En la época románica, los teólogos reflexionaron sobre
el arte y muy especialmente sobre su belleza- como reflejo de la belleza de
Dios, causa de todas las bellezas-, pero apenas dijeron nada ni del trabajo ni
de la consideración de aquellos que creaban dicha belleza, los artistas. El
hombre que trabaja con sus manos, llámese artesano o artista –artifex
practice, en definitiva-, no es el verdadero creador de una obra, o al
menos no es a quien la Edad Media tuvo más aprecio. El arquitecto, que piensa
el edificio, es superior al albañil que lo realiza en materia, y por eso es el
verdadero artista, el artífice teórico (artifex theorice) Así se
considera también al individuo, que en el ámbito de las artes figurativas, por
lo común un religioso (obispo, abad, monje) habla, entiende, idea los programas
iconográficos de las decoraciones murales, de los retablos, de los relieves de
una fachada o de los capiteles de un claustro. El artifex practice fue
siempre el hermano menor del artifex theorice, el sabio.
Iglesia de la Magdalena. Tudela (Navarra) |
Generalmente del artifex practice de una obra apenas ha quedado rastro alguno, ni tan siquiera documental; no puede afirmarse, como en muchas ocasiones se ha hecho, que el románico fuera un ser anónimo. El tipo de relaciones laborales de la época, el nomadismo de muchos de los artífices y la pérdida de innumerables obras y de documentación, han sustraído a la historia los nombres de aquellos que sin duda desarrollaron su trabajo con alta estima profesional, puesto que antes que nada, en los siglos del año 1000 a una obra artística, fuese la que fuese, se le exigía un sólido, preciso y perfecto oficio. A este supuesto anonimato contribuyó sin duda la inicial obligación de los monjes artistas de practicar la humildad ante el temor de asemejarse al Creador, obligación compartida en ocasiones por los seglares, lo cual sin embargo no impidió que alguno de los que levantaban edificios, labraran capiteles, o dejaran la huella de su arte en los murales, labrasen o pintasen su nombre y a veces, las menos, aduladoras palabras en aquellas obras pensadas para durar.
No siempre las inscripciones que certifican la autoría de una obra
son, ciertamente elogiosas, ni tan siquiera extensas como lo es, por ejemplo,
la del maestro Mateo en los dinteles del Pórtico de la Gloria. La mayoría de
ellos se reducen a los lacónicos “hizo esto” (hoc fecit) o “me hizo”(
me fecit) y poco más,
tal como se lee en el ábside del evangelio de la cripta de Santa María del
Perdón, en Sos: ”A(NNUS) D(OMI)NE M.CCC.LXX y III FIZO PINTAR D(OMI)NI GUYLLEM
DE SANT GIL Y SU M(U)LLER ELVIRA LONGAS A LOS QUAL(E)S DE DIOS PA(RA)YSO AMEN”
( Año del Señor de 1373 hizo pintar Guillen de San Gil y su mujer Elvira Longas
a los cuales de Dios Paraíso. Amen), o en el libro abierto que tiene entre sus
manos la estatua columnaria de María en el pórtico meridional de Santa María la
Real de Sangüesa: MARIA MATER XPI LEODEGARIUS ME FECIT; y en el bisel inferior
del retablo de la iglesia parroquial del pueblo oscense de Chía en el que se
lee: IOH(ANNES)PINTOR ME FECIT.
Abside del evangelio de la cripta de Santa María del Perdón. Bajo la cruz de consagración puede observarse la inscripción del artista. |
El artista, sin embargo, no sólo se identifica con su
nombre adjetivado con más o menos orgullo, o con las marcas de taller. En la
época románica no son extrañas su representación en el momento de ejecutar su
labor, como ocurre, por ejemplo, en el claustro de Sant Cugat del Valles, en el
que aparece el escultor, documentado entre 1205 y 1207, Arnau Gatell labrando
su capitel y acompañado de una inscripción que le identifica a él y a su labor:
HEC EST ARNALLI SCULTORIS FORMA CATELLI QUI CLAUSTRUM TALE CONSTRUXIST
PERPETUALES.
Sin embargo, a pesar de tales manifestaciones y a
pesar de la habilidad, del conocimiento técnico y de la capacidad creativa de
los artistas románicos, el mérito y la gloria de una bella construcción o de
una pieza hermosa no recaían por lo común, como se ha dicho, en el arifice
practice y, en algunas ocasiones, ni tan siquiera en el atrifex theorice,
sino en el patrono de la obra o, en su caso, en el donante, fuese el abad de un
monasterio, el obispo o el capítulo de una colegiata o de una catedral, la
comunidad de una parroquia, un rey o un señor feudal.
Los patronos y donantes, en la época románica no
hicieron de la humildad su mejor virtud y en diversas ocasiones sus figuras
fueron inmortalizadas por los artistas como orantes o presentando su ofrenda,
en ocasiones una maqueta o modelo del propio edificio erigido, a Cristo, a la
Virgen María o a algún santo. Como modelo de donantes orantes tenemos un claro
ejemplo en la cripta de Santa María del Perdón de Sos del Rey Católico, en el ya citado ábside del evangelio.
Marcas de cantero. Siglas y
signos gremiales
Los miembros de los gremios constructores viajaban
libremente por Europa, manteniendo entre ellos estrechos lazos fraternales y de
hospitalidad. Cuando el neófito solicitaba el ingreso, recibía un signo o marca
de cantero que debía reproducir en todos sus trabajos, y era su “marca de
honor”.
Marca de cantero en los ábsides de San Esteban |
Marca de cantero en los ábsides de San Esteban |
Los signos lapidarios que aparecen en los sillares de
los edificios están íntimamente ligados a las logias de los canteros
medievales. Estos signos son de muy diversas formas y tipos. Los instrumentos
que usaban los canteros adquieren un gran significado, por lo que la representación
de escuadras, compases, picos, etc. es frecuente entre las marcas de cantero:
también son frecuentes las formas geométricas, como el triángulo, doble
triángulo, rectángulo, arcos…: con forma de estrella, de cruz o de asterisco;
representando animales, vegetales, letras, figuras diversas, símbolos de
alquimia, Instrumentos musicales u objetos diversos.
Marca en los ábsides de la iglesia |
Marca en los ábsides de la iglesia |
Marca en los ábsides de la igles |
Marca en el túnel del Perdón |
Marca en el puente de Uncastillo |
Los especialistas sobre este tema discrepan sobre la
finalidad de los mismos; mientras que para unos es una forma de identificar su
obra y así determinar el estipendio correspondiente, para otros es la firma del
que pagaba la obra, en un afán de darse publicidad; para otros son simplemente
marcas masónicas, e incluso hay quien piensa que son signos relacionados con la
astrología, la alquimia o la magia, o incluso pertenecientes a viejos alfabetos
masónicos que pueden observarse en antiguos edificios egipcios, romanos y
griegos.
Algunas marcas de cantero que se pueden
ver en Sos:
BIBLIOGRAFÍA
-ALMAZÁN de GRACIA, ÁNGEL. Claves
masónicas de los maestros constructores. Sobatur. Soria, 2005.
-DORLING KINDERSLEY. Signos y
símbolos. Círculo de Lectores, 2008.
-PÉREZ CHAVARRI. Marcas de
cantero y signos lapidarios. Litos on line
-Historia del Arte Español. Planeta. Barcelona, 1995.
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