En febrero
de 1813 el guerrillero navarro Espoz y Mina controla todas las Cinco Villas a
excepción de Sos, último reducto tomado por los enemigos, por lo que decide
sitiarlo y echar a los franceses.
Entre
febrero y marzo de 1813, Espoz y Mina, al mando de 1400 guerrilleros y con
piezas de artillería, realizó un pertinaz y virulento ataque contra las
fortificaciones francesas en Sos y, aunque no llegó a conquistar la villa, sí
consiguió su liberación.
La
guarnición francesa de Sos estaba compuesta por 155 gendarmes a pie del 9º
escuadrón mandados por el teniente Martín y el subteniente Detroye y 19
soldados del primer regimiento italiano a las órdenes del ayudante Sigaud,
alojados en una caserna que domina el pueblo, formada por dos grandes edificios
contiguos, de los que uno era granero y el otro hospital de la villa, divididos
por un gran torreón de piedra de excelente construcción, habiendo fortificado
los gendarmes el pueblo y reparado las murallas, parapetando y aspillerando los
puntos débiles.[1] (Se cree que probablemente estos edificios estaban ubicados
muy cerca del portal de Jaca)
La
madrugada del 24 de febrero Espoz llega a Sos, estableciendo el cuartel general
en el Convento de Valentuñana y situando la artillería en el camino que se dirige a Uncastillo.
Sobre las once de la mañana manda bajo las murallas a un paisano con una carta
dirigida al comandante de la plaza invitándole a rendirse lo antes posible,
ofreciéndole ventajosas condiciones para toda la guarnición a la vez que le
advierte que de lo contrario las consecuencias podrían ser fatales, pues eran
muy superiores en número, además de contar con artillería pesada que podría
destruir la plaza. El teniente Martín, tras leer la misiva, y a pesar de no
contar con artillería para defenderse, rechaza la intimación de Espoz y se
prepara para defenderse.
El mismo día, por la tarde, comienza el ataque de Espoz. Las baterías navarras dispararon sobre Sos, y aunque destrozaron un trozo de muralla y alguna otra pequeña fortificación, los franceses, muy bien parapetados, repelieron con éxito el ataque. Espoz y Mina, tras estudiar detenidamente las posiciones y defensas de los franceses, se da cuenta de que la única manera de entrar en la villa es tomándola por asalto.
Así lo
describe el mismo Espoz y Mina en el segundo tomo de sus memorias y en el parte
dirigido al capitán general D. Francisco Javier Castaños, general en jefe del
cuarto ejército:
” …El 23 (de febrero de 1813) salí de Tafalla y me dirigí a Sos, cuya villa ocupaban los enemigos hacía más de cuarenta meses. Los franceses habían hecho en esta población un cuartel, tomando dos edificios contiguos, que eran el hospital y el granero de la villa, divididos por un grande torreón de piedra, de excelente construcción. Este cuartel, muy fuerte por naturaleza, por ser su base o cimiento de peña viva, y por las obras que el arte le había añadido, dominaba todo el pueblo, cuya situación es sobre un monte cortado, separado por barrancos y hondonadas, y amurallado por todas partes. Los enemigos, además, habían suplido con el arte las partes endebles del pueblo, y así este se hallaba en un estado de rigurosa defensa por su localidad y esmeros del enemigo. Las casas apiñadas formaban un sólo punto de vista, y sirvieron de no pequeño embarazo para dirigir los fuegos del fuerte. El 24 por la tarde me presenté delante de Sos con mil cuatrocientos hombres, dos piezas de á doce y otras dos de á cuatro; y reconocido el terreno, dispuse la colocación de una batería de dos piezas en el alto de Zafranal y campo de Zapata, sobre el camino que va a la villa de Uncastillo.
” …El 23 (de febrero de 1813) salí de Tafalla y me dirigí a Sos, cuya villa ocupaban los enemigos hacía más de cuarenta meses. Los franceses habían hecho en esta población un cuartel, tomando dos edificios contiguos, que eran el hospital y el granero de la villa, divididos por un grande torreón de piedra, de excelente construcción. Este cuartel, muy fuerte por naturaleza, por ser su base o cimiento de peña viva, y por las obras que el arte le había añadido, dominaba todo el pueblo, cuya situación es sobre un monte cortado, separado por barrancos y hondonadas, y amurallado por todas partes. Los enemigos, además, habían suplido con el arte las partes endebles del pueblo, y así este se hallaba en un estado de rigurosa defensa por su localidad y esmeros del enemigo. Las casas apiñadas formaban un sólo punto de vista, y sirvieron de no pequeño embarazo para dirigir los fuegos del fuerte. El 24 por la tarde me presenté delante de Sos con mil cuatrocientos hombres, dos piezas de á doce y otras dos de á cuatro; y reconocido el terreno, dispuse la colocación de una batería de dos piezas en el alto de Zafranal y campo de Zapata, sobre el camino que va a la villa de Uncastillo.
