Estos dos seudogentilicios con los
que se conoce a los habitantes de Asín proceden, según cuenta la tradición
oral, de un mismo suceso ocurrido hace tiempo.
Cuenta
la tradición que los vecinos de Asín llevaron un día a Ejea de los Caballeros
el Cristo de la iglesia para que lo repintaran, pues estaba muy estropeado.
Cuando pasaron a recogerlo unos días más tarde todavía no se había secado bien
la pintura y barnices de la restauración, pero los asineros que fueron a
buscarlo, teniendo prisa en recoger el Cristo y llevarlo de nuevo a su iglesia,
lo taparon con unas mantas, lo cargaron
en las mulas y regresaron con la sagrada imagen a su pueblo. Al retirar las
mantas observaron que las pelusas y “filarchos” de las mismas habían quedado
adheridas a la todavía fresca pintura del Cristo y no se les ocurrió otra cosa
para quitárselas que chamuscarlas con fuego. Os podéis imaginar el resultado.
Esta “chapuza” es la que hizo que los
pueblos vecinos se rieran de ellos y “bautizaran” a los asineros con los apodos
de “chapuceros” y “socarracristos”.
También
llaman “socarracristos” a los habitantes de Bierge (Huesca) y cuentan
exactamente la misma historia, excepto que el Cristo es llevado a un taller de
restauración de Huesca en vez de a Ejea.
Igualmente llaman “socarracristos” a
los habitantes de San Pedro de Torelló (Barcelona) si bien, en este caso, la
leyenda varía un poco.
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