sábado, 22 de enero de 2022

CREENCIAS SELÉNICAS

 

                La luna, como el sol, las estrellas, astros y otros fenómenos astronómicos y celestiales, difíciles de entender en la antigüedad, ha sido, desde siempre, objeto de culto y portadora, bien de buenos augurios o bien de malos presagios y desastres.

            Ritos y creencias ancestrales sobre la luna han perdurado hasta no hace mucho tiempo en nuestro folklore. En el País Vasco, por ejemplo, los niños, en un rito pagano que se pierde en la antigüedad, saludaban la salida de la luna doblando su cintura, inclinando la cabeza y golpeándose los muslos con las manos; al incorporarse, levantaban los brazos, mirando la luna y volvían a inclinarse y a levantar los brazos cantando :

Ya sale la luna,

ya se puso el sol;

ya extiende su capa

Dios Nuestro Señor. [1]

            Pero la luna también ejercía malas influencias en los seres terrenales. Dicen que emboba a los cánidos, de ahí los aullidos de perros y lobos cuando la miran, o la peligrosidad de acercarse a toros y bueyes en luna llena, pues se enfurecen bajo su influjo y hay que esperar a que la luna mengüe para que se amansen.[2]

            Asimismo, dicen que las franjas rojas de la luna son presagio de sucesos sangrientos. Cuentan que los vecinos de Sos del Rey Católico,  en el año 1921, al ver la luna con franjas rojizas, pronosticaron el desastre de Annual a gritos de : “¡pobres soldados!¡Cuánta sangre están derramando en Melilla!”.[3]



[1] José María Iribarren. “El folklore de Sos y la Valdonsella”, p.289.

[2] Ibidem, p.290.

[3] Ibidem, pp.290-291.



BIBLIOGRAFÍA

 

-IRIBARREN, JOSÉ MARÍA. “El folklore de Sos y la Valdonsella”. Historias y costumbres, pp.285-307. Diputación Foral de Navarra. I.P.V. Pamplona, 1956.





"RANUECOS" LOS DE URRIÉS

Renacuajo (foto:quecomenn.com)

               

                   A los habitantes de Urriés se les conoce con el seudogentilicio de ranuecos.[1]

                Como sucede con otros seudogentilicios de muchos pueblos de la comarca cincovillesa, este mote tiene relación con el apreciado y codiciado “líquido elemento”: el agua. Los vecinos colindantes con el pueblo de Urriés, por aquello de “mi pueblo es mejor que el tuyo”,  tienen que presumir y alardear de tener mejores cosechas que ellos porque poseen  más fuentes, mejor calidad de las aguas y mayores recursos hídricos, de ahí que menosprecien la calidad de las aguas de los urriesinos catalalogándolas de criaderos de ranas. Podrían haberles llamado raneros, como a los vecinos de Undués, pero no conformes con ello deciden añadir el sufijo aragonés “-ueco”, un sufijo aminorativo que conlleva un matiz más despectivo, como ballueco, berrueco, torrueco  o pullueco. No tiene el mismo matiz ranero que ranueco; aunque ambos son vituperables, ranueco resulta ser más despreciativo.



[1] : “renacuajo con patas”. Según el vocabulario aragonés del Sobrarbe de Gabriel Tomás Arias. Instituto de Estudios Altoaragoneses. Colección “Cosas Nuestras”, nº 25. Huesca, 1999.



domingo, 19 de diciembre de 2021

UN DESPISTE CENTENARIO

 

La alcaldesa de Sos, el Presidente del Gobierno de Aragón y, firmando, 
el Presidente de la Institución Fernando el Católico.

                                Todos somos humanos y algunas veces cometemos errores y despistes. Estos despistes unas veces se detectan rápidamente y otras se tarda tiempo en descubrir, pero siempre pasan a la historia como meras anécdotas que nos suelen sonsacar una pequeña sonrisa ante el desliz o descuido del sujeto que los originó.

Dedicatoria donde puede
leerse la fecha de 1918.

            Esto es lo que le ocurrió al Presidente de la Institución Fernando el Católico, Carlos Forcadell, el 6 de junio de 2018 en Sos del Rey Católico, fecha en la que se celebró el 50 aniversario de  la Declaración del municipio como Conjunto Histórico Artístico.

               Tras la celebración de los diversos actos programados en la localidad (ver), las autoridades e invitados asistentes pasaron a firmar en el Libro de Honor de la Villa, acto que tuvo lugar en el patio del Ayuntamiento. 

