En
un municipio con la calificación jurisdiccional de realengo, como fue Sos en la
Edad Media, las posibilidades de enriquecimiento de algunos vecinos se vieron
altamente favorecidas, contribuyendo esto a una creciente diferenciación social
de los mismos y facilitando una organización social claramente jerarquizada (ver)
En
esta jerarquización los infanzones gozaron de determinadas prerrogativas que
ayudaron a esta diferenciación social y que contribuyeron a formar parte de sus
bases económicas. Por ejemplo, disfrutaban de exenciones fiscales que
proporcionaron que sus explotaciones no fuesen gravadas, pudiendo comprar
heredades libremente sin satisfacer carga fiscal alguna al monarca; estaban
exentos de cualquier pecha al rey, del impuesto del monedaje y otros tributos.
Esta favorable situación y otras diversas actividades comerciales y financieras
fueron las bases que constituyeron su economía.
Una
de las vías de ingreso económico de la que se valieron algunos nobles de Sos
fue la de servir al rey ocupando diferentes oficios regios, como las alcaidías
de los castillos, por las que se garantizaban los derechos de gravamen sobre
los hornos y los castillajes, alcanzando con ello considerables
sumas de dinero y un gran prestigio social. Recordemos que a mediados del
Cuatrocientos los hornos y los castellajes del castillo de Sos suponían una
aportación superior a 900 sueldos anuales para los alcaides[1]. Martín de Undués,
Fernando Gil, Martín de Lozano, Miguel de Ruesta…fueron algunos alcaides del
castillo en los siglos XIV y XV.
Otra
forma de recibir recompensas por parte de la Corona era sirviendo al Rey en los
diferentes conflictos bélicos que se presentaban, como lo hicieran el escudero
Miguel de Ruesta o Martín Martínez de Ampiés, o participando en las cuadrillas
de persecución contra los bandoleros para garantizar la seguridad en los
municipios y caminos, o labores de vigilancia y defensa en esta zona fronteriza
conflictiva, como hicieron los escuderos Miguel de Sada, Alfonso de Artieda o
Juan de Olleta.
Otra
forma de servir al Rey era dándole hospitalidad. En este caso no hay que
olvidar a Martín de Sada, quien ofreció su casa para que la reina Juana
Enríquez diera a luz a su hijo el 10 de marzo de 1452, y por lo cual el rey
Juan II y posteriormente su hijo Fernando colmaron a la familia de Sada de
atenciones, privilegios y recompensas.
Pero
aparte de los linajes de las familias nombradas anteriormente, muy pocos
hidalgos más se beneficiaron en Sos de las rentas que proporcionaban los
oficios regios y los sueldos por servir al rey, por lo que tuvieron que buscar
su sustento en otros tipos de actividades económicas, como la inversión en
tierras, la compra de deuda pública a los concejos y el arrendamiento de
impuestos y rentas eclesiásticas, que aunque con ellas obtenían menos
beneficios que con las actividades relacionadas con el comercio, la ganadería o
el crédito a particulares, los entes municipales y eclesiásticos siempre
ofrecían menor riesgo y mayor garantía de cobro que las realizadas con los
particulares.
Todo
esto llevó a su vez a un paulatino proceso de jerarquización interna
entre los propios infanzones y a una diferenciación económica y social entre
los linajes, unos más enriquecidos por recibir rentas de la Corona gracias al
desempeño de oficios regios, y que eran los que poseían patrimonios más
extensos en tierras, compraban censales y arrendaban impuestos y rentas, y
otros menos favorecidos por no recibir nada de la monarquía, con haciendas más
modestas que debían trabajar ellos mismos y que no participaban en la
especulación financiera y de rentas. Al mismo tiempo dentro de cada linaje hubo
diferencias entre sus miembros, tendiendo a privilegiar a la rama original de
la familia para perpetuar la estirpe, propiciando que los pertenecientes a las
ramas secundarias vieran disminuir su potencial económico, obligándoles a
emprender otras actividades alternativas como ingresar en el clero, dedicarse
al comercio, emigrar a la ciudad o cultivar modestas heredades por sí mismos.
De
este modo, no todos los infanzones gozaron de un alto nivel económico, como se
piensa, configurándose así una jerarquización interna del grupo que
paulatinamente fue diferenciándose económicamente.
En resumen, junto a una élite de infanzones que fue la que rigió en gran medida
los destinos de la villa junto con otros grandes hacendados no nobles, hubo
otro grupo mucho más numeroso de hidalgos cuyas bases económicas fueron mucho
más humildes y cercanas a los estratos medios del campesinado[2] o
llegando incluso a la pobreza.
Por
otra parte hay que señalar que el objetivo primordial de las familias de la
pequeña nobleza fue la perpetuación de su preeminencia económica y social, para
lo cual, además de los procedimientos testamentarios utilizados para perpetuar
el linaje familiar, hay que añadir las estrategias de alianzas matrimoniales,
casando a sus hijos con los descendientes de otras nobles familias, conformando
así una tupida red de relaciones entre las familias más poderosas de Sos y las
de otras poblaciones cercanas.
[1] Abellá
Samitier, Juan. “Aportaciones al estudio de la baja nobleza aragonesa en el
siglo XV: el escudero Miguel de Ruesta, alcaide del castillo de Sos”. Revista Suessetania,
nº 22, pp. 113-114.
[2] Abellá
Samitier, Juan. Sos en la Baja Edad Media,
pp. 153-154.
BIBLIOGRAFÍA
-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Sos en la Baja Edad Media. Una villa
aragonesa de frontera. I.F.C. (C.S.I.C.) Zaragoza, 2012.
-FALCÓN PÉREZ, Mª ISABEL. Los infanzones de Aragón en la Edad Media. I.F.C. Zaragoza, 2008.
-Revista Suessetania, nº 22. 2004.
-Revista Suessetania, nº 22. 2004.
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