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sábado, 11 de mayo de 2024

FRENTE A LA VENTANA DEL SALÓN QUE MIRA AL CAMPO (Relato corto)

 



                El 10 de mayo de 2024 se celebró en Urriés la primera de las cinco jornadas del Primer Certamen de Relatos Cortos del Festival Literario Nacional "5 Noches Cinco Villas", con un jurado formado por la escritora, líder de opinión y autora teatral, Espido Freire, premio Planeta en 1999; el novelista, poeta y sociólogo Rafael Soler; la poeta y narradora Beatriz Russo; el poeta, ensayista y crítico Manuel Neila y el escritor, crítico literario y articulista Juan Manuel de Prada, premio Planeta en 1997.

                 Uno de los cinco relatos finalistas fue “Frente a la ventana del salón que mira al campo”, de quien suscribe, Manuel Valle, con un relato que transcurre en Sos del Rey Católico.


FRENTE A LA VENTANA DEL SALÓN QUE MIRA AL CAMPO

        

            Sentada en su silla, frente a la ventana del salón que mira al campo, y con la mirada puesta en el horizonte, María fuerza su cansada vista en un intento de divisar, allá a lo lejos, a su esposo y a su padre que, como todos los días, habían ido a trabajar al campo, a uno de los cada vez menos campos de labor que van quedando en la villa aragonesa de Sos del Rey Católico.

             María no recuerda qué día del mes es hoy, pero da igual; no le hace falta saberlo. Ella convive desde siempre con un calendario perpetuo en su interior que nunca falla: ese almanaque agrícola-ga­nadero regido por las faenas del campo según van sucediéndose los solsticios y equinocios en el ciclo anual de la naturaleza, según la posición del sol, de la luna o de las estrellas; así lo aprendió de su padre y de su abuelo. Por eso hoy, igual que ayer, sabe que ya es época de recolección, concretamente la segunda jornada de siega. Da igual que sea día quince o dieciséis, ¡sólo son números!, y lo único que María reconoce y le importa es que una fatigosa y agotadora faena, así como una calurosa y dura jornada, les espe­raba por delante a sus seres más queridos, los hombres de la casa: su padre y su esposo.

             Y como todos los días, sentado junto a ella, Esteban la cuida y mima, cual cristal de Baccarat, con una dulce y esmerada aten­ción e inmejorable afecto.

            —Voy a llevarles la comida;…deben tener mucha ham­bre;…llevan allí desde el amanecer;…¡y el botijo!,…¡que no se me olvide el botijo!,… pa calmar su sed. ¡Pobrecillos!...¡que con la que está cayendo…! —balbuceó María con cara de sufrimiento, mientras Esteban la observa con amargura y gesto de contenido agobio.

            Pasado un rato volvió a farfullar:

             —¡Ya está!¡Qué a gusto se han comido las pochas! Voy a dar de comer a los animales y a sacar el ganado.

            —No. Ya ha trabajado bastante por hoy —le recriminó Este­ban con gran sutileza.

            María le miró sin decir nada, con una rara expresión y la mirada perdida, ausente, excéntrica, de incompren­sión. No entiende por qué no le deja dar de comer a los animales.

            —¡Se morirán si no comen! —sollozó, al mismo tiempo que una lágrima se abría paso, lentamente, entre los pronunciados y curtidos sur­cos nasogenianos de sus arrugadas mejillas. Sufría. Sufría mucho. “¡Los animales tienen que comer!, ¡no pueden quedarse sin su ali­mento!”, repetía incesantemente en su cerebro con angustiosa aflicción. Sufriendo.

        Esteban, sabedor de que no puede hacer otra cosa, le dirige cariñosamente una mirada y una dulce sonrisa, acercando sus la­bios a la húmeda secreción lacrimal para secarla con exquisito amor. Y como si por su aparente fragilidad  fueran a romperse, tomó con máximo cuidado y mimo las octogenarias y marchitas ma­nos de María, entrecruzó sus dedos con los de ella, y con una ligera presión en los mismos le susurró al oído con suma delicadeza:

            —Es hora de ir a dormir.

         —Pero…¡todavía tengo que dar de comer a los animales y limpiar la verdura que comeremos mañana, preparar la cena a los hom­bres, amasar el pan y terminar de coser unos botones de la vieja camisa a cuadros de padre para que se la ponga mañana, porque la de hoy la traerá muy sudada! —gimoteó entrecortadamente entre ingrávidos y tenues quejidos. Sufriendo.

            —No. No quiero que trabaje más, porque cada vez que lo hace, más se agota y se angustia, y no quiero que sufra. Es más, no quiero que trabaje nunca más en su vida; ya ha luchado bastante du­rante muchos años —le reprende Esteban, con dulzura.

