Los escultores Tomás Vicién y Francisco
Menac terminaron de tallar en 1730 el retablo mayor de la iglesia del
Convento de Valentuñana. Ahora había que pintarlo y dorarlo, y
para ello la comunidad carmelita del convento formalizó, el 14 de mayo de 1731,
el documento notarial o capitulación con el maestro pintor y dorador, vecino de
Jaca, José Lacruz, la realización de este trabajo.
En el documento notarial Lacruz se obligaba a dorar, con la máxima perfección que exigía
el arte,el retablo mayor del convento, encarnar y estofar los santos y todo lo
que fuere necesario. Además se estableció que el trabajo debía
estar terminado en mayo de 1733, y que al dorador se le debía contribuir con
1300 libras jaquesas.
Retablo mayor de Ntra.Sra. de Valentuñana |
Tras comenzar José Lacruz las tareas de dorado,
el Prior del convento, fray Bartolomé de San Miguel, manifestaba que Lacruz no
cumplía con lo estipulado en la capitulación, por lo que solicitaba al Alcalde
Mayor del partido de las Cinco Villas que el pintor cesase en su trabajo y se
le embargaran sus herramientas e instrumentos de trabajo.
El 3 de abril de 1732 el licenciado don Juan
Francisco de Venero, abogado de los Reales Consejos y Alcalde Mayor por
S.M. del partido de las Cinco Villas ordenaba el citado embargo a través de un
auto, procediéndose al día siguiente al cumplimiento del mismo. A José Lacruz
le embargaron cuchillos de dorar, brochas, pinceles, calderos, vasijas de
vidrio, y más y diverso material profesional que quedó bajo la custodia del
sosiense José Meoz.
Ante esta situación Lacruz rogaba, aludiendo a
su profesionalidad, le devolvieran cuanto antes su utillaje y que no admitiesen
a ninguna otra persona para terminar la obra, pues ya había terminado el cuerpo
superior del retablo, el tarjetón y las estatuas de los santos, faltando poco
para su culminación. Pero fray Bartolomé de San Miguel le replicaba
argumentando su falta de profesionalidad, recordándole su último trabajo en el
retablo mayor de Salvatierra de Escá, donde Lacruz vendió gran cantidad de oro
que había comprado la Primicia, lo que producía irregularidades en los baños de
oro del retablo. Además, también le reprochó el Prior que en la iglesia de
Sigüés, donde también trabajó Lacruz, el dorador se gastó todo el dinero antes
de concluir la obra y el rector de la parroquia tuvo que entregarle 70 escudos
más para que la terminase. Y por lo que respecta al trabajo actual
en el convento de Valentuñana, Fray Bartolomé le acusaba de falta de fidelidad
por haber ocultado un millar de panes de oro, recordándole, además, su gran
negligencia y falta de profesionalidad por no haberse aplicado con el debido
cuidado en la obra, pues le habían ayudado en su trabajo dos jóvenes aprendices.
Durante el proceso del litigio, los peritos de
ambas partes fueron requeridos para tasar lo trabajado por Lacruz hasta el
momento. Así, Rafael Logroño, maestro dorador de la ciudad de Pamplona, en
representación de Lacruz, expresaba que la obra contenía los baños de yeso
correctos y que el oro empleado en el dorado era de buena calidad, sin mezcla alguna,
haciendo una única observación de simple crítica diciendo que el color azul del
manto de la Vírgen debía ser más oscuro.
De la otra parte, representando a los
carmelitas del convento, el maestro dorador y estofador Matías de Moler, de
Navascués, manifestaba que existían algunos rozamientos en distintas partes de
la obra con escasez y mala calidad del yeso empleado, insistiendo en que se
debían estofar las alas de los ángeles.
El 3 de julio de 1732 el abogado de los Reales
Consejos, don Juan Francisco de Venero emite un dictamen en el cual José Lacruz
había faltado a lo pactado y estipulado con los carmelitas, por lo que debía
ser cesado en la ejecución de la obra, no sin antes enmendar los defectos
señalados, teniendo que pagar igualmente las costas de la causa. Asímismo se le
concedía al Prior del convento la libertad de elegir otro dorador para
finalizar la obra.
El 4 de julio se comunicó el fallo de la
sentencia a ambas partes, y Lacruz, no conforme con él, apeló a la Real
Audiencia del Reino de Aragón, quien dispuso todo lo contrario al fallo emitido
por el Real Consejo. Lacruz podía proseguir con su obra, según las condiciones
de la capitulación, se le relevaba de la multa impuesta por el Alcalde Mayor y
se le tenía que devolver todas las herramientas y material embargado para poder
acabar el trabajo.
BIBLIOGRAFÍA
-COSTA FLORENCIA, JAVIER. El convento de Valentuñana y el dorador José
Lacruz. Diario del Alto Aragón. 15 de diciembre de 2002. Pag. 8.
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