Con la recuperación
económica y demográfica en España de los siglos XI y XII, ya iniciada en la
última centuria, aparecieron nuevos núcleos urbanos en el territorio peninsular, y si en los ya existentes
se produjo un desplazamiento, bien hacia la llanura o hacia lugares elevados,
siempre estuvo relacionado con cambios de funciones administrativas o, en
algunos casos, estratégicas.
Ciudad medieval amurallada |
El urbanismo en las ciudades medievales fue
muy variado, dependiendo de su origen, desarrollo posterior o emplazamiento
geográfico. Aquellas que poseían un núcleo antiguo se extendieron normalmente
en función de esta aglomeración inicial. Otras nacieron por la presencia y
consecuente necesidad de abastecimiento o defensa de un monasterio o castillo.También
se crearon ciudades de nueva planta a través de la concesión de fueros o cartas
de repoblación por parte de monarcas, obispos, señores o abades. Estas ciudades
normalmente respondían a una planificación lineal, con la iglesia y el castillo
en los dos extremos, o concéntrica, alrededor de la iglesia, como es el caso de
Sos. En el territorio peninsular la creación urbana ofrece aún mayor
variabilidad que en el resto de Europa dada la presencia en las ciudades de más de una civilización: la
cristiana, la musulmana y la judía.
Castillo de Sos. Alrededor del mismo se fueron
construyendo casas y el pueblo fue creciendo.
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En el marco del
camino de Santiago, y gracias sobre todo a la concesión de fueros de
repoblación, asistimos también al surgimiento de ciudades de nueva planta con
un esquema viario regular basado en la cuadratura. Los ejemplos más relevantes
son los de Puente la Reina o Sangüesa, ambos nacidos bajo la iniciativa de
Alfonso I el Batallador. En estas ciudades la vía principal coincide con la
ruta de peregrinación, distribuyéndose a ambos lados de la misma las parcelas
rectangulares de forma perpendicular.
En otras ocasiones
las concesiones o libertades otorgadas por los monarcas motivaban el
resurgimiento de nuevos núcleos urbanos a través de la agrupación de diversos
poblados por razones claramente defensivas, como es el caso de las ciudades de
Salamanca, Segovia o Avila.
Parece ser que el
aumento del número de ciudades no conllevó el nacimiento de nuevas y variadas
tipologías arquitectónicas civiles. El estado de los estudios sobre la
arquitectura civil románica es aún bastante precario, debido tanto al propio
carácter de las construcciones, normalmente en materiales efímeros y en
constante estado de renovación funcional, como al mayor interés prestado a la
arquitectura religiosa. Aún así, y gracias a su carácter monumental, dentro de
los servicios públicos podemos destacar la existencia de hospitales o de baños
públicos.
Por mucho que
insistamos en la supervivencia de la ciudad a través de la Alta Edad Media y
aunque creamos profundamente que la civilización románica es una civilización
de ciudades, hemos de tener en cuenta que éstas dependían económicamente del
campo, y viceversa. Sínodos diocesanos, fiestas, mercados y ferias eran algunas
ocasiones que conectaban el campo con la ciudad. No es de extrañar pues, que
durante el románico se completara la antigua red viaria romana y se
construyeran muchos puentes.
Por la situación
estratégica en la que se hallan y el aparato defensivo con que contaban, hubo núcleos urbanos que se hicieron fuertes y ricos, hasta tal punto que
algunos, como Sos, adquirieron la categoría de villas. Y sobre ellas se
asentaron nobles, comerciantes, labradores o ganaderos que se dotaron de
palacios, casas solariegas y viviendas (con fachadas de sillería o mampostería,
portadas adoveladas, rejas, balconadas torneadas, galerías de arquillos, aleros
de madera…) que sirvieron de modelo a otras casas más sencillas donde se
acomodaron el resto de la población. Fueron creándose así núcleos de un cierto
refinamiento urbano.
Interior de una fortaleza medieval del siglo XI,
donde las viviendas todavía son de madera y paja
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En el marco de la
residencia privada hemos de decir nuevamente que hasta bien entrado el siglo XI
buena parte de las viviendas eran aún realizadas con materiales efímeros,
madera, paja, o cañas, a pesar de que en Barcelona ya se conocen casas con
pisos a finales del siglo X.
[1]
Establés Elduque, José María. “Castillos góticos en Aragón”, en Actas de las II jornadas de castellología
aragonesa: fortificaciones del siglo IX al XX, p. 115. A.R.C.A. Zaragoza,
2006.
BIBLIOGRAFÍA
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-CABAÑERO SUBIZA, BERNABÉ. Los orígenes de la
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los Caballeros (Zaragoza) 1988.
-ESTABLÉS ELDUQUE, JOSÉ MARÍA. “Castillos góticos en Aragón”,
en Actas de las II jornadas de castellología aragonesa: fortificaciones
del siglo IX al XX. A.R.C.A. Zaragoza, 2006.
-LACARRA, JOSÉ MARÍA. El desarrollo urbano de
las ciudades de Navarra y Aragón en la Edad Media. D.G.A. Dpto. de
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-PIEDRAFITA PÉREZ, ELENA. Las Cinco Villas en la
Edad Media (siglos XI al XIII) I.F.C., D.P.Z. Zaragoza, 2005.
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