            —Pero ¡alguien tendrá que hacer y llevar la comida a la era mientras siegan padre y mi marido! ¡Alguien tendrá que llevarles el botijo para saciar su sed! ¡Alguien tendrá que ocuparse del cerdo, de los conejos y las gallinas! ¡Alguien tendrá que sacar las ovejas a pastar cuando ellos no están en casa! ¡Ordeñarlas, hacer el queso!... ¡Alguien…—dijo con un leve y exiguo hilo de voz.

            No pudo terminar la frase. Se había quedado dormida. El can­sancio se adueñó de la mente de María. Un cansancio que no era físico, sino mental, porque “trabajar” interactuando mentalmente con otras personas, convencida de que es real lo que no es ni existe, le sobrecargaba y fatigaba el cerebro de tal forma que es inevitable que aflore el agotamiento. Y si a esto le añadimos, como dice el doctor, la prolongada y cada vez mayor falta de capacidad cognitiva que sufría María, es totalmente normal que, como todos los días, se quede dormida tras este machacante esfuerzo al que era sometido su desgastado cerebro durante varias horas seguidas a lo largo del día.

            —Felices sueños —le musitó Esteban, mientras la arropaba en su cama y le daba un cariñoso beso de buenas noches en su estriada frente.

            A la mañana siguiente, sentada en su silla, frente a la ventana del salón que mira al campo, María comienza su jornada de trabajo y se dirige a su acompañante:

            —Tengo que ir a por leche a la vaquería; hoy seremos más gente en casa porque viene de Zaragoza mi hijo Esteban, ¡que ese es de buen comer! Habrá que traer, por lo menos, un cuartillo de la mejor leche que tenga la señora Julia. Y tendré que hacer dos o tres viajes a la fuente con la burra y los cántaros de agua, pues apenas queda ya reserva ni en el aljibe ni en las tinajas. Iré a la huerta a por unas acelgas; atizaré el fuego del hogar pa que se vaya calentando el agua del caldero donde pondré a cocer la ver­dura; descascarillaré abundantes almendras pa´l postre y luego marcharé al abejar a recoger la miel de los arnales p´acompañar las almendras. Las haré friticas, con la miel, que a padre y mi querido José les gusta mucho, y a mi hijo Esteban le encantan. ¡Ya verás qué alegría se lleva!, que yo sé que allí, en Zaragoza, no come las almendras como se las preparo yo.

          —No, ya le dije ayer que no quiero que trabaje más, madre.

          —¿Por qué me llamas madre?

          —Porque soy su hijo.

        —No me mientas; mi hijo está en Zaragoza, estudiando en la Uni­versidad que, por cierto, está sacando unas notas estupendas, ¡de sobresaliente! Este año terminará la carrera. Será médico. Médico geriatra. ¡El mejor geriatra de la ciudad! Y antes que nada, voy a preparar la comida pa llevársela a padre y a José, y también les lle­varé el botijo, antes de que el sol caliente más, ¡que hoy también va a apretar el Lorenzo!

            —Le he dicho que no quiero que trabaje más. No quiero que se canse.

            —No me canso, nunca me he cansado trabajando, y ¡tengo que ir!, ¡es mi deber! ¡No los voy a dejar sin comida! Escucha, mozé: sé cuáles han sido siempre, y siguen siendo, mis deberes y obligaciones; mis deberes como mu­jer, madre, hija y esposa. Nunca ha supuesto para mí cansancio al­guno  el atender a mi familia, criar a mi hijo, ayudar en lo que pu­diera en las labores agrícolas, cocinar, coser, cuidar de los animales y sacar  mi casa adelante mientras los demás trabajan en el campo. Lo haría tantas veces como fuera necesario con tal de estar junto a ellos, verlos felices, contentos y agradecidos. No puedo pedir más. Es un regalo que me ha dado la vida.  —respondió María, con ufanía, en un momento de lucidez en medio de ese caos mental que le suponía el no poder discernir con sensatez, a veces, sin que ella se diera cuenta, entre el pasado y el presente, entre lo real y lo irreal.

            —¡Me voy a llevarles la comida y el botijo!

            Esteban ya no le dice nada. No sabe lo que pasa por la ca­beza de María porque ella vive en “otro mundo”, pero sí detecta el sufrimiento que padece cada vez que dice que sale a trabajar o a llevarles comida al campo a los hombres de la casa.

