miércoles, 19 de agosto de 2015

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: 1813, ESPOZ Y MINA LIBERA SOS

En febrero de 1813 el guerrillero navarro Espoz y Mina controla todas las Cinco Villas a excepción de Sos, último reducto tomado por los enemigos, por lo que decide sitiarlo y echar a los franceses.
Entre febrero y marzo de 1813, Espoz y Mina, al mando de 1400 guerrilleros y con piezas de artillería, realizó un pertinaz y virulento ataque contra las fortificaciones francesas en Sos y, aunque no llegó a conquistar la villa, sí consiguió su liberación.
La guarnición francesa de Sos estaba compuesta por 155 gendarmes a pie del 9º escuadrón mandados por el teniente Martín y el subteniente Detroye y 19 soldados del primer regimiento italiano a las órdenes del ayudante Sigaud, alojados en una caserna que domina el pueblo, formada por dos grandes edificios contiguos, de los que uno era granero y el otro hospital de la villa, divididos por un gran torreón de piedra de excelente construcción, habiendo fortificado los gendarmes el pueblo y reparado las murallas, parapetando y aspillerando los puntos débiles.[1] (Se cree que probablemente estos edificios estaban ubicados muy cerca del portal de Jaca)
La madrugada del 24 de febrero Espoz llega a Sos, estableciendo el cuartel general en el Convento de Valentuñana y situando la artillería en el camino que se dirige a Uncastillo. Sobre las once de la mañana manda bajo las murallas a un paisano con una carta dirigida al comandante de la plaza invitándole a rendirse lo antes posible, ofreciéndole ventajosas condiciones para toda la guarnición a la vez que le advierte que de lo contrario las consecuencias podrían ser fatales, pues eran muy superiores en número, además de contar con artillería pesada que podría destruir la plaza. El teniente Martín, tras leer la misiva, y a pesar de no contar con artillería para defenderse, rechaza la intimación de Espoz y se prepara para defenderse.

