Las comidas de los señores feudales eran auténticos banquetes pantagruélicos.
Carnes, pescados, aves, frutas, verduras, quesos, frutos secos, dulces,...todo
lo que el señor podía disponer era cocinado y presentado a los comensales, lo
que no implicaba que éstos tuvieran que comer de todo, sino que se ofrecía a
modo de “self service”, donde cada invitado comía lo que le apetecía, o hasta
donde su estómago le permitiera.
En los castillos medievales la cocina solía estar ubicada en el patio, formada
por un gran hogar con una chimenea amplia y alta, alejada del resto de
dependencias para evitar incendios, y rodeada de otros edificios
complementarios a ella, como el horno de pan, la bodega o la despensa. En la
cocina solía haber más de 10 personas, pues la cantidad de viandas a cocinar
eran desmesuradas.
Los comensales se situaban alrededor de la mesa según su estatus social, con
la punta de sus dagas o puñales cogían, de los grandes platos donde se sacaba
la comida, la parte que se iban a comer y la dejaban en un gran pan individual
que hacía las funciones de plato. Si la pieza servida era grande, pues
generalmente los animales se servían enteros, el anfitrión previamente la
cortaba en trozos más pequeños con su espada.
El vino, generalmente de poca graduación, se servía en copas o vasos de
metal o de maderas nobles. Al final de la comida servían otro tipo de vino
perfumado con miel y especias. La miel y las especias eran muy usadas, pues los
castillos medievales solían tener sus propios panales, y las especias se
utilizaban prácticamente en todos los guisos, unas veces para aromatizar y
condimentar el plato y otras para disimular el olor de la carne caducada.
Estaba bien visto comer con tres dedos de la mano y, a falta de
servilletas, se usaba la caída del mantel para limpiarse (todo un placer)
Como ejemplo
de un menú de las copiosas comilonas medievales transcribimos una “merienda”
que realizó en 1623 el célebre cocinero del rey Felipe III, Francisco Martínez
Montiño, y que recogió en su libro Arte
de cocina.
“Una merienda”(sic.)
Perniles cocidos.
Capones, o pabos asados
calientes.
Pastelones de ternera, pollos, y cañas calientes.
Empanadas inglesas.
Pichones y torreznos
asados.
Perdices asadas.
Bollos maimones, o de vacía.
Empanadas de gazapos en
masa dulce.
Lenguas, salchichones y
cecinas.
Gigotes de capones
sobre sopas de natas.
Tortas de manjar
blanco, natas, y mazapán.
Hojaldres rellenos.
Salchichones de lechones
enteros.
Capones rellenos fríos,
sobre alfitete frío.
Empanadas de pabos.
Tortillas de huevos, torreznos, y picatostes calientes.
Empanadas de benazón.
Cazuelas de pies de
puercos con piñones.
Salpicones de vaca, y
tocino magro.
Empanadas de truchas.
Costradas de
limoncillos, y huevos mejidos.
Conejos en huerta.
Empanadas de liebres.
Fruta de prestiños.
Truchas cocidas.
Noclos de masa dulce.
Panecillos rellenos de
masa de levadura.
Platos de frutas
verdes.
Gileas blancas, y
tintas.
Fruta rellena.
Empanadas de perdices
en masa de bollos.
Buñuelos de manjar
blanco, y frutillas de lo mismo.
Empanadillas de cuajada,
o ginebradas.
Truchas en escabeche.
Plato de papín tostada
con cañas.
Solomos de vaca rellenos.
Cuajada de platos.
Almojavanas.
Y termina diciendo:
Si la
merienda fuere un poco tarde, con servir pastelones de ollas podridas, pasará
por cena. Ensaladas, frutas y conservas, no hay para qué ponerlas aquí, pues se
sabe que se ha de servir de todo lo que se hallare, conforme al tiempo en que
se hiciere la merienda...
Pues ahí queda eso, si os quedáis con hambre no os
preocupéis, que unos pastelones de ollas podridas “podrán pasar por cena” y terminarán
de saciar vuestro apetito. “Buen provecho”.
No obstante la comida de los señores feudales no
distaba mucho de las comidas reales en los siglos posteriores, a tenor de una olla
podrida que le sirvieron al rey Fernando VI y que estaba compuesta por los
siguientes ingredientes:
-8 libras de vaca
-3 libras de carnero
-1 gallina
-1 perdiz
-2 pichones
-1 liebre
-4 libras de pernil
-2 chorizos
-2 libras de tocino
-Verduras y garbanzos
-Especias finas
El importe de esta olla a la española ascendía a 48
reales de vellón[1]
Como es lógico pensar, estos festines y banquetes gastronómicos de la realeza y de la nobleza traían consigo todo tipo de enfermedades asociadas a los abusos culinarios: hipertensión, obesidad, gota, etc... siendo la causa de la muerte de alguno de ellos.
BIBLIOGRAFÍA
-MARTÍNEZ
MONTIÑO, FRANCISCO. Arte de
cocina,
Pastelería, Vizcochería, y Conservería,
pp. 19-20. Decimaséptima impresión. Imp. de Serba y Martí. Barcelona, 1823.
-SIMÓN
PALMER, Mª DEL CARMEN. La cocina de
Palacio 1561-1931. Ed. Castalia. Madrid, 1997.
En la
web:
-www.utopolibre.educahistoria.com. José
Luis de la Torre Díaz: “La comida de un
castillo medieval”
No hay comentarios:
Publicar un comentario