            María sigue sentada en su silla, frente a la ventana del salón que mira al campo, con la mirada perdida en lontananza, como que­riendo distinguir en la distancia, allá a lo lejos, a su padre y a su ma­rido segando el trigo. Padre y esposo por los que trabajó toda su vida sin protestar ni pedir nada a cambio, luchando en un pueblo, Sos del Rey Católico, donde hasta no hace mucho tiempo no era fácil poder subsistir, trabajando duramente de sol a sol en una complicada etapa de la historia y de la vida donde el hambre acechaba a diario en casi todas las casas de los vecinos. Y es en aquella inclemente época donde se había quedado anclada María tras perder hace unos años a su  padre y su esposo  en un trágico y desgraciado accidente; pero ambos todavía seguían vivos y activos en su nublada y confusa mente, donde, a pasos agigantados, su cerebro en­cogía y morían día tras día, gradual y progresivamente, cientos de neuro­nas que durante toda su vida, y hasta hace poco tiempo, tan bien le habían funcionado, desgastando, debilitando y anulando poco a poco y sin piedad, la razón, y con ella su dignísima integridad moral y los valores humanos y personales que siempre le acompañaron e identificaron como una mujer trabajadora, modélica y ejemplar.

            —¿Ya les ha llevado la comida?

            —Sí —responde contenta María —les quedan cinco o seis horas para terminar de segar el campo. Me han dicho que cuando acaben descansarán, y allí mismo, bajo un chaparro, echarán una siesta.

            —Descanse usted también, madre —le dijo Esteban mientras le besaba con ternura en la frente.

            Al día siguiente, María, sentada en su silla frente a la ventana del salón  que mira al campo, otea a lo lejos esperando ver regresar a los hombres de la casa. Está preocupada. “Esta noche no han ve­nido a dormir. No los he visto; y tampoco parece que estén en la era; no veo a nadie. ¿Se habrán quedado dormidos en el campo?”, piensa, mientras los párpados, poco a poco, le van pesando cada vez más y, lentamente, se fueron cerrando, al mismo tiempo que los latidos de su corazón se iban debilitando y la cadencia rítmica de los mismos disminuía paulatinamente.

            María, dulcemente, cerró sus ojos por última vez, suplicando a Dios que no hubieran tenido ningún percance en el campo los dos hombres de su casa, los dos hombres de su vida. Mientras, Esteban, con las pupi­las humedecidas, sin poder evitar derramar las lágrimas y acompa­ñado por dos mujeres uniformadas con bata blanca, llevó a María a su habitación. Allí, en silencio, Esteban intenta paliar su amargo dolor recordando el incondicional amor que su madre consagró siempre hacia toda la familia; la sabiduría que adquirió en su larga vida aunque jamás fue a la escuela; los sabios y buenos con­sejos que siempre le dio desde la niñez; la alegría y el fabuloso am­biente que reinaba en el hogar gracias al buen humor que siempre dispensaba, aun cuando la situación económica familiar nunca fue muy boyante; el importante esfuerzo que tuvo que hacer y la de tantas co­sas a las que tuvo que renunciar para que él pudiera estudiar y ter­minar la carrera; esa madre que tanto trabajó y se sacrificó por su familia hasta el último aliento de su vida, que incluso cuando esa terrible enfermedad la estaba consumiendo, seguía trabajando y sufriendo lo mismo que trabajó y sufrió durante toda su vida, pero esta vez lo hacía sentada, en su silla, frente a la ventana del salón que da al campo. Allí pasaba largas horas reviviendo, sintiendo y sufriendo, como si fuera real, toda la intensa actividad que hasta no hace mucho tiempo desempeñó día a día en su humilde caserío de Sos del Rey Católico, donde se levantaba antes del amanecer para iniciar una jornada que no acabaría hasta después de ponerse el sol. Y ahora siguió trabajando y sufriendo más que nunca en unos cam­pos vacíos, yermos, que llevaban ya años sin labrar, abandonados, pero que ella veía fértiles y sembrados.  ¡Jamás había padecido tanto! ¡Maldito alzheimer!

            Cada vez quedan menos campos para segar en Sos. La emigra­ción a las ciudades es una realidad manifiesta. Cada vez quedan menos Marías, luchadoras por naturaleza durante toda su vida, al frente de las labores del caserío, sin dejar por ello, igualmente, las faenas pro­pias del hogar, en una continua y sufrida lucha de pura superviven­cia en pro del grupo familiar. Ellas segaban, trillaban, espigaban, prepa­raban la comida, fregaban, iban a por agua a la fuente, al río o al lavadero a lavar la ropa, fabricaban el jabón, el pan, descascarilla­ban frutos secos, embotaban, se ocupaban de las gallinas, conejos, cerdos, ca­bras, ovejas, cosían, zurcían, bordaban…, mujeres de acero que nunca tuvieron que lidiar con la estupidez de los este­reotipos y las absurdas discriminaciones por pertenecer a una determinada clase de género. En el mundo rural eso no tiene cabida; no importa en ab­soluto; no hay tiempo para esas bobadas; aquí se trata de ganar el pan diario, de sacar las castañas del fuego, da igual quién las saque; el hecho es que hay que sacarlas. ¡Qué más da que sea hombre o mujer!