Aunque no fue
mucho lo que las piezas trabajaron, en la misma tarde destruyeron, sin embargo,
un pedazo de muralla. Los enemigos la defendían desde sus troneras, y desde
luego conocí que para entrar en el pueblo debía verificarlo por asalto”.
Al día
siguiente Espoz ordenó concentrar el fuego de los cañones en la parte más
débil, y ya tocada del día anterior, de la muralla, con el fin de abrir una
brecha para poder asaltar la villa, pero los franceses, situados en dos casas
inmediatas al lado de la brecha disparan contra los españoles. Espoz se retira
y ordena destruir estas casas, quedando ya la brecha parcialmente practicable e
intentando los navarros entrar por ella, pero los gendarmes franceses, al mando
del ayudante Sigaud, repelen la incursión.
Espoz,
juzgando que todavía la brecha no es suficientemente amplia, ordena continuar con el
bombardeo hasta la caída de la tarde, y al cesar el fuego, la guarnición
francesa trabaja activamente para reconstruir los destrozos y tapar la brecha
lo mejor posible, y con el fin de incomodar a la artillería española, los
mejores tiradores franceses, Lantonie, Delpierre, Favelet y Blot, armados con
fusiles de precisión y largo alcance, se suben a la torre del reloj y comienzan
a disparar exclusivamente contra los artilleros de Espoz, abatiendo a varios de
éstos. Pero hay más artilleros, y el día 26 a las seis de la mañana, dos piezas
de la nueva batería comienzan de nuevo el fuego, destruyendo casas, un ángulo
del fuerte donde se parapetaban los franceses y una parte del tejado, al mismo
tiempo que Espoz con más artillería tomaba posiciones en otras partes de la
villa para poder disparar desde diversos ángulos:
“Al día
siguiente mandé que los fuegos se dirigiesen a destruir la parte más flaca de
la muralla, por donde debía asaltarle mientras que por otra les llamaba la atención
al mismo tiempo. Mas como se hallasen inmediatas dos casas, las ocuparon los
enemigos, y embarazaban desde ellas poder penetrar con facilidad por haber de
subir el monte los que habían de asaltar. Dispuse destruir estas casas, lo que
se executó después de algunas horas,...”
Viendo
Martín que ya era imposible mantenerse en la villa, advierte a sus hombres que
cuando los españoles consigan entrar en el recinto, hará sonar la campana del
reloj para que se retiren todos los hombres al reducto fortificado, que se
mantenía intacto, y donde podrían resistir mucho más tiempo, además que
dispondrían de cuidados médicos, pues Martín había tenido la precaución de
llevar allí al cirujano de la villa para atender a los posibles heridos.
“...y ya desalojado el enemigo, tomaron mis tropas la
villa por asalto a la bayoneta, huyendo aquel a guarecerse en el fuerte”
A la una
de la tarde Espoz ordena dirigir los disparos hacia el nuevo fuerte francés,
pero viendo que en sus muros apenas hacían mella los disparos de la artillería,
pues tenían metro y medio de espesor, decidió utilizar minas, y mientras estas
se preparan, construye una nueva batería en las eras altas con el fin de atacar
un lateral del fuerte.
“...Convencido de no ser posible adelantar en la
ruina del fuerte por medio del cañón por el de demasiado grosor de las paredes
exteriores dí principio a minarlo, estableciendo al mismo tiempo una nueva batería
en las eras altas, a la parte superior de la posada Nueva, para flanquear por
allí un ángulo del fuerte; y otra en la cima del monte llamado Paco de las
Adoberías, para obrar contra la espalda del mismo: ambas baterías produjeron
muy buenos resultados, produciendo la ruina de una parte del tejado y desmoronamiento
del ángulo”.
