No hay ninguna duda que el
territorio de las Altas Cinco Villas fue una zona altamente romanizada.
Infinidad de restos arqueológicos de todo tipo así lo confirman; y que sus
tierras fueron aprovechadas para su cultivo, también; pero igual que sucede
actualmente, los romanos también tuvieron que solventar los problemas de
escasez de agua en la comarca tanto para cultivar los campos como para consumo
ganadero y humano, y es aquí donde la ingeniería de la época Imperial mostró
sus avanzados conocimientos hidráulicos para solucionar los problemas de
abastecimiento de agua. Acueductos, edificios termales, presas, diques y otros
sistemas hidráulicos contribuyeron a solucionar el problema del agua.
En las Cinco Villas
tenemos el ejemplo del acueducto de Los Bañales, con sus termas, o la presa de
Cubalmena en Biota, pero son muy pocos, si no inexistentes, los restos que
quedan de diques romanos en la comarca, lo que no quiere
decir que no existieran, simplemente que no se ha conservado ninguno o que no
han llegado hasta nuestros días resto alguno de estas construcciones, a
excepción de uno en la muga de Castiliscar con el término de Sos del Rey Católico
aunque, lamentablemente, apenas quedan piedras de su fábrica.
El historiador y arqueólogo
Manuel Antonio Martín Bueno estudió hace más de 40 años este dique, cuando
todavía quedaba parte de su estructura, ubicado en el término del Salado, justo
en la frontera de los términos municipales de Castiliscar con Sos. La
construcción servía para almacenar el agua del arroyo de Castiliscar, que fluía
por el barranco del mismo nombre, de caudal irregular pero contínuo, y de otra
serie de barrancos, de carácter estacional, que confluyen en la zona.
Según el profesor Antonio
Martín este dique es, sin duda alguna, de la época Imperial romana, y podría
datarse hacia la mitad del siglo II, aunque pudiera ser anterior, teniendo, “indudablemente, carácter eminentemente agrícola,
aunque no deben de descartarse asimismo sus posibilidades de utilización para
el abastecimiento a construcciones”, como así asevera el historiador
Ignacio Bueno Olóriz en un artículo en Ejea Digital[1]
Planta rectangular del dique (Fuente: Miscelánea Arqueológica) |
La obra fue realizada en
buena sillería, teniendo alguno de sus sillares almohadillados, sobre todo en
la parte frontal, por lo que pueden considerarse como “sillares ornamentales” al tratarse, por decir así, de la “fachada”
de la obra, y estaba formada por tres muros cerrando en rectángulo,
ubicando sus lados largos paralelos al eje de los barrancos que confluyen en el
valle para captar el caudal de los mismos. Desconocemos la longitud total de
los lados largos, pero el lado corto que hace las veces de frontal mide 21,5 m
con un grosor de 2 m en el frente y una altura de unos tres metros.
La unión de los sillares
se realizó mediante “opus caementicium” (mortero y guijarros) de buena calidad
cuidando “cubrir todas las posibles
grietas que pudiesen constituir amenaza para la obra”
Ángulo de la fachada con las huellas de las grapas de sujección (Fuente: Miscelánea Arqueológica) |
Respecto a la descripción
de la obra, continúa el profesor Martín: “
La cimentación se realizó asentando las primeras hiladas en zanja abierta en el
terreno y posiblemente con una preparación previa del mismo para evitar fugas
subterráneas del agua.
En uno de los ángulos se apreciaban huellas de grapas
exteriores, colocadas sin duda ante el peligro de agrietamiento que se había
producido en la fábrica al parecer por las presiones internas o bien por el
fallo del terreno, cosa menos probable.
La solidez de la obra era notable ya que si calculamos que se
conservaban unos 450 metros de muro e ignoramos sus dimensiones originales, el
cómputo de metros cúbicos que quedaban encerrados era considerable para una
obra en la que cada metro de su estructura debía soportar idéntica presión por
el líquido.”
En la parte central de la
“fachada” o zona frontal del rectangular dique, existían dos desagües, “presumiblemente regulables” para
controlar voluntariamente la salida del caudal de agua “ y eran de sección rectangular con una pendiente de salida hacia el
exterior con una continuación al parecer en forma de canal, ya que de este
posible canal quedaba aún el arranque en el muro del dique. La altura de las
aberturas del desagüe era de 1,10 m y estaban revestidas con restos de un “opus
cementicium” más fino, casi “opus signinum” (mortero y teja), lo que le
confería una mayor impermeabilidad, a la par que una mayor resistencia ante la
erosión producida por el agua en su salida. Revestimiento usual en toda
construcción hidráulica romana de una cierta entidad.
La regulación del agua se efectuaría mediante compuertas
metálicas quizás del tipo de corredera, las que hoy se denominan “tajaderas”de
las que no ha quedado resto alguno ni huella en la piedra que nos permita con
seguridad determinar cómo eran.
La distribución exterior, aparte de los canales de salida
mencionados, que ignoramos si estarían cubiertos o no, se efectuaría asimismo por
otros menores o bien el agua vertería directamente a acequias o canalizaciones
en tierra”
Cuando hace años el
profesor Martín pudo observar este magnífico dique la superficie interior del rectángulo que lo conformaba estaba
totalmente cultivada, así como la parte exterior, pero se podía ver claramente
el perímetro del mismo, así como las piedras que lo conformaban y poder
estudiarlas; con posterioridad, y de nuevo debido a la destructora mano del hombre,
todo quedó derruído y reducido a escombros para ampliar el espacio cultivable.
El diario “Aragón Expres”, en su edición del 24 de octubre de 1973 se hizo eco
de ello denunciando en su artículo esta lamentable pérdida de nuestro Parimonio
histórico.
Se sabe que parte de los
sillares del dique fueron vendidos para la construcción del Parador Nacional de
Sos, que empezaba a edificarse para esos años.
Actualmente en El Salado, donde
estuvo el dique, sólo quedan, como muestra de su bimilenaria existencia, unos pocos
sillares que afloran en el suelo.
BIBLIOGRAFÍA
-MARTÍN BUENO, MANUEL ANTONIO. “Dique romano en Cinco Villas”
Miscelánea Arqueológica (Separata) que al profesor Antonio Beltrán dedican sus
discípulos. Librería General. Zaragoza, 1975.
-Periódico Aragón Expres. 24 de Octubre de 1973. “Otro atentado al patrimonio
cultural aragonés” Autor:M.M.B.
En la web:
-Ejeadigital.com. 28/05/2006. Ignacio Bueno Olóriz. “Dique romano
desaparecido en Castiliscar”
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