               Hoy, María, ya no sufre frente a la ventana del salón de la Resi­dencia de la Tercera Edad que mira al campo, allí, en Sos del Rey Católico. Ahora, por fin es feliz, como siempre lo fue, junto a los suyos, en el campo; pero ahora disfruta en otro campo muy distinto que no pertenece a este mundo.

            La silla de María frente a la ventana del salón que mira al campo se encuentra vacía. Mañana es muy probable que otra lu­chadora, otra de las últimas mujeres de nuestro agonizante campo, otra María, ocupe su lugar.

 



domingo, 5 de mayo de 2024

ESCUDO Y BANDERA DE CAMPO REAL (SOS DEL REY CATOLICO)

 



El pasado 1º de mayo, en un sencillo, pero significativo, acto, tuvo lugar, en la entidad sosiense de Campo Real, la presentación del es­cudo de armas y bandera de la localidad.

Teniendo en cuenta los criterios de diseño, simbología y estética establecidos por la Ciencia Heráldica y la Vexilología, el escudo y la bandera de Campo Real, presentan la siguiente simbología heráldica:

            Escudo de armas: cuadrilongo de base redondeada, según empleaban los antiguos reyes de Aragón. Tajado [dividido en dos mitades: partido en diagonal del ángulo siniestro del jefe (ángulo superior derecho según lo vemos de frente) al ángulo diestro de la punta ( ángulo inferior izquierdo según lo vemos de frente)  Cuartel 1º (división de la izquierda): en campo de azur (azul), una torre de iglesia, de oro(amarillo), haciendo referencia a la torre de la iglesia de la localidad (iglesia de San José artesano), con la que guarda gran parecido; y en el cuartel 2º (división de la derecha), en campo de sinople (verde), una columna jónica, de plata( blanco), haciendo referencia al pasado romano de la zona, donde han aparecido numerosos vestigios romanos.

Bandera: Posee los mismos emblemas que el escudo. En un paño de proporciones 2:3( dos partes de ancho por tres partes de largo), por mitad en alto, en el triángulo al asta, en azur, la torre de la iglesia, de oro; y en el triángulo al batiente, en verde, una columna jónica, blanca.

        Al timbre, corona real cerrada


 

domingo, 14 de abril de 2024

LA OFICINA DE TURISMO DE SOS DEL REY CATÓLICO

 

                              



          En respuesta a los que preguntáis si hay oficina de turismo en Sos, deciros que sí. Sos del Rey Católico tiene una preciosa oficina de turismo. Se encuentra ubicada en la casa-palacio de Sada, lugar de nacimiento de Fernando "el Católico" y actualmente Centro de Interpretación, donde allí mismo podréis contratar la visita guiada a la villa e informaros de otros paseos, excursiones y servicios, y donde os ofrecerán una completísima información, tanto del municipio como de toda la comarca.

          En este enlace tenéis la página web de la oficina de turismo de Sos del Rey Católico con toda la información. https://www.oficinaturismososdelreycatolico.com/

        Recordad que los días de visitas y horarios pueden sufrir cambios; conviene que lo verifiquéis con antelación.


Entrada al Palacio de Sada. Sos del Rey Católico.


sábado, 30 de marzo de 2024

EL BATALLÓN DE LOS PROVINCIALES DE HUESCA. INSCRIPCIÓN EN EL CASTILLO

 

Inscripción en el torreón circular del castillo de Sos del Rey Católico (Zaragoza)

              En el torreón circular del castillo de Sos del Rey Católico hay una inscripción que Loli Ibañez consiguió descifrar en el año 2021.

                 Confieso que yo también estaba intrigado por saber qué ponía en dicha inscripción. Llevaba años dándole vueltas y solo malinterpretaba lo mismo que, en un principio, leía Loli: ”…los pio,… de lospio….” Lo que sí tenía claro era que el final de la inscripción cerraba con la palabra “Huesca”. Pero de ahí no avanzaba más. No había forma de interpretarla.

                   Por fin Loli dio con la solución: “Btes (Batallones) de los provinciales de Huesca”, añadiendo que es una inscripción de mediados del siglo XIX haciendo alusión al período de las guerras carlistas.(ver)

               

Torreón circular. Castillo de Sos.

              Y tenía toda la razón. Efectivamente, la inscripción parece corresponder a los años de mitad de siglo XIX, y podemos decir que es posterior a la finalización "oficial" de la primera guerra carlista (1840) pues, a tenor de los datos que disponemos sobre los batallones de las milicias provinciales de entonces, el batallón de los Provinciales de Huesca se constituyó con posterioridad a esta fecha, concretamente en 1841.