Espoz
tenía iniciadas tres minas, una de ellas ya preparada para ser explosionada,
pero antes de prender la mecha y siguiendo las leyes de la guerra de la época,
un parlamento navarro se presenta a las ocho de la mañana del día 28 en una de
las puertas del reducto con una carta en la que por segunda vez se le invita al
teniente Martín a la rendición.
Martín, que desea ganar tiempo para reparar los destrozos ocasionados la víspera, le responde que desea que uno de sus oficiales examine las minas. Espoz le replica dándole media hora para evacuar el fuerte y la villa, a lo que el francés responde que continuará con la defensa, ya que está dispuesto a morir antes que rendirse:
“ El 28 tenía ya practicable una mina, y antes de darla fuego intimé la rendición, que se desechó: los enemigos contraminaban, y se oponían además a mis trabajos, causando bastante daño a las tropas"
Martín, que desea ganar tiempo para reparar los destrozos ocasionados la víspera, le responde que desea que uno de sus oficiales examine las minas. Espoz le replica dándole media hora para evacuar el fuerte y la villa, a lo que el francés responde que continuará con la defensa, ya que está dispuesto a morir antes que rendirse:
“ El 28 tenía ya practicable una mina, y antes de darla fuego intimé la rendición, que se desechó: los enemigos contraminaban, y se oponían además a mis trabajos, causando bastante daño a las tropas"
La primera
mina estaba colocada bajo las habitaciones del comandante francés y bajo el
almacén de víveres, pero fue descubierta por los franceses y contraminada
durante dos días enteros desde su caserna por los gendarmes Chenu, Varette y
Laurent.
La segunda
mina es excavada bajo una torre algo avanzada con la idea de socavar una parte
de la roca sobre la que se apoya el fuerte, y como se halla al descubierto,
Espoz ordena construir un sólido andamiaje blindado con maderas gruesas para
proteger a los trabajadores, pero los franceses, que continuamente disparan y
arrojan sobre los operarios gruesas piedras y se valen “de todos los ardides que a veces dicta la desesperación” para
entorpecer los trabajos de esta mina, deciden dar fuego a los andamios y
abrasar a los obreros españoles echando sobre las maderas desde una ventana
objetos combustibles como un jergón de paja al que luego prendieron fuego
lanzando una tea embreada atada a una piel de cabra llena de aceite,
consiguiendo incendiar todo el andamiaje impidiendo la colocación de la mina:
"...Al ver nuestro intento de romper una parte de la peña que servía de fundamento a la caserna por hallarse al descubierto, a cuyo fin mandé poner un blindage para el resguardo de los operarios, lo abrasó el enemigo desde una ventana, echando sobre él varios combustibles, de modo que absolutamente no se pudo trabajar, y tampoco dexó de las manos los picos, palas y azadones a fin de socorrer los puntos de peligro”
"...Al ver nuestro intento de romper una parte de la peña que servía de fundamento a la caserna por hallarse al descubierto, a cuyo fin mandé poner un blindage para el resguardo de los operarios, lo abrasó el enemigo desde una ventana, echando sobre él varios combustibles, de modo que absolutamente no se pudo trabajar, y tampoco dexó de las manos los picos, palas y azadones a fin de socorrer los puntos de peligro”
Espoz
ordena reanudar el bombardeo, que se mantiene hasta la noche, destruyendo el
cuerpo de guardia situado cerca de la entrada principal del reducto y abatiendo
la mitad de la puerta de dicha entrada. Por la noche, los navarros incendian
numerosas casas vecinas al fuerte y a las diez, un oficial y nueve soldados
españoles se presentan delante de la puerta semidestruída y comienzan a
disparar al interior de la caserna, pero los franceses, bien protegidos,
responden y abaten a los atacantes.
Espoz,
irritado por la resistencia y la pérdida de hombres, ordena reunir gran
cantidad de fardos de lana que amontona en una casa contigua a una de las puertas
laterales del bastión, dándole fuego sobre la una de la mañana con la esperanza
de quemar la puerta y asfixiar con el humo a los franceses, quienes intentan
detener el incendio y repeler a los asaltantes.
Al día
siguiente, desplaza su artillería poniéndola en batería entre el convento y el
camino de Uncastillo, de manera que pueda batir la puerta del último corral y
las murallas almenadas que parecen ofrecer menor resistencia a los proyectiles;
pero debido a las reparaciones realizadas por los franceses el fuerte resiste y
los españoles siguen sin poder intentar el asalto.
