La tradición oral nos habla de la existencia
de ciertos personajes populares que van íntimamente ligados a la imagen de cualquier
pueblo de la geografía española, según la cual en todos los municipios de la
España rural existe el peculiar personaje de “el tonto” del pueblo, “el
cacique” del pueblo, “el listillo” del pueblo o “el chulo o matón” del pueblo;
además, si alguno de estos esteriotipados sujetos fallece, siempre existe un
relevo, que no se sabe de dónde sale, para no dejar vacante una de las figuras
más tradicionales y emblemáticas de nuestro costumbrismo rural.
Independientemente que sea
cierto o no, o que haya municipios que alberguen entre sus vecinos a la totalidad de los mencionados personajes,
es incuestionable que en muchos pueblos existía, hasta no hace mucho tiempo, un
chulo o matón, pues así lo recoge la documentación existente y, sobre todo, la
transmisión oral de los ancianos del lugar indicando, en muchas ocasiones, la
identidad de este malhechor.
La R.A.E. define al matón como una persona provocadora o pendenciera que alardea de su valentía y emplea la fuerza o las amenazas para obligar a los demás a hacer algo. Los “matones de pueblo” son fanfarrones, bravucones, pendencieros, violentos, jactanciosos, y suelen acosar, intimidar, acobardar, amedrentar, humillar y provocar a cuantos se cruzan en su camino. Al mismo tiempo son cobardes, pues generalmente suelen elegir como víctimas a los más débiles. El matón quiere imponer su ley, siempre actuando por encima de la misma, llegando a usar la fuerza, pegar, herir e incluso no duda en matar si no ve cumplidas sus amenazas, aunque a veces mata por resentimiento, odio, venganza, tradición paterna e incluso sin motivo aparente alguno, y se hace acompañar siempre de una navaja o cuchillo como si formara parte de su indumentaria habitual.
Y como matones hay en
todos los pueblos, Sos no iba a ser la excepción.
Si recorremos la historia
de Sos, ya encontramos matones entre la élite de la sociedad del siglo XV cuando
Sos se encontraba dividida en banderías (ver), aunque estos matones no reflejan
fielmente la imagen del matón de pueblo antes descrita. Habrá que esperar al
siglo XIX para tener noticias de la existencia en Sos del verdadero chulo, del matón
de pueblo tal y como lo concebimos actualmente, representado en el personaje
del baratero, del que ya hemos hablado en otra ocasión (ver), pero del cual
desconocemos su nombre. Sin embargo, de principios del siglo XX sí conocemos la
identidad de uno de estos matones en Sos, de su última fechoría y de su fatal
desenlace. Se trata de un individuo
llamado Santiago, hijo de una familia de labradores del pueblo, que al mismo
tiempo eran los propietarios de la única posada que entonces existía en Sos y
que era conocida como casa del Panilio.
Santiago era un mozé bien
parecido físicamente, no muy robusto, pero bravucón y fanfarrón, que tenía
atemorizados a la mayoría de los mozos de Sos. En el baile del pueblo no
dudaba en buscar pelea contra todo aquél que se acercara a cualquier chica que
él intentara pretender aunque ésta no le correspondiera en sus pretensiones;
era el amo del baile y no dudaba en solucionar cualquier contratiempo a base de
golpes y peleas de las que siempre salía victorioso. Lo mismo ocurría en la
taberna, donde con cualquier mínima excusa repartía puñetazos a cuantos
intentaban hacerle frente, corroborando la teoría del doctor John Lochmann por
la que comenta que el matón “tienen una urgente .necesidad de controlar a los
demás para enmascarar sus temores ocultos y su sensación de desarraigo"
Y es por esto, por el
hecho de tener atemorizados a los mozos del pueblo, por lo que llegó a ser
odiado por muchos.