             La inscripción está tallada en una única piedra y mide 47cm. de largo por 22cm. de ancho, dividida en tres partes longitudinales de diferentes anchuras, de modo que aparentan como tres líneas, de arriba a abajo, de 6, 9 y 7 cm. de anchura respectivamente, donde la primera línea es totalmente ilegible debido al desgaste, la erosión y el paso del tiempo. La parte legible corresponde a la segunda y tercera línea, donde puede leerse: "Bta. de los pro" en la segunda línea, y "vinciales de Huesca" en la tercera. Bajo esta inscripción hay otra piedra de 30 cm de largo por 12 de ancho que también contiene otra inscripción, pero resulta totalmente indescifrable.

         En relación al cuerpo legible de la inscripción, podríamos decir que la primera palabra abreviada podría estar en singular y no en plural porque, a diferencia de otras provincias más grandes en cuanto a población se refiere y que, lógicamente, disponían de más batallones, realmente en Huesca sólo existió “UN” batallón de milicias, y no dos o más. Es por esto que la letra contigua a la “B” y la “t” podría ser, sencillamente, una “a” o una “o” de “Batallón”(en singular); “Batallón de los Provinciales de Huesca”, porque, como confirmaremos más adelante, sólo existió un único batallón.(Personalmente, por los trazos de la letra, me inclino más por la "a" que por la "o"). En alguna de las dos partes ininteligibles de la inscripción (la primera línea y la piedra de abajo) es muy probable que estuviera inscrito el número del batallón del cuerpo de milicias de Huesca que se acuarteló en Sos en el siglo XIX.


          Las milicias provinciales eran cuerpos de infantería con gente civil reclutada de la reserva o voluntarios de ciudades, villas y pueblos que, prácticamente, no tomaban las armas; se encargaban de proteger las ciudades o pueblos mientras las fuerzas de choque o el ejército activo era el que verdaderamente daba la cara y se enfrentaba con el enemigo. Los batallones provinciales recibían instrucción pero solo actuaban en caso de extrema necesidad. Asímismo, durante los períodos de paz, estos batallones permanecieron acuartelados en los pueblos y ciudades como ayuda al mantenimiento del orden y la paz en la localidad y alrededores.

           Históricamente, la creación de las milicias provinciales se debe a Carlos I, pero quien las impulsó considerablemente y ordenó su establecimiento en toda España fue su hijo, Felipe II. En un principio, en su origen, estaban dedicados a la defensa interior del Reino, aunque ocasionalmente también actuaron en el exterior (Portugal, Italia…). A partir de 1637, con Felipe IV,  y con motivo de la guerra con Francia, las milicias provinciales se organizaron en Tercios, pero será Felipe V, casi un siglo más tarde, quien potenció definitivamente estas unidades, promulgando un primer reglamento en 1704, en el que ordenaba crear 50 regimientos en las 17 provincias en las que se dividía el Reino de Castilla. Cada uno contaría con 12 compañías que contabilizaban un total de 551 soldados y oficiales, llegando en los años de la Guerra de Sucesión hasta el número de cien regimientos. Las Reales Ordenanzas de 31 de enero de 1734 dispusieron la reducción a 33 regimientos de milicias, compuestos de ocho compañías con un total de 800 hombres de tropa, distribuidos por todas las provincias de la Corona de Castilla. Dependían de un Inspector General de Milicias y de un Estado Mayor General. Durante el reinado de Fernando VI (1746-1759) se crean también regimientos de milicias en Aragón, Cataluña y Valencia. El 18 de Noviembre de 1766 se publica un nuevo reglamento para las Milicias Provinciales, cuyos regimientos se aumentan hasta 42, organizados en un único batallón con ocho compañías de fusileros, una de granaderos, otra de cazadores y la Plana Mayor del Regimiento, con un total de unos 720 miembros[1].

          Terminada la primera guerra carlista (1840) fueron reformadas las Milicias Provinciales creándose, por vez primera, Regimientos con nombres de provincias aragonesas: 47º Huesca, 48º Zaragoza y 49º Teruel. Concretamente estos batallones de infantería se crearon en 1841. Posteriormente, en 1846, tomaron el nombre de “cuerpos de reserva del ejército” y se llamó “Regimiento de Reserva nº 16” formado por los batallones: 46º Huesca, 47º Zaragoza y 48º Teruel. En el año 1847 se disuelve su Plana Mayor y vuelven a quedar independientes los batallones. En 1855 aumentaron los batallones y los correspondientes a Aragón serían: 54º Huesca, 55º Zaragoza y 56º Teruel, a los que se añadirán 66º Calatayud y 67º Alcañiz. Finalmente, en 1867 quedan disueltas definitivamente todas las milicias provinciales de España al dictarse la nueva ordenanza para reorganizar el ejército activo y el de reserva, pero ocho años después, por R. D. de 5-IV-1875 volvieron a crearse las Milicias Provinciales. Los Batallones aragoneses eran en esta ocasión, y por un período de dos años, los mismos que cuando se crearon en 1841: Batallón Provincial n.° 47 Huesca (1875-1877) Batallón Provincial n.° 48 Zaragoza (1875-1877) y nº 49 Teruel (1875-1877).

