viernes, 17 de noviembre de 2017

ANONIMOS, FIRMANTES Y DONANTES. MARCAS DE CANTERO




En la época románica, los teólogos reflexionaron sobre el arte y muy especialmente sobre su belleza- como reflejo de la belleza de Dios, causa de todas las bellezas-, pero apenas dijeron nada ni del trabajo ni de la consideración de aquellos que creaban dicha belleza, los artistas. El hombre que trabaja con sus manos, llámese artesano o artista –artifex practice, en definitiva-, no es el verdadero creador de una obra, o al menos no es a quien la Edad Media tuvo más aprecio. El arquitecto, que piensa el edificio, es superior al albañil que lo realiza en materia, y por eso es el verdadero artista, el artífice teórico (artifex theorice) Así se considera también al individuo, que en el ámbito de las artes figurativas, por lo común un religioso (obispo, abad, monje) habla, entiende, idea los programas iconográficos de las decoraciones murales, de los retablos, de los relieves de una fachada o de los capiteles de un claustro. El artifex practice fue siempre el hermano menor del artifex theorice, el sabio.
Iglesia de la Magdalena. Tudela (Navarra)

  Generalmente del artifex practice de una obra apenas ha quedado rastro alguno, ni tan siquiera documental; no puede afirmarse, como en muchas ocasiones se ha hecho, que el románico fuera un ser anónimo. El tipo de relaciones laborales de la época, el nomadismo de muchos de los artífices y la pérdida de innumerables obras y de documentación, han sustraído a la historia los nombres de aquellos que sin duda desarrollaron su trabajo con alta estima profesional, puesto que antes que nada, en los siglos del año 1000 a una obra artística, fuese la que fuese, se le exigía un sólido, preciso y perfecto oficio. A este supuesto anonimato contribuyó sin duda la inicial obligación de los monjes artistas de practicar la humildad ante el temor de asemejarse al Creador, obligación compartida en ocasiones por los seglares, lo cual sin embargo no impidió que alguno de los que levantaban edificios, labraran capiteles, o dejaran la huella de su arte en los murales, labrasen o pintasen su nombre y a veces, las menos, aduladoras palabras en aquellas obras pensadas para durar.
No siempre las inscripciones que certifican la autoría de una obra son, ciertamente elogiosas, ni tan siquiera extensas como lo es, por ejemplo, la del maestro Mateo en los dinteles del Pórtico de la Gloria. La mayoría de ellos se reducen a los lacónicos “hizo esto” (hoc fecit) o “me hizo”( me fecit) y poco más, tal como se lee en el ábside del evangelio de la cripta de Santa María del Perdón, en Sos: ”A(NNUS) D(OMI)NE M.CCC.LXX y III FIZO PINTAR D(OMI)NI GUYLLEM DE SANT GIL Y SU M(U)LLER ELVIRA LONGAS A LOS QUAL(E)S DE DIOS PA(RA)YSO AMEN” ( Año del Señor de 1373 hizo pintar Guillen de San Gil y su mujer Elvira Longas a los cuales de Dios Paraíso. Amen), o en el libro abierto que tiene entre sus manos la estatua columnaria de María en el pórtico meridional de Santa María la Real de Sangüesa: MARIA MATER XPI LEODEGARIUS ME FECIT; y en el bisel inferior del retablo de la iglesia parroquial del pueblo oscense de Chía en el que se lee: IOH(ANNES)PINTOR ME FECIT.
Abside del evangelio de la cripta de Santa María del Perdón. Bajo la cruz de consagración puede observarse la inscripción del artista.

