Vendimia (Detalle) Ciclo de los meses: Octubre Maestro Wenceslao, hacia 1400. Castello del Buonconsiglio. Trento. |
Igual que los grupos inferiores,
estos grupos de población intermedios tampoco gozaron de los privilegios
jurídicos y fiscales que disfrutaron las clases superiores, viviendo
principalmente del esfuerzo personal que todos los miembros del grupo aportaban
al propio clan familiar, pudiendo considerarse como pequeños productores
independientes o autónomos.
Las principales actividades
económicas que caracterizaron a este grupo social fueron las derivadas de la
explotación agrícola y la artesanal.
A diferencia de los grupos
inferiores, los grupos intermedios pudieron participar en la política municipal
asistiendo a las reuniones del concejo, pero nunca como Justicias, cargo
reservado únicamente para miembros de la élite, sino sólo en calidad de
consejeros o jurados, y aún así sólo unos pocos lo consiguieron y de forma muy
esporádica a lo largo de su vida, por lo que su representación política fue más bien escasísima, no pudiendo intervenir ni decidir en asuntos de vital importancia para sus intereses.
Los sosienses de este grupo
intermedio que se dedicaron a la explotación agrícola lo hacían tanto como
propietarios del terreno o trabajando las tierras en enfiteusis o en
arrendamiento. En muchas ocasiones la Iglesia, propietaria de las tierras,
ante la incapacidad de poder explotar sus propiedades, las arrendaba
estipulando qué había que plantarse y el modo de repartirse los beneficios,
siendo habituales los arriendos de viñedos o majuelos, pues era preferible
obtener la mitad de los beneficios por una enajenación que sufragar el costoso
proceso de cultivo y el pago de salarios[1].
Así, en el siglo XIV, 40 cahizadas de tierras y 250 peonadas de viñas que
poseía el capítulo de San Esteban fueron entregadas a labradores del municipio
a cambio de un porcentaje de la cosecha, junto al diezmo y la primicia[2].
En cuanto al patrimonio de estas
familias y el tamaño de las explotaciones, generalmente se trataban de
heredades que garantizaban perfectamente el mantenimiento de una unidad
familiar tipo medio, es decir, un matrimonio con dos o tres hijos. Para
hacernos una idea de este patrimonio hay que acudir a los inventarios de los
bienes aportados como ayuda por sus parientes en las capitulaciones
matrimoniales. Veamos dos ejemplos.
En las capitulaciones firmadas en 1498, Pedro Espatolero donó a su hijo
Pedro un corral, una era y un conjunto de piezas en Roita que había comprado a
García de Avarzuza, una viña en Arbe, una pieza en la val de Suso, una pieza en
Ceñito y la mitad de un plantado, una vaca, una asna, 50 cabezas de ganado
menudo, una cameña de ropa y la mitad de sus casas[4].
En 1484 Pedro Lacagorría entregó a su hija María en su matrimonio, siete
piezas, dos majuelos, cinco conos de abejas, una cama de ropa, dos nietros de
vino mosto y 100 sueldos para comprar un buey, a lo que hay que sumar lo que su
esposo, Juan Martínez de Pintano, recibió de su padre Martín: la mitad de unas
casas, ocho piezas, un majuelo, un plantado, un linar y una viña y media[5].
Pero, como antes se ha dicho, aunque estas propiedades eran suficientes
para abastecer la unidad familiar, una mala cosecha, la muerte de algún animal
de tiro, el aumento del número de miembros del grupo, sobre todo si no están en
edad de trabajar, o por incapacidad física, podían resultar fatídicos a la hora
de asegurar el abastecimiento de la familia por lo que, en ocasiones, y como
previsión, tuvieron que comprar más tierras o recibirlas en régimen de
aparcería o arrendamiento, tal como hizo Sancho Alegre en 1508, quien se
comprometió entregar anualmente, durante ocho años, dos cargas de trigo al
escudero Antón de Albarado, señor de la Certera, a cambio de trabajar las heredades
que éste acababa de comprar en Undués de Lerda[6].
Labrador. Manuscrito Landauer twelve brothers´house, de Nuremberg. Siglo XV. |
En cuanto al ganado, tanto pequeño como mayor, no eran grandes
propietarios, sino que disponían de pequeños y medianos rebaños de ovejas y
cabras cuya exclusiva finalidad era el consumo de leche y derivados para uso doméstico
en el caso de pequeños propietarios y para la comercialización de excedentes en
el caso de los medianos. De este modo, vemos cómo entre los bienes de Sancho
Bernat se registraron en 1442 cinco cabras mayores y tres chicas[7]
o sólo las dos cabras que poseía en 1503 Pedro de Sada[8],
mientras que en 1501 Marquesa Martínez poseía 100 cabezas de ganado menudo[9]
o las 160 cabezas que se repartieron en 1441 los herederos de García Juan de
Tomás[10].
En referencia al ganado mayor, las posesiones por unidad familiar se
limitaban a la tenencia de uno o dos bueyes, una mula y algún caballo o yegua
en el mejor de los casos.
Otra de las actividades que realizaron los miembros de estas familias fue
la industria textil doméstica, orientando la producción a la fabricación de
prendas de vestir para el propio grupo familiar y otros artículos para la casa,
con el consiguiente ahorro al no tener que ir al mercado a comprar prendas de
vestir, y a la venta de fibras textiles a los artesanos para que confeccionaran
manufacturas más elaboradas, siendo la comercialización de estas fibras
textiles una fuente de ingresos extras de gran importancia para las familias,
tanto que a comienzos del siglo XVI el concejo de Sos tuvo que intervenir para
fijar los salarios que los artesanos debían cobrar por realizar estas tareas[11].
