domingo, 10 de febrero de 2019

LOS JUEGOS DE DADOS EN LA EDAD MEDIA EN SOS


               
           El origen de los dados es un tanto incierto, si bien hay quien cree que pudieron ser los egipcios quienes los inventaron. No obstante el dado más antiguo del que se tiene constancia fue descubierto  en Persia y tiene unos 5000 años de antigüedad.
            Se sabe que los utilizaron en China o en La India alrededor del 2000 a.C.; también fueron muy  aficionados a ellos los griegos, romanos y árabes, siendo los caballeros de las Cruzadas quienes importarían el juego de los dados a Europa, que supuso la introducción del primero de los juegos de azar en el Continente.
Generalmente se fabricaban de huesos de animales o marfil, aunque también se han encontrado de todo tipo de materiales (piedra, madera, vidrio, bronce…)
Los dados, conocidos en la jerga del jugador como Juan Tarafe, personificación de la anticuada palabra "tarafe" (dado), fueron muy populares en la Edad Media y practicados por hombres, mujeres, niños y por todo tipo de clases sociales, siendo reprobada esta actividad, junto con otros juegos de azar, por los moralistas de entonces. Fernando “El Católico” fue aficionadísimo a ellos; se dice que pasaba largos ratos jugando a los dados en su tienda de campaña durante el asedio a Granada.
Alfonso X el Sabio habla de ellos en su Libro de ajedrez, dados y tablas, mencionando diferentes modalidades de juegos, como la triga, el azar, el medio azar, el azar pujado, la marlota, la rifa, el panquist, la guirguiesca, el par con as…
Se jugaba en cualquier sitio o lugar: en las calles, en las plazas, en las tabernas, en las casas, en palacio… Se apostaba mucho, por lo que pronto surgió la figura del tahúr, personaje sobre el que giraba el ámbito del juego, como retrata ya Alfonso X el Sabio en el Ordenamiento de las tafurerías (1276), donde dice que el tahúr es un “hombre que tiene el vicio de jugar y que tiene especial habilidad para el juego”, así como “jugador fullero y tramposo”, que llegaba a veces hasta empeñar sus propias ropas en las jugadas, convirtiéndose así en el prototipo de persona inclinado al juego de azar.
Pero los juegos de dados dieron origen a grandes enfados por parte de los jugadores que perdían, blasfemando durante las partidas e insultando a los contrincantes, lo que originó no pocas disputas, discusiones, peleas e incluso muertes; por esto, y debido también al gran auge  que tuvieron los juegos de dados ya en la Baja Edad Media, los municipios, por delegación regia, comenzaron a ejercer el control sobre su práctica, obteniendo un suculento beneficio fiscal y reduciéndolos, para un mejor control y vigilancia, a determinados lugares específicos creados al efecto, estableciendo las salas de juegos, tafurerías, tahurerías o tablajes, para las que Alfonso X mandó que se escribieran leyes para regularlas: el conocido Ordinamiento de las tafurerías, que imponía fuertes multas o incluso el destierro para quienes lo infringieran, llegando en algunos casos  a imponer castigos corporales, como recibir azotes o incluso cortar la lengua a los blasfemos en caso de reincidencia. Además de todo ello, los juegos de dados suponían en muchos casos la ruina de las familias, fomentaban la usura de los despiadados y ocasionaban constantemente desórdenes públicos con graves y continuos enfrentamientos callejeros.
          Para entar en las tafurerías o tablajes y poder jugar era obligatorio pagar al tablajero cierta cantidad pequeña de dinero a modo de "entrada" por el uso de las instalaciones. Esta cantidad se conocía como "pagar el barato", cuya locución, posteriormente, llegó a ser un verdadero "impuesto revolucionario"(ver)
En las tafurerías o tablajes, una especie de tabernas donde se servía vino y se practicaba el juego, pronto hicieron también acto de presencia las prostitutas. Vino, juego y prostitución, un peligroso cóktel donde la clase marginal de los municipios encontró, en la picaresca, el engaño, el embuste, el hurto y las trampas, un modo de vida fácil donde el juego le era algo connatural.
Se tiene constancia de una de estas casas de juego en Sos a mediados del siglo XV, pues los jurados de la Villa, en 1453, arrendaron el tablaje del juego de la villa durante un año a Martín Moreno[1]. En dicho arrendamiento figuran las condiciones que los oficiales del municipio le imponen a Moreno, donde podemos observar la mala reputación que gozaban este tipo de establecimientos y el recelo que suscitaba en el resto de la población sólo con ver las normativas que debía cumplir el tablajero, como por ejemplo el no consentir que existiera fraude ni engaño en el conto de la moneda ny en los dados, así como que no permitiera que se jugue falssa moneda. Como precaución para evitar que no hubiera heridos, el tablajero Martín Moreno debía recoger de los jugadores al entrar en el establecimiento, antes de empezar a jugar, el puñal u otras armas que portara el jugador: “ no consentirá que ninguno jugue, sino que primero pose el punyal e otras armas si tendrá en poder del tablajero”. Igualmente, para evitar engaños, fraudes y trampas con dados trucados por los jugadores, sólo se jugará con los dados entregados por el tablajero. Con este tipo de normativas nos podemos hacer una idea del tipo de personajes que podían verse por estos establecimientos. Asímismo, las condiciones del arrendamiento reflejaban los días del año y horas en las que no está permitido jugar y el control del montante de las apuestas por parte del tablajero para evitar discusiones y fraudes.
Niños jugando a los dados. Bartolomé Murillo.