El 1º de
marzo no hay fuego artillero aunque sí de fusilería, y ante la inminencia de la
explosión de las minas numerosos vecinos abandonan la villa llevando consigo
sus pertenencias y enseres más valiosos.
La tercera
mina, la única que explosionó, fue colocada en el ángulo del hospital bajo la capilla
del castillo y cargada con 525 kilos de pólvora, y a las ocho de la mañana
Espoz ordena prender la mecha. Un gendarme se da cuenta y avisa al comandante,
quien marcha rápidamente a la capilla para sacar de la sacristía un cofre que
contenía los efectos, dinero y papeles del escuadrón. En ese momento estalla la
mina con un estruendo espantoso y la capilla y la parte derecha del castillo
caen destruídos, quedando todo el edificio dañado y dejando una gran brecha
practicable por la que comienzan a entrar los hombres de Espoz, pero los
franceses, a la bayoneta, rechazan el asalto, intentando reparar la brecha
amontonando fardos, maderas, piedras, colchones...
Mes de marzo
“El día 1º de marzo a las 8 de la mañana dí fuego á
la mina, y voló un ángulo del hospital y toda la pared que daba al mediodía,
quedando cascado y enteramente resentido el edificio.; y aunque mi intención
era la de asaltar el fuerte por medio de estas ruinas, fue tan vivo el enemigo
en acudir á su defensa, que no me fue posible realizarlo, éste se arrojó en
breves instantes sobre las mismas ruinas a la bayoneta y sostuvo el asalto que
con la misma iban a dar mis soldados prevenidos para el efecto. Amontonó luego
lana y colchones, y trató de reparar las primeras entradas”.
La
estrechez de las calles de Sos y la ubicación del fuerte donde estaban
parapetados los franceses no permitía conducir ninguna pieza de artillería a
las cercanías del recinto ni maniobrar con soltura con la infantería, por lo
que Espoz, estratégicamente, vuelve a intimidar por tercera vez a Martín
avisándole que todavía tiene dos minas a punto de estallar, cosa totalmente incierta. Martín quiere seguir ganando tiempo y aprovecha los parlamentos para
reparar lo destruido, recoger agua y víveres necesarios para resistir, y
solicita de nuevo inspeccionar las minas por uno de sus oficiales antes de
tomar una decisión. Espoz acepta, pero como sabía que el general Páris con
2.500 infantes, 250 jinetes, entre ellos algunos húsares, y 50 gendarmes a
caballo del 12º escuadrón a las órdenes del capitán Roussel y tres piezas de
cañón vienen en socorro de la guarnición de Sos y se encuentran ya en
Castilliscar, exige que la entrevista sea de inmediato.
Húsares del ejército francés |
El
subteniente Detroye junto a otro gendarme van a reconocer las minas con Espoz, y mientras, la guarnición
francesa aprovecha para reforzar la brecha y poner en lugar seguro los suministros.
Cuando los dos gendarmes regresan al fuerte dan cuenta a Martín que Espoz no
les ha permitido juzgar por sí mismos el estado de las minas, por lo que no
pueden saber con exactitud si están ya listas o no, comentando a su vez que les
ha dado quince minutos para la rendición. El francés, teniendo la brecha
reconstruida, la guarnición preparada para defenderse, y sabedor también de la
columna de ayuda que está a punto de llegar, le contesta a Espoz que si lo
desea que haga explotar las minas, que ellos están dispuestos a no rendirse y a
defenderse por encima de todo.
Espoz
calcula la situación, y ante la imposibilidad tanto de hacer estallar las
minas, que no han sido terminadas, como de hacer frente a las tropas francesas
que están a punto de llegar, decide retirarse a los cercanos montes en actitud
de observación y a la espera de los
refuerzos que había solicitado:
“Lo angosto de las calles de Sos y la situación misma
del fuerte no me permitían concluir pieza alguna a aquellas, ni obrar a la
infantería con la soltura que era deseable en aquel caso. A una nueva intimación
que hice, bajó del fuerte un oficial para examinar el estado de las demás
minas, y á su regreso se me dio nueva negativa, producida acaso mas bien por
esperanza de socorro que por cálculo de su posición, que no era muy aventajada.
