualmente, aparece en muchas ocasiones en manuscritos musicales, pues la
oración del Agnus Dei forma parte del
ordinario de la misa.
Igualmente,
puede aparecer formando parte de ornamentos o vestiduras litúrgicas, como en
una muceta de viático conservada en el museo parroquial de la iglesia de San
Esteban, en Sos del Rey Católico. Esta capa de viático, aunque de hechura
moderna, está confeccionada con raso blanco, bordada en oro, con adenda de piedras falsas en cuyo centro aparece el
Agnus Dei con aureola de rayos y rodeado de siete mariposas. En la parte baja
hay una cenefa vegetal, rematada con flecos de oro[1].
En
este caso, los siete cuernos o siete ojos de los espírirus de Dios han sido
sustituidos por siete mariposas, animal que simboliza la Resurrección y la vida
eterna, pues la metamorfosis en la vida de la mariposa (oruga, crisálida,
mariposa) encuentra su paralelismo en la vida de Jesús (nacimiento, muerte y
resurrección), y en la Edad Media se “cristianizó” el simbolismo de este animal
y muchos maestros vieron en la mariposa uno de los mejores símbolos de la
Resurrección y de la vida eterna.
[1] Azpeitia
Burgos, Ángel. “Museo parroquial de San Esteban, de Sos del Rey Católico”. Arte religioso en Sos del Rey Católico,p.
102.
-CARVAJAL GONZÁLEZ,
HELENA.
“El Agnus Dei”. Rev. Digital de Iconografía Medieval, vol. II, nº 4, pp.1-7.
Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2010.
-SAN VICENTE, ÁNGEL;
LACARRA, Mª CARMEN; AZPEITIA, ÁNGEL. Arte
religioso en Sos del Rey Católico. I.F.C. (C.S.I.C.) Zaragoza, 1978.
-La Biblia. Edición popular. 3ª
ed. La casa de la Biblia. Madrid, 1993.
-Historia del Arte Español, T. IV. La época de los monasterios. Planeta. Barcelona, 1995.
-Historia del Arte Español, T. IV. La época de los monasterios. Planeta. Barcelona, 1995.
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