A lo largo de la Edad Media, el control del juego y la prohibición del mismo se fueron sucediendo alternativamente en varias ocasiones. Jaime II, en 1320, y después su hijo Alfonso IV prohibieron jugar a dados y naipes bajo pena de fuertes sanciones, tanto a los jugadores como a los meros espectadores. Pedro IV también lo prohibió, aunque aprobó su práctica dentro de palacio y en personas de reconocida honradez y alta condición social. Martín I el Humano también persiguió los juegos de azar. Pero el vicio del juego se imponía y la gente burlaba las leyes y se seguía jugando a escondidas en las casas,en la taberna, en el campo…
 Los clérigos tenían terminantemente prohibido jugar a juegos de azar, especialmente a los dados, porque los “sacan del sosegamiento”, como así figura en las Partidas de Alfonso X: “..los prelados…non deben jugar á las tablas, nin á los dados…nin otros juegos semejantes destos por que hayan de salir de asesegamiento, nin pararse á verlos…”[2] bajo pena de ser cesados en su oficio por tres años. Pero los prelados hacían caso omiso a estas prohibiciones. Tanto suscitaba en Sos el interés del juego entre los religiosos que el oficial de la Valdonsella, el 28 de junio de 1456, realizó un mandamiento  a los vicario, capellanes, clérigos e racioneros de la iglesia de Sant Esthevan de la villa de Sos que no jugasen juego ninguno de dados e naipes”, bajo pena de cien florines[3]

A mediados del siglo XV, con la invención de la imprenta, crece el interés por un nuevo juego adictivo que rápidamente se volverá a extender entre todo tipo de clases sociales: los naipes. La baraja será, en el Siglo de Oro, junto a los dados,”la protagonista principal de una corriente moral que condena toda inclinación hacia tal adicción”[4] 

            
Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, ya condenaba y anticipaba en su Libro del Buen Amor (1330-1343) esta grave adicción al juego y sus consecuencias:

Non quieras jugar dados, nin seas tablajero:
ca es mala ganancia, peor que de logrero(usurero);
el judío al año da tres por cuatro; pero
el tablag (tahur) en un dia dobla el su mal dinero.
Desque los omes están en juegos encendidos
despójanse (se desnudan) por dados, los dineros perdidos.
Al tablajero fincan dineros et vestidos,
do non les come, se rascan los tahúres amidos [5].





[1] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 400, ff.82-82v.
[2] Partida 1, tit. V, ley LVII.
[3] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 404, f. 29v. Juan
[4] Encarnación Podadera Solórzano. “Los juegos de azar”. Revista Arqueología e Historia nº 20, p. 51.
[5] Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.  Libro de Buen Amor, 554-555.



BIBLIOGRAFÍA



-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Selección de documentos de la villa aragonesa de Sos (1202-1533) I.F.C. (C.S.I.C.) Zaragoza, 2009.
-ALFONSO X EL SABIO. Las Siete Partidas. Tomo I. Real Academia de la Historia. Imprenta Real de Madrid, 1807. Edición digital de la Biblioteca de Castilla y León.
-ALFONSO X EL SABIO. Libro de los juegos: acedrex, dados e tablas. Ordenamiento de las tafurerías. Edición de Raúl Orellana Calderón. Ediciones de la Fundación José Antonio de Castro. Madid, 2007.
-MOLINA MOLINA, ÁNGEL LUIS. “El juego de dados en la Edad Media”. Revista Murgetana, nº 100, pp. 95-104. Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia.
-PODADERA SOLÓRZANO, ENCARNACIÓN. “Los juegos de azar”. Revista Arqueología e Historia nº 20, pp.50-54. Desperta Ferro Ediciones. Agosto-Septiembre 2018. Madrid.

En la web:
-www.cervantesvirtual.com. El libro de Buen Amor. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
-www.joseguadalajara.com. Los juegos en la Edad Media, por José Guadalajara
-www.QuHist. El origen de los dados, por Sibyla. 27/09/2010

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