Fuera del recinto
amurallado, a los pies de Sos y hacia el valle del Onsella se encuentra el
monasterio de Valentuñana, visible, a lo lejos, desde diversos puntos
de la Villa. Para acceder a él con coche, tenemos que tomar la
carretera NA-127 que conduce a Sangüesa y, nada más bajar la colina sobre la
que se asienta Sos, tomamos la carretera A-1601 a nuestra derecha que nos
conduce hacia Navardún. A un kilómetro escaso encontramos un desvío a nuestra
derecha que nos llevará hasta el convento.
Historia
Cuenta la tradición, que a mediados del siglo XIII se apareció la Vírgen en estos parajes y en su memoria se construye una ermita, existiendo datos históricos de la misma desde 1254 y a la que posiblemente ya acudían en romería los habitantes de la Valdonsella.
Historia
Cuenta la tradición, que a mediados del siglo XIII se apareció la Vírgen en estos parajes y en su memoria se construye una ermita, existiendo datos históricos de la misma desde 1254 y a la que posiblemente ya acudían en romería los habitantes de la Valdonsella.
Carta de venta a la iglesia de Sos del derecho a molienda del molino de Valentuñana |
Se sabe que en
1265 ya poseía molino, pues en un documento de 17 de abril de ese año, “Dn
Ferrer de Navardún, Dn. Domingo Sancho Navardún, Dn. García Bravo y Juan de
Navardún, venden a la iglesia de Sos su derecho a molienda en la rueda de Santa
María de Balantunyana”[1],
molino que en otro documento anterior, de junio de 1198 aparece como fecha de
finalización de su construcción.
En un
principio el monasterio se llamó de Entrambasaguas, por hallarse en la
confluencia de dos pequeños arroyos, situados al pie de Sos del Rey Católico,
que allí se reúnen y van a verter sus aguas al río Onsella. Hay quien sostiene
que el nombre de Valentuñana deriva de la fusión de los nombres de Valentín y
Ana, propietarios de las tierras donde se apareció la Vírgen, dando así
nombre a la misma.
Los sosienses
desean ampliar esta primitiva ermita y en el año 1543 el Vicario General de la Diócesis de Pamplona autoriza la ampliación de la misma, encargándose de su
tasación los canteros locales Juan Pérez, apodado”el Mayor”, y su hijo Juan
Pérez “el Menor”, junto a otro cantero local, Dn. Jerónimo Bedor, quienes
estuvieron trabajando en la obra entre 1544 y 1547.
En agosto de 1554
fue concedida “la obra de fusta blanca” a Martín de Izal para “fazer la
cubierta de dicha yglesia a modo de chambrelado en la obra nueba que se
haze”, precisando que “se han de labrar todos los puentes de
todas partes con sus bordones su copada en medio con sus filetes y los
quayrones de planio a planio o lo que la tabla bastare muy bien en [t?]acabada
y enlistonada a modo de chambrelado”; sobre este armazón se colocaría
la teja, proporcionada por los eclesiásticos del monasterio, al igual que
las “fustas enteras, quayrones y tablas y clavazon”; el plazo de
realización se fijó en dos meses, siguientes a la firma del contrato, y el pago
–mediante subasta- debía de hacerse en dos tandas, a principio y fin de la obra.[2]
En 1557 se establece nuevo compromiso de obras con tres
canteros: Jerónimo de Belanza, Juan Pérez menor y Martín de Chinchurreta,
vecinos de Sos, que comenzarían por “derrocar la parte de la dicha
yglesia que esta hazia el guerto de Miguel de Barayz con la cantonada la vieja
y los dos arcos viejos que estan en dicha yglesia y descubrir la dicha yglesia”,
a lo que seguiría el hacer “un arco de piedra conforme a los otros
arcos que estan fechos en dicha yglesia nuebos, de la mesma manera, altaria y
ancharia que estan los otros arcos nuebos de dicha yglesia, con su respaldo
hazia el dicho guerto conforme a los otros respaldos que estan en dicha yglesia
hazia el dicho guerto, el cual dicho arco hayan de hazer de la piedra que ay en
los dos arcos que han de derrocar, y mas que dichos maestros hayan de subir las
paredes conforme a la otra yglesia y cerrar aquella de suerte que pueda salir
el agua”.
