Las
grandes protagonistas de la mitología de todas las culturas han sido siempre
las brujas. Brujas ha habido en todos los lugares de la geografía española,
pero sobre todo en el norte de la Península.
En la toponimia de muchos municipios de España se hace referencia a ellas. En la de Sos del
Rey Católico existe el “barranco de las brujas”[1].
El repertorio de las maldades de las brujas era amplísimo, llegando los
“malmetimientos” de las brujas incluso hasta el deporte o el ocio, como la
caza.
Son muy numerosos los casos de cazadores, que teniendo la pieza en la
punta de la nariz les ha sido imposible dar en el blanco. La maldad consistía
en que les habían depositado la “oración de los cazadores”. Esta oración
impedía que se acertara con los disparos sobre la pieza. El remedio para
prevenir esta oración, según cuenta un cazador de Sos, es de lo más curioso: el
cazador se baja los pantalones y se pasa la escopeta por una de las perneras
del pantalón, ofreciendo un resultado inmediato. De igual forma no tenía efecto
la” oración de los cazadores” si llevaban una saya de culebra metida en el
pasamanos de la escopeta.
Espantabrujas en una vivienda próxima al Parador de Turismo |
Pero las
brujas, además de los malmetimientos
y el mal de ojo, se dedicaban también
a elaborar pócimas y remedios prácticamente para todo.
Los remedios en el tema erótico, amoroso y
sexual eran de lo más pintorescos. Así, la mujer que quería enamorar a un hombre
le daba a comer pan amasado sobre su pubis o un pez que hubiese muerto dentro
de su vagina; si quería provocar la impotencia de un hombre se desnudaba y,
untada toda ella de miel, se revolcaba en un montón de trigo, después, con los
granos adheridos a su piel elaboraba una torta que daba de comer al varón que
quería desgraciar. Los métodos anticonceptivos no eran menos pintorescos: para
evitar que la mujer se quedara embarazada se friccionaba el pene del varón con
vinagre antes del coito.
Para
conservar la fidelidad de una mujer se le daba a beber una pócima compuesta por
testículos de lobo y la ceniza resultante de quemar pelos tomados de distintas
partes del cuerpo. Para alcanzar y retener a una mujer frígida el hombre debía
untarse el pene con sebo de macho cabrío antes de copular con ella.
Otras
hechicerías contenidas en grimorios pretendían provocar el amor de una mujer,
hacerla danzar desnuda u otros caprichos semejantes. Alfonso X nos deja la
noticia de un dean de Cales que seducido por magia y por grimorio “jode cuanto quiere joder”.
Pero a
pesar de todas estos remedios y hechicerías, abundaban las mujeres
insatisfechas que recurrían a artefactos de autoestimulación. Una cantiga de
Fernando Esquío menciona un lote de cuatro consoladores que ha enviado a una
abadesa amiga suya para servicio de su comunidad. En un documento de 1351 se
habla de una mujer fallecida por ocasión de un “rauano (rábano) que le auian
puesto por el conyo[2]” De todos son conocidas las propiedades
medicinales de esta herbácea, pero en la Edad Media parece ser que esta
crucífera planta y su tuberosa raíz despertaba súbitas pasiones femeninas. Un famoso
soneto anónimo del siglo XVI hace referencia a lo comentado:
Tú, rábano
piadoso, en este día
risopija
serás en mi trabajo
serás
lugarteniente de un carajo
mi marido
serás, legumbre mía.
Un poquito
más largo convenía,
mas no
importa, que irás por el atajo.
Entra de
punta y sácame de cuajo
las gotas
que el que pudre[3]
me pedía.
Ya
entraste, mas las hojas quedan fuera.
Pues ¿Qué
han hecho las hojas a mi papo,
que no han
de entrar, si es él el que lo pierde?
Las hojas
entren, y ojalá viniera
el ramal
de fray Lucas, de solapo,
y diérase
mi coño un gentil verde[4].
[1]
Citado por José Antonio Adell y Celedonio García en “brujas, demonios, encantarias y seres mágicos de Aragón” Pirineo.
Huesca, 2001. También lo menciona Toti Martínez de Lezea en su novela “veneno para la corona”. Erein. San
Sebastián, 2011.
[2]
A.G.N., secc. de Comptos, 66, f. 296v.
[3] El
marido muerto.
[4] Darse un verde: holgarse en banquetes y
placeres (Covarrubias)
BIBLIOGRAFIA
-ADELL CASTAN, JOSÉ ANTONIO, y GARCÍA
RODRÍGUEZ, CELEDONIO. Brujas, demonios, encantarias y seres mágicos de
Aragón. Pirineo. Huesca, 2001.
-CORRAL LAFUENTE. Mitos y leyendas de Aragón. Leyere. Zaragoza, 2002.
-ESLAVA GALÁN, JUAN. 50
estampas de la historia de España. Círculo de Lectores. Barcelona,
2012.
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