FERNANDO E ISABEL, LOS REYES CATÓLICOS |
Fernando
“el Católico” se casó en Valladolid el 19 de octubre de 1469 en una sencilla ceremonia
clandestina, sin ningún tipo de pompas u ostentaciones, porque sabía que la
boda no era válida a efectos religiosos, pues a la misma se oponía el Papa Paulo
II debido a la consanguinidad de los cónyuges, ya que ambos eran bisnietos de
Juan I de Castilla y Leonor de Aragón, y nietos de Fernando de Antequera y Enrique
III, que eran hermanos, por lo tanto los cónyuges eran primos; lejanos, pero
primos, y por eso la boda se consideraba como incestuosa. Además, habían
falsificado una bula supuestamente emitida por el Papa Pío II, predecesor de
Paulo, que había muerto hace cinco años y que, supuestamente, permitía el
matrimonio entre primos hasta el tercer grado.(ver)
En el terreno político, la boda se
enfrentaría con las políticas matrimoniales del rey de Castilla, Enrique IV,
medio hermano de Isabel por parte de padre. Isabel se disputaba el derecho a la
corona con la hija de Enrique, Juana (la Beltraneja). Esto lo aprovechó el
padre de Fernando, Juan II de Aragón, para prometer a su hijo con Isabel a
cambio del apoyo de su reino a las aspiraciones de Isabel. Pero tras el Tratado
de los Toros de Guisando(1468), Enrique IV declaraba heredera a Isabel, con la
condición de reservarse el derecho de acordar su matrimonio. Con lo que no
contaba Enrique IV era con la boda secreta que Isabel estaba a punto de
realizar un año después con su primo Fernando, al que no conocía personalmente,
sino sólo de referencias, pero estas eran tales que bastaron para encadenar su
albedrío y liberarse de una desventurada vida, siempre controlada y llena de
futuros matrimonios concertados, como el de Alfonso V de Portugal, que podría
ser su padre, o el del Duque de Berri, hermano del monarca francés Luis XI. Isabel quería a su lado un hombre fuerte, viril
y animoso, capaz de grandes hechos y proezas. Y ese no podía ser otro que su
primo Fernando, quien, además, gozaba de muy buena reputación entre los muchos privilegiados
personajes consultados y, según la opinión muy generalizada en el Reino, era la
unión más aconsejable por el interés de Castilla.
Con todo este panorama, es lógico
que la boda tenía que realizarse rápido, en secreto y con mucha discreción,
pues Isabel estaba permanentemente controlada y vigilada.
Los hechos que se produjeron posteriormente
para facilitar el encuentro de Isabel y Fernando y su matrimonio, son dignos para escribir una
novela, pero utilizaremos principalmente noticias del cronista Alonso de
Palencia, testigo y actor, en muchos casos, de lo que relata.
Enrique IV, acompañado por el
marqués de Villena, partieron de su residencia de Ocaña hacia Andalucía para
tratar de sosegar unas revueltas y enfrentamientos entre bandos enemigos de la
nobleza. Antes de partir obligó a Isabel a prometerle que no se movería de
Ocaña. La princesa Isabel lo prometió, pero quizás, harta de soportar tantas
coacciones y amenazas, fue la primera vez que desobedeció. Con el pretexto de
ocuparse del traslado del cadáver de su hermano, el infante Alfonso, a Ávila,
escapó a Madrigal.
Sin embargo en Madrigal se encontró
con el obispo de Burgos, sobrino del Marqués de Villena, dispuesto a denunciar
cualquier paso que diera; la retuvo, e Isabel supo de inmediato que pronto
vendrían a prenderla por orden del Rey. Pero afortunadamente, el arzobispo de
Toledo y el Almirante don Fadrique, con sus hombres de armas, y ante la
estupefacción de sus guardadores, salvaron a la Princesa, trasladándola, como
si fuera un triunfo, a Valladolid.
Tras esta doble huída, Isabel no
podía echar marcha atrás. Se acordó ultimar con prontitud el casamiento con su
primo Fernando y afrontaría con valentía todas las consecuencias que pudieran
derivarse de sus actos.
Lo que desconocía la Princesa es que
los preparativos de la boda estaban ya muy avanzados. Mientras estuvo retenida
en Madrigal, en las negociaciones preliminares de la boda, y a través del
Arzobispo de Toledo, se había ofrecido a la Princesa entregarle veinte mil
florines de oro para el sostenimiento de su casa y un fabuloso collar valorado
en más del doble de dicha suma pero, ni
el Rey ni su hijo disponían de los florines ni del collar, que se encontraba
empeñado en Valencia. Don Fernando se trasladó a Valencia, negoció con los
prestamistas y recuperó el collar, así como también consiguió la suma de
florines que necesitaba.
Poco después, Alonso de Palencia y
Gutierre de Cárdenas, servidor de doña Isabel, salieron de Valladolid entrada
la noche y se dirigieron a Aragón en busca del novio para llevarlo junto a la
novia antes de que Don Enrique regresara de Andalucía e intentara impedir el
casamiento. Utilizando siempre caminos poco frecuentados, llegaron al Burgo de
Osma. Allí, Palencia, sin declarar el motivo del viaje, consiguió que el obispo don Pedro, contrario al
matrimonio, le facilitara un guía y una carta de recomendación para el alcalde
del castillo de Gomara, fronterizo con Aragón, encargándole que tanto a la ida
como a la vuelta le dispensara a Palencia una acogida cortés y amistosa.
Llegados a Gomara, Palencia pidió al alcaide un mensajero que llevara unas cartas al arzobispo de Toledo y otras de Gutierre de Cárdenas a su señora la princesa, encareciéndoles la necesidad "de que sin demora y a las órdenes de un capitán probo y experto, se enviaran trescientas lanzas que en término de diez días se hallasen en el Burgo de Osma, para asegurar el retorno con el Príncipe de Aragón”.
Palencia y Gutierre llegaron a Zaragoza
y se encontraron con el príncipe Fernando quien, deseoso de juntarse con la
princesa, no dudó en realizar el viaje a Valladolid aun sabiendo de lo
accidentado que iba a ser el mismo, burlando vigilancias y corriendo riesgos,
pero sabía que con su juventud y arrojo acabaría con cualquier contratiempo que
pudiera presentársele.
Todo un ajetreado, emocionante y accidentado viaje le esperaba por delante.(continuación)
BIBLIOGRAFÍA
-PALENCIA, ALONSO DE. Crónica de Enrique IV. Traducida por D.A. Paz y Melia. Lit. “Revista de Archivos”. Madrid, 1904
-PULGAR,
HERNANDO DEL. Crónica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel
de Castilla y de Aragón. Imp. Benito Monfort. Valencia, 1780.
-SILIO
CORTÉS, CÉSAR. Isabel La Católica, fundadora de España. Grandes biografías. Espasa-Calpe
S.A. Madrid, 1967.
No hay comentarios:
Publicar un comentario