          El mismo día, por la tarde, comienza el ataque de Espoz. Las baterías navarras dispararon sobre Sos, y aunque destrozaron un trozo de muralla y alguna otra pequeña fortificación, los franceses, muy bien parapetados, repelieron con éxito el ataque. Espoz y Mina, tras estudiar detenidamente las posiciones y defensas de los franceses, se da cuenta de que la única manera de entrar en la villa es tomándola por asalto.
Así lo describe el mismo Espoz y Mina en el segundo tomo de sus memorias y en el parte dirigido al capitán general D. Francisco Javier Castaños, general en jefe del cuarto ejército:
                     ” …El 23 (de febrero de 1813) salí de Tafalla y me dirigí a Sos, cuya villa ocupaban los enemigos hacía más de cuarenta meses. Los franceses habían hecho en esta población un cuartel, tomando dos edificios contiguos, que eran el hospital y el granero de la villa, divididos por un grande torreón de piedra, de excelente construcción. Este cuartel, muy fuerte por naturaleza, por ser su base o cimiento de peña viva, y por las obras que el arte le había añadido, dominaba todo el pueblo, cuya situación es sobre un monte cortado, separado por barrancos y hondonadas, y amurallado por todas partes. Los enemigos, además, habían suplido con el arte las partes endebles del pueblo, y así este se hallaba en un estado de rigurosa defensa por su localidad y esmeros del enemigo. Las casas apiñadas formaban un sólo punto de vista, y sirvieron de no pequeño embarazo para dirigir los fuegos del fuerte. El 24 por la tarde me presenté delante de Sos con mil cuatrocientos hombres, dos piezas de á doce y otras dos de á cuatro; y reconocido el terreno, dispuse la colocación de una batería de dos piezas en el alto de Zafranal y campo de Zapata, sobre el camino que va a la villa de Uncastillo.
 Aunque no fue mucho lo que las piezas trabajaron, en la misma tarde destruyeron, sin embargo, un pedazo de muralla. Los enemigos la defendían desde sus troneras, y desde luego conocí que para entrar en el pueblo debía verificarlo por asalto”.
Al día siguiente Espoz ordenó concentrar el fuego de los cañones en la parte más débil, y ya tocada del día anterior, de la muralla, con el fin de abrir una brecha para poder asaltar la villa, pero los franceses, situados en dos casas inmediatas al lado de la brecha disparan contra los españoles. Espoz se retira y ordena destruir estas casas, quedando ya la brecha parcialmente practicable e intentando los navarros entrar por ella, pero los gendarmes franceses, al mando del ayudante Sigaud, repelen la incursión.
      Espoz, juzgando que todavía la brecha no es suficientemente amplia, ordena continuar con el bombardeo hasta la caída de la tarde, y al cesar el fuego, la guarnición francesa trabaja activamente para reconstruir los destrozos y tapar la brecha lo mejor posible, y con el fin de incomodar a la artillería española, los mejores tiradores franceses, Lantonie, Delpierre, Favelet y Blot, armados con fusiles de precisión y largo alcance, se suben a la torre del reloj y comienzan a disparar exclusivamente contra los artilleros de Espoz, abatiendo a varios de éstos. Pero hay más artilleros, y el día 26 a las seis de la mañana, dos piezas de la nueva batería comienzan de nuevo el fuego, destruyendo casas, un ángulo del fuerte donde se parapetaban los franceses y una parte del tejado, al mismo tiempo que Espoz con más artillería tomaba posiciones en otras partes de la villa para poder disparar desde diversos ángulos:
 “Al día siguiente mandé que los fuegos se dirigiesen a destruir la parte más flaca de la muralla, por donde debía asaltarle mientras que por otra les llamaba la atención al mismo tiempo. Mas como se hallasen inmediatas dos casas, las ocuparon los enemigos, y embarazaban desde ellas poder penetrar con facilidad por haber de subir el monte los que habían de asaltar. Dispuse destruir estas casas, lo que se executó después de algunas horas,...”
Viendo Martín que ya era imposible mantenerse en la villa, advierte a sus hombres que cuando los españoles consigan entrar en el recinto, hará sonar la campana del reloj para que se retiren todos los hombres al reducto fortificado, que se mantenía intacto, y donde podrían resistir mucho más tiempo, además que dispondrían de cuidados médicos, pues Martín había tenido la precaución de llevar allí al cirujano de la villa para atender a los posibles heridos.
            Una columna de asalto navarra entra en la villa por la amplia brecha practicada mientras suena la campana del reloj y los franceses se retiran al reducto fortificado superior de la villa.
“...y ya desalojado el enemigo, tomaron mis tropas la villa por asalto a la bayoneta, huyendo aquel a guarecerse en el fuerte”
A la una de la tarde Espoz ordena dirigir los disparos hacia el nuevo fuerte francés, pero viendo que en sus muros apenas hacían mella los disparos de la artillería, pues tenían metro y medio de espesor, decidió utilizar minas, y mientras estas se preparan, construye una nueva batería en las eras altas con el fin de atacar un lateral del fuerte.

