domingo, 12 de noviembre de 2017

LAS BASES ECONÓMICAS DE LOS INFANZONES DE SOS EN LA EDAD MEDIA




En un municipio con la calificación jurisdiccional de realengo, como fue Sos en la Edad Media, las posibilidades de enriquecimiento de algunos vecinos se vieron altamente favorecidas, contribuyendo esto a una creciente diferenciación social de los mismos y facilitando una organización social claramente jerarquizada (ver)
En esta jerarquización los infanzones gozaron de determinadas prerrogativas que ayudaron a esta diferenciación social y que contribuyeron a formar parte de sus bases económicas. Por ejemplo, disfrutaban de exenciones fiscales que proporcionaron que sus explotaciones no fuesen gravadas, pudiendo comprar heredades libremente sin satisfacer carga fiscal alguna al monarca; estaban exentos de cualquier pecha al rey, del impuesto del monedaje y otros tributos. Esta favorable situación y otras diversas actividades comerciales y financieras fueron las bases que constituyeron su economía.
          Una de las vías de ingreso económico de la que se valieron algunos nobles de Sos fue la de servir al rey ocupando diferentes oficios regios, como las alcaidías de los castillos, por las que se garantizaban los derechos de gravamen sobre los hornos y los castillajes, alcanzando con ello considerables sumas de dinero y un gran prestigio social. Recordemos que a mediados del Cuatrocientos los hornos y los castellajes del castillo de Sos suponían una aportación superior a 900 sueldos anuales para los alcaides[1]. Martín de Undués, Fernando Gil, Martín de Lozano, Miguel de Ruesta…fueron algunos alcaides del castillo en los siglos XIV y XV.
Otra forma de recibir recompensas por parte de la Corona era sirviendo al Rey en los diferentes conflictos bélicos que se presentaban, como lo hicieran el escudero Miguel de Ruesta o Martín Martínez de Ampiés, o participando en las cuadrillas de persecución contra los bandoleros para garantizar la seguridad en los municipios y caminos, o labores de vigilancia y defensa en esta zona fronteriza conflictiva, como hicieron los escuderos Miguel de Sada, Alfonso de Artieda o Juan de Olleta.
Otra forma de servir al Rey era dándole hospitalidad. En este caso no hay que olvidar a Martín de Sada, quien ofreció su casa para que la reina Juana Enríquez diera a luz a su hijo el 10 de marzo de 1452, y por lo cual el rey Juan II y posteriormente su hijo Fernando colmaron a la familia de Sada de atenciones, privilegios y recompensas.
Pero aparte de los linajes de las familias nombradas anteriormente, muy pocos hidalgos más se beneficiaron en Sos de las rentas que proporcionaban los oficios regios y los sueldos por servir al rey, por lo que tuvieron que buscar su sustento en otros tipos de actividades económicas, como la inversión en tierras, la compra de  deuda pública a los concejos y el arrendamiento de impuestos y rentas eclesiásticas, que aunque con ellas obtenían menos beneficios que con las actividades relacionadas con el comercio, la ganadería o el crédito a particulares, los entes municipales y eclesiásticos siempre ofrecían menor riesgo y mayor garantía de cobro que las realizadas con los particulares.
Todo esto llevó a su vez a un paulatino proceso de jerarquización  interna entre los propios infanzones y a una diferenciación económica y social entre los linajes, unos más enriquecidos por recibir rentas de la Corona gracias al desempeño de oficios regios, y que eran los que poseían patrimonios más extensos en tierras, compraban censales y arrendaban impuestos y rentas, y otros menos favorecidos por no recibir nada de la monarquía, con haciendas más modestas que debían trabajar ellos mismos y que no participaban en la especulación financiera y de rentas. Al mismo tiempo dentro de cada linaje hubo diferencias entre sus miembros, tendiendo a privilegiar a la rama original de la familia para perpetuar la estirpe, propiciando que los pertenecientes a las ramas secundarias vieran disminuir su potencial económico, obligándoles a emprender otras actividades alternativas como ingresar en el clero, dedicarse al comercio, emigrar a la ciudad o cultivar modestas heredades por sí mismos.
 De este modo, no todos los infanzones gozaron de un alto nivel económico, como se piensa, configurándose así una jerarquización interna del grupo que paulatinamente fue diferenciándose económicamente. 
  En resumen, junto a una élite de infanzones que fue la que rigió en gran medida los destinos de la villa junto con otros grandes hacendados no nobles, hubo otro grupo mucho más numeroso de hidalgos cuyas bases económicas fueron mucho más humildes y cercanas a los estratos medios del campesinado[2] o llegando incluso a la pobreza.
Por otra parte hay que señalar que el objetivo primordial de las familias de la pequeña nobleza fue la perpetuación de su preeminencia económica y social, para lo cual, además de los procedimientos testamentarios utilizados para perpetuar el linaje familiar, hay que añadir las estrategias de alianzas matrimoniales, casando a sus hijos con los descendientes de otras nobles familias, conformando así una tupida red de relaciones entre las familias más poderosas de Sos y las de otras poblaciones cercanas.



[1] Abellá Samitier, Juan. “Aportaciones al estudio de la baja nobleza aragonesa en el siglo XV: el escudero Miguel de Ruesta, alcaide del castillo de Sos”. Revista Suessetania, nº 22, pp. 113-114.
[2] Abellá Samitier, Juan. Sos en la Baja Edad Media, pp. 153-154.





BIBLIOGRAFÍA

-ABELLÁ SAMITIER, JUAN. Sos en la Baja Edad Media. Una villa aragonesa de frontera. I.F.C. (C.S.I.C.) Zaragoza, 2012.
-FALCÓN PÉREZ, Mª ISABEL. Los infanzones de Aragón en la Edad Media. I.F.C. Zaragoza, 2008.
                      -Revista Suessetania, nº 22. 2004.


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