lunes, 5 de diciembre de 2016

LA ANTIGUA BOTICA DE SOS

Albarelos en la antigua botica de Sos del Rey Católico
                    En los bajos de la casa del número 29 de la calle Fernando el Católico se ubicaba la antigua botica del municipio. Un establecimiento que las hijas del boticario, ya fallecido, han sabido conservar y cuidar hasta el más mínimo de los detalles. Mostrador, estanterías, suelo, cajones, armarios, tarros, frascos, aparatos de medición y pesaje, objetos y material instrumental propio de los farmacéuticos del pasado siglo permanecen en este pequeño museo farmacológico.

               











                   Cruzar el umbral de la puerta donde un antiguo rótulo nos indica la actividad desarrollada tras la misma es, con sólo dar un paso, pasar de la vida moderna al siglo XIX; un viaje en el tiempo que nos sumergerá en un mundo donde los preparados químicos, pócimas, jarabes, ungüentos, hierbas y otros productos eran elaborados por el boticario para dar con el remedio pertinente y distribuirlo para aliviar, calmar o curar las dolencias de los enfermos.
                Manuel Alvira fue el último farmacéutico al frente de esta apoteca o botica desde principios del siglo XX, y a ella acudían las gentes de Sos para buscar soluciones a sus males de salud o para que el boticario les preparara los medicamentos indicados por el médico, porque no hay que olvidar que hasta bien entrado el siglo XX los medicamentos no se expedían tal y como los conocemos actualmente, sino que eran meticulosamente preparados y elaborados manual y personalmente por los boticarios en su laboratorio.
                Al entrar en la antigua botica de Sos podemos ver todas sus paredes cubiertas con muebles de madera ocupando toda la superficie de la misma, desde un extremo al otro y desde el suelo hasta el techo. El mueble de la izquierda está compuesto en su parte superior por varias vitrinas ocupadas por numerosos tarros medicinales o albarelos; bajo las vitrinas un lineal de pequeños cajones rotulados cada uno con el nombre de sus respectivo contenido y, bajo ellos, otro lineal de pequeñas puertas de madera decoradas a mano con motivos florales y herbales. El resto de paredes están cubiertas con muebles muy parecidos al descrito, salvo que no tienen la vitrina de cristal y la colección de albarelos son distintos que los anteriores, pues fueron comprados a otro farmacéutico del municipio cuando éste cerró su farmacia.
                
                        En el centro de la parte derecha del establecimiento se ubica el antiguo mostrador sobre el que puede verse, totalmente completo, un juego de pesas de precisión y una balanza de dos platos.
                En los dos extremos superiores de la pared, tras el mostrador, sendos bustos de dos ilustres personajes de la medicina, Galeno e Hipócrates, rompen con la homogeneidad de las paredes en las que sólo se ven albarelos y frascos.







Busto de Hipócrates
Busto de Galeno
Respecto a estos médicos de la Antigüedad, y como curiosidad, Mª Pilar, la hija del boticario, nos comenta que, al poco de tener la botica su padre, allá por los años 30 del siglo pasado, unas mujeres de Sos que entraron por primera vez en la farmacia, al ver los bustos, y pensando que eran santos católicos, se arrodillaron frente a ellos para rezar y pedir su intercesión por la salud de ellas y la de sus familiares.

                Pero si la sala de ventas de la farmacia ya nos ha dejado asombrados, no menos curioso y asombroso resulta la rebotica, a la que se accede por una pequeña puerta situada tras el mostrador. Estanterías y muebles de madera con infinidad de pequeños frascos antiguos de cristal marrón-anaranjado y de vidrio conservan aún, un tanto borrosos, los nombres de los diferentes productos, mezclas y preparados que contenían, libros antiguos de farmacología, fórmulas, probetas, ventosas, irrigadores, balanzas de laboratorio y …¡ cómo no iba a faltar!: el “ojo del boticario”, ese mueblecito especial donde el boticario guardaba con extremado celo, y bajo llave, las materias primas más valiosas o difíciles de conseguir o los preparados más costosos.
                Todo un placer para la vista que nos recuerda cómo era el trabajo del farmacéutico a principios del pasado siglo, y cómo era el lugar de trabajo del licenciado Manuel Alvira, quien con gran profesionalidad y plena dedicación veló durante muchos años por la salud de los pacientes, atendiendo y administrando los preparados correspondientes a las dolencias y enfermedades de los sosienses.


Balanza de platos
Juego de pesas


Tras pasar esta puerta viajaremos en el tiempo








          LA REBOTICA















               Agradecimiento especial a Mª Pilar Alvira, hija del licenciado Manuel Alvira, por mostrarme amablemente la farmacia de su padre y facilitarme todo tipo de información.


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