“...Convencido de no ser posible adelantar en la ruina del fuerte por medio del cañón por el de demasiado grosor de las paredes exteriores dí principio a minarlo, estableciendo al mismo tiempo una nueva batería en las eras altas, a la parte superior de la posada Nueva, para flanquear por allí un ángulo del fuerte; y otra en la cima del monte llamado Paco de las Adoberías, para obrar contra la espalda del mismo: ambas baterías produjeron muy buenos resultados, produciendo la ruina de una parte del tejado y desmoronamiento del ángulo”.
Espoz tenía iniciadas tres minas, una de ellas ya preparada para ser explosionada, pero antes de prender la mecha y siguiendo las leyes de la guerra de la época, un parlamento navarro se presenta a las ocho de la mañana del día 28 en una de las puertas del reducto con una carta en la que por segunda vez se le invita al teniente Martín a la rendición.
                    Martín, que desea ganar tiempo para reparar los destrozos ocasionados la víspera, le responde que desea que uno de sus oficiales examine las minas. Espoz le replica dándole media hora para evacuar el fuerte y la villa, a lo que el francés responde que continuará con la defensa, ya que está dispuesto a morir antes que rendirse:
                            “ El 28 tenía ya practicable una mina, y antes de darla fuego intimé la rendición, que se desechó: los enemigos contraminaban, y se oponían además a mis trabajos, causando bastante daño a las tropas" 
La primera mina estaba colocada bajo las habitaciones del comandante francés y bajo el almacén de víveres, pero fue descubierta por los franceses y contraminada durante dos días enteros desde su caserna por los gendarmes Chenu, Varette y Laurent.
La segunda mina es excavada bajo una torre algo avanzada con la idea de socavar una parte de la roca sobre la que se apoya el fuerte, y como se halla al descubierto, Espoz ordena construir un sólido andamiaje blindado con maderas gruesas para proteger a los trabajadores, pero los franceses, que continuamente disparan y arrojan sobre los operarios gruesas piedras y se valen “de todos los ardides que a veces dicta la desesperación” para entorpecer los trabajos de esta mina, deciden dar fuego a los andamios y abrasar a los obreros españoles echando sobre las maderas desde una ventana objetos combustibles como un jergón de paja al que luego prendieron fuego lanzando una tea embreada atada a una piel de cabra llena de aceite, consiguiendo incendiar todo el andamiaje impidiendo la colocación de la mina:
                    "...Al ver nuestro intento de romper una parte de la peña que servía de fundamento a la caserna por hallarse al descubierto, a cuyo fin mandé poner un blindage para el resguardo de los operarios, lo abrasó el enemigo desde una ventana, echando sobre él varios combustibles, de modo que absolutamente no se pudo trabajar, y tampoco dexó de las manos los picos, palas y azadones a fin de socorrer los puntos de peligro”
                                          Espoz ordena reanudar el bombardeo, que se mantiene hasta la noche, destruyendo el cuerpo de guardia situado cerca de la entrada principal del reducto y abatiendo la mitad de la puerta de dicha entrada. Por la noche, los navarros incendian numerosas casas vecinas al fuerte y a las diez, un oficial y nueve soldados españoles se presentan delante de la puerta semidestruída y comienzan a disparar al interior de la caserna, pero los franceses, bien protegidos, responden y abaten a los atacantes.
Espoz, irritado por la resistencia y la pérdida de hombres, ordena reunir gran cantidad de fardos de lana que amontona en una casa contigua a una de las puertas laterales del bastión, dándole fuego sobre la una de la mañana con la esperanza de quemar la puerta y asfixiar con el humo a los franceses, quienes intentan detener el incendio y repeler a los asaltantes.
Al día siguiente, desplaza su artillería poniéndola en batería entre el convento y el camino de Uncastillo, de manera que pueda batir la puerta del último corral y las murallas almenadas que parecen ofrecer menor resistencia a los proyectiles; pero debido a las reparaciones realizadas por los franceses el fuerte resiste y los españoles siguen sin poder intentar el asalto.
El 1º de marzo no hay fuego artillero aunque sí de fusilería, y ante la inminencia de la explosión de las minas numerosos vecinos abandonan la villa llevando consigo sus pertenencias y enseres más valiosos.
      La tercera mina, la única que explosionó, fue colocada en el ángulo del hospital bajo la capilla del castillo y cargada con 525 kilos de pólvora, y a las ocho de la mañana Espoz ordena prender la mecha. Un gendarme se da cuenta y avisa al comandante, quien marcha rápidamente a la capilla para sacar de la sacristía un cofre que contenía los efectos, dinero y papeles del escuadrón. En ese momento estalla la mina con un estruendo espantoso y la capilla y la parte derecha del castillo caen destruídos, quedando todo el edificio dañado y dejando una gran brecha practicable por la que comienzan a entrar los hombres de Espoz, pero los franceses, a la bayoneta, rechazan el asalto, intentando reparar la brecha amontonando fardos, maderas, piedras, colchones...

Mes de marzo
“El día 1º de marzo a las 8 de la mañana dí fuego á la mina, y voló un ángulo del hospital y toda la pared que daba al mediodía, quedando cascado y enteramente resentido el edificio.; y aunque mi intención era la de asaltar el fuerte por medio de estas ruinas, fue tan vivo el enemigo en acudir á su defensa, que no me fue posible realizarlo, éste se arrojó en breves instantes sobre las mismas ruinas a la bayoneta y sostuvo el asalto que con la misma iban a dar mis soldados prevenidos para el efecto. Amontonó luego lana y colchones, y trató de reparar las primeras entradas”.
La estrechez de las calles de Sos y la ubicación del fuerte donde estaban parapetados los franceses no permitía conducir ninguna pieza de artillería a las cercanías del recinto ni maniobrar con soltura con la infantería, por lo que Espoz, estratégicamente, vuelve a intimidar por tercera vez a Martín avisándole que todavía tiene dos minas a punto de estallar, cosa totalmente incierta. Martín quiere seguir ganando tiempo y aprovecha los parlamentos para reparar lo destruido, recoger agua y víveres necesarios para resistir, y solicita de nuevo inspeccionar las minas por uno de sus oficiales antes de tomar una decisión. Espoz acepta, pero como sabía que el general Páris con 2.500 infantes, 250 jinetes, entre ellos algunos húsares, y 50 gendarmes a caballo del 12º escuadrón a las órdenes del capitán Roussel y tres piezas de cañón vienen en socorro de la guarnición de Sos y se encuentran ya en Castilliscar, exige que la entrevista sea de inmediato.
Húsares del ejército francés


