Ciprés (cupressus sempervirens) en el cementerio de Sos del Rey Católico |
No es un árbol representativo de la
comarca de Sos. Su localización se reduce básicamente al lugar donde la tradición
popular y la simbología floral sitúa los cipreses: en el cementerio.
Aunque hay quienes relacionan los
cipreses con la muerte, su simbología más conocida y generalizada es aquella
que los relaciona con la inmortalidad y con el sentimiento universal que transmiten, el ansia de paz espiritual, y es por esta razón por la que normalmente los encontramos en los cementerios de prácticamente todos los municipios de España.
Igualmente, esta ansia de paz espiritual que transmite el ciprés y la firmeza de la fe cristiana que genera su contemplación ha sido fuente de inspiración de muchos artistas y poetas.
Cipreses en la entrada del cementerio de Sos |
Gerardo Diego, uno de los máximos exponentes de la Generación del 27, escribió el conocido soneto "El ciprés de Silos", uno de los poemas más leídos y comentados de la literatura española. En esta ocasión el ciprés no se encuentra en un cementerio, sino en el claustro del monasterio de Silos (Burgos), pero basta acercarnos al cementerio de Sos, contemplar los cipreses y entender a la perfección lo que Gerardo Diego, con un lenguaje muy sencillo, siente al contemplar un ciprés.
EL CIPRÉS DE SILOS
Enhiesto
surtidor de sombra y sueño
que
acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro
que a las estrellas casi alcanza
devanado
a sí mismo en loco empeño.
Mástil
de soledad, prodigio isleño;
flecha
de fe, saeta de esperanza.
Hoy
llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina
al azar, mi alma sin dueño.
Cuando
te vi, señero, dulce firme,
qué
ansiedades sentí de diluirme
y
ascender como tú, vuelto cristales,
como
tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo
de delirios verticales,
mudo
ciprés en el fervor de Silos.
El poeta ve, en la altura y la verticalidad
del Ciprés, un símbolo del anhelo de eternidad que la fe provoca en el hombre.
Después habla de sí mismo para confesarle al ciprés cómo llegó hasta él falto
de espíritu y finalmente, tras contemplarlo, cómo sintió esa confianza en la fe
que se desprende de la apariencia del árbol.
Gerardo Diego (1896-1987) |
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