Se les facilitó material de aprovechamiento y se puso precio
en 33 ducados de oro a cobrar en dos tandas: la primera una vez hecho el
derribo previo “y comiencen de asentar de nuebo”, y la segunda 20
días después de acabada la obra, que debía de ser para el de “señor San
Lucas del anyo presente”[3]
Todas estas construcciones serán sustituidas por la nueva
fábrica del monasterio en el siglo XVII. Efectivamente, en 1672, doña Antonia
Felipa Guerrero y Alava, natural de Sos, y devota de la Virgen de Valentuñana,
ordena en su testamento la construcción de un convento y una iglesia en el
lugar, donando para ello 7000 libras jaquesas y con fecha de 3 de septiembre de 1677
don Pedro Roig, obispo de Pamplona, concede licencia para fundar el convento. Dos
días después los carmelitas toman posesión de la ermita y sus dependencias, y
queda fundado el convento, aunque las obras continuarán hasta 1732.
Las obras se capitularon el 10 de enero de 1690, apareciendo
como firmantes los Carmelitas Descalzos y dos maestros canteros de Sos: Juan
Balda y Esteban Cuella. A estos canteros se les encargó que la obra tenía que
ser realizada de una sola vez, con gran rigurosidad- según las reglas
imperantes de la arquitectura- y con buenos materiales; por ejemplo, la cal
debía ser amasada por primera vez para dicho monumento.
Los trabajos se iniciaron un mes después de la firma
capitular, y en el año 1718 se inaugura el edificio actual.
En marzo de 1723 el maestro escultor oscense Tomás Vicién, se hallaba residiendo y trabajando en el convento[4]junto al
también escultor Francisco Menac, sin duda estos artífices debían estar
realizando el ornato interior de la nueva iglesia de los carmelitas. El
sagrario del retablo mayor con su adorno interior y la urna y trono de Nuestra Señora
los hicieron más tarde que el resto de la obra, pues en un documento del
A.H.N.M. en el que se mencionan los trabajos que se realizaron entre 1727 y
1730, hacen alusión a las obras de estas partes del retablo mayor, entre otros
trabajos.[5]
Terminada la obra escultórica de la iglesia, años después se
procedería a formalizar el pertinente contrato con el maestro pintor José
Lacruz, vecino de Jaca, para que este ejecutase las labores de dorado. Esto
sucedía el 14 de mayo de 1731, pero este pintado de la obra iba a suponer una
seria y agitada confrontación entre la comunidad de los Carmelitas y el
mencionado dorador.( ver litigio )
Durante la guerra de la Independencia, en 1808,
las tropas francesas están en las murallas de Sos y los carmelitas tuvieron que
desalojar su hogar, y aunque los frailes regresaron unos meses más tarde,
tuvieron que compartir el convento y sus instalaciones con los franceses, entre
vejaciones, insultos y amenazas. Poco más tarde, cuando José Bonaparte, como
rey de España, decretó la total supresión del estado religioso de varones,
volvieron a desalojar el convento, pero esta vez fue peor, porque fue
maltratado en su fábrica, despojado de sus muebles y objetos de culto por las
tropas invasoras.
De nuevo en el año 1813 los frailes regresaron y tuvieron
que compartir el lugar, esta vez con los voluntarios de Espoz y Mina, que
instalaron en sus dependencias un hospital de sangre. En el año 1835, con la
desamortización de Mendizábal y la supresión de las congregaciones religiosas,
Valentuñana queda totalmente desierto y los Carmelitas Descalzos abandonaron
definitivamente el convento, puestos en pública subasta tanto el edificio como
sus pertenencias.
El 16 de julio de1839 llega una R.O. por la que S.M. aprueba
la reclamación del Capitán General de Aragón para que se ceda al Gobernador de
las Cinco Villas el ladrillo y teja del llamado convento de Valentuñana, y así
proceder a la conclusión de las reformas del castillo de Sádaba. Dos meses más
tarde, el 26 de septiembre, se piden informes desde Madrid sobre la demolición
de los conventos extramuros de Sos y Sádaba, que tenía solicitados el Capitán
General de Aragón. La Junta dispone que informen urgentemente el
administrador y el Juez de Primera Instancia de la zona. Con fecha 4/12/1839 se
hace saber al subalterno y al Gobernador Militar de Sos que el Duque de la
Victoria ha mandado suspender todas las fortificaciones y que por lo tanto
no hay que demoler los conventos extramuros de Sos y Sádaba, sino cuidar de su
conservación.
El 27 de enero de 1840 llega el informe del subalterno y del
Juez de las Cinco Villas sobre la demolición, en la que los Ayuntamientos se
habrían visto implicados, porque se acuerda dirigirse a ellos para que oyendo a
los Síndicos Procuradores, manifiesten su opinión sobre los hechos. El informe
del Ayuntamiento llegó el 11 de marzo de 1840 y una vez unido a los del
subalterno y del Juez, se envió a la Superior para que dictaminase,
sin que se tenga noticia alguna de que ésta llegase a ninguna resolución.
Independientemente del derribo o demolición de los
conventos, la Junta tenía la obligación de velar por el cuidado de
los mismos a su cargo. Todos los bienes tenían que ser debidamente
inventariados y, si no se cumplía con exactitud, exigiría responsabilidades a los
subalternos y administradores.
Para hacernos una idea sobre la situación en la que se
hallaba el convento de Valentuñana tras su supresión y siendo las Cinco Villas
la zona donde mayor número de incidencias en lo que a conservación de edificios
se refiere, nos hacemos eco de alguna noticia que nos ayudará a enriquecer la
panorámica general que venimos reflejando.
El 23 de septiembre de 1839, el subalterno de Ejea informa
sobre los desórdenes cometidos en los Carmelitas, de donde se han extraído
materiales y se comunica al alcalde que cele por la conservación del edificio.
Estos hechos no habrían de quedar sin impunidad, porque el 6/10/1840, el
subalterno da parte del robo de varios efectos de los Carmelitas, sobre cuyo
suceso se ha formado causa y con esta fecha la Junta dispone que el
subalterno esté a la vista para remitir testimonio cuando se halle en estado de
hacerlo y “que custodiando las llaves del edificio, cuide de él bajo su
responsabilidad, sin dar lugar a que se cometan excesos que ha debido precaver,
manifestando a esta Junta los medios de remediarlos con tiempo.”
En un caso parecido, y curioso, de formación de causa por destrucciones se vio envuelto el Ayuntamiento de Sádaba. Con fecha 23-7-39 el Ayuntamiento pide a la Junta que se retire al Juez de Primera Instancia de Sos y a su escribano de la Comisión que se ocupa de la destrucción del suprimido convento de Carmelitas ya que, por hacer algunas pesquisas sobre los hechos, le han pasado 500r. de dietas y la Corporación no puede afrontar esos gastos. El 3 de agosto vuelve a solicitar el Ayuntamiento que cese el juez en su comisión, por causar perjuicio al pueblo y, efectivamente, lo consigue porque en ese mismo día se tienen noticias de que el juez ha enviado su expediente a Amortización para que la subdelegación de ventas lo continúe (6)
En un caso parecido, y curioso, de formación de causa por destrucciones se vio envuelto el Ayuntamiento de Sádaba. Con fecha 23-7-39 el Ayuntamiento pide a la Junta que se retire al Juez de Primera Instancia de Sos y a su escribano de la Comisión que se ocupa de la destrucción del suprimido convento de Carmelitas ya que, por hacer algunas pesquisas sobre los hechos, le han pasado 500r. de dietas y la Corporación no puede afrontar esos gastos. El 3 de agosto vuelve a solicitar el Ayuntamiento que cese el juez en su comisión, por causar perjuicio al pueblo y, efectivamente, lo consigue porque en ese mismo día se tienen noticias de que el juez ha enviado su expediente a Amortización para que la subdelegación de ventas lo continúe (6)
Con posterioridad,
mediante un decreto de 15/12/40 el Gobierno concedió un plazo a Ayuntamientos y
otros organismos para que solicitaran la entrega de locales de conventos con
miras a destinarlos a fines de utilidad pública. A lo largo de 1841, la Diputación Provincial fue emitiendo
una serie de dictámenes (normalmente favorables y que remitía a la
Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda) a las peticiones de los
Ayuntamientos de manera que una buena porción de edificios serían cedidos
por la Dirección General de Rentas a las entidades locales. En el
legajo IX-570 del A.D.P.Z. se encuentran las referencias de algunas de estas
resoluciones, concretamente una relativa al convento de Valentuñana:
SOS (22-2-41).- Se
suspende momentáneamente el dictamen favorable sobre el convento extramuros
de los Carmelitas descalzos que se quiere dedicar a hospital. El edificio no ha
tenido licitador hasta la fecha en las subastas de venta y la necesidad de
hospital venía dada porque la villa había sido privada del que tenía “en la
Guerra de la Independencia, mediando la circunstancia de haber sido destinado
a hospital militar en esta guerra y también como cuartel para el paso de tropas”.[7]
Con posterioridad,
el convento y sus pertenencias fue adquirido por cuatro familias de Sos que lo
destinaron a usos agropecuarios, hasta que el obispo de Jaca, don Ramón
Fernández Lafita, recuperó en el año 1883 la propiedad del conjunto. En 1902,
el nuevo obispo jacetano, Francisco Valdés y Noriega, agustino, se encargó de
que fuera esta Orden religiosa quien se hiciera cargo del convento. Así, los
agustinos recoletos de la provincia de Filipinas toman posesión del monasterio
el 13 de octubre de 1902, adquiriéndolo en propiedad el año 1905, retomando la
antigua labor de los Carmelitas hasta nuestros días.
En 1906, el 3 de
enero, el convento es traspasado a la Provincia de Ntra. Sra.
de la Candelaria de Colombia, estableciendo en él un seminario y
formándose los primeros 19 religiosos que parten a Estados Unidos y Colombia en
1914. La triple función de colegio apostólico, noviciado y teologado
desempeñada entre los años 1906 y 1920 (en esta fecha el colegio apostólico fue
trasladado al pueblo navarro de Artieda) requirió la ampliación del convento,
añadiendo una tercera planta en la parte este y norte del antiguo edificio.
Desde 1904
más de 500 misioneros agustinos han salido de Valentuñana con destino a otros
ministerios de Centroamérica. Algunos se quedaron allí, pero de los que vuelven
a España muchos de ellos regresan, aunque solo sea de visita, a su convento de
Sos y dejan aquí como “souvenir” alguna pieza curiosa recogida en
su misión.
Con motivo de las
actividades misioneras de los padres agustinos en América, y fruto de estos
curiosos recuerdos que traen, existe un museo etnográfico y naturalista de gran
belleza y valor en el recinto. Este pequeño museo está ubicado en lo que en su
estructura original formaba parte del patio interior del convento.
Patio interior del convento. |
Posteriormente se cubrió con un tejado, dejando al descubierto el pozo
central en torno al cual quedó una galería cuyo techo y paredes, además de
algunas dependencias contiguas, se ha convertido en el actual “museo” ( armas
de los conquistadores españoles y de los indios actuales, caimanes y armadillos
disecados, pieles de boas de más de seis metros, hamacas, estatuillas y
cerámica precolombina, trabajos de los indígenas sobre madera, tejido o piel de
caballo, una colección de maderas procedentes de las selvas tropicales de
Colombia, Brasil y Filipinas, bastones de mando, esqueletos de pez sierra,
etc…) En cajas de madera colgadas en la pared existe una colección de mariposas
recogidas hace 60 años por un religioso del convento donde muchas de las
especies ya están extintas.
Parte de la colección de mariposas |
Trabajos textiles de los indígenas |
Sala de las tarjetas postales de Vírgenes |
También merece la pena ver la extensísima colección de tarjetas postales con imágenes, todas ellas, de Vírgenes de diferentes pueblos, municipios y países. En definitiva, todo un museo arqueológico y etnográfico de los más curioso. También existía una colección de monedas suramericanas de oro y plata que fue robada, junto con un cáliz de oro, en 1936.
El 18 de mayo de 1964 fue coronada canónicamente la imagen de la Vírgen de Valentuñana.
En 1971 el convento contaba con 70 seminaristas aspirantes a agustinos recoletos.
En el año 2002 se
celebró el Primer Centenario de la venida de los Padres Agustinos Recoletos a
Valentuñana.
Arte
Arte
Arquitectónicamente,
el conjunto es un edificio en piedra de mampostería y sillería con dos partes
claramente diferenciadas vistas desde el exterior: la iglesia y el convento.
Fachada de la iglesia del convento |
La iglesia,
construída en piedra sillar, presenta una gran severidad y un ritmo
constructivo vertical, en contraposición a la horizontabilidad del ala
conventual. La fachada de la iglesia aparece estructurada en tres cuerpos que
se corresponden con el interior de la misma. El central sirve de acceso a
través de un atrio, levantado en el muro occidental, formado por tres arcos de
medio punto sobre pilares con imposta. Sobre los arcos, una hornacina enmarcada
por pilastras y frontón triangular con la imagen de la Vírgen del
Carmen y a ambos lados, escudos de la Orden del Carmelo adornados con florones. Los dos
cuerpos laterales, separados del central por unas pilastras, son de menor
altura, y en su parte superior se abren sendas ventanas adinteladas, culminadas
por un remate que se continúa con el cuerpo principal. Corona el conjunto una
ventana adintelada que da paso al gran frontón triangular que actúa como remate
del cuerpo central, enmarcado por pináculos con un óculo decorado con tracería gótica en el centro, quedando toda la composición inscrita entre dos pilastras de orden dórico.
La planta de la
iglesia es de cruz, con bóveda de cañón con lunetos. La cúpula del crucero se
asienta sobre arcos y sus pechinas están decoradas con los cuatro evangelistas.
A lo largo de la nave principal y en cada uno de sus lados, se abren tres
capillas en arco de medio punto, entre los contrafuertes, con pequeñas cúpulas
sobre pechinas.
Cúpula del crucero. |
Todo el espacio
fue decorado a base de resaltar pictóricamente los elementos estructurales de
que se compone: las pilastras acanaladas, los arquitrabes, las enjutas de los
arcos, las nervaduras de las bóvedas, los florones, etc…
Destacan los nueve
retablos barrocos de la iglesia. De izquierda a derecha, y comenzando por el
muro del Evangelio, podemos contemplar:
- El
retablo de San José, barroco, tallado en madera policromada y sobredorada, del
siglo XVII, o sea, coetáneo a la construcción del templo, y compuesto por
banco, cuerpo y remate, centrando la composición la imagen del titular.
- Retablo
de la Virgen del Rosario, barroco del siglo XVIII, tallado en madera
policromada y sobredorada, con idéntica estructura que la anterior, solo que la
imagen de la titular es moderna.
- Retablo
de la Virgen con el Niño, de igual cronología y estructuración que la anterior,
y también con una talla moderna de la Virgen,
Pero
sin duda el de mayor belleza es el del altar mayor (s. XVII), obra del oscense
Tomás Vicién, dedicado a la titular de la iglesia, Nuestra Señora de
Valentuñana, de estilo barroco, adaptándose perfectamente a la cabecera del
templo, con una mazonería en madera tallada y sobredorada, profusamente
voluminosa y decorada a base de motivos vegetales. Se compone de doble banco,
cuerpo único de una sola calle y ático con cerramiento curvo. En el centro del
banco un prominente sagrario conformado a modo de templete sustentado por
varias salomónicas, ascendiendo en altura hasta el arranque de la calle
principal. El banco se organiza mediante cuatro ménsulas, las exteriores con
follaje y las interiores, algo retranqueadas, incorporan niños atlantes. El
cuerpo retablístico lo articulan columnas pareadas y de orden gigante. Los
soportes externos, que se hallan situados en un plano más adelantado, presentan
fuste liso tripartito decorado a base de sinuosos tallos vegetales; las
columnas centrales se alegran con niños desnudos jugueteando entre la talla
decorativa salpicada de flores.
Retablo del altar mayor |
Vírgen de Valentuñana |
El remate está
formado por un doble frontón curvo partido y en el centro un óvalo orlado de
cabecitas de querubines, en cuyo interior se incluye la Asunción.
A los lados del frontón se incluyen columnas pareadas vestidas de talla
vegetal de acusado relieve; las exteriores se disponen a plomo sobre los
soportes interiores del cuerpo del retablo, mientras que sendas esculturas se
sitúan sobre unos cubos extremos, ocultando éstas parcialmente los aletones de
follaje que escoltan la estructura del ático.
La potente
arquitectura está recorrida por motivos vegetales tratados con cierto
rizamiento, el follaje se incorpora a las tarjetas decorativas. Otros elementos
son las cabecitas de querubines, los blasones, los niños desnudos distribuidos
por los soportes centrales del cuerpo único y los niños atlantes de las
ménsulas interiores del banco.
En cuanto a la
iconografía, aparte de la Virgen Titular y de la Asunción, el resto de
imágenes hacen referencia a advocaciones carmelitas, distribuyéndose estas por
toda la estructura arquitectónica. A los lados del sagrario se localizan las
pequeñas tallas de Santa Agueda y Santa Lucía En el cuerpo único se
localizan San Elías, San Alberto y otros dos santos carmelitanos; de estos
últimos uno carece de emblema y el otro porta únicamente palma martirial. En
los extremos del ático se veneran a San Juan de la Cruz y a otro
santo sin identificar, vistiendo todos ellos hábitos amarronados y capa blanca.
La talla
de la Asunción, con boca entreabierta y mirada dirigida hacia lo alto,
aparece representada de pie y ataviada con túnica y un dinámico manto de
plegamientos curvilíneos, de gran agitación, que enlazan con la forma de
trabajar del escultor Tomás Vicién.
- Retablo
de San Agustín, barroco, del siglo XVIII y de estructura similar al de San
José.
- De
la misma época y parecido esquema son los retablos de la Virgen con el Niño y
el dedicado a la Vírgen.
A los pies de la
nave destaca el coro, con acceso al convento, y una pila de agua bendita,
barroca, del siglo XVII, tallada en piedra.
Edificio conventual con detalles típicos de la arquitectura civil aragonesa |
Por otra parte,
el edificio conventual posee las características arquitectónicas propias de la
arquitectura civil aragonesa del siglo XVIII, con cuatro alturas, la última de
ellas con arquillos de medio punto. Su distribución se ha realizado en torno a
un patio central con todas las dependencias inherentes a este tipo de
construcciones: oratorio, comedor, celdas, capilla y biblioteca, y con entrada
independiente del templo, aunque comunicados interiormente.
