A
los habitantes del municipio cincovillés de Castiliscar se les conoce con el
pseudogentilicio de “trimulos”.
Si preguntamos a los castiliscienses
por el significado de este apodo nos dirán que viene a ser un sinónimo de “ignorante”,
“paleto”, “torpe”, “falto de entendimiento”… y un sinfín de sinónimos con el
mismo significado despectivo, dando a entender que los habitantes de este
municipio son gente rústica con un comportamiento tosco, rudo, simple o vulgar;
o sea, lo que habitualmente los aragoneses conocemos como “cazurros”.
Pero la palabra “trimulo” resulta que no es un sinónimo de todos
estos adjetivos y, por no ser, no es ni tan siquiera una palabra, puesto que no
la recoge el diccionario de la lengua española, resultando ser un término
inventado, compuesto por el prefijo tri (tres) y mulo(animal
equino), es decir, “tres mulos”.
Entonces... ¿de dónde viene la palabra “trimulo” que, aunque inventada, es un sustantivo que tiene un significado propio aparentemente
lógico y su desigual cambio significativo cuando se convierte en adjetivo? ( Sólo en la comarca de las Cinco Villas)
El origen de este
pseudogentilicio hay que buscarlo en un suceso real, según cuenta la tradición
oral, ocurrido en los primeros años del pasado siglo, cuando la revolución
industrial entre los siglos XIX-XX trajo a la comarca de las Cinco Villas las
primeras maquinarias agrícolas.
En los inicios del siglo XX ya llegaron a los principales
municipios cincovilleses (Ejea, Tauste, Sádaba…) las primeras segadoras, un
tanto arcaicas y rudimentarias en comparación con las máquinas actuales, pero
que en aquellos tiempos supuso un importantísimo avance para la agricultura de
la zona, reduciendo considerablemente el número de personas dedicadas a la
siega de una parcela y evitando doblar los riñones a los sufridos segadores, es
decir, un ahorro de trabajo humano y de tiempo que permitió la expansión de la
superficie cultivada.
En Castiliscar, a principios de siglo, existió un
conocido agricultor, con varios y extensos campos de cereal, al que le habían
hablado de este nuevo y revolucionario invento de la segadora y que ya se
estaba utilizando en otras zonas de la comarca con el consiguiente ahorro de
tiempo y personal y, por lo tanto, de buena productividad. El de Castiliscar,
reacio a las nuevas técnicas y fiel al estilo tradicional, siguió cosechando
sus campos contratando un buen número de peones para segar sus tierras, hasta
que le convencieron para ver y llevar con sus propias manos uno de esos nuevos
artilugios de siega de los que tanto hablaba la gente.
Hay que decir que estas primeras segadoras, antes
de la aparición de los tractores, eran acarreadas, por medio de arneses, por
una pareja de caballos o mulas. Al castiliciense y sus
acompañantes, muy “cazurros” ellos, no se les ocurrió otra cosa que enganchar
no dos, sino tres mulas a la segadora, un hecho insólito hasta entonces. En
aquel momento, el de Casiliscar se dio cuenta del gran avance que suponía el invento y no dudó en
comprarse una segadora.
Este suceso fue muy comentado en el pueblo y, por
supuesto, en toda la comarca, y supuso que a partir de entonces, por un
hecho cometido por una sola persona, los vecinos de los pueblos cercanos
llamaran “trimulos” a toda la colectividad de Castiliscar, por considerar una "cazurrada" atar tres mulas a la segadora en vez de dos, que era lo más normal y habitual.
Este episodio, recogido de la tradición oral,
también nos lo cuenta el castiliciense Ignacio Bueno Olóriz en su blog donde,
en palabras de su abuelo, pone nombre y apellidos al protagonista de la
historia.[1]
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