Según
el Diccionario de la Lengua, “calducho” es una voz despectiva para nombrar el
caldo mal hecho, de poca sustancia o mal sazonado.
Generalmente, los motes gentilicios
con los que los vecinos de un pueblo descalifican a los vecinos de otros
pueblos suelen darse entre localidades próximas o, más bien, limítrofes. Es muy
raro, por ejemplo, que los habitantes de Sos se “piquen” con los de Sigüés, o
los de Tauste con los de Isuerre. Por norma general, y debido al “roce”
cotidiano por el que inevitablemente se veían los habitantes de un pueblo con sus vecinos
colindantes, surgían pequeñas diferencias entre ellos que derivaban
en que, de un modo recíproco, cada cual quería estar por encima del otro, en un
afán de demostrar que “yo soy más listo que tú” o “tú eres más tonto que yo”.
Esto es lo que debió pasar entre los
sangüesinos y los sosienses, vecinos fronterizos unos con otros. Los de
Sangüesa llaman “sopicones” a los de Sos por alardear de tener muchas fuentes y
aguas limpias con las que poder cocinar buenas y abundantes sopas y caldos; en
contraposición, los sosienses llaman a los de Sangüesa “calduchos”, debido a los malos caldos que elaboran por carecer del
líquido elemento, la mala calidad del agua o la carencia de ingredientes para elaborarlo.
No se sabe cuál de los dos municipios empezó esta “guerra de gentilicios” entre vecinos, pero lo cierto es que no deja de
ser una mera "chiquillada" entre dos pueblos que no va más allá de lo puramente
anecdótico, pues lo más probable es que ambas poblaciones sufrieran la misma
escasez o impureza de las aguas; pero ya se sabe: en una guerra siempre hay que hacer ver a los enemigos que estás en mejores condiciones que ellos, aunque sea falso.
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