           Tras firmar varios invitados en el Libro, le tocó el turno al Sr. Forcadell, quien tras escribir su dedicatoria, la dató y firmó; pero parece ser que un despiste le jugó una mala pasada al escribir el año, pues lo fechó nada menos que cien años antes, en el 1918. Un pequeño desliz que no deja de ser una mera anécdota recogida en el Libro de Honor del municipio.

domingo, 12 de diciembre de 2021

"ROMPEDORES" Y "JAUTOS" LOS DE VALPALMAS

 


          Cuenta la tradición que durante la guerra de la Independencia se juntaron una cuadrilla de  vecinos de varios pueblos cincovilleses para sorprender y atacar a los franceses que pululaban por la zona.

 En la reunión, no hacían más que hablar, preparar los métodos de ataque y discutir sobre las diferentes maneras de actuar hasta que, harto de tanta palabrería, un mozo de Valpalmas exclamó en voz alta: “ ¡aquí no hay quien rompa! ( inicie, comience los ataques),… y rompieron todos. De ahí que a los vecinos de Valpalmas se les conozca con el pseudogentilicio de “rompedores”.

        Pero claro, este gentilicio no constituye en sí ningún hecho reprobable o humillante para sus habitantes, por lo que los vecinos de los pueblos colindantes buscaron otro gentilicio  que denostara a los valpalmasinos y fuera más vituperable para poder mofarse de ellos. No lo pensaron mucho y, como sucede en otros muchos municipios cincovilleses, se metieron con la falta de alimentos derivada de las malas cosechas, llamándoles “jautos”.

            Jauto es un adjetivo aragonés que se emplea tanto para alimentos como para personas, y significa soso, insulso, sin sabor a nada, en alusión a las comidas “sin sustancia o sabor” con las que los vecinos de Valpalmas se alimentaban por no disponer de los suficientes ingredientes o alimentos con los que poder cocinar y, luego, por extensión, es usado como calificativo de los propios vecinos, ya que un "jauto" es el que come "jautadas".

domingo, 5 de diciembre de 2021

LA PRIMERA RESTAURACIÓN DE SOS

 


           Tras la guerra de la Independencia y los episodios bélicos sufridos en Sos durante la misma, la arquitectura de la villa quedó prácticamente destruida. Muchos de sus muros, monumentos y edificaciones fueron maltrechos y más de sesenta casas derruidas.

Pronto, sus habitantes, reconstruyeron las destrozadas viviendas y comenzaron a poner de nuevo el pueblo en pie.

Una crónica del 11 de junio de 1833 comunica que el Gobernador de Sos, D. Vicente de Vargas, fue quien puso más empeño e interés en transformar la población de Sos en una de las más bellas de Aragón por aquellos tiempos, consiguiéndolo en brevísimo tiempo: “ Se han blanqueado las fachadas de las casas, colocándose en ellas y en las calles  azulejos con los nombres de estas, y las numeraciones de aquellas. Se han construido una muy buena posada, un juego de pelota, un paseo llamado de las Damas (¿Calle de las Damas?), otro para que los caballeros paseen en el invierno y otros dos más pequeños al abrigo de los vientos cierzo y bochorno; se ha empezado a formar una plaza de bastante amplitud, con vista al campo de Sangüesa; igualmente se ha formado un excelente lavadero, rodeado con árboles y, finalmente, ha pedido al Gobierno que se establezca en esta ciudad una hijuela del correo desde Jaca, y el permiso para construir una carretera desde Sangüesa a Sadava, con la que logrará completar la felicidad del país”[1]

              Posiblemente fuera este gobernador quien mandó colocar el “famoso” azulejo del Palacio de Sada; aquel que indica la “habitación en que nació Fernando el Católico”, pues la referida crónica continua diciendo sobre D. Vicente de Vargas: “loor eterno a jefe que en tan corto tiempo ha hecho tanto justamente en la villa en que nació Fernando el Católico, cuyo nombre dejará bien grabado en sus habitaciones, pues ha mandado colocar tres azulejos, que marcan el palacio en que nació tan gran Monarca…”[2]

Con lo que seguramente no contaba el Gobernador de Vargas era con los estragos que volverían a sucederse poco tiempo después en la villa, pues los conflictos de los liberales con las partidas de combatientes realistas empezaban a dejarse notar ya en la comarca. No llegaría a ser una guerra civil propiamente dicha, pero la violencia que generaba anunciaba ya la crueldad que se desarrollará poco después con el estallido de la primera guerra carlista, y de nuevo Sos, debido a su estratégica situación, sería escenario de numerosos ataques e incursiones carlistas. Por ejemplo, en 1834, tropas de don Carlos saquearon las casas de la Villa, quemaron archivos, documentos, destrozaron fortificaciones, robaron, asesinaron y cometieron toda clase de fechorías, con la consiguiente degradación y destrucción del paisaje y de sus estructuras poblacionales que habían sido recientemente levantadas y restauradas.



[1] La Revista Española. 21/06/1833, p. 3

[2] Ibidem