Efectivamente, yo por de contado tuve aviso de que el general Páris se hallaba
ya en Castilliscar, con tres mil quinientos infantes, doscientos cincuenta caballos
y tres piezas de artillería. Con este conocimiento, sabiendo que las tropas con
que por entonces me hallaba, no eran suficientes para impedirle la entrada en
la villa, expedí órdenes a los batallones 2º y 3º de Navarra y 1º de Guipúzcoa,
y ciento sesenta caballos que estaban á las inmediaciones de Pamplona, para que
a paso vivo marcharan a reunírseme; y entre tanto yo tomé posiciones en las
montañas inmediatas sobre la villa y quedé en observación de Páris.”
Los
húsares de la columna de Pâris, antes de llegar a Sos, frente a Carcastillo,
habían sido atacados y batidos por la primera compañía de la caballería de
Espoz, la de flanqueadores, teniendo los navarros 21 bajas entre muertos y
heridos. Esto asustó a Pâris, que cuando entró en Sos sin resistencia alguna, y
viendo que las fortificaciones de defensa estaban inservibles, decide abandonar
la villa con sus tropas, llevándose también a los gendarmes pues, conocedor de
la astucia y arrojo de Espoz, sospechaba que no iba a ser todo san sencillo, y
no se equivocó.
El dos de
marzo, a las siete de la mañana los franceses abandonan Sos, su última posición
en las Cinco Villas.
“Páris había entrado en Sos sin que nadie le
disparase un sólo tiro; pero no tenía la seguridad de no ser incomodado en su
marcha: él debía saber que jamás he huído la cara de los enemigos, y que su
venida debía serle funesta”.
Una vez
reforzado Espoz con tres batallones, sale tras Pâris en dirección a
Castiliscar, esperando repetir el éxito que tuvo allí en abril de 1811 sobre un
escuadrón de gendarmes. La batalla fue muy igualada y larga, durando desde las
siete de la mañana hasta las dos de la tarde, habiendo muertes por ambos
bandos, y mientras los franceses huían hacia Zaragoza, Espoz decidió no
perseguirlos más porque sus tropas estaban muy cansadas tras el largo recorrido
que habían tenido que realizar viniendo en su ayuda. Espoz había conseguido su
objetivo principal, que era desalojar la guarnición de Sos y dejar expedito el
camino desde Jaca a Pamplona.[2]
“Al amanecer del 2 ya tenía yo toda la fuerza necesaria para no temer al contrario;pero no tan satisfecho este, el mismo día rompió su marcha de vuelta, llevándose la guarnición de Sos. Seguíle en su retirada, causándole grande mortandad: quiso parar frente en las eras de Castiliscar, pretendiendo hacerse fuerte al abrigo de este pueblo, pero fue igualmente desalojado y batido. Rara vez su caballería se separó de la infantería; y si bien una sola vez lo intentó, fue arrollado por la mía de igual arma, hasta confundirse unos y otros entre las lanzas, espadas y polvareda. Sus tropas fueron batidas en todos los puntos, sin que cesaran las mías de perseguirle por espacio de tres horas, y no permití continuaran más porque acababan de llegar fatigadas de una marcha larga y precipitada, y que los enemigos que tenía a mi frente no eran los últimos. Acaso la libertad de la guarnición de Sos costó a Páris más número de hombres de los que constaba esta, pues yo calculé que sus bajas no serían menos de ochocientas plazas. Entre el sitio del fuerte y los encuentros con Páris perdí yo dos oficiales de muchísimo mérito, D, Matías Izarbe y D. José Suescun, cuyas muertes fueron muy sentidas por toda la división; otros once muertos más y cincuenta heridos. El regimiento de caballería hizo algunos prisioneros; también tomé una porción de carabinas y pistolas.
