domingo, 21 de junio de 2015

LEYENDA DEL CRISTO DE CALATORAO

          La leyenda del Cristo de Calatorao forma parte, evidentemente, de la cultura y de las tradiciones de este municipio de la comarca de Valdejalón, pero el final de esta leyenda, según la tradición, tiene lugar en Sos.

EL CRISTO DE CALATORAO

           Cuenta la tradición que un buen día llegó a la villa de Calatorao un peregrino que se encontraba enfermo. La caridad de los vecinos de la villa hizo que este peregrino fuera alimentado y cuidado por ellos.
            Una vez sanado, se había dado cuenta que en la parroquia de la villa no había imagen alguna de Cristo crucificado, por lo que preguntó a los vecinos por la razón de ésta falta de imagen, a lo que le respondieron que sí que se había intentado fabricar una imagen pero que el caso es que no tenían talla alguna de Cristo, sin saber el porqué.
Entonces el peregrino se ofreció públicamente a tallar una imagen de Cristo crucificado en el plazo de tres días. Se retiró a una casa abandonada de la villa y allí se encerró, advirtiendo a la gente que no le molestaran durante los tres días siguientes. Los vecinos se acercaban a la casa para pasarle comida a través de una gatera y notaron que no se oía ningún ruido de sierra, ni estallidos de martillo, ni ruido alguno que desvelara que estaba trabajando.

Cristo de Calatorao

Pasado el plazo de los tres días dado por el peregrino los habitantes de Calatorao se acercaron a la casa-taller para ver el resultado de su obra, sorprendiéndose al entrar a la casa, pues no encontraron al peregrino, hallaron intacta la comida que le suministraron a través de la gatera, tampoco había vestigio alguno de que allí se hubiera trabajado la madera, ni una viruta, ni una astilla, ninguna herramienta, ni restos de ceras o pinturas con que hubiera dado el último retoque a la obra,... pero apoyado en la pared del fondo del local encontraron la imagen de un Cristo crucificado. Era tan bella y perfecta su talla que los más expertos exclamaban que sólo un Ángel podía haber formado tan bellísima obra: todo el cuerpo del Señor perfectamente diseñado, con una inmejorable marcación de venas, arterias, nervios, tendones y ligamentos; las manos y los pies, excelentemente formados, parecían haber sido fabricados a torno, manchados de sangre que parecía real, las espinas de la corona parecían que realmente todavía atormentaban su cabeza...; una talla tan perfecta que causó la admiración de todos los presentes.
Llevaron el Cristo a la iglesia y lo colocaron allí para culto de los fieles y contemplación de tan hermosa obra, proclamando a los cuatro vientos que había sido un Ángel, encarnado en la figura de un peregrino, quien había tallado el Cristo crucificado.
Pasado un tiempo Mosén Antonio Pascual y López, cura de la parroquia de Calatorao, se encontraba quitando el polvo de la imagen del Cristo y al sacudir el trapo con el que limpiaba, éste tocó la corona de espinas e hizo que una de ellas se rompiera y saltara sobre el altar del templo. El Dr. Falcón, que se encontraba en la iglesia en ese momento, se dio también cuenta del pequeño accidente y pensando ambos, médico y párroco, qué hacer con la espina, decidieron repartirse a medias tan Santa porción de la corona.
Días después, hallándose el Dr. Falcón en la villa de Sos, lo llamaron para visitar a una agonizante enferma que estaba maleficiada. El Doctor, ante la imposibilidad de hacer nada para sanarla, se le ocurrió aplicar a la cabeza de la enferma una pequeña bolsita en la que llevaba la porción de la Santa Espina del Cristo de Calatorao, y dando un salto, la que parecía ya difunta, de repente se curó y se puso en pie. Viendo esto el cura de Sos, conjuró al demonio para que le dijera qué contenía la bolsita o relicario aplicado a la agonizante enferma.

Desde entonces al Cristo de Calatorao se le ha llamado también el "Cristo de los endemoniados" considerádolo como el Cristo milagroso que saca los demonios del cuerpo de las mujeres poseídas (con los hombres se metía menos) y al sacarlos les arrancaba los zapatos, las calcillas, los pañuelos de la cabeza o el corsé.
El 14 de septiembre es la festividad de la Cruz del Cristo de Calatorao. Todos los que se creían endemoniados acudían a Calatorao en esta fecha para sufrir el exorcismo y multitud de gente se congregaba alrededor del poseso para presenciar la salida de los demonios, que se materializaban en cualquier objeto personal lanzado por los endemoniados.
Cuando en 1880 se generalizó el ferrocarril, todos los años, para el 14 de septiembre, se fletaban trenes especiales desde Zaragoza a Calatorao.
Prudencio Moreno publica en el año 1883 un trabajo titulado “apuntes histórico-críticos sobre la imagen del Santísimo Cristo de Calatorao” y recoge esta costumbre que fue en aumento hacia los primeros años del siglo XX y duró hasta década de 1950 en la que se suspendió el tren especial que iba a Calatorao.
El Heraldo de Aragón del día 15 de septiembre de 1919 comenta: “...al salir de la iglesia una enemigosa cae a nuestro lado, la cual, después de unas raras convulsiones, como si sufriera un ataque de epilepsia, es retirada por varias personas. Al retirarla, la pobre mujer perdió el pañuelo, formándose alrededor de éste un corro, sin que nadie se atreviera a cogerlo. Aquel pañuelo “tenía los enemigos”





BIBLIOGRAFÍA

En la web:
-www.calatorao.net. Leyendas y costumbres de Calatorao



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