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Pintura del ábside de la iglesia de Santa Lucía(lado del Evangelio) Sos del Rey Católico. |
La
mano y los dedos son utilizados habitualmente como complemento del discurso
oral para expresar sentimientos, emociones o actitudes. Si no existe discurso
oral, dedos y manos se convierten, junto con el rostro, en una de las partes
del cuerpo de mayor capacidad y carga expresiva del lenguaje no verbal.
En
una sociedad medieval, donde la comunicación escrita estaba reducida a un
pequeño porcentaje de la población (clero y clases altas), el lenguaje oral y
los gestos se convirtieron en la principal vía de expresión y comunicación en
todo tipo de relaciones humanas. Pero esta comunicación se hizo más difícil
todavía conforme nuevos comerciantes y gentes venidas de otras partes del
continente europeo intentaban comunicarse con los hispano-hablantes para
vender sus mercancías, comprar o intercambiar algún producto o realizar
cualquier otra transacción del tipo que fuera. Y es aquí donde los gestos toman
un total protagonismo en el lenguaje, convirtiéndose en una “lingua franca” o
vehicular; tanto, que incluso la
civilización medieval ha sido definida en diversas ocasiones como “la
civilización de los gestos”.
El
pensador, orador y educador Marco Fabio Quintiliano(s. I d.C.) decía que la
gesticulación con las manos consigue casi la misma plenitud que tienen las
palabras porque “hablan por sí mismas”, y
sus cuantiosos movimientos “casi exceden
al número de las palabras”.
Del mismo modo, la gesticulación también pasó a formar parte en todo tipo de representaciones
artísticas del Medioevo, convirtiéndose en un valioso recurso visual para una
mayor comprensión, identificación y reconocimiento de lo representado ante el
observador, mostrando posturas, actitudes y gestos muy parecidos a los usados
cotidianamente en la vida real. Y es así cómo representaciones escultóricas,
pictóricas, dibujos miniados y cualquier otro tipo de expresión artística
adquieren un significado cuya interpretación está al alcance de la masiva e iletrada
plebe medieval.
Estas
gesticulaciones con las manos podemos verlas en Sos del Rey Católico en
prácticamente todas las manifestaciones plásticas de su riquísimo patrimonio
artístico; por ejemplo, el Cristo en majestad que preside el tímpano de la
portada de la iglesia se encuentra con la mano levantada en actitud de
bendecir, con la palma hacia afuera y los dedos índice y corazón juntos y
levantados; orantes con las manos juntas en actitud de rezo podemos verlos
también en la portada románica o en diversas escenas de las pinturas murales
conservadas en las demás iglesias de la villa, etc…
Como
dice Quintiliano, son muchos los gestos que pueden realizarse con la mano, pero
en este post nos vamos a centrar tan sólo en una escena de las pinturas murales
de la iglesia de Santa Lucía(ver ermita), concretamente en la que se encuentra
en la zona central del ábside, que lo recorre de izquierda a derecha entre las
dos ventanas laterales y separada por la ventana central en dos zonas iguales,
representando el pasaje de “la Victoria” de La
leyenda dorada descrita por Jacobo de la Vorágine, en la que los cristianos
sipontinos y beneventinos vencen a los ejércitos paganos napolitanos gracias a
la intervención del Arcángel San Miguel, según el texto latino de la Aparitio Sancti Michaelis in Monte Gargano (s.
VI).
En
la parte del lado de la Epístola se encuentra el ejército napolitano y en el
del lado del Evangelio, cuyas pinturas se encuentran mejor conservadas, los
cristianos. Es en este lado donde vamos a centrar la atención.
Dejando
a un lado la calidad artística del dibujo y la pintura, propia del estilo
lineal dentro de la tradición gótica europea, vamos a centrarnos en el tema que
nos ocupa, los gestos, y fijarnos únicamente en éstos, observando cómo un pequeño
y único gesto en esta pintura da vida, comunicación y explicación a una escena
que ocupa una superficie de 1.96m de ancho por 0.63m de alto, en un claro ejemplo de
lenguaje a través de la comunicación gestual pintada.