Sos quedó libre del enemigo después de cuarenta meses que lo dominaba, y las fortificaciones fueron al instante demolidas.”[3]
“Al amanecer del 2 ya tenía yo toda la fuerza necesaria para no temer al contrario;pero no tan satisfecho este, el mismo día rompió su marcha de vuelta, llevándose la guarnición de Sos. Seguíle en su retirada, causándole grande mortandad: quiso parar frente en las eras de Castiliscar, pretendiendo hacerse fuerte al abrigo de este pueblo, pero fue igualmente desalojado y batido. Rara vez su caballería se separó de la infantería; y si bien una sola vez lo intentó, fue arrollado por la mía de igual arma, hasta confundirse unos y otros entre las lanzas, espadas y polvareda. Sus tropas fueron batidas en todos los puntos, sin que cesaran las mías de perseguirle por espacio de tres horas, y no permití continuaran más porque acababan de llegar fatigadas de una marcha larga y precipitada, y que los enemigos que tenía a mi frente no eran los últimos. Acaso la libertad de la guarnición de Sos costó a Páris más número de hombres de los que constaba esta, pues yo calculé que sus bajas no serían menos de ochocientas plazas. Entre el sitio del fuerte y los encuentros con Páris perdí yo dos oficiales de muchísimo mérito, D, Matías Izarbe y D. José Suescun, cuyas muertes fueron muy sentidas por toda la división; otros once muertos más y cincuenta heridos. El regimiento de caballería hizo algunos prisioneros; también tomé una porción de carabinas y pistolas.
Sos quedó libre del enemigo después de cuarenta meses que lo dominaba, y las fortificaciones fueron al instante demolidas.”[3]
Tras la
huída de los franceses Sos quedó liberado, pero los desastres ocasionados por
los continuos ataques del guerrillero dejó la Villa totalmente destrozada y derruida.
Como muestra de estos ataques y de cómo quedó la villa de Sos tras éste y otros asaltos anteriores, sirva de ejemplo el siguiente “parte de guerra” de "daños colaterales":
Nota de los sucesos y cosas más remarcables que la
villa de Sos ha sufrido durante la destructora guerra con Francia que acabamos
de terminar y debe ponerlas en noticia del Excelentísimo señor capitán general
de este Reino y ejército de Aragón don José de Palafox y Melci.
“Las casas quemadas y derruidas y varios edificios en
el circuito de la misma villa que se cuentan las casas en número más de sesenta
y casi todos los edificios de huertas y otros de la inmediación, todos en
tierra.
La fábrica entera del Hospital público que existió dentro del castillo y
constaba de diferentes piezas con su iglesia, graneros, etc., todo en tierra
sin aprovechamiento alguno.
La fábrica del Pósito Real de granos, la mejor pieza del Reino de Aragón, aprobada por la Academia de Madrid, dentro del mismo castillo, con tanta solidez como demuestran sus vestigios con su archivo para la custodia de caudales y papeles y cuarto para la celebración de las Juntas de su Intervención.
La torre del reloj la más sólida y era la quinta de
que constaba la fortificación antigua del castillo y existía la única principal
puerta para entrar a éste, con sus rejas, puertas y ventanas y el antemural que
servía de tránsito y dirigía a dicha puerta, todo destruido.
La iglesia única parroquial, a resulta de los muchos escombros y piedras que han caído del castillo y ruinas de los edificios referidos que existían en el castillo a los alrededores de la misma, singularmente en la puerta llamada pequeña que se halla sin uso e inutilizada por dichos escombros, se pasa toda ella de las aguas y penetrando este famoso edificio se llena y filtra de agua por toda la iglesia principal y para evitar su ruina y desembarazo de sus enrronos son precisos inmensos caudales. Igualmente se hallan destrozados los graneros y edificio en que se recogen los diezmos de su parroquia y se hallan contiguos a la misma iglesia.
Las murallas de piedra berroqueña y bien labrada que
circundaban la villa se miran destruidas y por tierra
y las entradas de sus siete portales.
Las plazas que servían para las diversiones públicas,
singularmente la llamada Campo del Toro y Portal de San Martín, con la plazuela
de frente el Palacio del señor marqués de Campo Real en el que nació el rey don
Fernando el Católico se hallan destruidas y sin uso.
Las fuentes públicas que eran de una cantería
primorosa, todas inutilizadas de manera que el vecino tiene que proveerse de
agua a mucha distancia de la villa.
Todas las calles y casi todos los tejados, con las
Casas Consistoriales, edificio verdaderamente suntuoso, quebrantadas y que
amenazan ruina de resultas de la terrible explosión de la mina del castillo, de
manera que para juntarse el magistrado a las funciones de su instituto, ha
tenido y tiene que hacerlo en casas particulares y a no haberse reparado por
pronta providencia sus tejados y no se destruyesen las cárceles públicas, todo
el edificio amenazaba la mayor ruina, como todos los demás que recibieron la
multitud de piedras atroces que volaron a resultas de dicha mina.