El subteniente Detroye junto a otro gendarme van a reconocer las minas con Espoz, y mientras, la guarnición francesa aprovecha para reforzar la brecha y poner en lugar seguro los suministros. Cuando los dos gendarmes regresan al fuerte dan cuenta a Martín que Espoz no les ha permitido juzgar por sí mismos el estado de las minas, por lo que no pueden saber con exactitud si están ya listas o no, comentando a su vez que les ha dado quince minutos para la rendición. El francés, teniendo la brecha reconstruida, la guarnición preparada para defenderse, y sabedor también de la columna de ayuda que está a punto de llegar, le contesta a Espoz que si lo desea que haga explotar las minas, que ellos están dispuestos a no rendirse y a defenderse por encima de todo.
Espoz calcula la situación, y ante la imposibilidad tanto de hacer estallar las minas, que no han sido terminadas, como de hacer frente a las tropas francesas que están a punto de llegar, decide retirarse a los cercanos montes en actitud de observación  y a la espera de los refuerzos que había solicitado:
“Lo angosto de las calles de Sos y la situación misma del fuerte no me permitían concluir pieza alguna a aquellas, ni obrar a la infantería con la soltura que era deseable en aquel caso. A una nueva intimación que hice, bajó del fuerte un oficial para examinar el estado de las demás minas, y á su regreso se me dio nueva negativa, producida acaso mas bien por esperanza de socorro que por cálculo de su posición, que no era muy aventajada. Efectivamente, yo por de contado tuve aviso de que el general Páris se hallaba ya en Castilliscar, con tres mil quinientos infantes, doscientos cincuenta caballos y tres piezas de artillería. Con este conocimiento, sabiendo que las tropas con que por entonces me hallaba, no eran suficientes para impedirle la entrada en la villa, expedí órdenes a los batallones 2º y 3º de Navarra y 1º de Guipúzcoa, y ciento sesenta caballos que estaban á las inmediaciones de Pamplona, para que a paso vivo marcharan a reunírseme; y entre tanto yo tomé posiciones en las montañas inmediatas sobre la villa y quedé en observación de Páris.”
      Los húsares de la columna de Pâris, antes de llegar a Sos, frente a Carcastillo, habían sido atacados y batidos por la primera compañía de la caballería de Espoz, la de flanqueadores, teniendo los navarros 21 bajas entre muertos y heridos. Esto asustó a Pâris, que cuando entró en Sos sin resistencia alguna, y viendo que las fortificaciones de defensa estaban inservibles, decide abandonar la villa con sus tropas, llevándose también a los gendarmes pues, conocedor de la astucia y arrojo de Espoz, sospechaba que no iba a ser todo san sencillo, y no se equivocó.
El dos de marzo, a las siete de la mañana los franceses abandonan Sos, su última posición en las Cinco Villas.
“Páris había entrado en Sos sin que nadie le disparase un sólo tiro; pero no tenía la seguridad de no ser incomodado en su marcha: él debía saber que jamás he huído la cara de los enemigos, y que su venida debía serle funesta”.
                 Una vez reforzado Espoz con tres batallones, sale tras Pâris en dirección a Castiliscar, esperando repetir el éxito que tuvo allí en abril de 1811 sobre un escuadrón de gendarmes. La batalla fue muy igualada y larga, durando desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde, habiendo muertes por ambos bandos, y mientras los franceses huían hacia Zaragoza, Espoz decidió no perseguirlos más porque sus tropas estaban muy cansadas tras el largo recorrido que habían tenido que realizar viniendo en su ayuda. Espoz había conseguido su objetivo principal, que era desalojar la guarnición de Sos y dejar expedito el camino desde Jaca a Pamplona.[2]
                 