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Soldado levantando el dedo índice. Iglesia de Santa Lucía (Sos del Rey Católico) |
Lo
primero que vemos al contemplar la escena son doce soldados montados en sus
cabalgaduras, armados y pertrechados con armaduras y escudos. La deficiente perspectiva
y sensación de profundidad de los mismos nos hace verlos en un mismo plano
lineal, pero rápidamente se adivina que hay uno que el artista quiso poner al
frente de todos ellos en actitud de jefe, porque “algo”, en el centro de la
escena, hace que la vista se desvíe hacia allí, es inevitable. Un soldado, con
la cabeza vuelta y el brazo en alto muestra su dedo índice levantado,
ligeramente flexionado hacia él. Alrededor del dedo índice no existe trazo
alguno del resto de líneas o dibujos que conforman la escena, en una clara
intención por parte del artista de centrar la atención en ese soldado y, sobre
todo, en el dedo de su mano que muestra levantado, la clave explicatoria de todo
el conjunto pictórico que, además, coincide con el eje de simetría central de
toda la escena; es decir, no está ahí por casualidad, sino pintado allí a
conciencia para atraer la mirada del observador.
Los
gestos y posturas de las manos en las manifestaciones artísticas nos
transfieren la información que el artista quiere transmitir sobre su obra,
donde los dedos cobran un especial protagonismo. Y entre los numerosos gestos que
pueden realizarse con los dedos, el del dedo índice levantado es uno de los más
elocuentes.
El
uso del dedo índice es un gesto que surgió en el campo de la retórica y la
oratoria en la Edad Antigua, muy usado por maestros y oradores en sus
discursos. Posteriormente fue codificado y transformado en postura en el campo
artístico.
Con el dedo índice extendido se hacen
indicaciones de lugar, se señalan objetos o cosas, se enfatiza o rebate una
idea, se acusa, se manda,…con las innumerables combinaciones en cuanto a su
postura, flexionado o extendido, orientación y combinado con el resto de los
dedos de la mano, su campo de interpretación es amplísimo.
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Escena en la que el Arcángel San Miguel indica el momento de atacar.
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En
el caso de la pintura de la ermita de Santa Lucía, el soldado central levanta el
dedo, ligeramente flexionado hacia el interior, en una actitud de querer
decirnos que es el momento del ataque a las tropas enemigas. Su dedo indica
autoridad, orden, atención, un gesto que, como caudillo y líder de la tropa que
manda, traduce la voluntad de un poder que ordena; es la señal, el momento de
entrar en batalla porque así lo ha indicado el Arcángel San Miguel que, con su
ayuda, los llevará hacia la victoria. (La escena del Arcángel San Miguel indicando
el momento en el que deben atacar a los napolitanos la encontramos en el
extremo izquierdo del friso. En ella se aparece el Arcángel al obispo de los sipontinos, que habían estado rogando por que acudiera en su auxilio).
Imaginemos
por un momento que este soldado estuviera pintado igual que los once restantes,
sin el brazo levantado. No nos sugeriría nada; simplemente estaríamos ante doce
guerreros montados a caballo; ¿De paseo, quizás?. Sin embargo, con un sólo dedo
levantado, el autor escenifica, explica y da sentido a todo el conjunto.
Este
lenguaje gestual, en sus diferentes expresiones, es el que usaron los artistas
de la Edad Media en todas sus obras artísticas para explicarse y poder transmitir e interpretar mejor sus mensajes. Un lenguaje de gestos idéntico y copiado al usado en la
vida real.
El
interés por la gesticulación continuó en el Renacimiento debido a la
importancia que se le daba tanto en el ámbito de la retórica como en el arte. El
gran Leonardo da Vinci decía: “Si las
figuras no son expresión de la vida que el autor quiere imprimir en ellas,
aparecerán doblemente muertas: carentes de vida y de acción”.
BIBLIOGRAFÍA
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