              Observamos cómo el “Batallón de Provinciales de Huesca" nº 47 fue creado en 1841 y no hubo ninguno más, por lo que se deduce que la inscripción del torreón del castillo tiene que ser, como mínimo, de 1841 y anterior a la fecha de disolución del mismo (1877). 

Torre del homenaje y torreón circular.
Castillo de Sos del Rey Católico

                  Sobre la primera guerra carlista y las tropas que se instalaron en Sos ya hemos hablado en otra ocasión (ver), pero sirva el siguiente resumen para hacernos una idea del extraordinario movimiento de tropas que había en la villa. Solamente durante el período de la primera guerra carlista (siete años) se instalaron en Sos: una unidad de “caballería de Borbón”, otra de infantería del “12 de línea”, un batallón de tiradores y otro de caballería de “flanqueadores de Navarra” al mando del capitán Iriarte, una brigada de combatientes del capitán Suárez, dos escuadrones de caballería del capitán General Marcelino Oráa, otro escuadrón de “caballería de Borbón” al mando del comandante José García y tropas de infantería del brigadier Linares con una columna de 900 hombres, un batallón del general Aldana, otro del coronel Coba, otro del capitán de “lanceros de Isabel II” Mariano Sanz,y un batallón de "tiradoes de Isabel II", el general de la división auxiliar argelina con su 6º batallón y Estado Mayor, el batallón 1º de granaderos de Zaragoza, la 1ª compañía de carabineros, la 1ª de cazadores y la 1ª de tiradores también de Zaragoza, el 13º batallón de Mallorca y un batallón de “Nacionales de Zaragoza”, dos batallones de Africa, un batallón de "América" y otros dos de los indeseables franceses de la “Legión Extranjera” al mando del barón de Suarce, y varios batallones más de infantería y caballería con más de 10.000 unidades en total.

            Otras y muchas fuerzas militares más pasaron por Sos en este corto período de siete años que duró la primera guerra carlista, por lo que el servicio de control y vigilancia de un sencillo batallón de voluntarios provinciales casi como que estorbaba. Por eso, a tenor de la ingente cantidad de soldados y tropas profesionales de diversos cuerpos y ejércitos que se dieron cita en la villa para hacer frente a los numerosos ataques de los facciosos enemigos, es bastante improbable que un batallón de voluntarios permaneciera en Sos durante la guerra. 

            Sin embargo, en períodos de paz sí que tuvieron plena actividad y efectividad (a partir de 1840). Aunque Sos era un pueblo más bien pequeño (por aquel entonces contaba aproximadamente con unos 2.500 habitantes), tenía su propio batallón de milicias, del que nos han llegado los nombres de los voluntarios que lo formaban a finales de 1842:

 Jefes, oficiales y suboficiales de la milicia nacional nº 17 de Sos. Año 1842

-Brigadier primer comandante: Patricio Domínguez

-Segundo comandante: Rodrigo López de Artieda. Ayudante: Pedro Ponz

-Capitanes: Joaquín Ballario, Silverio Bueno, Joaquín Sánchez, Isidoro Gil.

-Tenientes: Nicolás Tutor, Antonio Muro, Mariano Arceiz, Basilio Asensio.

-Subtenientes: Antonio García, José Martínez.

-Sargentos: José Alastruey, Antonio Gaztelu.

-Cabos y soldados: Manuel Moreno, Jorge Fuertes, Salvador Fanteva, Manuel Berges y Francisco de Laca.

              El hecho de que, oficialmente, la primera guerra carlista se dé por terminada en 1840 no quiere decir que Sos y su comarca estuviera libre de incursiones carlistas y de bandoleros, pues, aunque en menor escala y con menos frecuencia, siguieron existiendo escaramuzas e insurecciones carlistas en el transcurso de todo el siglo XIX. La milicia Provincial nº 17 de Sos resultaba insuficiente para mantener a raya a estos pocos facciosos, por lo que, al parecer, el Gobernador de Sos reforzó el puesto de vigilancia con el recién creado batallón de Provinciales nº 47 de Huesca quienes, para dejar constancia de su apoyo y ayuda a la villa de Sos, grabaron en una piedra del castillo el nombre de su batallón, que es el que podemos observar ahora: " Batallón de los Provinciales de Huesca". Como antes se ha dicho, es muy probable que la parte ilegible de la inscripción haga alusión al nº 47 con que se identificaba el batallón de los Provinciales de Huesca, que en el año 1842 se encontraba bajo el mando del teniente coronel D. José Antonio Hernández[2].