Maestro zapatero (mediados del siglo XV) |
Además de la agricultura y del comercio textil, este grupo también estuvo
integrado por personas con otras actividades artesanales, pues la demanda,
tanto de los propios vecinos de Sos como en los lugares más próximos, de otro
tipo de necesidades básicas, hizo que las familias orientaran su productividad
hacia este tipo de necesidades, tales como la construcción, la manipulación de
los metales, el cuero, la sanidad u otro tipo de servicios complementarios.
Zapateros, herreros, piedrapiqueros, cesteros, fusteros, mazoneros, pelliceros,
notarios, sastres, barberos, pelaires, tejedores, médicos, mercaderes,
molineros y un largo etcétera de artesanos se instalaron en Sos, si bien la
producción artesanal era más bien doméstica y local, con productos de calidad
media y destinado al mercado villano y su entorno, por lo que los artesanos, ante
la dificultad de poder mantener una familia con los beneficios obtenidos por el
desarrollo de su frágil actividad, se vieron obligados, igual que los agricultores se
apoyaron en las labores textiles, a complementar sus ingresos realizando
labores agrícolas. De este modo vemos cómo en 1515 el pelaire Sancho San
Vicent, en sus capitulaciones matrimoniales, aportó al matrimonio unas casas,
dos plantados de ocho peonadas cada uno, un buey, nueve fanegas de simiente,
100 sueldos, más 400 que le debían, quince cargas de trigo, 50 lanas y 50 codos
de sayal y lana para hacer una pieza de burel, y sus suegros aportaron 350
sueldos, tres cargas de trigo, una cama de ropa, dos piezas de siete arrobas
cada una, una pieza de dos arrobas y un plantado de siete peonadas[12];
o cómo el picapedrero Martín de Ordanza, recién instalado en la villa, aportó para
su matrimonio con María Ezquerra, en 1513, 1600 sueldos en bienes muebles,
mientras que los padres de la novia entregaron cuatro campos que sumaban tres
caficadas y dos arrobas, además de dos viñas[13]
.
Esta necesidad de los artesanos de realizar labores agrícolas
complementarias para conseguir lo necesario para la supervivencia del grupo
familiar indica su cercanía en lo que
respecta a experiencias vitales con los campesinos, con los que conformarían en
última instancia un mismo grupo social[14].
La fragilidad de estas economías domésticas hizo que en muchas ocasiones
las familias tuvieran que acudir al préstamo, si bien solían ser cantidades de
poca cuantía que quedaban canceladas en un corto espacio de tiempo. Solían ser
cantidades adelantadas para comprar grano o semillas, para la compra de algún
animal para aumentar el ganado de tiro o en sustitución de otro que había
muerto, pero nunca grandes cantidades que pusieran en peligro la estabilidad de
sus unidades económicas.
En resumen, un grupo intermedio en la escala social, agricultores y
artesanos, con un patrimonio medio y cuyo primordial objetivo fue el de
asegurar la supervivencia del clan familiar, aunque para conseguirlo tuvieron
que solventar algunas contrariedades, pero que nunca supuso una seria amenaza para
sus economías y su sustento.
[1] Piedrafita
Pérez, Elena. “Sectores sociales y ocupación territorial en las Cinco Villas
(siglos XI al XIII), p. 291; en Las Cinco
Villas aragonesas en la Europa de los siglos XII y XIII. Cood. Esteban
Sarasa Sánchez, pp. 249-294.
[2] A.C.P. IV
Episcopi 30, ff. 27-33v.
[3] Abellá
Samitier, Juan. Sos en la Baja Edad Media, Una villa aragonesa de frontera, pp.
235-236.
[4]
A.H.P.S., Juan Zareco. P. 441, f.1.
[5] A.H.P.S.,
Miguel del Sen. P. 446, ff. 10-12v.
[6]
A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 464, f.103.
[7]
A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada. P. 373, ff.39-41v.
[8] A.H.P.S.,
Miguel del Sen. P. 460, ff.6v.-7.
[9]
A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 458, ff. 62v-64.
[10]
A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada. P. 370, ff. 70-70v.
[11]
A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 459, ff. 84-85v.
[12]
A.H.P.S., Gil García de Urriés. P. 507, ff. 9-11.
[13] A.H.P.S.
Miguel del Sen. P. 468, ff.38v-39v.
[14] La
antropología considera a estos artesanos como parte integrante del grupo social
de los campesinos. E.R. Wolf, Los
campesinos. Cita a pie de página en: Abellá Samitier, Juan. Sos en la baja Edad Media, p. 252.
BIBLIOGRAFÍA
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN.
Sos en la Baja Edad Media, una villa aragonesa de frontera. I.F.C.
Zaragoza, 2012.
-MARTÍN VISO, IÑAKI. Poblamiento
y estructuras sociales en el norte de la Península Ibérica. Siglos VI-XIII.
Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca, 2000.
-SARASA SÁNCHEZ, ESTEBAN (Coord.) Las Cinco Villas aragonesas en la Europa
de los siglos XII y XIII. I.F.C. Zaragoza, 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario