domingo, 15 de julio de 2018

LOS GRUPOS INTERMEDIOS EN LA SOCIEDAD MEDIEVAL EN SOS


         
Vendimia (Detalle) Ciclo de los meses: Octubre
Maestro Wenceslao, hacia 1400. Castello del Buonconsiglio. Trento.
Entre los grupos de la élite de la población (nobleza y clero) y el estrato inferior (pobres, judíos y agotes ) existió en Sos otro grupo poblacional intermedio, muy numeroso y heterogéneo, que constituía el estrato medio de la sociedad.
                Igual que los grupos inferiores, estos grupos de población intermedios tampoco gozaron de los privilegios jurídicos y fiscales que disfrutaron las clases superiores, viviendo principalmente del esfuerzo personal que todos los miembros del grupo aportaban al propio clan familiar, pudiendo considerarse como pequeños productores independientes o autónomos.
      Las principales actividades económicas que caracterizaron a este grupo social fueron las derivadas de la explotación agrícola y la artesanal.
                A diferencia de los grupos inferiores, los grupos intermedios pudieron participar en la política municipal asistiendo a las reuniones del concejo, pero nunca como Justicias, cargo reservado únicamente para miembros de la élite, sino sólo en calidad de consejeros o jurados, y aún así sólo unos pocos lo consiguieron y de forma muy esporádica a lo largo de su vida, por lo que su representación política fue más bien escasísima, no pudiendo intervenir ni decidir en asuntos de vital importancia para sus intereses. 
                Los sosienses de este grupo intermedio que se dedicaron a la explotación agrícola lo hacían tanto como propietarios del terreno o trabajando las tierras en enfiteusis o en arrendamiento. En muchas ocasiones la Iglesia, propietaria de las tierras, ante la incapacidad de poder explotar sus propiedades, las arrendaba estipulando qué había que plantarse y el modo de repartirse los beneficios, siendo habituales los arriendos de viñedos o majuelos, pues era preferible obtener la mitad de los beneficios por una enajenación que sufragar el costoso proceso de cultivo y el pago de salarios[1]. Así, en el siglo XIV, 40 cahizadas de tierras y 250 peonadas de viñas que poseía el capítulo de San Esteban fueron entregadas a labradores del municipio a cambio de un porcentaje de la cosecha, junto al diezmo y la primicia[2].
               
               Los contratos agrarios permitieron a este grupo intermedio adaptar el tamaño de las explotaciones agrarias al número de miembros del hogar en edad de trabajar, para de este modo obtener lo necesario para la subsistencia del clan familiar una vez descontados los impuestos y pagos obligados, que no eran pocos. Por una parte tenían que entregar, en especie, el diezmo a la Iglesia (el 10% de la producción), un 3% al concejo en forma de primicia y cerca del 2% al molinero por los derechos de molienda; además, en dinero, tenían que satisfacer las rentas feudales al rey de Aragón ,el arrendamiento de las sisas del pan y de la carne y alguno más, lo que suponía entre 25 y 30 sueldos por cada unidad familiar, por lo que tenían que destinar unos dos cahíces de trigo de la cosecha para vender en el mercado y obtener así el dinero necesario para afrontar los pagos o vender otra clase de artículos[3].
                En cuanto al patrimonio de estas familias y el tamaño de las explotaciones, generalmente se trataban de heredades que garantizaban perfectamente el mantenimiento de una unidad familiar tipo medio, es decir, un matrimonio con dos o tres hijos. Para hacernos una idea de este patrimonio hay que acudir a los inventarios de los bienes aportados como ayuda por sus parientes en las capitulaciones matrimoniales. Veamos dos ejemplos.
En las capitulaciones firmadas en 1498, Pedro Espatolero donó a su hijo Pedro un corral, una era y un conjunto de piezas en Roita que había comprado a García de Avarzuza, una viña en Arbe, una pieza en la val de Suso, una pieza en Ceñito y la mitad de un plantado, una vaca, una asna, 50 cabezas de ganado menudo, una cameña de ropa y la mitad de sus casas[4]. En 1484 Pedro Lacagorría entregó a su hija María en su matrimonio, siete piezas, dos majuelos, cinco conos de abejas, una cama de ropa, dos nietros de vino mosto y 100 sueldos para comprar un buey, a lo que hay que sumar lo que su esposo, Juan Martínez de Pintano, recibió de su padre Martín: la mitad de unas casas, ocho piezas, un majuelo, un plantado, un linar y una viña y media[5].
Pero, como antes se ha dicho, aunque estas propiedades eran suficientes para abastecer la unidad familiar, una mala cosecha, la muerte de algún animal de tiro, el aumento del número de miembros del grupo, sobre todo si no están en edad de trabajar, o por incapacidad física, podían resultar fatídicos a la hora de asegurar el abastecimiento de la familia por lo que, en ocasiones, y como previsión, tuvieron que comprar más tierras o recibirlas en régimen de aparcería o arrendamiento, tal como hizo Sancho Alegre en 1508, quien se comprometió entregar anualmente, durante ocho años, dos cargas de trigo al escudero Antón de Albarado, señor de la Certera, a cambio de trabajar las heredades que éste acababa de comprar en Undués de Lerda[6].
           
Labrador. Manuscrito Landauer twelve brothers´house,
de Nuremberg. Siglo XV.
                 Independientemente de los infortunios que pudieran acontecer en el seno de este grupo, hemos visto cómo con sus tierras y propiedades podían abastecerse de los alimentos más básicos y necesarios, pero además, una de las estrategias empleadas por estas familias campesinas fue la diversificación productiva para que, al mismo tiempo que proporcionaba más variedad alimentaria de productos al hogar, de este modo evitaban una catástrofe en caso de que un sólo producto atravesara una crisis comercial en algún momento determinado.
En cuanto al ganado, tanto pequeño como mayor, no eran grandes propietarios, sino que disponían de pequeños y medianos rebaños de ovejas y cabras cuya exclusiva finalidad era el consumo de leche y derivados para uso doméstico en el caso de pequeños propietarios y para la comercialización de excedentes en el caso de los medianos. De este modo, vemos cómo entre los bienes de Sancho Bernat se registraron en 1442 cinco cabras mayores y tres chicas[7] o sólo las dos cabras que poseía en 1503 Pedro de Sada[8], mientras que en 1501 Marquesa Martínez poseía 100 cabezas de ganado menudo[9] o las 160 cabezas que se repartieron en 1441 los herederos de García Juan de Tomás[10].
En referencia al ganado mayor, las posesiones por unidad familiar se limitaban a la tenencia de uno o dos bueyes, una mula y algún caballo o yegua en el mejor de los casos.
Otra de las actividades que realizaron los miembros de estas familias fue la industria textil doméstica, orientando la producción a la fabricación de prendas de vestir para el propio grupo familiar y otros artículos para la casa, con el consiguiente ahorro al no tener que ir al mercado a comprar prendas de vestir, y  a la venta de fibras textiles  a los artesanos para que confeccionaran manufacturas más elaboradas, siendo la comercialización de estas fibras textiles una fuente de ingresos extras de gran importancia para las familias, tanto que a comienzos del siglo XVI el concejo de Sos tuvo que intervenir para fijar los salarios que los artesanos debían cobrar por realizar estas tareas[11].
Maestro zapatero (mediados del siglo XV)
Además de la agricultura y del comercio textil, este grupo también estuvo integrado por personas con otras actividades artesanales, pues la demanda, tanto de los propios vecinos de Sos como en los lugares más próximos, de otro tipo de necesidades básicas, hizo que las familias orientaran su productividad hacia este tipo de necesidades, tales como la construcción, la manipulación de los metales, el cuero, la sanidad u otro tipo de servicios complementarios. Zapateros, herreros, piedrapiqueros, cesteros, fusteros, mazoneros, pelliceros, notarios, sastres, barberos, pelaires, tejedores, médicos, mercaderes, molineros y un largo etcétera de artesanos se instalaron en Sos, si bien la producción artesanal era más bien doméstica y local, con productos de calidad media y destinado al mercado villano y su entorno, por lo que los artesanos, ante la dificultad de poder mantener una familia con los beneficios obtenidos por el desarrollo de su frágil actividad, se vieron obligados, igual que los agricultores se apoyaron en las labores textiles, a complementar sus ingresos realizando labores agrícolas. De este modo vemos cómo en 1515 el pelaire Sancho San Vicent, en sus capitulaciones matrimoniales, aportó al matrimonio unas casas, dos plantados de ocho peonadas cada uno, un buey, nueve fanegas de simiente, 100 sueldos, más 400 que le debían, quince cargas de trigo, 50 lanas y 50 codos de sayal y lana para hacer una pieza de burel, y sus suegros aportaron 350 sueldos, tres cargas de trigo, una cama de ropa, dos piezas de siete arrobas cada una, una pieza de dos arrobas y un plantado de siete peonadas[12]; o cómo el picapedrero Martín de Ordanza, recién instalado en la villa, aportó para su matrimonio con María Ezquerra, en 1513, 1600 sueldos en bienes muebles, mientras que los padres de la novia entregaron cuatro campos que sumaban tres caficadas y dos arrobas, además de dos viñas[13] .
Esta necesidad de los artesanos de realizar labores agrícolas complementarias para conseguir lo necesario para la supervivencia del grupo familiar indica su cercanía en lo que respecta a experiencias vitales con los campesinos, con los que conformarían en última instancia un mismo grupo social[14].
La fragilidad de estas economías domésticas hizo que en muchas ocasiones las familias tuvieran que acudir al préstamo, si bien solían ser cantidades de poca cuantía que quedaban canceladas en un corto espacio de tiempo. Solían ser cantidades adelantadas para comprar grano o semillas, para la compra de algún animal para aumentar el ganado de tiro o en sustitución de otro que había muerto, pero nunca grandes cantidades que pusieran en peligro la estabilidad de sus unidades económicas.
En resumen, un grupo intermedio en la escala social, agricultores y artesanos, con un patrimonio medio y cuyo primordial objetivo fue el de asegurar la supervivencia del clan familiar, aunque para conseguirlo tuvieron que solventar algunas contrariedades, pero que nunca supuso una seria amenaza para sus economías y su sustento.