Todo provenido del bloqueo y reconquista de esta
villa que hizo el mariscal de campo don Francisco Espoz y Mina, habiéndose
valido para el destrozo y ruina, de los vecinos de la ciudad de Sangüesa,
quienes se valieron y aprovecharon de esta ocasión para saciar su implacable
odio que siempre han manifestado a esta villa, a pesar de ser todos sus
vecinos, y desconsolados esperando diesen principio las tropas comodines al
saqueo para coadyuvar y aumentar más la aflicción de los mismos vecinos y
viendo que no lo verificaron tan general, saciaron su apetito con la
destrucción de edificios.
También resultaron en su iglesia quemados los adornos
de su monumento famoso de la Semana Santa y Capelardente para las funciones,
uno y otro del mejor gusto, costo y valor, con cuantos calages existían dentro
de la misma iglesia también de mucho valor.
La plata labrada para el servicio de la misma iglesia
que constaba del peso de catorce arrobas fue contraída por don Miguel Sarasa,
comandante de guerrillas, quien a pretexto de guardarla y bajo palabra de honor
que dio al ayuntamiento de esta villa y la condujo para librarla de los
franceses y consta haberla llevado a su ejército de Cataluña, suponiéndose
haberse invertido en gastos del mismo ejército.
Que esta villa tiene hechos varios adelantos al
ejército como lo tiene acreditado en tesorería, sin contar las excesivas
requisiciones que ha hecho al intruso, que uno y otro ascenderá a cien mil
duros poco más o menos.
Que a causa de las turbulencias los ganados lanares,
vacuno y demás, han venido tan a menos que puede contarse la tercera parte,
pues de 26.000 cabezas de ganado lanar no hay en el día más que unas 6.000 por
cuya razón la agricultura ha venido tan a menos que no llega con mucho a la
mitad, siendo así que los vecinos no tienen otro arbitrio para su subsistencia.
A todo esto debe aumentarse el terrible saqueo que
sufrió el 17 de agosto de 1808 por los franceses, de modo que quedaron los
vecinos totalmente desnudos y privados de sus alhajas, ropas y demás ajuares de
sus casas, que por un cálculo prudente que se hizo por aquel entonces ascendía
a más de un millón de reales.
Que en el tiempo que ha estado la guarnición francesa
fija en esta villa, que fueron treinta y dos meses, ha tenido que sufrir la
misma la subsistencia de aquella en época que no eran libres sus individuos
salir de la plaza, con gravísimos atropellamientos, precisando a los vecinos de
arraigo con prisiones rigurosas en el castillo y amenazados de ser “afusilados”
al pago de crecidas cantidades de dinero y aún el sueldo para los soldados en
el bastante tiempo que no tuvieron comunicación franca; añadiendo el terror
pánico que infundieron los españoles a estos vecinos por causa de la
guarnición, saliendo a sus faenas a las siete de la mañana y entrar al ponerse
el sol, quedando al despoblado los que no llegaban a su hora.
Los muchos propios que para diligencias de los
franceses estaban perennes a costa de la villa, de cuyas resultas algunos han
perdido la vida, otros fueron apaleados y otros amanecían sin oreja; y cuando
se resistían o no presentaban contestación o recibo, eran castigados y hechos
presos por los franceses, siendo más amenazados y perseguidos por los mismos
naturales de Sangüesa.
Los montes de esta villa han quedado enteramente
destruidos por el gran gasto de las tropas de leña y carbón, ya para las
grandes y repetidas Divisiones transeúntes y estacionadas y ya con la
guarnición, teniendo que aprontar sesenta y más cargas de leña diarias.
Las ruinas
lastimosas corroboran la verdad de estos hechos.
Con motivo de
haber desamparado la mayor parte de los vecinos de esta villa sus hogares en el
día 1º de marzo de 1813 y la tropa de Voluntarios de Navarra y entró la
División del general Páris, ésta causó en casi todas las casas los más
excesivos robos y ultrajes, de forma que no se pueden calcular los daños que
sufrieron en las pocas horas que la tropa francesa se mantuvo en ella, siendo
más excesivo que el que experimentó en la primera entrada.
Todos los
ornamentos y plata que quedó en la iglesia fueron igualmente comprendidos en el
saqueo general.