            Igualmente, es bastante probable que la piedra que contiene la inscripción, y que actualmente vemos en el torreón circular del castillo, no corresponda con su primigenia ubicación y se haya recolocado allí en alguna reforma o restauración posterior del castillo, pero no es menos cierto que su lugar original no estaría muy lejos de aquí, puesto que el castillo, igual que durante la Edad Media, seguía sirviendo de atalaya y lugar de acuartelamiento de las tropas del ejército. Hay que tener en cuenta que Sos del Rey Católico quedó enormemente devastado tras la guerra de la Independencia, pero gracias al impulso del Gobernador de Sos, Vicente de Vargas, fue totalmente restaurado, castillo incluido.

Lugar de la inscripción (marcado en rojo)

             Todavía quedan más inscripciones en Sos del Rey Católico por descifrar, o interpretar, pero poco a poco, unos u otros, vecinos o investigadores, con insistencia, mucha dosis de paciencia y muchísimos pasos en falso, al final damos con el enigma, que es lo que nos satisface. Como dice Loli: "¡una menos!".

                 ¡Vamos a por la siguiente!

           




[1] “Regimiento de Milicias Provinciales de Lorca”: historia constitucional de las Milicias Provinciales. Archivo General de la Región de Murcia. Doc. ES.30030.AGRM/29

[2] "El Correo Nacional", 1º de Mayo de 1842.






BIBLIOGRAFÍA

-de OZCARIZ, D.H. Historia de las milicias provinciales, de su origen… Imprenta de Ramón Santacana. Madrid, 1852.

-SORANDO MUZÁS, LUIS; GUIRAO LARRAÑAGA, RAMÓN. “Botones militares aragoneses”. Rev. Emblemata, nº 2, pp. 143-163.

-Periódico "El Correo Nacional". 1º de Mayo de 1842.


En la web:

-Archivo General de la Región de Murcia. "Regimiento de Milicias Provinciales de Lorca" Doc.  ES.30030.AGRM/29

-Loli Ibañez. Blog de la Ruta del Tiempo. "¡Una menos!"

 https://www.rutadeltiempo.es/una-menos/

-Manuel Valle (blog). “Tropas en Sos durante la primera guerra carlista”. https://villadesosdelreycatolico.blogspot.com/2014/11/tropas-en-sos-durante-la-primera-guerra.html

-Milicia provincial. 1842. Caballipedia. http://caballipedia.es/1842


lunes, 11 de marzo de 2024

MERCADO JORNADAS FERNANDINAS 2024

 


Un año más se ha celebrado el mercado medieval en las Jornadas Fernandinas de Sos del Católico en conmemoración del nacimiento del rey Fernando II de Aragón.

Veintiuno han sido los artistas y artesanos que nos han visitado este año, alguno menos de lo que viene siendo habitual debido al mal tiempo que pronosticaban los medios de comunicación y que luego hemos podido comprobar que este alarmismo no ha sido para tanto.

A pesar de ello, y como siempre, el mercado y la afluencia de gente ha sido un éxito.

Tengo que lamentar no poder incluir en el reportaje ninguna fotografía de los puestos de los artesanos que nos visitaron por unos errores en los archivos de la cámara fotográfica; eso sí, los nombres comerciales y actividad de todos y cada uno de ellos los expongo a continuación y son los siguientes:



-ENUI. Cosmética natural. San Sebastián.

-ALAUDO. Macramé. Huesca.

-ONZE. Joyería en plata. Leciñena (Zaragoza)

-LA PRINCESA DE LAS DUNAS. Aromaterapia. Huesca.

-ARCADIO CARA PUEYO. Artesanía en madera. Iturgoien (Navarra)

-LOS CAPRICHOS DE MONA. Inciensos y minerales. Zaragoza.

-ORGON ARTE. Artesanía con organitas.

-LEEZ. Artesanía en madera y arcilla polimérica. Ayesa (Navarra)

-KMIKZE. Personalización de camisetas. Zaragoza.

-MUSHI´S THINGS. Artesanía textil. Zaragoza.

-EL HADA BLANCA. Artesanía, sacos térmicos y minerales. Huesca.

-VICTORIA MARTÍN. Mochilas y bolsos. Logroño.

-MANUEL VALLE.Escritor divulgador de Sos del Rey Católico. Zaragoza.

