Los habitantes de Longás son
conocidos, cariñosamente, con el pseudogentilicio de “peceros”.
Sobre
este apodo, o sobrenombre, hay quienes piensan que proviene de las siglas PC
por la afinidad de los habitantes del municipio hacia este determinado partido
político, y otros que creen que deriva por el gusto que le tienen al agua,
respirando por branquias en vez de por pulmones. Sin embargo la explicación es
mucho más sencilla.
Desde
hace más de un siglo, y durante décadas, a los habitantes de Longás les supuso
una considerable fuente de ingresos extraordinarios la elaboración, venta y
exportación de “pez”, ese líquido negruzco “alquitranado” obtenido de la
cocción de la madera del pino y su resina. Los longasinos vendían la pez a los
boteros para que éstos impermeabilizaran el interior de sus artesanales botas,
la exportaban a los astilleros gallegos para calafatear las quillas de sus
embarcaciones y la utilizaban, también, para marcar las reses.
Con
la aparición, hace más de un siglo, del “oro negro” y su refinado la
elaboración de pez en Longás desapareció, y con ella este antiguo oficio que supuso una
considerable inyección económica a los longasinos. Su desaparición es tan
lejana en el tiempo que ni los más mayores del lugar recuerdan haber visto su
elaboración. El recuerdo de esta pasada actividad ha quedado reflejado en la toponimia de
algunos parajes de la zona, como “Los Hornos de Pez” , “Paco Fornazo”, "Barranco del Fornazo", lugares donde se ubicaban
los hornos de cocción; o la calle “Pezuelo”, en el pueblo.
Así
pues, el sobrenombre con que se conoce a los longasinos proviene simplemente de
“pez”; “peceros”: productores o elaboradores de pez.
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