[1] Piedrafita Pérez, Elena. “Sectores sociales y ocupación territorial en las Cinco Villas (siglos XI al XIII), p. 291; en Las Cinco Villas aragonesas en la Europa de los siglos XII y XIII. Cood. Esteban Sarasa Sánchez, pp. 249-294.
[2] A.C.P. IV Episcopi 30, ff. 27-33v.
[3] Abellá Samitier, Juan. Sos en la Baja Edad Media, Una villa aragonesa de frontera, pp. 235-236.
[4] A.H.P.S., Juan Zareco. P. 441, f.1.
[5] A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 446, ff. 10-12v.
[6] A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 464, f.103.
[7] A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada. P. 373, ff.39-41v.
[8] A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 460, ff.6v.-7.
[9] A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 458, ff. 62v-64.
[10] A.H.P.S., Miguel Martínez de Sada. P. 370, ff. 70-70v.
[11] A.H.P.S., Miguel del Sen. P. 459, ff. 84-85v.
[12] A.H.P.S., Gil García de Urriés. P. 507, ff. 9-11.
[13] A.H.P.S. Miguel del Sen. P. 468, ff.38v-39v.
[14] La antropología considera a estos artesanos como parte integrante del grupo social de los campesinos. E.R. Wolf, Los campesinos. Cita a pie de página en: Abellá Samitier, Juan. Sos en la baja Edad Media, p. 252.






BIBLIOGRAFÍA

-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Sos en la Baja Edad Media, una villa aragonesa de frontera. I.F.C. Zaragoza, 2012.
-MARTÍN VISO, IÑAKI.  Poblamiento y estructuras sociales en el norte de la Península Ibérica. Siglos VI-XIII. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca, 2000.
-SARASA SÁNCHEZ, ESTEBAN (Coord.) Las Cinco Villas aragonesas en la Europa de los siglos XII y XIII.  I.F.C.  Zaragoza, 2007.

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