             En menos ocasiones se afirma la calidad del trabajo (hoc opus insign), la nobleza del insigne (hoc nobie facit opus), e incluso su santidad, tal como se lee en el epitafio de Pedro Deustambem, un poco anterior seguramente a 1148, en su sepulcro de San Isidoro de León: HIC REQUIESCIT PETRUS DE DEO, QUI SUPERAEDIFICAVIT ECCLESSIAM HANC. ISTE FUNDAVIT PONTEM, QUI DICITUR DE DEUS TAMBEN, ET QUIA ERAT MIRAE ABSTINENTIAE, ET MULTIS FLOREBAT MIRACULIS OMNES EUM LAUDIBUS PRAEDICABANT. SEPULTUS EST HIC AB IMPERATOR ADEFONSO ET SANCIA REGINA. Es decir: “Aquí reposa pedro Deustambem, que sobreedificó esta iglesia. El mismo construyó un puente, llamado de Deustambem; y porque era varón de admirable templanza y se distinguía por sus muchos milagros, todos lo elogiaban. Aquí está sepultado por el emperador Alfonso y la Reina Sancha”
El artista, sin embargo, no sólo se identifica con su nombre adjetivado con más o menos orgullo, o con las marcas de taller. En la época románica no son extrañas su representación en el momento de ejecutar su labor, como ocurre, por ejemplo, en el claustro de Sant Cugat del Valles, en el que aparece el escultor, documentado entre 1205 y 1207, Arnau Gatell labrando su capitel y acompañado de una inscripción que le identifica a él y a su labor: HEC EST ARNALLI SCULTORIS FORMA CATELLI QUI CLAUSTRUM TALE CONSTRUXIST PERPETUALES.
Sin embargo, a pesar de tales manifestaciones y a pesar de la habilidad, del conocimiento técnico y de la capacidad creativa de los artistas románicos, el mérito y la gloria de una bella construcción o de una pieza hermosa no recaían por lo común, como se ha dicho, en el arifice practice y, en algunas ocasiones, ni tan siquiera en el atrifex theorice, sino en el patrono de la obra o, en su caso, en el donante, fuese el abad de un monasterio, el obispo o el capítulo de una colegiata o de una catedral, la comunidad de una parroquia, un rey o un señor feudal.
Los patronos y donantes, en la época románica no hicieron de la humildad su mejor virtud y en diversas ocasiones sus figuras fueron inmortalizadas por los artistas como orantes o presentando su ofrenda, en ocasiones una maqueta o modelo del propio edificio erigido, a Cristo, a la Virgen María o a algún santo. Como modelo de donantes orantes tenemos un claro ejemplo en la cripta de Santa María del Perdón de Sos del Rey Católico, en el ya citado ábside del evangelio.
Marcas de cantero. Siglas y signos gremiales
Los miembros de los gremios constructores viajaban libremente por Europa, manteniendo entre ellos estrechos lazos fraternales y de hospitalidad. Cuando el neófito solicitaba el ingreso, recibía un signo o marca de cantero que debía reproducir en todos sus trabajos, y era su “marca de honor”.

Marca de cantero en los ábsides de San Esteban
Marca de cantero en los ábsides de San Esteban
Los signos lapidarios que aparecen en los sillares de los edificios están íntimamente ligados a las logias de los canteros medievales. Estos signos son de muy diversas formas y tipos. Los instrumentos que usaban los canteros adquieren un gran significado, por lo que la representación de escuadras, compases, picos, etc. es frecuente entre las marcas de cantero: también son frecuentes las formas geométricas, como el triángulo, doble triángulo, rectángulo, arcos…: con forma de estrella, de cruz o de asterisco; representando animales, vegetales, letras, figuras diversas, símbolos de alquimia, Instrumentos musicales u objetos diversos.





Marca en los ábsides de la iglesia
Marca en los ábsides de la iglesia





Marca en los ábsides de la igles
Marca en el túnel del Perdón
Marca en el puente de Uncastillo


Los especialistas sobre este tema discrepan sobre la finalidad de los mismos; mientras que para unos es una forma de identificar su obra y así determinar el estipendio correspondiente, para otros es la firma del que pagaba la obra, en un afán de darse publicidad; para otros son simplemente marcas masónicas, e incluso hay quien piensa que son signos relacionados con la astrología, la alquimia o la magia, o incluso pertenecientes a viejos alfabetos masónicos que pueden observarse en antiguos edificios egipcios, romanos y griegos.

Algunas marcas de cantero que se pueden ver en Sos:










BIBLIOGRAFÍA

-ALMAZÁN de GRACIA, ÁNGEL. Claves masónicas de los maestros constructores. Sobatur. Soria, 2005.
-DORLING KINDERSLEY. Signos y símbolos. Círculo de Lectores, 2008.
-PÉREZ CHAVARRI. Marcas de cantero y signos lapidarios. Litos on line

-Historia del Arte Español. Planeta. Barcelona, 1995.

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