-SINGULAR. Artes gráficas. La Puebla de Alfindén (Zaragoza)

-FARDALEJOS YOLI. Fardalejos. Rincón de Soto (La Rioja)

-LAS TRES SIERRAS. Quesos. Cientruénigo (Navarra)

-GRANJA EL MORO. Quesos. Figarol (Navarra)

-SALAZONERA ARAGONESA. Salazones y quesos. Albalate del Arzobispo (Teruel)

-MUSIKUS. Instrumentos con caña. Garrapinillos (Zaragoza)

-JOYERÍA ISIDRO PEIRON. Artesanía en plata. Pueyo de Santa Cruz, (Huesca)

-NIHSIMA. Productos naturales. Poyo del Cid (Teruel)

 

Muchas gracias a todos por vuestra participación e implicación y ¡hasta el próximo año!

domingo, 3 de marzo de 2024

CONCIERTO DE "TEMPUS FUGIT"

 

"Tempus fugit" en el Palacio Español de Niño (Sos del Rey Católico)


        

“Tempus fugit”: “El tiempo pasa”, “el tiempo vuela”…Y eso es, precisamente, lo que los dos componentes de este grupo musical, que toma su nombre de una famosa frase atribuible al poeta romano Virgilio, nos recordaron el domingo, día 3, en su actuación en el Palacio Español de Niño el último día de la celebración de las Jornadas Fernandinas en Sos del Rey Católico.

          Un recorrido en el tiempo a través de la música que los dos componentes del grupo, Jorge Sangorrín García y Fran Martínez de Osaba, hicieron que nos transportásemos en el tiempo a las más diversas culturas y etapas de nuestra existencia, desde la cultura gaélica, con música tradicional irlandesa, hasta el más moderno folf-rock, pasando por la música medieval, trovadoresca, hebrea o sefardita,  danzas renacentistas, barrocas, canciones folklóricas, jotas…, al más puro estilo de eclecticismo musical.

           Y para tocar todo este amplísimo repertorio musical y darle vida acorde con su tiempo, no podía faltar la instrumentación, también acorde con su época o temporalidad y sus característicos estilos musicales.

         En este sentido, hay que decir que en la maleta de Jorge y Fran había toda clase de instrumentos de diferentes procedencias y épocas : flauta barroca, flauta de fa, flauta de pico, flauta travesera, flautín, flaviol, diversos tipos de gaitas (gaitas de codo, gaida, gaita, cornamusa, gaita encelada…),clarinetto, cromorno, cuerno, ravel, banjo, mandolina, guitalele, violín, saz, toda clase de guitarras (española, acústica, eléctrica, bajo eléctrico…) ukelele, dúlcimer….y un sinfín más de instrumentos de cuerda y viento, por no hablar de la gran cantidad de instrumentos e implementos de percusión (panderos, panderetas, cascabeles, platos, platillos, castañuelas,…)

         Como tocar todos era tarea imposible, hoy nos han deleitado con la flauta, zanfoña, flauta travesera, ukelele, mandolina, violín, ocarina, cromorno, flauta renacentista, guitarra clásica, bajo eléctrico, guitarra eléctrica, pandero y flautín (pido perdón si se me he olvidado alguno, aunque creo que la muestra es más que suficiente).

Con todos los ingredientes descritos, el viaje en el tiempo estaba asegurado, sólo hacía falta dejarse llevar por la magia de la música, cerrar los ojos y comprobar que el “tempus fugit”.

Gracias, Jorge y Fran, por habernos hecho pasar un rato tan agradable e inolvidable.

Fran tocando dos flautas a la vez









CONCIERTO DE ARA MUNDI

 

Ara Mundi (Javier Arés y Francisco Ballarín) en el Palacio Español de Niño (Sos del Rey Católico)

                 El día 2 de marzo pudimos disfrutar en el Palacio Español de Niño un concierto del dúo Ara Mundi, formado por el contratenor Javier Arés y el músico multiinstrumentista Francisco Ballarín, tocando  una serie de curiosos instrumentos étnicos de todo el mundo, como el handpan europeo, un armonio indio, la lira china, el yembé africano, el didyeridú australiano (didgeridoo, en inglés) o el palo de lluvia mexicano, algunos de ellos muy arcaicos, de antiguas civilizaciones. 

    Sobre la base de cantos gregorianos y polifonías medievales, Javier y Francisco interpretaron con maestría diversos temas que envolvieron el Palacio de Niño en un halo espiritual donde cada oyente elevaba su alma, a su manera, a un mundo superior  en un clima relajado, extrasensorial y emocional. Una forma distinta de vivir y sentir la música que no dejó a nadie indiferente. El envolvente sonido místico de los diferentes instrumentos, junto a la monofónica escala de los litúrgicos cantos gregorianos solemnemente interpretados por la magistral voz de Javier, llegó a atrapar al público asistente casi en una experiencia, como diría Enrique Iglesias, religiosa, cautivando incluso hasta el más radical de los melófobos.

Palo de lluvia (México)
Dirediyú (Australia)

Armonio indio

Yembé (África)

Lira china

Handpan (Europa,