Esgrima a navaja: el desjarretazo Grabado dePaul Gustave.1862 |
Hubo gente del pueblo que
quiso hacerle ver su equivocada actitud en un intento de poner algo de orden en
su vida, a la vez que le advertía del
odio que estaba suscitando en algunas personas del pueblo, que podían llegar a
perder la paciencia, y en las graves consecuencias que ello podía acarrearle si
continuaba con ese comportamiento, como así lo hizo el vecino Francisco Machín Bueno, quien en más de
una ocasión le dijo a Santiago que depusiera su agresiva e intimidatoria
actitud porque algún día encontraría la muerte, aunque fuera a traición.
Santiago, haciendo caso omiso de las recomendaciones de Machín, se
envalentonaba aún más respondiéndole que en el pueblo no había nadie que osara
hacerle frente, que todos eran unos falsos y unos cobardes, y por eso tenían
que estar subordinados a él.
Al poco tiempo pasó lo
previsible, lo que muchos esperaban y otros deseaban.
Antero Gallar, vecino de
Sos, ya sabía lo que duelen en su cuerpo los puñetazos de Santiago, pues en más
de una ocasión le plantó cara y se vieron envueltos en riñas y peleas, siendo
Antero el perdedor y el más perjudicado en todos los enfrentamientos habidos
entre ambos.
Un buen día, Antero salió
de Sos en dirección al monte, como otras tantas veces hacía, en busca de leña
para llevar a su casa. Preparó sus mulas, cuerdas y herramienta necesaria para
la ocasión y se introdujo en el bosque.
Santiago, que entonces
tenía 26 años, lo vio partir, preparó también su mula y decidió salir tras él
sin que éste lo viera. Antero ya estaba cortando leña cuando Santiago se acercó a él y, sin apearse de la mula, empezó a insultar y a provocar a Antero.
Este le respondió: “Anda…apéate si eres tan hombre como dices”. Semejante
provocación suscitó la ira de Santiago que furioso y colérico saltó de la mula
dispuesto a pelear de nuevo con Antero, pero antes de que pusiera los pies en
el suelo recibió una tremenda cuchillada en la espina dorsal y varias más por
otras zonas del cuerpo.
Santiago, herido de
muerte, trató de defenderse; sacó su cuchillo y, antes de caer al suelo
desangrado por las heridas recibidas, consiguió alcanzar a Antero en la cara, hombros
y cuello.
Unos pastores, que
presenciaron los hechos desde la lejanía, se acercaron para intervenir, pero ya
era demasiado tarde; Santiago yacía inerte en el suelo, desangrado, y Antero
presentaba su rostro lleno de sangre, pero vivo. Uno de los pastores se acercó
a Sos para dar parte a la Guardia Civil, que se personó en el lugar de los
hechos junto con el médico, quien certificó la muerte de Santiago y realizó la
primera cura a Antero.
El suceso tuvo una gran
repercusión en Sos; muchos vecinos tuvieron que prestar declaración en el
juicio contra Antero por homicidio, al que le cayeron 12 meses de prisión.
Una vez que salió de la
cárcel regresó a Sos, con el rostro y cuello llenos de cicatrices, y aunque
había gente que no lo expresara públicamente, lo consideraban un héroe y un
valiente por haber plantado cara y acabar con la vida de un matón que los tuvo
amenazados y atemorizados durante mucho tiempo.
Antero no volvió a ser el
de antes, se volvió taciturno, introvertido y callado. Al poco tiempo desapareció
de Sos y no se le volvió a ver más por el pueblo.
Afortunadamente, hoy en
día esta figura del matón de pueblo ha pasado a formar parte de la historia del
costumbrismo local, pero sí que persiste en algunos pueblos de la geografía
española ese “matoncillo” de pueblo que, si bien no resulta tan violento como
el de la “España profunda” del pasado siglo, intenta hacer creer a los demás estar
por encima de la ley y comportarse de forma fanfarrona y bravucona entre sus
vecinos.
BIBLIOGRAFÍA
-En
la web:
-MACHÍN
IRIARTE, MÁXIMO. Memorias
del viaje. memoriapopular.org
-www.semana.com.“Los chicos malos”.Revista Semana.25/05/1987
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