Los dos órganos
de la iglesia parroquial y subterránea de la virgen del Perdón, están
quebrantados y rotos barios de sus registros. Las tres vidrieras principales de
la iglesia mayor rotas por la explosión de la mina” [4]
También en Sofuentes, los franceses dejaron huella de
sus estragos. El 19 de abril de 1811 el Hermano escolapio Joaquín de San Francisco
de Borja, en un escrito dirigido al Padre Rector de las Escuelas Pías de Sos le
da cuenta de los perjuicios ocasionados por los franceses el día 14 de abril de
1811 a su paso por Sofuentes persiguiendo a los voluntarios de Navarra:”...nos arrebataron el cáliz, paterna y
amito...se llevaron los garañones y el caballo de la Parada...los perjuicios en
la Parada son incalculables. Nos derramaron 12 cargas de vino...nos rompieron
toda la vajilla de Tierra...se nos llevaron dos perolas grandes de alambre, dos
tarteras grandes, dos astrales, la cuchilla, los cuchillos, el almirez...se nos
llevaron 4 sábanas, deshicieron 4 colchones y se llevaron las telas, camisas
del Hermano y criados. La capa y ropa interior del Hermano. Se nos llevaron 14
gallinas y el gallo. Quebrantaron los vidrios, cántaros y otros ajuares menudos
de la Casa. Quebrantaron las puertas...”
El archivo municipal, que se había trasladado en la
segunda mitad del Cuatrocientos a la zona donde hoy todavía permanece la torre
del homenaje del castillo, quedó prácticamente destruido en su totalidad, ya
que los franceses habían establecido allí su cuartel general, por lo que los
documentos medievales que se conservan de la Villa son más bien escasos.
La insistencia y virulencia con la que Espoz y Mina atacó las posiciones francesas en Sos y los contínuos ataques dirigidos hacia la guarnición enemiga, llegó a desesperar a más de un soldado francés, que hastiados de estos ataques dejaron constancia escrita de su odio hacia el navarro en las piedras del portal de la Reina.(ver portal de la Reina)
La insistencia y virulencia con la que Espoz y Mina atacó las posiciones francesas en Sos y los contínuos ataques dirigidos hacia la guarnición enemiga, llegó a desesperar a más de un soldado francés, que hastiados de estos ataques dejaron constancia escrita de su odio hacia el navarro en las piedras del portal de la Reina.(ver portal de la Reina)
Estandarte usado por los patriotas españoles durante la guerra |
[1]
Guirao Larrañaga, Ramón. Las Cinco Villas
de Aragón durante la guerra de la Independencia Española. (anales 1808-1814),
pp. 246-247. Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza”.I.F.C. Zaragoza, 2007
[2] Ibidem, pp.146-255.
[3] Espoz
y Mina, F. Memorias del general D.
Francisco Espoz y Mina.Publicadas por su viuda Doña Juana María De Vega. T.
II, pp. 20-22. Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1851.
[4] AMZ/FP. Caja
8145. leg.1.10/6
BIBLIOGRAFIA
-ESPOZ Y MINA.
Memorias de un guerrillero (1808-1814)
Critica. Barcelona, 2008.
-ESPOZ Y MINA.
Memorias del General D. Francisco Espoz y
Mina. Publicadas por su viuda Doña Juana María de Vega. Imprenta y
Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1851.
-GUIRAO
LARRAÑAGA, RAMÓN. Las Cinco Villas en
Aragón durante la guerra de la Independencia. XXII Premio Los Sitios de
Zaragoza 2007. Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza”. Zaragoza, 2007.
-IRIBARREN,
JOSÉ MARÍA. Espoz y Mina, el guerrillero,
el liberal. 2 Tomos. Ed. Aguilar. Madrid 1965-1967.
-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. Manifiesto de las acciones del mariscal de campo Don Francisco Espoz y Mina. Imp. División del regimiento de caballería húsares de Navarra. Pamplona, 1813.
-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. Manifiesto de las acciones del mariscal de campo Don Francisco Espoz y Mina. Imp. División del regimiento de caballería húsares de Navarra. Pamplona, 1813.
-PRIEGO LÓPEZ,
JUAN. La guerra de la Independencia.
1808-1814. Servicio Histórico militar. Ed. San Martín. 8 tomos. Madrid,
1972-1994.
-ZURITA,
JERÓNIMO. Anales del Reino de Aragón.
Ed. A. Canellas. I.F.C., Zaragoza, 1989-1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario