El color es una de las características del edificio románico y, en general, las iglesias estaban pintadas en su
interior.
En pintura, al igual que en
escultura, el románico desarrolló una serie de programas figurativos y
decorativos mediante los cuales se transmite a la población los principios
básicos del cristianismo y también cierto conformismo social dentro del orden
jerárquico establecido. La naturaleza de las representaciones pictóricas es muy
similar a la de las escultóricas, donde el condicionamiento tectónico y el
contexto litúrgico van a jugar un papel determinante, tanto en el desarrollo
compositivo como iconográfico. En cierto modo puede decirse que la pintura
mural complementa el simbolismo arquitectónico, al localizar las imágenes de
mayor divinidad en el punto de mayor sacralidad, el ábside, y las narrativas en
las paredes laterales.
Si partimos de la estructura
básica de las construcciones religiosas durante la Edad Media románica, las
imágenes pictóricas se disponen en la cabecera, de un único o múltiples ábsides
y, a lo largo de muros laterales y bóvedas del cuerpo basilical, así como a los
pies de la iglesia, en el reverso del muro de la fachada. En el primer ámbito
van a localizarse, por su posición axial respecto a la puerta y quizás por su
perfil semicircular, al igual que en los tímpanos, temas visionarios de
carácter sintético que a menudo están inspirados en el Antiguo Testamento,
libros de Isaías, Ezequiel y Daniel, en el Nuevo Testamento y el Apocalipsis de
Juan. En el segundo se combinan temas del Antiguo y Nuevo Testamento. En el
muro interior de la fachada a veces acoge el Juicio final.
Las imágenes del ábside se
disponen siguiendo una rígida organización jerárquica, reflejo de la sociedad
románica, valiéndose para ello de los propios elementos arquitectónicos, como
ventanas y cornisas, o recreándolos figuradamente. En la cuenca absidal
encontramos la manifestación de la divinidad, en el registro intermedio
profetas, apóstoles o santos, como intercesores entre el mundo divino y humano
y en el interior representaciones animalísticas o decorativas, imitando a
menudo, en el último caso, tejidos o revestimientos marmóreos.
Normalmente la visión teofánica
que se ofrece es la de la Maiestas
Domini, Cristo entronizado y bendiciendo con la mano derecha, rodeada por
los ancianos y jinetes del Apocalipsis.
Hasta la segunda mitad del siglo
XII se percibe una relajación en la mencionada jerarquía compositiva e
iconográfica. Así algunos santos, que hasta el momento solo aparecían de forma
testimonial en los registros intermedios de los ábsides o en las paredes laterales,
alcanzan el cuarto de esfera absidal.
Desafortunadamente apenas quedan restos de esta primitiva pintura mural románica en Sos: algunos vestigios en el ábside central de la iglesia de San Esteban (ver) y poco más en la ermita de Santa Lucía (ver)
Durante la primera mitad del
siglo XIII se introdujo en Aragón el ambiente bizantinante que caracteriza el
estilo de entresiglos. La monumentalidad, el valor gráfico de las vestiduras,
el tratamiento cromático del fondo y la importancia dada a la línea blanca como
estructura de las formas son algunos de los rasgos característicos de las
pinturas murales de este período. En algunas zonas, el naturalismo de algunos
de los personajes representados, no así la concepción espacial, anuncia ya
claramente el paso hacia el primer gótico lineal. De esta época son la mayoría de las pinturas murales que se conservan en Sos y que resultan ser de extraordinaria belleza debido a su buen estado de conservación. Podemos admirarlas en la cripta de Santa María del Perdón (ver), ermita de Santa Lucía (ver) y, algo más deterioradas , en la iglesia de San Martín (ver).
Reproducción sobre tabla de las pinturas murales de la ermita de Santa Lucía en Sos del Rey Católico.
Tabla del taller de diseño, artesanía y restauración de Esther y Luis, en Luceni (Zaragoza)
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BIBLIOGRAFÍA
-ABBAD RÍOS,
FRANCISCO. Las pinturas murales de
San Esteban de Sos del Rey Católico, Archivo Español de Arte XLIV, nº 173. Madrid, 1971.
-GUDIOL, JOSÉ. Pintura medieval en Aragón. I.F.C.
Zaragoza, 1971.
-Historia del arte
español; T. IV. La época de los monasterios. Planeta. Barcelona, 1995.
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