         “Al amanecer del 2 ya tenía yo toda la fuerza necesaria para no temer al contrario;pero no tan satisfecho este, el mismo día rompió su marcha de vuelta, llevándose la guarnición de Sos. Seguíle en su retirada, causándole grande mortandad: quiso parar frente en las eras de Castiliscar, pretendiendo hacerse fuerte al abrigo de este pueblo, pero fue igualmente desalojado y batido. Rara vez su caballería se separó de la infantería; y si bien una sola vez lo intentó, fue arrollado por la mía de igual arma, hasta confundirse unos y otros entre las lanzas, espadas y polvareda. Sus tropas fueron batidas en todos los puntos, sin que cesaran las mías de perseguirle por espacio de tres horas, y no permití continuaran más porque acababan de llegar fatigadas de una marcha larga y precipitada, y que los enemigos que tenía a mi frente no eran los últimos. Acaso la libertad de la guarnición de Sos costó a Páris más número de hombres de los que constaba esta, pues yo calculé que sus bajas no serían menos de ochocientas plazas. Entre el sitio del fuerte y los encuentros con Páris perdí yo dos oficiales de muchísimo mérito, D, Matías Izarbe y D. José Suescun, cuyas muertes fueron muy sentidas por toda la división; otros once muertos más y cincuenta heridos. El regimiento de caballería hizo algunos prisioneros; también tomé una porción de carabinas y pistolas.
                  Sos quedó libre del enemigo después de cuarenta meses que lo dominaba, y las fortificaciones fueron al instante demolidas.”[3]
Tras la huída de los franceses Sos quedó liberado, pero los desastres ocasionados por los continuos ataques del guerrillero dejó la Villa totalmente destrozada y derruida. Como muestra de estos ataques y de cómo quedó la villa de Sos tras éste y otros asaltos anteriores, sirva de ejemplo el siguiente “parte de guerra” de "daños colaterales":


Nota de los sucesos y cosas más remarcables que la villa de Sos ha sufrido durante la destructora guerra con Francia que acabamos de terminar y debe ponerlas en noticia del Excelentísimo señor capitán general de este Reino y ejército de Aragón don José de Palafox y Melci.

“Las casas quemadas y derruidas y varios edificios en el circuito de la misma villa que se cuentan las casas en número más de sesenta y casi todos los edificios de huertas y otros de la inmediación, todos en tierra.
La fábrica entera del Hospital público que existió dentro del castillo y constaba de diferentes piezas con su iglesia, graneros, etc., todo en tierra sin aprovechamiento alguno.










                        La fábrica del Pósito Real de granos, la mejor pieza del Reino de Aragón, aprobada por la Academia de Madrid, dentro del mismo castillo, con tanta solidez como demuestran sus vestigios con su archivo para la custodia de caudales y papeles y cuarto para la celebración de las Juntas de su Intervención.
La torre del reloj la más sólida y era la quinta de que constaba la fortificación antigua del castillo y existía la única principal puerta para entrar a éste, con sus rejas, puertas y ventanas y el antemural que servía de tránsito y dirigía a dicha puerta, todo destruido.














