Tras
la guerra de la Independencia y los episodios bélicos sufridos en Sos durante la misma,
la arquitectura de la villa quedó prácticamente destruida. Muchos de sus muros, monumentos
y edificaciones fueron maltrechos y más de sesenta casas derruidas.
Pronto,
sus habitantes, reconstruyeron las destrozadas viviendas y comenzaron a poner
de nuevo el pueblo en pie.
Una
crónica del 11 de junio de 1833 comunica que el Gobernador de Sos, D. Vicente
de Vargas, fue quien puso más empeño e interés en transformar la población de Sos en una de las más bellas de Aragón por
aquellos tiempos, consiguiéndolo en brevísimo tiempo: “ Se han blanqueado las fachadas de las casas, colocándose en ellas y en
las calles azulejos con los nombres de estas,
y las numeraciones de aquellas. Se han construido una muy buena posada, un
juego de pelota, un paseo llamado de las Damas (¿Calle de las Damas?), otro para que los caballeros paseen en el
invierno y otros dos más pequeños al abrigo de los vientos cierzo y bochorno;
se ha empezado a formar una plaza de bastante amplitud, con vista al campo de
Sangüesa; igualmente se ha formado un excelente
lavadero, rodeado con árboles y, finalmente, ha pedido al Gobierno que se
establezca en esta ciudad una hijuela del correo desde Jaca, y el permiso para
construir una carretera desde Sangüesa a Sadava, con la que logrará completar
la felicidad del país”
Posiblemente
fuera este gobernador quien mandó colocar el “famoso” azulejo del Palacio de
Sada; aquel que indica la “habitación en
que nació Fernando el Católico”, pues la referida crónica continua diciendo
sobre D. Vicente de Vargas: “loor eterno
a jefe que en tan corto tiempo ha hecho tanto justamente en la villa en que
nació Fernando el Católico, cuyo nombre dejará bien grabado en sus
habitaciones, pues ha mandado colocar tres azulejos, que marcan el palacio en
que nació tan gran Monarca…”
Con
lo que seguramente no contaba el Gobernador de Vargas era con los estragos que volverían
a sucederse poco tiempo después en la villa, pues los conflictos de los
liberales con las partidas de combatientes realistas empezaban a dejarse notar ya
en la comarca. No llegaría a ser una guerra civil propiamente dicha, pero la
violencia que generaba anunciaba ya la crueldad que se desarrollará poco
después con el estallido de la primera guerra carlista, y de nuevo Sos, debido
a su estratégica situación, sería escenario de numerosos ataques e incursiones carlistas. Por ejemplo, en 1834, tropas de don Carlos saquearon las casas de la Villa, quemaron archivos, documentos, destrozaron fortificaciones, robaron, asesinaron y cometieron toda clase de fechorías, con la
consiguiente degradación y destrucción del paisaje y de sus estructuras poblacionales que habían sido recientemente levantadas y restauradas.