Los alrededores
del monasterio son idóneos para pasear o simplemente contemplar la naturaleza.
Pinares, choperas y alamedas rodean el enclave permitiendo la relajación del
cuerpo, de la mente y del espíritu, respirando aire limpio y acompañado por el
dulce trino de los pájaros.
Actualmente las
instalaciones están abiertas para quienes quieran disfrutar de este ambiente
tranquilo y sosegado, así como dispone también de amplias salas, aulas y
talleres para la organización de cursos, campos de trabajo, asambleas y
seminarios que tienen lugar a lo largo del año, principalmente en verano,
dirigidos a grupos infantiles y juveniles. Precisamente uno de estos grupos de
trabajo esta restaurando la antigua fuente a cuya vera apareció la imagen de la
Virgen hace más de siete siglos y que quedó en muy mal estado hace unos años a
consecuencia de los vertidos incontrolados de Sos.
Los lugareños
realizan una romería todos los años que se celebra el domingo y lunes de
Pentecostés, y del 31 de agosto al 8 de septiembre tiene lugar “El Solemne
Novenario a la Vírgen”, terminando con la fiesta de la Natividad de
María, su Titular.
[1]
Archivo del Convento de Ntra. Sra. de Valentuñana
[2]
A.H.P.S., García de Urriés, año 1544, f. 155, en “Obras de construcción de
Ntra. Sra. de Valentuñana”, en: San Vicente, Angel. Acotaciones documentales para la historia del arte en Cinco Villas durante el siglo XVI, p. 412.
[3] Id.
Año 1547, f. 261.
[4]
A.H.P.Z., Secc. Clero Regular, caja 1, leg. Nº 81 (signatura antigua)
[5]
A.H.N.M., L. 18.691, “Sección del Clero”, f. 218v.
[6]
Marteles López, Pascual. La desamortización
de Mendizábal en la provincia de Zaragoza (1835-1851). Vol. 1. Tesis
Doctoral. Dpto. de Historia Moderna y Contemporánea. Facultad de Letras.
U.A.B., 1990.
[7] ibidem
BIBLIOGRAFIA:
-ABBAD RÍOS, FRANCISCO. Catálogo monumental de España: Zaragoza, pp. 639-642. Zaragoza, 1957.
-AGUIRRE, JAVIER. El santuario de Valentuñana. Revista
Viajar por Aragón, nº 24. Heraldo de Aragón, marzo de 2003.
-COSTA
FLORENCIA, JAVIER. El escultor oscense Tomás Vicién y el retablo mayor del convento de
Valentuñana. Diario del Alto Aragón, 10 de agosto del 2012.
-FERNÁNDEZ PÉREZ, GREGORIO. Historia de la Iglesia y Obispos de Pamplona, Real
y eclesiástica del Reino de Navarra.
Dpto. Historia. U.N. Imprenta Repulles. Madrid, 1820.
-GARCÉS ABADÍA, MÁXIMO. Sos del Rey Católico, 2ª ed. Edilesa, 2009.
-GUIRAO LARRAÑAGA, RAMÓN. Las Cinco Villas en Aragón durante la guerra de la
Independencia. XXII Premio Los Sitios de Zaragoza, 2007. Asociación
Cultural "Los Sitios de Zaragoza". Zaragoza, 2007.
-MARTELES LÓPEZ, PASCUAL. La desamortización de Mendizábal en la provincia
de Zaragoza (1835-1851). Vol.
I. Tesis doctoral. Dpto. de Historia Moderna y Contemporánea. Facultad de
Letras. U.A.B., 1990.
-SAN VICENTE, ANGEL. “Acotaciones
documentales para la historia del arte en Cinco Villas durante el siglo XVI”;
en “Estudios en Homenaje al Dr. Eugenio
Frutos Cortés”, pp. 367-444. U.Z., Facultad de Filosofía y Letras. Cometa,
S.A., Zaragoza, 1977.
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