                       La iglesia única parroquial, a resulta de los muchos escombros y piedras que han caído del castillo y ruinas de los edificios referidos que existían en el castillo a los alrededores de la misma, singularmente en la puerta llamada pequeña que se halla sin uso e inutilizada por dichos escombros, se pasa toda ella de las aguas y penetrando este famoso edificio se llena y filtra de agua por toda la iglesia principal y para evitar su ruina y desembarazo de sus enrronos son precisos inmensos caudales. Igualmente se hallan destrozados los graneros y edificio en que se recogen los diezmos de su parroquia y se hallan contiguos a la misma iglesia.
Las murallas de piedra berroqueña y bien labrada que circundaban la villa se miran destruidas y por tierra y las entradas de sus siete portales.
Las plazas que servían para las diversiones públicas, singularmente la llamada Campo del Toro y Portal de San Martín, con la plazuela de frente el Palacio del señor marqués de Campo Real en el que nació el rey don Fernando el Católico se hallan destruidas y sin uso.
Las fuentes públicas que eran de una cantería primorosa, todas inutilizadas de manera que el vecino tiene que proveerse de agua a mucha distancia de la villa.
Todas las calles y casi todos los tejados, con las Casas Consistoriales, edificio verdaderamente suntuoso, quebrantadas y que amenazan ruina de resultas de la terrible explosión de la mina del castillo, de manera que para juntarse el magistrado a las funciones de su instituto, ha tenido y tiene que hacerlo en casas particulares y a no haberse reparado por pronta providencia sus tejados y no se destruyesen las cárceles públicas, todo el edificio amenazaba la mayor ruina, como todos los demás que recibieron la multitud de piedras atroces que volaron a resultas de dicha mina.
Todo provenido del bloqueo y reconquista de esta villa que hizo el mariscal de campo don Francisco Espoz y Mina, habiéndose valido para el destrozo y ruina, de los vecinos de la ciudad de Sangüesa, quienes se valieron y aprovecharon de esta ocasión para saciar su implacable odio que siempre han manifestado a esta villa, a pesar de ser todos sus vecinos, y desconsolados esperando diesen principio las tropas comodines al saqueo para coadyuvar y aumentar más la aflicción de los mismos vecinos y viendo que no lo verificaron tan general, saciaron su apetito con la destrucción de edificios.
También resultaron en su iglesia quemados los adornos de su monumento famoso de la Semana Santa y Capelardente para las funciones, uno y otro del mejor gusto, costo y valor, con cuantos calages existían dentro de la misma iglesia también de mucho valor.
La plata labrada para el servicio de la misma iglesia que constaba del peso de catorce arrobas fue contraída por don Miguel Sarasa, comandante de guerrillas, quien a pretexto de guardarla y bajo palabra de honor que dio al ayuntamiento de esta villa y la condujo para librarla de los franceses y consta haberla llevado a su ejército de Cataluña, suponiéndose haberse invertido en gastos del mismo ejército.
Que esta villa tiene hechos varios adelantos al ejército como lo tiene acreditado en tesorería, sin contar las excesivas requisiciones que ha hecho al intruso, que uno y otro ascenderá a cien mil duros poco más o menos.
Que a causa de las turbulencias los ganados lanares, vacuno y demás, han venido tan a menos que puede contarse la tercera parte, pues de 26.000 cabezas de ganado lanar no hay en el día más que unas 6.000 por cuya razón la agricultura ha venido tan a menos que no llega con mucho a la mitad, siendo así que los vecinos no tienen otro arbitrio para su subsistencia.
A todo esto debe aumentarse el terrible saqueo que sufrió el 17 de agosto de 1808 por los franceses, de modo que quedaron los vecinos totalmente desnudos y privados de sus alhajas, ropas y demás ajuares de sus casas, que por un cálculo prudente que se hizo por aquel entonces ascendía a más de un millón de reales.
Que en el tiempo que ha estado la guarnición francesa fija en esta villa, que fueron treinta y dos meses, ha tenido que sufrir la misma la subsistencia de aquella en época que no eran libres sus individuos salir de la plaza, con gravísimos atropellamientos, precisando a los vecinos de arraigo con prisiones rigurosas en el castillo y amenazados de ser “afusilados” al pago de crecidas cantidades de dinero y aún el sueldo para los soldados en el bastante tiempo que no tuvieron comunicación franca; añadiendo el terror pánico que infundieron los españoles a estos vecinos por causa de la guarnición, saliendo a sus faenas a las siete de la mañana y entrar al ponerse el sol, quedando al despoblado los que no llegaban a su hora.
Los muchos propios que para diligencias de los franceses estaban perennes a costa de la villa, de cuyas resultas algunos han perdido la vida, otros fueron apaleados y otros amanecían sin oreja; y cuando se resistían o no presentaban contestación o recibo, eran castigados y hechos presos por los franceses, siendo más amenazados y perseguidos por los mismos naturales de Sangüesa.
Los montes de esta villa han quedado enteramente destruidos por el gran gasto de las tropas de leña y carbón, ya para las grandes y repetidas Divisiones transeúntes y estacionadas y ya con la guarnición, teniendo que aprontar sesenta y más cargas de leña diarias.
Las ruinas lastimosas corroboran la verdad de estos hechos.
Con motivo de haber desamparado la mayor parte de los vecinos de esta villa sus hogares en el día 1º de marzo de 1813 y la tropa de Voluntarios de Navarra y entró la División del general Páris, ésta causó en casi todas las casas los más excesivos robos y ultrajes, de forma que no se pueden calcular los daños que sufrieron en las pocas horas que la tropa francesa se mantuvo en ella, siendo más excesivo que el que experimentó en la primera entrada.
Todos los ornamentos y plata que quedó en la iglesia fueron igualmente comprendidos en el saqueo general.
Los dos órganos de la iglesia parroquial y subterránea de la virgen del Perdón, están quebrantados y rotos barios de sus registros. Las tres vidrieras principales de la iglesia mayor rotas por la explosión de la mina” [4]

También en Sofuentes, los franceses dejaron huella de sus estragos. El 19 de abril de 1811 el Hermano escolapio Joaquín de San Francisco de Borja, en un escrito dirigido al Padre Rector de las Escuelas Pías de Sos le da cuenta de los perjuicios ocasionados por los franceses el día 14 de abril de 1811 a su paso por Sofuentes persiguiendo a los voluntarios de Navarra:”...nos arrebataron el cáliz, paterna y amito...se llevaron los garañones y el caballo de la Parada...los perjuicios en la Parada son incalculables. Nos derramaron 12 cargas de vino...nos rompieron toda la vajilla de Tierra...se nos llevaron dos perolas grandes de alambre, dos tarteras grandes, dos astrales, la cuchilla, los cuchillos, el almirez...se nos llevaron 4 sábanas, deshicieron 4 colchones y se llevaron las telas, camisas del Hermano y criados. La capa y ropa interior del Hermano. Se nos llevaron 14 gallinas y el gallo. Quebrantaron los vidrios, cántaros y otros ajuares menudos de la Casa. Quebrantaron las puertas...”

El archivo municipal, que se había trasladado en la segunda mitad del Cuatrocientos a la zona donde hoy todavía permanece la torre del homenaje del castillo, quedó prácticamente destruido en su totalidad, ya que los franceses habían establecido allí su cuartel general, por lo que los documentos medievales que se conservan de la Villa son más bien escasos.
La  insistencia y virulencia con la que Espoz y Mina atacó las posiciones francesas en Sos y los contínuos ataques dirigidos hacia la guarnición enemiga, llegó a desesperar a más de un soldado francés, que hastiados de estos ataques dejaron constancia escrita de su odio hacia el navarro en las piedras del portal de la Reina.(ver portal de la Reina)
Estandarte usado por los patriotas españoles durante la guerra
Pero la guerra aún no había acabado. Napoleón quiso terminar con las partidas guerrilleras en Aragón, por lo que nombra al general Clauzel como encargado de la campaña para acabar con ellas. Inmediatamente Clauzel empieza a tomar medidas para iniciar sus operaciones contra la División navarra de Espoz.(Continuación)









[1] Guirao Larrañaga, Ramón. Las Cinco Villas de Aragón durante la guerra de la Independencia Española. (anales 1808-1814), pp. 246-247. Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza”.I.F.C. Zaragoza, 2007
[2] Ibidem, pp.146-255. 
[3] Espoz y Mina, F. Memorias del general D. Francisco Espoz y Mina.Publicadas por su viuda Doña Juana María De Vega. T. II, pp. 20-22. Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1851.
[4] AMZ/FP. Caja 8145. leg.1.10/6




BIBLIOGRAFIA


-ESPOZ Y MINA. Memorias de un guerrillero (1808-1814) Critica. Barcelona, 2008.
-ESPOZ Y MINA. Memorias del General D. Francisco Espoz y Mina. Publicadas por su viuda Doña Juana María de Vega. Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid, 1851.
-GUIRAO LARRAÑAGA, RAMÓN. Las Cinco Villas en Aragón durante la guerra de la Independencia. XXII Premio Los Sitios de Zaragoza 2007. Asociación Cultural “Los Sitios de Zaragoza”. Zaragoza, 2007.
-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. Espoz y Mina, el guerrillero, el liberal. 2 Tomos. Ed. Aguilar. Madrid 1965-1967.
-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. Manifiesto de las acciones del mariscal de campo Don Francisco Espoz y Mina. Imp. División del regimiento de caballería húsares de Navarra. Pamplona, 1813.
-PRIEGO LÓPEZ, JUAN. La guerra de la Independencia. 1808-1814. Servicio Histórico militar. Ed. San Martín. 8 tomos. Madrid, 1972-1994.
-ZURITA, JERÓNIMO. Anales del Reino de Aragón. Ed. A. Canellas. I.F.C.,  Zaragoza, 1989-1996.

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